Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 26

Cómo se entretenían los gualeguaychuenses

Antes de abordar el tema, cabe hacer una distinción, diferenciando entretenimiento de divertimento. En esta primera parte, recordaremos como nos entreteníamos, dejando lo otro – más sabroso- para el final. 

Una de las costumbres que más se recuerdan, eran los paseos a pie por la calle 25. Se hacían los fines de semana, sábados por la noche, salvo días de lluvia o muy fríos. 

Abarcaban la zona céntrica fundamentalmente entre Pellegrini y Chacabuco. Concurrían transeúntes de casi toda la ciudad y de todas las edades. Hoy día ese mismo paseo se hace en auto -antes no había tantos- y aquello resultaba mucho más entretenido que ver pasar la gente en auto. Porque las damas se tiraban el ropero encima, iban a la tarde a sus peluqueras, como “La Talana” (madre de “Corneta” Rébora” o a las chicas del Salón Doré, entre otras. 

En pueblo chico como era, todos se conocían paraban a conversar. Los varones, aún los más jóvenes, de riguroso traje y abundaban las corbatas, aunque el sombrero se reservaba para los mayores. Los esposos tenían un pequeño inconveniente: la mujer se les paraba en todas la vidrieras, que lucían muy bien arregladas. Pero tenía su compensación: tenían la posibilidad de ver pasar a las chicas lindas, mientras la bruja estaba embobada con los modelos de la vidriera. Los domingos a la mañana, se armaba otro paseo; era a la salida de misa, oficio religioso al que concurría más gente y hasta muchos jóvenes cumplían con el precepto. Luego en la 25, se descargaban de tanta compostura guardada en la misa.

"Bar Caravana" en calle 25 de Mayo Nº 820

En verano muchos comercios sacaban sus mesas a la calle y si bien habían quedado atrás el “Tutankamon” o el “Café Tokio”, habían aparecido otros que coparon la década. 

A mitad de cuadra entre Humberto Primo (hoy Italia) y Churruarín, vereda norte, hubo un local por el que pasaron distintos dueños de negocios que congregaban a mucho público. Como la heladería “Don Pepín” regenteada por un señor de Basavilbaso, del que algún memorioso nos portará su nombre. 

Tenía muy buena calidad y siempre estaba lleno, con lo que ignoramos por qué se cerró. Evidentemente que su zona de origen producía muy buenos heladeros, porque muy cerca de Baso está Gilbert de donde vino Alberto Bahillo, en la década siguiente, allá por 1966. 


Después estuvo “El Ciervo” de un señor Benvenutto, pero el que más se recuerda es el “Bar Caravana”. No sólo por los sánguches (antes se escribía “sandwich”) y exquisita variedad de pizzas, sino por el buen trato y disposición de su mozos: Nicky y Toto Peñalva, el Gordo Chappe (que el década siguiente abrió el Petit Bar). En tanto que uno de los Peñalva siguió con su oficio en el Hotel París y el otro se incorporó como vendedor en Quiroga Fanacal, zapatería hoy líder, que casualmente se inició en aquella década, allá por 1954. Pasamos por alto la "Confitería París", sobre la que volveremos, y al llegar a Montevideo, se encontraban, uno frente al otro, dos grandes templos para elegir: El célebre “Bar Central” de Calavera Orué y la Pizzería “La Porteña” de los búlgaros Jorge y Demetrio Schischmanov y Pedro Dyucoff, sobre los que volveremos, al relatar las diversiones. 

Entre Suipacha y Pellegrini estaba la Pizzería de Pouler (padre de Pepo), Y si alguno no había podido entrar a “Don Pepín”, seguía dos cuadras y en 3 de Febrero estaba la Heladería “Danil” de Marpez con muy buenos gustos. 

Alguno dirá: ¿Y la Costanera? Por aquellos tiempos no existía, bue, existía desde 1937, pero como lugar de concurrencia nocturna, no: tuvo que esperar a la década siguiente para que llegaran “sus descubridores”. Mientras tanto reinaba la 25 y en las siguientes décadas siguió con “Premir” (acrónimo de Prevot y Miró) a media cuadra sobre Montevideo, “Aranjuez”, el citado “Petit Bar”, “La Moneda” y otros. 

Hasta que la costanera se tomó su desquite. 

Bar Munich de "Pocho" Feldkamp en la Costanera

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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