Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 6

CÓMO NOS EDUCÁBAMOS... 

(continuación)

Colegio Nacional Luis Clavarino

Aunque nadie ha hecho objeciones, repasando lo publicado en la nota anterior, advertimos algo que podría malinterpretarse y vale una aclaración.  

Al comparar los contenidos que en aquellos años recibíamos, con los actuales, concluíamos en que egresábamos de la primaria con una ortografía y destreza para el cálculo numérico que podrían envidiarnos los alumnos de hoy. Pero de ningún modo pretendemos significar que aquello nos haga sentir superiores. 

Al contrario: admiramos la notable evolución de los contenidos acorde la aceleración en el campo de la tecnología, nos admiramos de los trabajos que se ven en las ferias de ciencias, los éxitos de los alumnos en diversas olimpiadas, sus propios inventos, el manejo del láser, la robótica, las "impresoras 3D", sus logros en cine, y en lo artístico, las excelentes carrozas que construyen.  

Es más: los envidiamos sanamente por el contexto de relaciones en que se desenvuelven. Anteayer nomás, leía en un diario sobre los problemas de un grupo estudiantil que vio frustrados sus proyectos por la cuarentena, refiriéndose a la interrumpida labor de la “Comisión de Jodas”, con la misma naturalidad con que lo consignaba el periodista. En nuestras épocas, tal comisión era impensable. 

Retomando el tema de nuestra educación en aquel decenio, no está de más, así como lo hicimos con aquellas heroicas Maestras, recordar algunos de nuestros profesores del secundario que nos dejaron su impronta. 

Obviamente los que más recuerdo son los que tuvimos en la Enova: Luis María Borgogno, en geografía; Hugo Carlos Dasso, música; Juan Gerónimo Borro, historia, pero que en los últimos 5 nos enseñaba Astronomía); Dr. Alfredo Jorge Simón, historia; Rodolfo García, castellano; Dr. Jorge Roko, física, "Cholingue" Gomez, Cattáneo y "Quiquina" Rodriguez de Macchiavello, química; Jorge Leonidas Hermelo, historia; María Inés Elizalde, biología; Jacobo Vaena, matemática; Cármen Josefina Hermelo, castellano; Dr. Samuel Villanueva, educación democrática; Pablo Gregorio Haedo, actividades prácticas; Teté Lazcano, matemática; Vicente Gómez, química y física; Carlos Arturo Mac Dougall, educación física; Alfredo Dodds, inglés: María Elena Unamuzaga, psicología; Isabel Chaca de Pintos, dibujo; Amalia Ferrer Guasp, matemáticas, Emelina Vilche de Segovia, geografía. Y las más jóvenes: Norma Martinez de Martinetti, literatura y Silvia Vela de Irigoyen, historia de la educación. 

Pero también teníamos referencia, por hermanos o amigos, sobre los docentes más emblemáticos de otros colegios. Así, del Colegio Nacional, recordamos a: Raúl Campi, matemáticas y era Rector; Don Guillemo Mosto, que dictaba con igual solvencia varias materias; Beatriz Maulleón, historia; Edgardo Galissier, castellano; Rómulo Arteaga, higiene; Madame Fallon, francés; Bartolomé Luciano, instrucción cívica; Ana Martínez Anisquiri, literatura; Benjamín Mancini, música; María Eloisa De Elía de Sala Hernández, dibujo; Voyko Gasparovic, actividades prácticas; Enrique Etchegoyen, matematicas; Isidoro Baldomero Etchebarne Balucho, botánica; Dr. Luis A. Méndez y Demetrio Anargyros, anatomía y Josefina Vasallo, literatura. 

De la Sección Comercial: a Ruperto Gelós, Francisco Maradey, Jorge Vespa, Pablo J. Daneri, Coco Sucheyre, entre otros. De Villa Malvina, la docente que mejor recuerdo es Blanca Rebagliatti de Lyall, sobre la cual volveremos cuando tratemos otro tema paradigmático de aquella década: las carrozas.  

Y párrafo aparte para América Barbosa, Maestra de la primera promoción de Enova en 1913 y luego Profesora. Porque “Pildorita” fue una de las docentes más queridas en varios establecimientos. Aparte de ocupar un sitial de honor en la historia de la Escuela Guillermo Rawson como Directora, junto a María Guillermina Siboldi, Rosita Etchegoyen y otras gigantes de la enseñanza primaria que dejaron su recuerdo. 

La relación con nuestros profesores se daba en un marco de gran respeto, empezando por el riguroso “usted” en forma mutua. Pero había ante todo, una gran admiración hacia ellos. Como ejemplo de esto, recuerdo que sabía los cumpleaños de todos los profesores. Los que más me influyeron fueron: Juan Borro, cuya notable sapiencia y claridad expositiva me hizo tomarle el gusto a la historia y Rodolfo García, quien, a fuerza de insistir, me convenció de la gran utilidad del hábito de la lectura. “No se puede hablar bien, ni escribir bien si no se lee” nos decía, y remataba con su estruendosa voz: “¡Lean hasta que yevienten!”, con esa típica “r” catamarqueña.  

Y también la admiración por Sarmiento. Tan fructífera era la relación con ellos, que durante mis años de estudio en la Plata, me carteaba con García y en sus misivas me seguía aconsejando, como si aún fuera su alumno. Eso sí: tenía que descifrar su espantosa letra. También nos escribíamos con María Elisa Hermelo, aquella extraordinaria Maestra del sexto grado. Es más: cuando Luis Borgogno, radicado desde hacía muchos años en Villa Gessel, cumplió 80 años, nos fuimos hasta allá con "Bocha" Carraza, que había sido alumno suyo en el nocturno, y le caímos de sorpresa al festejo con gran emoción de nuestro inolvidable profesor.

Bueno, suficiente por hoy.

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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