Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 59

OTROS PERSONAJES POPULARES

En la serie sobre los años cincuenta, recordamos algunos personajes de la calle, muy populares en aquella década. Por esa razón, no incluimos a otros de no menor interés, simplemente porque no pertenecían a esa época. Son anteriores, más propiamente, de las primeras décadas del siglo pasado. Por ese motivo no los conocimos, pero nos llegan sus recuerdos por las páginas de los sustanciosos “Almanaques” del prestigioso diario “El Censor”, en épocas en que lo dirigía su fundador, Ramón Jurado, padre de Don Pedro.

Por ello, y ahora libres de ataduras temporarias, vamos a rememorar a algunos. Y de paso, cumplimos con lo prometido.

PABLITO COSTA

Era Pablito, allá por el 1900, uno de los personajes de la calle mas queridos. Su particularidad consistía en que creía saberlo todo.

Durante sus permanentes recorridas como repartidor de verduras, era detenido a cada instante por gente de toda condición que tenía "alguna duda" y lo quería "consultar". Valía la pena hacerlo, para el natural humor de nuestra gente. Y si no, aprecien ustedes algunas de las respuestas de Pablo.

- ¿Cuál es la distancia de la tierra la sol? le preguntaron una vez.

Con la velocidad de una computadora de quinta generación, Pablito respondió:

- Quinientos millones de cuatrillones de metros cuadrados.

Conocía de astronomía y meteorología, ciencias que para él no tenían ningún secreto. Sobre la luna afirmó que estaba ensalzada (?). Ante esta demostración tan contundente de sabiduría, se animaron a preguntarle por las nubes, y Pablo pontificó:

- Unas son internáticas y otras innublables.

Y así su erudición abarcaba los campos mas variados; además permanentemente iba cargado de numerosos papeles en los que registraba sus luminosas ideas sobre moral, derecho, gramática, historia, filosofía, etc. Y si lo apuraban, tenía también citas en francés, inglés, alemán, y otros idiomas que -por supuesto- inventaba, logrando creaciones realmente jocosas.

La versificación no le era ajena a Pablito.

- A ver un verso, Pablo? y en seguida iba alguno como éste:

Si tu te creías que yo era un tigre,

que te venía a devorar;

era tu amante, fiel y constante

que te venía a saludar.

Alguna vez tuvo salidas realmente geniales, que llegaron a descolocar a su interlocutor. En cierta ocasión, Pablo llevó a la lavandera, la ropa de un conocido doctor. Cumplida la misión y cuando hubo regresado con las prendas cuidadosamente planchadas, se encontró con un doctor imperturbable.

- Acá está su ropa, Doctor...

- Bueno, déjala sobre la cama y andate.

- Es que me dice la lavandera que le debe...

- ¡Te dije que la dejaras y volvé mañana... que embromar! le insistió su interlocutor visiblemente enojado.

He aquí la respuesta de Pablo:

- ¡No doctor! Está muy equivocado: usted será el dueño del mar y de la tierra, pero no está autorizado para sacar los astros del cielo y ponerlos patas arriba.

Silenciosamente, el doctor sacó el dinero del bolsillo.

INDACO

Ese era el apodo de Don Rito Rodríguez, otra de las figuras populares de principios de siglo. Según decían, cuando era chico "lo asustaron y se le disparó el juicio". Caminaba ligero, casi a saltitos, siempre por la calle, nunca por la vereda, mientras mascullaba palabras ininteligibles.

Indaco era un hombre pacífico y trabajador. Todo el mundo lo quería. Y para que vean ustedes las pautas y referencias que utilizaba el buen Indaco, una vez Doña María A. de Nóbile le preguntó:

- Y vos, Indaco, ¿cuántos años tenés?

- No sé, señora, lo que le puedo decir, es que yo me acuerdo de que yo ya era Indaco y mamá, era mamá.

Un día se quejaba Indaco de su hinchazón de vientre y algunos dolores. Sin mucho esfuerzo, lo hicieron creer que unos meses más iba a tener familia. Muy convencido de su nueva situación, dio una de las respuestas que han quedado definitivamente incorporadas al acervo popular. Fue cuando alguien le preguntó:

- ¿Como andás Indaco?

- Cada vez mas jodido hermano!

-¿Porqué?

- Tras de pobre, ¡embarazado!

Frase esta última, que se siguió repitiendo hasta bien avanzado el siglo, aunque pocos supieran el origen, para significar a quién tiene que soportar desgracias acumuladas. 

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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