Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 36

BROMAS A TROCHE Y MOCHE

El espíritu bromista de aquellos años ha declinado muchísimo. Basta con recordar las bromas para el día del inocente que casi han desaparecido. Por entonces, los 28 de diciembre había que estar en guardia desde la mañana temprano para no caer en alguna. 

Julio Sánchez por ejemplo, era capaz de las bromas más sofisticadas. En cierta oportunidad llamó temprano a lo de Herman Fandrich, diciendo que "Coca" no cocinara ese día, porque le enviaría el almuerzo a la casa como una atención del restaurant del "Hotel París". A la hora del almuerzo y con toda la familia reunida, llamaron a la puerta para entregar un gran paquete enviado desde el hotel, en el que se notaba bajo la envoltura, la comida calentita y un aroma tentador. Ya en la mesa, abrieron el paquete y eran las sobras del restaurant, cuidadosamente presentadas con vistoso envoltorio. Dada la hora, no tuvieron otra alternativa que salir a comer afuera. ¿Donde? Al Hotel París. Hay que ser buen perdedor. Años antes, los hermanos Bibé, Julio y Carlos, le hicieron “sacar la grande” a Don Carlos Goldsmich, alias “Gallareta”. Hasta le fabricaron el pizarrón con el número que él seguía y la correspondiente bomba, como las que tiraba el "Colorado" Alvarez los viernes a mediodía, cuando caía la lotería en “La Mascota”. En esa oportunidad, "Gallareta" invitó a todo al barrio para el eufórico festejo y de allí salió el recordado dicho: “¡rompan todo! dijo Gallareta”. Tuvo que cortar el pelo tres meses para pagar los gastos.

Del mismo modo, Camito Moussou le hizo sacar la lotería de Navidad a Pedro Mazzella. Pero éste se desquitó bien: el 6 de enero subsiguiente, se metió en la casa –vivía enfrente- y le robó todos los juguetes que los reyes magos habían dejado para los gurises.

El barrio Oeste fue siempre un semillero de bromas, como la comparsa “Los Bichos”, que organizara Peruco Etcheverría. Sólo existía en la ficción, para divertirse haciendo ensayar el papel de distintos bichos a la muchachada del barrio. Y recién al llegar el carnaval se desayunaban de que la comparsa no existía. 

Pero la época de oro del barrio, llegó precisamente en los años cincuenta con los hermanos Crespo, que eran fatales. Más de una vez se lo veía a Homero regando el clásico buzón en la esquina del Bazar Alemán. Una señora le preguntó extrañada y él le explicó que a ese buzón lo tenían desde chiquito y se había criado a fuerza de riego. También era frecuente verlo introducir una carta y en la boca del buzón, e indicarle, por ejemplo, “para Larroqueeee”. Otra señora, desconfiando del foco que compraba, fue invitada por Floreal a probarlo ella misma. Justo cuando calzaba en foco en el probador, Homero pegó un descomunal y ruidoso mazazo en el mostrador. Obviamente la socorrieron con agua oxigenada y le regalaron un foco sano. Probado por ellos. 

Y ni hablar de las bromas combinadas con los gallegos Pomés, ya que la panadería San Antonio era otro reservorio bromístico y quedaba a la cuadra. Como enviar un mandadero a buscar el martillo de goma, o los clavos de vidrio etc. Pero el récord de la época fue cuando un colimba cometió la imprudencia de comentar en el Bar “El Aguilucho”, que había arreglado con su Jefe, del Regimiento de Uruguay, dos días de alargue para presentarse, a cambio de un cajón de pollos con el que lo debía esperar en el puente un sábado a las 21. Alguien llamó a la policía en forma anónima para denunciar que en ese lugar y hora, pasarían unos señores disfrazados de militares, donde les entregarían un importante contrabando disimulado en el buche de unos pollos. Cuando la policía los interceptó, no hubo forma de que los convencieran de que estaban tratando con el Jefe del Regimiento. “¡Que jefe ni jefe! todos presos!” Cundo se aclaró el asunto, pagó al pato (además de los pollos) el pobre colimba, con tres meses de aislamiento.

También es de esa época, la “candidatura a Intendente del Padre Torres”, sobre la que volveremos, cuando recordemos el legendario “Copetin al Paso”.

Años después, lanzamos en el Neptunia la precandidatura presidencial de un tal Vicente Giorno, “Vicentin”, de Buenos Aires, con un gran acto que terminó entre bombazos de harina y otros de estruendo, provocados por “la contra”. Y cuando en 1998, por una inquietud del ocurrente Negro Medrano, me hicieron pasar por Intendente para recibir a 40 Arquitectos visitantes, en el salón del Concejo Deliberante, dijimos al deschavar la broma: “Esto tal vez cierra una época”. Y parece que así fue.

¿Cómo no extrañar entonces los gloriosos cincuenta

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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