Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 18

PERSONAJES DEL RIO

En nota anterior mencionamos las embarcaciones de recreo más conocidas de la época. 

Hoy recordaremos algunos personajes del río, empezando por los boteros. El grueso de su trabajo era el cruce de pasajeros, a los clubes y a la isla, sea la las casas particulares, o al balneario que funcionaba allí. Cabe recordar que las casas de la isla, con la salvedad del chalet de Rossi, el de María Eloisa (Castillo) y el del Dr. Emilio Piaggio, ”La Luisa”, frente al Náutico, eran de reciente construcción. Ello, en razón de que recién en 1940 su antiguo dueño, Don Horacio Rébori, loteó toda la parte no ocupada de las 13 Hectáreas y a partir de ahí comenzó a poblarse. 

Luis "Mono" Barreto

El trabajo intenso de los boteros era por ello de temporada. Fuera de ella, tenían otros rebusques, en su mayor parte eran también pescadores, o trabajadores del frigorífico o hacían changas. También hay que tener en cuenta que había muy pocas playas: los Clubes Neptunia, Náutico, el Balneario Municipal, el de la isla y a finales del decenio, también el Club Regatas y el Balneario Sur, en Pueblo Nuevo. No existía como playa pública Ñandubaysal, que se libró al uso público recién en los años 70, y en tiempos más recientes, los que se instalaron en la zona norte del río. 

Cabe recordar además – lo dijimos en la primera nota- que, la gente iba a pie porque había pocos vehículos en la ciudad. En cambio hoy, la mayor parte de los usuarios van en sus autos al parque y alrededores. Todo lo cual explica que aquel servicio se haya casi extinguido. En el trayecto de ida, los pasajeros descendían por la escalinata de Costanera y Méndez y allí los esperaban los boteros. 

Alguno se preguntará: ¿Y como hacían los pasajeros para llamar al canoero a la vuelta? Por entonces el río era más silencioso, como el resto de la ciudad; no existían esos elevados sonidos que ponen hoy en la costa, compitiendo a quién hace más ruido. Y la gente disfrutaba más el río, consustanciándose plenamente con la naturaleza, ya que ese silencio le permitía agregar a la fiesta visual, un hermoso complemento auditivo: el canto de los pájaros. 

En ese contexto resulta perfectamente explicable que desde los clubes, bastara con dar un solo grito: “boteeeeroooo”, para en pocos minutos, ya estar embarcado. Los que iban mayor distancia, en la isla, arreglaban por anticipado el horario del regreso. Claro, el silencio no era para tanto.

En cuanto a los nombres, si tuviéramos que elegir una figura representativa, tenemos que nombrar en primer lugar, a LUIS “MONO” BARRETO. Por ser uno de los que más tiempo se mantuvo en actividad y por ello, conocido por las generaciones más recientes. Era muy atento y amable con los pasajeros y sus viajes a la isla se hacían muy entretenidos, porque en el trayecto, se saludaba con todo el mundo y se suscitaban graciosos diálogos. Él acostumbraba remar sentado y de espaldas a la proa. 

En una ocasión, por hacerle una broma, le gritaron: “¡guarda la boya Barreto! con lo que se pegó un susto bárbaro. Y ese grito ocasional se convirtió en un sonsonete que lo acompañó el resto de su vida. Porque de ahí en más, casi no había viaje en que no se lo repitieran, ya que se había popularizado. A punto tal, que aún cuando alguno lo encontraba en el centro de la ciudad, el saludo era reemplazado por el “guarda la boya…”. 

Fuimos amigos y muchas veces me invitó a su casa de San Martín 260, casi San Lorenzo, donde actualmente vive Carmelo Muñoz. Era vecino de Mateo Maretich, que construía canoas de muy buena calidad. Recuerdo un domingo al mediodía, donde después de saborear las delicias que preparaba su señora -“la Rosa”- junto a su familia, Machungo Castro y otros amigos, el "Mono" cantó el tango “Nube de humo” y nos dejó a todos atónitos.

Luis "Mono" Barreto

En algunas oportunidades he posteado la foto de ese lindo ágape. Pensaba hablar de los demás boteros en esta nota, pero se haría muy largo porque hay mucho que contar, como por ejemplo, las excursiones de pesca que hacíamos con algunos de ellos en la lancha “Titán” hasta la zona de punta Las Rosas, en el rio Uruguay.

Así que en la próxima, los demás boteros y otros personajes emblemáticos del río.

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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