Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 48

TODOS AL CINE

Quien haya ido al cine en los años 50 y luego en su madurez, haya visto “Cinema Paradiso”, seguramente no podrá sustraerse a relacionar ambas cosas.  Y hasta con un toque de emoción. Su magia nos envolvía a todos, sobre todo en los primeros años de la década, antes de que empezaran a llegar los televisores. 

Había funciones para todas las edades; el Teatro Gualeguaychú, alquilado aquellos años la Compañía Exhibidora del Litoral S.A., tenía varias por día y se incrementaban los fines de semana: matineé, vermouth, familiar y noche. En algunas oportunidades, también trasnoche. Los lunes era “continuado”, con entradas sin numerar y uno podía quedarse a ver dos, tres o más películas. 

Teatro Gualeguaychú

Los chicos íbamos los domingos a la matineé, que arrancaba a la una de la tarde, casi con los ravioles encima. Y ahí nos repartíamos entre platea, por la entrada principal; pullman, por la escalera a la derecha del hall y paraíso, con entrada por calle Suipacha, hoy Perón. 

También estaba el Cine Palma, contiguo a la Casa Parroquial de San José; que con su sala más chica y modesta, exhibía una variada gama de películas. 

Del "Palma", podrán olvidarse de las peliculas, pero no del día que se cortó la proyección. Era común, para cambiar un rollo y enhebrar el siguiente. Pero ese día de descompuso el proyector, y el encargado Moreno, le ofreció al publicó dos opciones: o devolveles la entrada, o contarles el final. 

Por amplia mayoría ganó esta última. Claro, nadie quería irse sin saber quién era el asesino . 


Y en otras oportunidades, teníamos la posibilidad de ver cine gratuito al aire libre, en la Plaza San Martín, o en al parque, proyectadas por Carlos Aurelio “Pato” Cepeda, o en "Santa Teresita", a cargo de Don Alfredo Angelini; o en el local de Montevideo 132 de la “Sociedad Operari Italiana” (donde se fundó el Neptunia) o el “Lírico”, al aire libre, en 25 de Mayo y Pellegrini, ángulo suroeste.

En el Teatro disfrutábamos especialmente de las películas norteamericanas de cow boys, en blanco y negro, en las que admirábamos al invencible John Wayne, a Alan Ladd, quien por más que rodara con su caballo, siempre se levantaba con el jopo intacto, Hopalong Cássidy, Tarzán el Rey de la Selva, en la época de Johnny Weissmüller; las primeras de Batman y Robin, Superman, y muchas otras de aventuras. 

El cine argentino nos brindaba otras para divertirnos, como “Los Cinco Grandes del Buen Humor” o las de Luis Sandrini; o las que nos enternecían, como “El Cura Lorenzo”, con Angel Magaña, o “Pelota de Trapo”. Y las que nos ayudaban a formarnos, como “Honrarás a tu Madre”. Algunas, directamente nos hacían llorar como ”Marcelino Pan y vino”, “El Niño y el Toro”, “Androcles y el León”. O reir aborbotones, con el genial Cantinflas que nos aportaba el cine mejicano. 

En los otros horarios, los mayores podían admirar a actrices de renombre internacional, como Rita Hayworth, Greta Garbo, Marylin Monroe, Aba Gardner, o Grace Kelly. Y a las argentinas, como Olga Subarry quien nos emocionó con “Marianela” una niña ciega; Malvina Pastorino, Tita Merello, Isabel Sarli y Leonor Rinaldi. Y entre los actores, Juan Carlos Torry, Angel Magaña, Alberto de Mendoza y demás artistas que nuestros lectores se encargarán de aportarnos con sus sus recuerdos. 

Allí conocimos las películas que por entonces denominabamos “en technicolor” y el de mayor formato: “cinemascope”. Son de ese decenio las primeras grandes producciones de relieve mundial, como “Helena de Troya” y “Quo Vadis”. 

Con el advenimiento del juicio por jurados en nuestra Provincia, sería muy util volver a ver la magnífica película “Doce Hombres en Pugna”, única en la historia que transcurre entera en un solo ambiente: la sala del del jurado. (Está en Youtube).

Pero el Teatro Gualeguychú no era sólo las películas. Era también sus caras visibles, algunas inolvidables, como Pepe Ramos (volveremos sobre él), que además fue artista, cantor, animador y dueño de un un humor inagotable, quien nos recibía en la puerta junto a Ibarra. Ambos eran acomodadores y cuando pasaban alguna prohibida, el varita Mattos, colaboraba en el control de la entrada a los menores. La boletería estaba a cargo de Zulema Giambra, cuñada del Gerente, Don David Abraham

En los intervalos podíamos consumir las golosinas que vendía David Abramoff. Pero muchos preferían correrse hasta la “Casa España”, en la esquina de Urquiza y Suipacha. Era la sucesora del célebre “Café España” -de Rogelio Bargas y su suegro, el catalán Don Mariano Tressols- que funcionó hasta 1948 en esa misma transversal, a mitad de cuadra, contiguo a la puerta de paraíso. 

Allí tuvimos el privilegio de comer los mejores sánguches de miga de Gualeguaychú en todos los tiempos, de las manos de Don Rogelio Bargas. Creo que su secreto estaba en el correcto enmantecado (los hacía a la vista), y la calidad de los ingredientes.

También, nos cruzabamos enfrente, al “Bar Americano” (actual galería Rhimi) -de la familia de Pepe Zoilo, desde 1943- que además de un prestigioso restaurant, tenía fábrica propia de helados, con cucuruchos de calidad inigualable.

Ahora tenemos cine nuevamente en Gualeguaychú, con muy muy buenas pelis.

Pero aquellas, permanecen perennes en nuestra memoria.

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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