Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 35

FESTIVALES MULTITUDINARIOS

A fines de la década, algunos de ellos congregaban a miles de personas. 

Entre otros, cabe recordar a los festivales aéreos que organizaba el Aero Club de Gualeguaychú, novel entidad por entonces, si se tiene en cuenta que fue fundado en 1942. 

Uno de los mayores atractivos eran los vuelos de bautismo, en los que muchos tuvieron oportunidad de vivir la experiencia apasionante de ver la ciudad desde el aire. Los organizadores contaban con la colaboración, no sólo de los pilotos locales, sino de otras localidades y también de la Fuerza Aérea Argentina, la más nueva en el tiempo. 

Otro punto de atracción eran las demostraciones de acrobacia aérea, incluyendo los looping, caídas en picada, en tirabuzón y otras. También las demostraciones de paracaidismo, que atraían mucho, teniendo en cuenta que por entonces no se conocían las alas deltas, ultralivianos y todo lo que vino después.

Sin duda lo más memorable, es la hazaña histórica realizada por un hijo de Gualeguaychú: “Bicho Romero”, un experimentado oficial de la Fuerza Aérea que accedió luego a su más alto rango. Era una prueba de alto riesgo y para ello, aprovechando su condición de gualeguaychuense, se vino unos días antes, y recorrió la pista -por entonces de tierra- a pie varias veces, observando y marcando detenidamente cada desnivel o punto de peligro. El día del festival, luego de un simulacro de ataque de aviones de la Fuerza Aérea, el experimentado piloto de Gualeguaychú, le puso el broche de oro cuando logró aterrizar en esa breve pista, al mando de un “Gloster Meteor”. Era un avión a reacción de origen inglés, dotado de dos turbinas Rolls Royce, de 14 metros de eslora. La proeza conmovió a toda la concurrencia, que lo recibió con una gran ovación. Por primera vez un “avión a chorro”, así le llamábamos, había aterrizado en Gualeguaychú.

También al final de aquella década, se popularizaron otros festivales, pero estos en la Costanera. Como lo hemos recordado, en la Intendencia del Ing. Ignacio Bértora -1958 a 1962- cuando nadie soñaba con el torrente turístico que conocimos después, se conformó la primera Comisión Municipal de Turismo en nuestra ciudad. La presidía uno de los vecinos más pujantes y autor de importantes iniciativas: el Dr Héctor Eleuterio Grané “Micho”. Entre otras actividades, aquella comisión organizaba un festival frente a los obeliscos, los sábados por la noche. Y como Micho sabía elegir muy bien a su gente, seleccionó para ser sus conductores, a una dupla de lujo, como lo eran “Chabela” Galissier, una de las chicas más lindas y carismáticas de nuestra comunidad y Marco Aurelio Rodríguez Otero, muy preparado y ducho en ese tipo de tareas, que además era por entonces, Secretario de Gobierno de la Municipalidad. 

Por aquel escenario desfilaban los mejores artistas de la ciudad, y en un amalgama muy bien producido, también personas vinculadas a la cultura y al humor. Uno de los números más atractivos era el de las prendas que debían cumplir las instituciones de bien público pre designadas, para aspirar a un importante premio. 

Y si me disculpan por la autorreferencia, una noche anuncian que para el sábado siguiente el Instituto Tutelar de Menores, que dirigía Don Manuel Alarcón, debía presentar “un memorioso que nos deleite con las estrofas del Martín Fierro” 

Yo, que tenía 14 años, me había aprendido gran parte del poema, con un libro que me prestara María Felisa “Filucha” Obispo Murature.

 Animado por mi padre, fui a ofrecerle “mis servicios” a Don Manuel y finalmente me presenté a cumplir la prenda. Pero ocurrió que el tramo elegido era muy largo –la pelea con el indio pampa, 72 estrofas- y cuando iba por la mitad, Marco Aurelio me tuvo que tirar del saco varias veces, para que abreviara. 

Otra prenda era presentarlo a “Peruco” Suilar, un Maestro del humor, “para que nos deleitara con alguno de sus graciosos cuentos”.

También la cumplió y el Tutelar se alzó con el jugoso premio. 

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

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