Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 5

CÓMO NOS EDUCÁBAMOS EN LOS CINCUENTA

 No teníamos computadoras, ni celulares ni Internet, ni redes sociales. Es más, ni siquiera calculadoras de mano, que recién aparecieron en los 70. Sólo cuadernos, pizarrón, tizas, regla, compás y transportador. Los de la Escuela Técnica portaban grandes reglas “T” que sobresalían por sobre sus otros útiles. No existían las mochilas, llevábamos en la mano un pequeño portafolio o cartera.  

Desde muy chicos íbamos a pie, aunque fueran muchas cuadras. Claro, había más seguridad y sólo unos pocos padres llevaban o traían sus hijos. Como ya dijimos, ni se nos ocurría faltar un día de lluvia. Tampoco los docentes faltaban, salvo motivos de salud, o embarazos, duelo, u otras causas. Eran muy pocos los casos se suplencia. Nunca en mis doce años de escolarización vi un paro docente.  

Al contrario: los pocos casos de huelga en aquellos años, fueron de nosotros, los alumnos y volveremos sobre esto. Con todas esas carencias egresábamos de la escuela primaria con una ortografía que sería para la envidia de los alumnos de hoy. Y de algunas maestras. También la caligrafía se cuidaba mucho, aunque habían quedado en desuso, la cartilla, el silabario y otros elementos del pasado más remoto. 

Se nos enseñaba Patria desde los primeros años y sus fechas se festejaban el día exacto en que correspondían. Desde la primaria se nos enseñaba historia argentina y se nos inculcaba la admiración a los próceres; cuanto más en el secundario! Sabíamos hacer cuentas “en el aire” sin errar, y muchos que después fueron empleados de comercio usufructuaron esa habilidad.  

La etapa primaria era de 7 años hasta sexto grado. ¿Por qué entonces? Porque el primero se desdoblaba en dos años: inferior y superior. Había muy pocos jardines de infantes, pese a que una de las pioneras en el país de ese nivel había sido Rita Latallada de Victoria que vivió en Gualeguaychú. Una de las primeras escuelas que tuvo jardín fue la Enova, con dos salitas: el rosado a cargo de Nélida Nóbile “Lela”, y el celeste, de "Chinita" Raffo de Boggiano. Existían jardines particulares, entre los que recordamos a los de Angelina Lapalma y Rosita Caviglione.  

Yo no hice jardín, entré directamente a primero inferior de la Enova y recuerdo que el primer día de clase en 1951, mi madre, Lía Elsa Piaggio de Rivas “Piti”, se quedó toda la mañana en el fondo del aula, por si yo lloraba. Pero no: ¿Qué iba a llorar, con semejante Maestra? Era Blanca Joray de Grané, cuyo recuerdo hasta hoy me emociona. Y de todas recuerdo sus nombres por lo que fueron: docentes de alma que nos influyeron en forma bienhechora para toda la vida: Monserrat Mestre de Campi, Elena Jurado de Pomes, “Catuca” Lavallen de Donantueno, Florita Castagnino, María Julia Duarte y María Elisa Hermelo.  

Pero no fue mérito exclusivo de la Normal; en las demás escuelas de la ciudad, grandes maestras formaron a los chicos de aquella y otras generaciones. Sin ir más lejos, mi padre cursó sólo hasta el cuarto grado en la Matheu, y ya grande personas foráneas lo trataban de “Doctor”. Claro: en esa escuela había sido alumno de Camila Nievas, Atlántida Borzone, Leonor Hermelo y otras matronas de la educación.  

Había escuelas nacionales, provinciales y privadas. Entre las nacionales, la citada Enova, la N° 5 actual 90, la N° 6 del Gualeyan entre otras. Las provinciales: Guillermo Rawson (la mas antigua de la ciudad) Rocamora, Gervasio Méndez, y privada, Villa Malvina. 

En el nivel secundario había unos pocos establecimientos: además de la citada Enova, que se inició en 1910, estaba el Colegio Nacional Luis Clavarino, desde 1915, con su Sección Comercial anexa, desde 1936, la Escuela Profesional de Mujeres ( actual EET 1) desde 1943, la Escuela Fábrica de la Nación (actual EET 2) desde 1948. 

Y no había más colegios secundarios en la ciudad. Una característica digna de remarcar, es que al ser casi todos gratuitos, no existía la segmentación social que se notó después con la aparición de muchos colegios privados. Ello permitió, sobre todo en el “Luis Clavarino”, una igualdad surgida de la convivencia entre alumnos de hogares humildes con otros de familias encumbradas, que en muchos casos forjó amistades duraderas: era la enseñanza igualadora que tanto defendía Sarmiento.  

Por entonces, los docentes estaban muy bien pagos, su profesión gozaba de prestigio y respeto. La razón es que eran pocos, comparando con la actualidad y el Estado se dedicaba a sus funciones específicas, una de ellas la Educación, por lo que podía pagarles sueldos razonables. A nadie entonces se le ocurría que tuvieran un sindicato: no lo necesitaban, y se agrupaban en otro de tipo de instituciones, como el Centro de Profesores Diplomados, o la Asociación del Magisterio.  

Volviendo a lo anterior, las pocas huelgas en aquella década las hicimos los alumnos. En 1958, cuando el gran debate nacional entre la enseñanza privada que propiciaba el esclarecido legislador nacional Horacio O. Domingorena, gualeguaychuense, y la de orden estatal que predominaba hasta entonces. En términos populares: “la laica y la libre”. En esa ocasión, septiembre de ese año, los impulsores de “la laica” tomaron varios días el edificio del Colegio Nacional. Y en 1959, un grupo de alumnos de la Enova, propiciamos una huelga que alcanzó el 98% de acatamiento, y provocó la intervención inmediata a la escuela con la exoneración de la directora y el vice. 

Éramos respetuosos, disciplinados, pero en ocasiones ¡nos hacíamos valer! 

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

Gualepedia: Índice de la página