Los Maravillosos

Años 50

Nota Nº 32

RECUERDOS DE ESTUDIANTINA

Serenata Amor y Primavera

Ya habíamos dicho que en aquella década había muy pocos establecimientos secundarios, apenas cinco. 

No obstante, éramos unos dos mil estudiantes y hacíamos mucho barullo. Especialmente cuando llegaba la primavera, en que se juntaban: las serenatas, la vuelta en carruajes por el centro, el paseo del estudiante y finalmente el gran baile. Esta tripleta de serenata, paseo y baile, todo en poco más de 30 horas, ponía a prueba nuestra resistencia al sueño, y después de semejante saga, dormíamos un día entero. 

Las serenatas por entonces eran exclusivamente de los varones. Las mujeres participaban como destinatarias de las mismas, esperando ansiosas en sus ventanas. También se daba serenata a los docentes. 


En su gran mayoría los serenateros salíamos a pie, pero los más bacanes conseguían algún camión o camioneta. Cada uno aportaba lo suyo; en todo curso había algún guitarrero y uno o varios cantores, y si no, se conseguía alguno prestado, de modo que la guitarra era el instrumento predominante y en segundo lugar el bombo, ya que por entonces el repertorio era predominantemente folklórico. 

Hoy día, la percusión es lo principal, y en algunos casos, lo único. No obstante, algunos grupos incluían acordeón y hasta algún piano que algún vecino les prestaba. Como Don Roberto Rodriguez Pivas que en una serenata, acompañó a los estudiantes en bicicleta, pero no porque se sintiera joven, sino para cuidar que no le hicieran algún desastre en el piano. 

Un cotizado pianista de aquellos tiempos era "Macho" Ibarra y un buen acordeonista, "Ruly" Duboscq, también "Beto" Frandrich. Los que no tocaban nada acompañaban y eran los primeros en prenderse a la bebida que nos obsequiaban. Dar alguna bebida que no fuera alcohólica, o algún comestible, se consideraba una falta de respeto y un atentado a las buenas costumbres. En una oportunidad, una profesora sacó una bandeja de masas, y antes de que alguno la recibiera, le pegaron desde abajo en la mano que la sostenía y volaron todas las masas por el aire. Algo parecido le pasó al Profesor Sandumbide, quien tenía en Bolívar y Mitre esquina sudeste, una academia en la que enseñaba de todo. 

Como yo no tenía oído musical y menos aún, una voz apropiada, me tocaba el papel de presentador. Para ello, me aprendía varias rimas de Gustavo Adolfo Bécquer y las recitaba con gran inspiración, enseguida del golpecito anunciador en la ventana. En una oportunidad, había iniciado con mucha inspiración una dedicatoria, que incluía “despierta o niña hermosa, que en blancas sábanas estás…” agregando, porque ya venía en amanecer, una alusión a “Eos con sus dedos de rosa” etc. y al finalizar ese derroche de romanticismo, éste se nos pinchó de golpe cuando se abrió la persiana y apareció el padre, muy enojado para decirnos: “es en la otra ventana”. Tuve que repetir la presentación, pero ya no me salió tan inspirada. 

Las serenatas duraban generalmente hasta bien salido el sol, con el tiempo justo para pasar por nuestras casas, aprontarnos y dirigirnos a nuestros colegios, donde no esperaban los camiones para llevarnos al paseo del estudiante.

Será el tema de mañana. 

Autor: Dr. Gustavo Rivas 

Gualepedia: Índice de la página