15. Nuestras Constituciones entienden los votos en relación con el seguimiento de Cristo, con el servicio de la Iglesia y con nuestra libertad personal para asumir esta tarea. En la profesión de los consejos evangélicos buscamos conformarnos con Cristo obediente, pobre y casto. Estos dones de la gracia, recibidos en nuestra profesión, permiten que los deseos más profundos de nuestra naturaleza humana estén al servicio de nuestra búsqueda de Dios, de la predicación del Evangelio y del servicio de los demás. Vivir los consejos evangélicos nos hace testigos del reino que ha de venir. En la formación de apóstoles y predicadores nunca podemos olvidar que nuestra naturaleza humana está herida por el pecado y necesita ser sanada por la gracia. Cuando buscamos poseer bienes materiales, poseer a otras personas o poder, esa búsqueda nos esclaviza. Por el contrario, los dones de la gracia llevar la libertad. Recibimos estos dones y los desarrollamos viviendo plenamente nuestra vocación.
16. Nuestros deseos humanos más profundos – de autonomía y realización, de matrimonio y vida familiar, de propiedad y trabajo satisfactorio –son distintos entre sí, pero es útil considerarlos como un conjunto. Así en nuestra profesión, sólo mencionamos la obediencia. Profesamos obediencia a Dios, a María, a Domingo y a nuestros superiores, de acuerdo con las instituciones de la Orden, incluyendo entre ellas nuestra forma característica de gobierno capitular. Domingo pidió a los hermanos prometerle ‘comunidad y obediencia’ (LCO 17 § I).