A. La formación de un predicador dominico

1. ‘La meta de nuestra formación es la preparación de predicadores dominicos que sean predicadores de la gracia y verdaderos testigos de Cristo’ (Roma 2010, nn. 185, 200). Esto requiere un ambiente de oración, de pobreza y estudio, de celo apostólico y sentido de la misión, de alegría en la celebración litúrgica y en la vida común. Sus logros se manifiestan en una madurez personal genuina, la práctica de la oración, la fidelidad a los votos, la vida comunitaria, el estudio constante, la solidaridad con los pobres y la pasión por la salvación de las almas.

2. La formación comienza con las etapas de la formación inicial y continúa a lo largo de toda nuestra vida. Por eso, gran parte de esta Ratio Formationis Generalis no se refiere solamente a la formación inicial, sino también a la formación permanente. Este único proceso de formación encuentra su unidad en el objetivo de la Orden: la misión de predicar (México 1992, Capítulo II A 2). La formación inicial nos introduce en una realidad que caracteriza toda nuestra vida.

3. En nuestra tradición, la formación significa crecer en el discipulado a medida que seguimos a Cristo en el camino de Santo Domingo. No se trata sólo de una formación académica ni tampoco se refiere simplemente a un período de nuestras vidas. Ella presupone humildad y docilidad, aceptando que siempre tenemos necesidad de crecer en el conocimiento y en la virtud, para comprender mejor y ser renovados. Por supuesto, a un nivel más profundo, la formación es obra de la gracia de Dios.

4. Nuestra formación busca integrar las dimensiones intelectual y pastoral en el desarrollo humano y espiritual de los frailes (Pastores Dabo Vobis §§42-59). Varios capítulos generales han enfatizado que nuestra formación busca ayudar a los hermanos a ser más maduros como hombres y creyentes, como religiosos y predicadores. Los hermanos que se preparan para el sacerdocio necesitan una formación inicial particular para su vocación, al igual que los hermanos cooperadores necesitan una preparación para la suya.

5. Nuestra formación debe atender a todos estos aspectos porque es una formación de apóstoles, según el modo de vida ideado por Santo Domingo. Su paradigma es la escuela de la vida apostólica donde el Maestro es Jesús. Por ello nuestro primer texto de formación es la Sagrada Escritura. Jesús formó a los apóstoles para ser predicadores de la gracia invitándoles a vivir en su compañía y a aprender de sus palabras y acciones. Les enseñó a orar y les inició en los misterios de su persona y su misión. Su formación concluye con el don del Espíritu que los sostiene en su amor por el Maestro y en su deseo de seguirle. Domingo restauró, con miras a su misión, esta escuela de vida apostólica que nosotros estamos llamados a vivir en formas adaptadas a nuestro tiempo y circunstancias.

6. Creemos que hemos sido llamados por Dios a seguir a Domingo y seguir de este modo a Cristo en su misión de predicación. La Palabra de Dios, la Iglesia y nuestras Constituciones nos llaman a crecer en esta misión. También nos llaman a esto las necesidades de nuestros hermanos y hermanas a los que se nos envía para anunciar la Buena Nueva de la salvación (cf. Trogir 2013 n. 124). Nos llaman especialmente los pobres, los ciegos y los afligidos, los presos y los delincuentes, los oprimidos y los marginados (cf. Lucas 4,18). Todo esto nos exige una formación permanente: la Palabra de Dios que permanece en nosotros, los estudios que hacemos, los hombres y mujeres que encontramos, las mentalidades que nos desafían, los lugares y los eventos en los que nos encontramos inmersos.