La vocación sacerdotal conlleva la llamada a la santidad a través del ministerio ordenado. Dentro de la Iglesia algunas personas, varones, son llamados a orden sacerdotal para servir a Dios y a la Iglesia con sus vidas.
Un sacerdote quiere ser otro Cristo para las personas. Un sacerdote representa a Cristo ante los demás. Quiere que encontrándose con él, esa presencia ayude a los demás a encontrarse con Cristo.
El sacerdote hace una entrega total de la vida. Una vida de servicio, una vida para los demás.
Donde los propios proyectos vitales quedan en suspenso y se dedica toda la vida a ocuparse de los proyectos de los demás.
Su servicio se concreta en cuidar una comunidad, en ser pastores de la Iglesia para acompañarla y llevarla a la unión con Dios.
Acompañarla a través de la Vida Parroquial:
La liturgia, los sacramentos y la oración.
La caridad y el servicio.
La catequesis y la formación.
Separa cuanto de vital y fértil tiene la vida del hombre para ofrecérselo a Dios. Para guardarlo en él y santificarlo.