La Vocación religiosa es una llamada a la santidad viviendo una vida consagrada a Dios y la Iglesia.
La vida consagrada implica seguir a Jesús con una entrega total a Dios y la Iglesia.
Una entrega radical que busca una relación de intimidad más grande con Dios.
Para ello se renuncia a la vida cotidiana del mundo, y al estilo de vida de este tiempo, para poder vivir más radicalmente el evangelio.
La vida consagrada quiere ser signo del reino de Dios en medio del mundo. Renunciando a vivir como el mundo, son testimonio de una vida nueva, viviendo, aquí y ahora, 3 Votos evangélicos:
Castidad: Testimonia una unión con Dios más allá de toda unión humana de este mundo.
Obediencia: Testimonia una libertad que se da en el encuentro de la voluntad de Dios.
Pobreza: Testimonia un tesoro en Dios por el que merece la pena cambiarlo todo.
Con su testimonio ayudan a todos los miembros de la Iglesia a descubrir la belleza de la propia vocación y alienta a superar las dificultades que conlleva.
La Vida consagrada se caracteriza por ser una vida en comunidad.
Junto a otros consagrados se vive en común la misma vocación, compartiendo un carisma propio de una comunidad. Una institución en la que se hace un itinerario de crecimiento y se vive la vocación desarrollando su carisma fundacional.
La vida consagrada es una vida de comunión con la institución a la que se pertenece, con la Iglesia, y a través de la oración y el servicio con toda la humanidad.