Habitualmente nuestra sociedad relaciona algunos comportamientos morales y creencias con las personas que considera religiosas.
Muchas veces esta religiosidad es puramente sociológica. Se han aprendido a través de pautas sociales y educativas pero carecen al mismo tiempo de una experiencia personal en la que apoyar su fe.
Algunos indicadores de religiosidad en nuestra sociedad:
Creer en Dios
Ser una persona honrada
Ayudar a los necesitados, marginados, excluidos...
Rezar
Tener alguna práctica religiosa: ir a misa...
Casarse por la Iglesia
Pertenecer a una Iglesia
Preguntarse por el sentido de la vida
Seguir las normas que establece la Iglesia
No tomar drogas
No aceptar el aborto y la eutanasia
No mantener relaciones sexuales completas hasta formar una pareja para casarse
Ser humilde, agradecido, generoso y respetuoso con los demás
...
La religiosidad social necesita superarse para transformarse en una fe personal. Para ello es necesaria vivir una experiencia personal de Dios y de la Iglesia.
Esta experiencia personal de seguimiento de Jesús no es solo un acontecimiento puntual muy concreto sino que es un proceso que dura toda la vida.
Se pasa de conocer a Jesús de oídas a conocerle cara a cara.