Cuando tratamos de responder espontáneamente a esta pregunta las respuestas que damos pueden ser de muchos tipos:
El nombre propio, apodos...
La familia a la que pertenezco. Padres, Hermanos...
Rasgos como la edad, el lugar de nacimiento...
Amigos
Rasgos de personalidad
Proyectos
Tiempo libre, Hobbies
Grupos a los que pertenezco
Rasgos Físicos: Sexo, altura...
Valores, Gustos...
Trabajo, Estudios...
Esperanzas, Deseos Futuros...
Historia que he vivido, acontecimientos importantes...
Etc
Pero no te he preguntado por tu nombre, ni quienes son tus padres, ni cuantos años tienes, ni dónde naciste, no te he preguntado por que te gusta o te disgusta, ni cómo es tu cuerpo o tu personalidad, ni qué estudias, ni en qué trabajas, no te he preguntado que te ha pasado en el pasado, ni qué quieres que te ocurra en el futuro... te he preguntado ¿QUIÉN ERES TU?
Ninguna de estos rasgos terminan por responder satisfactoriamente a la pregunta ¿Quien soy yo? Siempre parece que cualquier definición es insuficiente, que ninguna característica o todas ellas juntas es suficiente. Siempre se puede decir más. Cada uno de nosotros somos alguien que aún no se ha terminado de mostrar, que se puede seguir conociendo más y más.
No basta todos estos rasgos por separado, de forma fragmentada. Somos una unidad que integra todos ellos en un mismo sentido.
Cada una de nuestras dimensiones aporta nuevas posibilidades de relacionarnos con la realidad.
No somos en soledad sino siempre en relación:
Abiertos a uno mismo
Abierto a los demás
Abierto al mundo
Abierto a la trascendencia.