7Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. 8Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. 9Los que iban delante y detrás, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!». 11Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, salió hacia Betania con los Doce. (Mc 11,7-11)
3Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 14Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, 15haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; 16y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». 17Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». 18Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». 19Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». 20Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». 21Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. (Jn 2 13-22)
1Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte. 2Pero decían: «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo». 3Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó sobre la cabeza. 4Algunos comentaban indignados: «¿A qué viene este derroche de perfume? 5Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres». Y reprendían a la mujer. 6Pero Jesús replicó: «Dejadla, ¿por qué la molestáis? Una obra buena ha hecho conmigo. 7Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. 8Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura.
(Mc 14,1-8)
1Alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; 2vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, 3y dijo: «En verdad os digo que esa pobre viuda ha echado más que todos, 4porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». 5Y como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: 6«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». 7Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». 8Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. 9Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
(Lc 21, 1-9)
14Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él 15y les dijo: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, 16porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios». 17Y, tomando un cáliz, después de pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; 18porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios». 19Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». 20Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
(Lc 22, 14-20)
1Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; 3y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, 4se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; 5luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. 6Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». 7Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». 8Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». 9Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». 10Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». 11Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». 12Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. 14Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: 15os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. 16En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía.
(Jn 13, 1-16)
26Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. 27Jesús les dijo: «Todos os escandalizaréis, como está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. 28Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea». 29Pedro le replicó: «Aunque todos caigan, yo no». 30Jesús le dice: «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres». 31Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré». Y los demás decían lo mismo. 32Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí mientras voy a orar». 33Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les dice: 34«Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad». 35Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella hora; 36y decía: «¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres». 37Vuelve y, al encontrarlos dormidos, dice a Pedro: «Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar una hora? 38Velad y orad, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil». 39De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. 40Volvió y los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían qué contestarle. 41Vuelve por tercera vez y les dice: «Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. 42¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».
(Mc 14, 26-42)
47Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48El traidor les había dado esta contraseña: «Al que yo bese, ese es: prendedlo». 49Después se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Maestro!». Y lo besó. 50Pero Jesús le contestó: «Amigo, ¿a qué vienes?». Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron.
(Mt 26, 47-50)
51Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. 52Jesús le dijo: «Envaina la espada: que todos los que empuñan espada, a espada morirán. 53¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. 54¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?». 55Entonces dijo Jesús a la gente: «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis. 56Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas». En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
(Mt 26, 51-56)
57Los que prendieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. 58Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello. 59Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte 60y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos 61que declararon: «Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”». 62El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?». 63Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». 64Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo». 65Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo: «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. 66¿Qué decidís?». Y ellos contestaron: «Es reo de muerte». 67Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon 68diciendo: «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».
(Mt 26, 57-68)
69Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo». 70Él lo negó delante de todos diciendo: «No sé qué quieres decir». 71Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazareno». 72Otra vez negó él con juramento: «No conozco a ese hombre». 73Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te delata». 74Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo: «No conozco a ese hombre». Y enseguida cantó un gallo. 75Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y saliendo afuera, lloró amargamente.
(Mt 26, 69-75)
1Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. 2Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. 3Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos 4diciendo: «He pecado entregando sangre inocente». Pero ellos dijeron: «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!». 5Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. 6Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron: «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre». 7Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. 8Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». 9Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, 10y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor».
(Mt 27, 1-10)
28Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. 29Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?». 30Le contestaron: «Si este no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos». 31Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley». Los judíos le dijeron: «No estamos autorizados para dar muerte a nadie». 32Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. 33Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». 34Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». 35Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». 36Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». 37Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». 38Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?». Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa.
(Jn 18, 28-38)
4Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «No encuentro ninguna culpa en este hombre». 5Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí». 6Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; 7y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió. 8Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. 9Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada. 10Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. 11Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. 12Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí.
(Lc 23,4-12)
6Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él». 7Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios». 8Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. 9Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. 10Y Pilato le dijo: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?». 11Jesús le contestó: «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor». 12Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: «Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César». 13Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). 14Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: «He aquí a vuestro rey». 15Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera; crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A vuestro rey voy a crucificar?». Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que al César». 16Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. (Jn 19, 6-15)
1Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. 2Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; 3y, acercándose a él, le decían: «¡Salve, rey de los judíos!». Y le daban bofetadas. 4Pilato salió otra vez afuera y les dijo: «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».
(Jn 19, 1-4)
27Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: 28lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura 29y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!». 30Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. 31Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
(Mt 27,27-31)
1Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. 2Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; 3y, acercándose a él, le decían: «¡Salve, rey de los judíos!». Y le daban bofetadas. 4Pilato salió otra vez afuera y les dijo: «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa». 5Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: «He aquí al hombre».
(Jn 19, 1-5)
17[«Por la fiesta tenía que soltarles a uno»] 18Ellos vociferaron en masa: «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás». 19Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. 20Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, 21pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». 22Por tercera vez les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». 23Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. 24Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: 25soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
(Lc 23, 17-25)
15Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. 16Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. 17Cuando la gente acudió, dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?». 18Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. 19Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él». 20Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. 21El gobernador preguntó: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?». Ellos dijeron: «A Barrabás». 22Pilato les preguntó: «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?». Contestaron todos: «Sea crucificado». 23Pilato insistió: «Pues, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Sea crucificado!».
(Mt 27, 15-23)
24Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!». 25Todo el pueblo contestó: «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!». 26Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
(Mt 27, 24-26)
16Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, 17y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), 18donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. 19Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». 20Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: soy el rey de los judíos”». 22Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está».
(Jn 19, 16-22)
21Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
(Jn 15, 21)
VIII ESTACIÓN. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Tomaron a Jesús, 17y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), 18donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. 19Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». 20Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: soy el rey de los judíos”». 22Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está»
(Jn 19, 17-22)
23Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. 24Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.
(Jn 19, 23-24)
39Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? 41Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». 42Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». 43Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
(Lc 23, 39-43)
25Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. 26Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». 27Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
(Jn 19, 25-27)
33Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. 34Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí Eloí, lemá sabaqtaní (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). 35Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Mira, llama a Elías». 36Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo: «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo». 37Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. 38El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. 39El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».
(Mc 15, 33-39)
28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». 29Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. 30Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
(Jn 19, 28-30)
50Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu. 51Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, 52las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron 53y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
(Mc 27,50-53)
31Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. 32Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; 33pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, 34sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. 35El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. 36Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; 37y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».
(Jn 19, 31-37)
50Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo 51(este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. 52Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía. 54Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. 55Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. 56Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.
(Lc 23,50-56)
59José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, 60lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. 61María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro. 62A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato 63y le dijeron: «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”. 64Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera». 65Pilato contestó: «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis». 66Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.
(Mt 27, 59-66)
1Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. 2Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. 3Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». 4Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. 5Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. 6Él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. 7Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”». 8Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían.
(Mc 16,1-8)