En otras religiones, los relatos de dioses bajando a la tierra y apareciendo como otro hombre eran abundantes. Pero aunque adquirían apariencia humana, nunca se consideraban que dejasen de ser dioses.
Como si fuese un Avatar, los dioses manejaban un cuerpo, un cuerpo que puede intercambiar, pero no son ellos mismos.
Con Jesús se quiere expresar algo completamente distinto y original. Dios se hace persona. Con la Encarnación Dios se hace carne humana, un ser humano como los demás. Un hombre como nosotros.
Es lo que se celebra en Navidad. Jesús es el Enmmanuel: Dios con nosotros. Tan cercano a nosotros que nace, vive, crece y muere como uno de tantos.
Jesús tenía superpoderes, totalmente inaccesibles para otros hombres: Caminaba sobre el agua, multiplicaba los panes, convertía el agua en vino, se eleva hacia el cielo, curaba enfermedades con solo hablar o tocar al enfermo...
Jesús sabía el futuro: Conocía lo que iba a pasar, que Juan le iba a traicionar, que Pedro le iba a negar tres veces, que resucitaría al tercer día, lo que piensa y quiere cada persona...
Jesús sufre y muere pero en apariencia, en realidad, sabiendo que no va a morir de forma definitiva. Su pasión es un teatro que se encamina a un final feliz.
Dios creó el mundo, la vida... y el mundo sigue por si solo de forma independiente sin necesidad de Dios.
Dios está lejos, controlando todo, pero ajeno a las necesidades y limitaciones humanas. Es indiferente a la vida de los seres humanos.
Al mismo tiempo Jesús es un hombre extraordinario, pero solo un hombre más. Un hombre de apariencia divina pero como tantos ha habido a lo largo de la historia que han inspirado a la humanidad y la ha enseñado cotas más altas de humanidad.
Jesús no tiene más fuerzas físicas que cualquier otro ser humano. No tiene poderes especiales ajenos a otros seres humanos. Al contrario es uno más entre tantos.
Jesús no sabe más que cualquier otra persona. No tiene ninguna ciencia infusa que le hace conocerlo todo. Tiene que aprender como cualquiera y lo que sabe está limitado a su circunstancia y su época.
Jesús sufre y muere como sufrimos y morimos los demás.
Jesús tiene una relación especial con Dios. Una intimidad que nadie más ha tenido que le lleva a llamar a Dios ABBA.
ABBA es la palabra con que los bebes llaman a sus padres. Jesús muestra una confianza en Dios al igual que un hijo en brazos de su padre.
Jesús es el Rostro de Dios. Conociendo a Jesús podemos conocer a Dios. Nadie nos ha mostrado más plenamente a Dios que Jesús.
Con Jesús, la Nueva Alianza, ya no hay intermediarios entre Dios y el ser humano. Podemos encontrar a Dios, no solo en la Ley, sino inscrito en los corazones de todos los hombres.