Todos los seres humanos tenemos en común, nuestra aspiración a ser feliz. La felicidad es un deseo universal.
Aunque todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices, no nos ponemos de acuerdo en como lograr esa felicidad.
Lo que unos piensan que les hace felices no es seguro que les haga feliz a otros. Si preguntásemos a la gente encontraríamos que hay tantas formas de ser feliz como personas.
Para Aristóteles la felicidad es el fin último de la vida. Elegido por si mismo. La finalidad a la que tienden todas nuestras acciones, la realización plena de nuestra vida.
El sujeto feliz es aquel que vive su vida del mejor modo posible.
Para alcanzar esta plenitud hay que vivir de acuerdo con la virtud.
La virtud es el punto medio entre dos extremos. Entre los vicios del exceso y la falta. Por ejemplo: La valentía es el punto medio entre la cobardía y la temeridad.
La virtud es un hábito beneficioso que poco a poco va configurando a la persona. Una acción repetida se trasforma en un hábito, un hábito repetido forja un carácter, un carácter engendra el destino de ser feliz.
La realización de una acción depende de nosotros. Depende de nuestra libertad. Las virtud de realizar acciones justas lleva a formar hombres justos.
La realización de la virtud es lo que conlleva felicidad por si misma. No es algo ajeno a la actividad vivido como un premio. Ni realizar la virtud va acompañada del éxito, una medalla, un reconocimiento, dinero u otro beneficio exterior. La virtud se realiza por si misma. Es algo interior a mi, no me la asegura nada ni nadie desde fuera.