Antonio Latorre Pelegrín

Dicen que la distancia es el olvido. Así comienza una canción. No ha sido este el caso de Antonio Latorre, entremurano que, a pesar de los años que lleva rodando por el ancho mundo y alegrándolo con sus canciones, ha tenido siempre y tiene a gala, proclamarse barbastrense y entremurano.

De amena y alegre conversación, a través de su agradable y peculiar voz, transmite su enorme humanidad, sencillez y cercanía, sobre todo al evocar su niñez y juventud pasadas en nuestro barrio. Su fama de cantante no le ha hecho adquirir esa vanidad y engreimiento propio de los famosos sino todo lo contrario, le ha servido como a los buenos cuadros pintados al óleo, que con el tiempo se cubren con esa pátina dorada, que los hace más asequibles al que los observa.

Antonio, como todo buen artista, es polifacético; no sólo se ha dedicado a la canción, también ha cultivado el arte dramático y la escenografía. Otra faceta muy destacable en él es su amor por el coleccionismo, en especial de botijos, exponiendo su colección en diversas ocasiones y lugares, demostrando al coleccionar este sencillo objeto, su amor a sus raíces de familia de agricultores entremuranos.

En busca de su identidad profesional y de su vocación, Antonio empieza en su primera juventud a interesarse por los años cincuenta. Forma parte del grupo barbastrense de teatro en la compañía “Muñoz Seca”, participa como cantante en el grupo “Galas de Arte” de la Sociedad Mercantil y Artesana, actuando también en Zarzuelas, en aquellos años en que Barbastro iba despertando de la posguerra con un ambiente cultural sorprendente y entusiasta. Como gran amante de lo aragonés participó en la rondalla de la Ciudad.

Poco a poco va vislumbrando su vocación como cantante y es la profesora de piano Conchita Gabás quien le anima a seguir por ese camino, siendo ella misma la que le va formando técnicamente en el arte del canto. Viaja en esta época de su formación con frecuencia a Barcelona, actuando en programas de radio y relacionándose con personalidades célebres del momento en el mundo musical, como Carmen Amaya. Al morir esta gran artista, Antonio le dedicó en 1963 el tema “a Carmen Amaya”, que lo incluyó en su primera grabación.

Ya lanzado al mundo musical en 1960 se incorpora a la orquesta “Columbia” llegando a actuar hasta en el sur de Francia. En 1964 cuando alcanza verdadera notoriedad como cantante al ser seleccionado por Rafael Ibarbía, para actuar con su gran orquesta en el programa de T.V.E. “Salto a la fama”, quedando finalista y ganando el primer premio a la canción ligera en 1965. Ya no tiene dudas de cuál es su verdadera vocación y va escalando puestos. Graba su primer disco y actúa en T.V. con las orquestas de Augusto Algueró y Armando Orefiche.

Sigue cosechando éxitos también como letrista, teniendo registrados en la Sociedad General de Autores, en la que ingresa, 95 números. A partir de 1973, recorre Europa y Oriente, con la compañía Ibarra, actuando como principal artista en los cruceros turísticos del “Cabo S. Roque”.

Se aproximan a 200 los temas que tiene grabados en LP, cintas y CD.

Uno de los momentos de su vida de mayor emoción fue en el año 1994, cuando el ayuntamiento de Barbastro le nombró mantenedor de las fiestas de septiembre, en el acto de presentación de Damas. En esta ocasión, volcó su alma de barbastrense y entremurano, pues el mejor orador es el que habla con el corazón y con lo que lleva dentro.

Con emotivo cariño, sigue vinculado al Barrio del Entremuro, donde vivió con sus padres y abuelos su infancia y parte de su primera juventud, en casa Pelegrín (actual casa Pueyo), familia de labradores de solera y muy querida y recordada. Actualmente va siguiendo todos sus acontecimientos, aunque sea en la distancia, conservando muchos amigos en el barrio, que visita en sus viajes a Barbastro. Ve con agrado y orgullo las restauraciones de las casas y las mejoras que, aunque lentamente, se están llevando a cabo. Sigue el Programa de Fiestas y disfruta paseando por sus entrañables calles y rincones que tantas vivencias y recuerdos le traen de aquella época, perdida en el tiempo pero recuperada en cada visita.

En la letras de su creciente creación, grabada en disco, del pasodoble aragonés “Barbastro, perla de Aragón”, dedica especial atención a la Plaza de la Candelera y el Entremuro en general, como una de las joyas que adornan Barbastro, y en la realización de un vídeo-clip musical, ha recorrido, cantándolo, frente a las cámaras de televisión, sus calles y plazas, quedando grabado lo más representativo, siendo ello motivo de las más grandes emociones de su vida profesional, al corresponder con ello de una manera simbólica, a las muestras de cariño que siempre recibe de este su querido rincón de Barbastro.

Termino esta semblanza con las palabras finales de un trabajo publicado con su firma, y que claramente definen su talante y lo que Antonio Latorre siente por su ciudad... “mi tierra, mis raíces, mi buena gente, siempre van conmigo, ya que Barbastro es para mí más que una ciudad, que lo es grande y hermosa, un sentimiento”.

 

Luis Montes Albajar