La casa Pueyo ha sido conocida de siempre en Barbastro como casa de Juan Pueyo.
Aristócrata y opulenta a través de varios siglos. Ya en 1593 dio un Justicia Mayor del reino de Aragón, de nombre Juan de Pueyo.
En este breve trabajo nos ocuparemos solamente del pasado siglo XX y de su última propietaria, la excma. Sra. Dª Pilar Latorres Ximénez de Enbun. Soltera, de una acrisolada religiosidad y de permanentes obras de caridad. De manos llenas para los necesitados y de gran austeridad para consigo misma. Sentía simpatía y devoción por la orden de las reverendas madres Capuchinas, las imitaba tanto en rezos como en alimentos y sacrificios. Con razón podía decirse de doña Pilar: una monja más fuera del convento.
En su casa de Zaragoza, donde vivía, por especial autorización, en su oratorio tenía puesto el Santísimo.
Si era poseedora de una gran riqueza espiritual también lo era de bienes. Su vasto patrimonio sólo en Barbastro, lo componían muchas finas en todo el término municipal. En rústicas eran más de 200 los medieros, aparceras y arrendatarios que dependían de esa casa. Las huertas del Rollado, hoy ensanche de Barbastro, con cuarenta y dos arrendatarios. Las de San Ramón, hoy viviendas de la cooperativa, y tantas y tantas por los cuatro puntos cardinales.
De urbanas señalaremos las dos más importantes por su noble factura: la hoy llamada de los hermanos Argensola, con su molino de aceite conocido como de los Canónigos, su impresionante alero, tan espectacular que quisieron comprarlo en los años veinte para la exposición de Barcelona. Afortunadamente, los “expertos técnicos” encargados lo desestimaron por falta de valor artístico… sin comentarios.
La otra, la llamada de las hermanitas de los ancianos desamparados, fue donada por doña Pilar a esa congregación para su función de altruismo y caridad. A tal menester, convenientemente reformada, sigue en nuestros días.
En la misma, estuvo ubicado el lujoso, elegante y selecto casino “la amistad”. El mismo fue causa y su ruleta instrumento donde muchos ricos dejaron de serlo en sus desmedidas aficiones ludópatas, al ser repartidos sus bienes en benefactora y socializante reforma agraria local.
A la muerte de doña Pilar, a finales de los años veinte, sus herederos, buena parte de ellos pertenecientes a la nobleza española, de títulos nobiliarios y tan altisonantes apellidos como Montezuma, Huarte, Montalvo y otros de tan rancios linajes, decidieron vender fragmentado el patrimonio. Circunstancia ésta que se inició seguidamente, interrumpida en el paréntesis de la Guerra Civil (1936-1939). Se finalizó en el año 1942.
En su momento casi todo el pueblo de Barasona, al ser expropiado para el pantano tuvo su asentamiento en Barbastro, comprando fincas de la casa Juan Pueyo.
Ejerció como secretaria de la donación y representante de los herederos la excma. Sra. Dª Manuela Alcibar-Jauregui, esposa que fue del laureado teniente coronel Valenzuela, héroe muerto en la guerra de África y fundador de la legión con Millán Astral. Sus restos reposan en la Santa Basílica del Pilar de Zaragoza.
Dicho está, escrito queda. Éste es a grandes rasgos, con desmañadas pinceladas, el final de la otrora opulenta casa Juan Pueyo de Barbastro.
Como todas las cosas perecederas también tuvo su alfa y su omega. Una vez más la locución latina “¡Sic transit gloria mundi!”
Ángel Tornés Abizanda