La pequeña historia de las fiestas del Entremuro

Plaza de la Candelaria en 1975 (Programa de fiestas)

 

Me piden que escriba este año sobre las Fiestas del Entremuro, ya que se cumplen veinticinco años desde que se inició la cuarta época, así que cojo todos los programas de Fiestas que desde el año 1976 guarda mi madre, y empiezo a sacar datos. Enseguida me doy cuenta de que no va a ser fácil , porque probablemente no voy a ser objetivo. La culpa la tienen, sobre todo las fotos.

 

El origen remoto de las Fiestas del Entremuro esta en el documento que la Reina Germana de Foix firmó en Monzón el 22 de Septiembre de 1512, autorizando a la ciudad a organizar una feria ”por día de la Purificación de Ntra. Señora del mes de Febrero doze días ante y otros doce después en cada un año celebradero dentro del quarton de Dentro Muro de la dicha ciu­dad de Barbastro...” Las ferias siempre iban acompañadas de sus correspon­dientes fiestas, y en muchas ciudades siguen coincidiendo. La feria de Dentro Muro duraba veinticinco días y parece ser que nunca ha dejado de celebrarse.

 

En una segunda fase, la que nos contó D. Cándido Montes, se conservaban restos antiguos, como el toro ensogado y la procesión de hombres con antor­chas, en la que llevaban una tarta de cuatro pisos que comían el último día. Las procesiones de antorchas no son tan comunes como puede parecer, y pienso que son una reminiscencia de las fiestas lupercales que el Papa Gelasio I prohibió, sustituyéndolas por las procesiones de candelas, el día de la Candelera.

Pasacalles de antorchas. (Programa de fiestas)

Después en una tercera fase, las fiestas fueron trasladadas de fecha. La feria siguió celebrándose el 2 de Febrero, pero las Fiestas del Entremuro pasaron a septiembre, fiesta de la Exaltación de la Sta. Cruz, y así se mantuvieron hasta 1960 aproximadamente. Se nos explicó, que el motivo del cambio había sido debido, sobre todo, a efectos c1imáticos. Sin embargo no fue el frío de Febrero lo que acabó con las Fiestas, sino una discusión por una peseta que no aparecía.

 

La cuarta época de las Fiestas del Entremuro empieza en 1976, cuando un grima de vecinos se reunid una noche en la Plaza la Candelera, con intención de volver a tener fiestas propias. Podría citar algunos nombres, pero como es seguro que me olvidare de más de uno, prefiero no hacerlo. El Entremuro siempre ha tenido vocación rural, de pueblo. Aquí vivían los labradores de secano, mientras que los del Arrabal eran hortelanos. Cuando no había televisión, no hace muchos años, seguía conservándose la costumbre de salir en verano por la noche a tomar la fresca a la calle, sentados en los sillares de la muralla que se conservaban como apeadero en algunas esquinas. Incluso los niños usaban la expresión “bajar a Barbastro” en cuanto decidían amplia sus incursiones fuera de la muralla, que parece que intuían, aunque ya no existiera. Y el sistema de vida, también era distinto; la colaboración ciudadana, que en las ciudades es necesario pedir, aquí, se ha dado siempre por supuesta.

 

Pues bien, los vecinos que se reunieron aquella noche, no tenían grandes aspiraciones, pero sentían la necesidad de recuperar la tradición de la Fiestas del Entremuro. Primera consultaron a los mayores del Barrio. El esquema era el siguiente: los mozos pagarían una cuota y se pasaría a pedir por las casas. Aún me acuerdo cuando fuimos con Gregorio a pedirle al Obispo la colaboración económica, como “mozo” soltero del Barrio. Para empezar se ha­rían dos misas, una el 14 de Septiembre, cayera como cayera, y otra el domingo de la Fiesta. Después de Misa, habría que ir a visitar a los ancianos de las Hermanitas y llevarles algo. Luego un concurso de guiñote abierto a toda la ciudad y una fiesta para los críos, El desfile de antorchas también, pero, debido al cambio de los tiempos, con participación de las mujeres. Ellas fijarían después el traje oficial y coserían la enorme Bandera por dos veces.

 

Un poco más difícil fue, fijar el recorrido para que no se enfadaran los vecinos de otros barrios que nos esperaban con el porrón. Lo del baile estaba claro, y el toro ensogado, prohibido, así, que se haría una corrida, casi sin tener en cuenta lo que podría costar organizarla, ni las dificultades para ponerla en marcha, aunque nos ayudaran los de la Peña Taurina. Luego, Ronda por las calles, diana del domingo, festival folclórico y judías a las once de la noche.

 

¡Un éxito total a la primera! Me acuerdo de tener la sensación de que siempre se nos olvidaba algún detalle, pero había alguien que ya lo había arreglado antes, sin decir nada. La cosa se contagió a otros barrios de Barbastro, especialmente S. Hipólito y S. Joaquín, con quienes nos unían muy bue­nas relaciones. En años sucesivos se añadieron otros actos: Pregón de Fiesta desde el 78, dibujo infantil, desde el 79, comida de hermandad antes de los toros, desde el 80, reparto de poncho en la verbena desde el 81, distintas competiciones deportivas, incluido un concurso de tracios de vino exóticos en el 82, cena en la Barbacana desde el 84, teatro del 85 al 89, cineclub, exposiciones, remolcada de regalos, concurso de geranios. No me voy a olvi­dar del Concurso Gastronómico de Cocina Aragonesa, Gastromuro, desde el año 1981, una idea original de Juanjo Ros y Señora, que se ha convertido en el acto estrella de las Fiestas y dio lugar a la edición de un recetario en el año 90.

 

Quiero hacer una mención especial, a las corridas de toros con matador local, los ilustres espadas y las meritorias cuadrillas que vivían entre nosotros, sin conocer sus dotes taurinas y que nos deleitaron hasta el año 88. Organizar el Encierro de Vaquillas, desde el 83 al 88, no era moco de pava, ni para conseguir los permisos ni para organizar el enorme traba­jo de cerrar las calles y tenerlo todo dispuesto.

 

Encierro de vaquillas en el barrio. Calle de los Hornos (Programa de fiestas)

 

Otra actividad que desataba pasiones, era la participación en el Concurso de Carrozas, durante las Fiestas de Barbastro. Alguna vez se nos hicieron las tantas en el Coso, al píe de la Peña Taurina, indignados con el fallo del Jurado. Lo del orgullo por pertenecer al Barrio del Entremuro, había empezado mucho antes, pero comenzó a notarse más, cuando la gente seguía reclamando su ciudadanía entremurana, aunque viviera en otros barrios o más lejos.

Carroza de fiestas del barrio, año 2012

 

Quiero hacer referencia también al Programa de Fiestas, el “libré” que editamos cada año con mayor calidad, gracias al trabajo y dineros de mucha gente. He contado cuarenta y siete escritores, que prestaron su pluma al Barrio, algunos de gran prestigio, como D. Ambrosio Echebarría, Obispo de la Diócesis que no falló apenas nunca, José Cardós, D. Santos Lalueza, Angel Gari, Manuel García Guatas, D. Manuel Iglesias, D. Antonio Duran Gudiol, Vicente Baldellou, Pedro Lafuente, etc. Leerlos por orden, es como reconstruir un poco la historia de Barbastro.

 

Aunque el programa de actos ha variado desde los inicios en 1976, cuando enramamos a la Plaza de la Candelera con esparraguera, la gente sigue esperando las Fiestas del entremuro como síntoma definitivo de que ha acabado el verano. Las colas que se forman para conseguir un vaso de poncho en las verbenas, y especialmente un plato de judías, puede ser un fenómeno sociológico de difícil explicación, pero seguimos sin renunciar a ellas. Esperamos que siga habiendo judías por muchos años.

 

Artículo de Francisco Subías, publicado en el

Programa de Fiestas del Barrio en el 2000.