Cuevas del Hielo vistas desde la barbacana (J. Abizanda)
Con seguridad, serán muchos los vecinos del Barrio del Entremuro que habrán oído hablar del Pozo del Hielo, pero igualmente desconocerán que su utilización fue muy importante durante varios siglos.
El poder conservar en él a lo largo de las diversas estaciones del año un producto tan preciado como el hielo, facilitó no solo la conservación de diversos alimentos de primera necesidad, sino, sobre todo, ayudar en la recuperación de múltiples enfermedades, como fiebre, dolor de cabeza, procesos inflamatorios, etc.
Esta interesante Nevera, situada entre la Barbacana y el denominado Barrio de San Juan, se edificó en el siglo XYII, concretamente en el año 1612. Debió de darse una gran importancia a su construcción pues el Concejo de Barbastro se puso en contacto con Pedro de Ruesta, famoso escultor y arquitecto, para que se hiciera cargo del diseño de la misma.
Para el llenado del Pozo se construyeron unas balsas cercanas al cauce del río Vero, con el fin de helar el agua en el invierno y empozar el hielo, manteniéndolo en el interior el mayor tiempo posible. Hay noticias documentadas de que también se acarreaba nieve hasta Barbastro, de distintos lugares de la Sierra de Guara, específicamente de la Sierra de Sevil (AdaHuesca), y de los pozos de Otín, cercanos al pueblo de Rodellar.
Además de la llamada entonces ”Plaza del Mercado”, actual Plaza de la Diputación, el antiguo Hospital y la desaparecida Casa de la Misericordia, actual casa Amparo, fueron lugares prioritarios del producto conservado en esta Nevera.
La producción del hielo en Barbastro fue un monopolio del Concejo Municipal, que poseía en exclusiva su derecho de venta. Era dado en arriendo y constituía, dentro del plano económico, uno de los mas beneficiosos para dicho Concejo.
Toda una serie de generaciones, dedicaron muchas horas para que la nieve no faltara en lugares donde era necesaria. Gentes que fueron quedando en el olvido, como consecuencia de la producción y el uso generalizado del hielo artificial y de los modernos sistemas de refrigeración. Solo quedan, demasiado abandonados, los pozos de nieve que utilizaron para su comercio.
De ahí que sería interesante reconocer la función que desarrollaron y para ello, nada mejor que llevar a cabo un trabajo de rehabilitación en algunos de ellos. Nos dicen que esto va a suceder con el que aquí nos ocupa: la Nevera de Barbastro.
Para los que estamos dedicados a este tema, sería una noticia que nos llenaría de alegría y de ilusión.
Pedro Albert
Publicado en el Programa de Fiestas del Barrio en 1998