ASTATO

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En un instante determinado, menos de una cucharadita de astato para todo el planeta

El astato es un elemento químico de la tabla periódica cuyo símbolo es At y su número atómico es 85. Este elemento radiactivo, el más pesado de los halógenos, se produce a partir de la degradación de uranio y torio. Por síntesis se obtiene bombardeando bismuto con partículas alfa, obteniendo isótopos 209At y 210At, con un periodo de semidesintegración relativamente alto.

El astato (del griego αστατος, astatos, que significa inestable) fue sintetizado por primera vez en 1940 por Dale R. Corson, K. R. MacKenzie y Emilio Segrè en la la Universidad de Berkeley (California). Seguido del francio, es el elemento más raro de la naturaleza, con una cantidad total sobre la superficie terrestre menor a 25 gramos en el mismo instante de tiempo; es decir, menos que una cucharada pequeña.

De asesino a posible salvador de miles de vidas

El ástato se estudia en unos pocos laboratorios de investigación donde su alta radioactividad requiere precauciones y técnicas de manipulación especiales. El ástato es un halógeno y posiblemente se acumule en la glándula tiroides como el yodo. Desde un punto de vista químico, se puede especular que su toxicidad será idéntica a la del yodo. El ástato no se da en cantidades significativas en la biosfera, así que normalmente nunca presenta riesgos.

Dos de las formas en las que existe, el astato-210 y el astato-211, se pueden producir en laboratorio en cantidades ínfimas. El primero es útil si lo que se pretende es asesinar a un agente de la KGB, porque se descompone en polonio-210, el famoso veneno empleado para matar al teniente coronel ruso Aleksandr Litvinenko. El astato-211, en cambio, puede salvar vidas: emite radiación de corto alcance (partículas alfa), una propiedad ideal para construir con él misiles teledirigidos contra las células cancerosas

El núcleo del enigmático astato-211 libera su energía en forma de chorros de partículas pesadas denominadas alfa. Las partículas alfa son especialmente útiles para el tratamiento del cáncer, ya que depositan una gran cantidad de energía con un corto alcance, de aproximadamente 0,05 milímetros. Es más o menos el diámetro de una célula cancerosa, así que toda la energía destructiva se concentra en la célula del cáncer adyacente y se hace poco daño a las células sanas más alejadas. Muchos hospitales del mundo llevan a cabo tratamientos del cáncer similares, conocidos como braquiterapia, en los que se coloca un diminuto implante radiactivo cerca de las células cancerosas para destruirlas. Se emplea, por ejemplo, contra el cáncer de cuello de útero, de mama y de próstata. La ventaja del astato es que las partículas alfa que emite son 4.000 veces más masivas que las partículas beta procedentes de otros elementos radiactivos empleados habitualmente contra los tumores. El proceso, como hemos visto, es sencillo de explicar y muy complejo de ejecutar. Veremos lo que nos depara el futuro, pero muchos oncólogos se muestran optimista con respecto al poder del astato para combatir al cáncer.


La braquiterapia es una técnica parecida a la que prodría su suponer el uso del astato en oncología

Berta Karlik

El astato aún no se había descubierto, pero ya tenía nombre transitorio: “eka-yodo” (en sánscrito, “eka” es “uno”, aunque más bien significa uno de la familia del yodo). En esta historia de búsqueda que siguió al hueco dejado en la tabla por Mendeleiev para este elemento aún por descubrir, hubo una científica que paralelamente hizo sus indagaciones en este terreno pero no tuvo el reconocimiento esperado: la física austriaca Berta Karlik. Ella y su asistente Traude Bernert identificaron los isótopos 215, 216 y 218 del ástato, y afirmaron que este elemento se daba de forma natural (pero por muy poco tiempo durante la descomposición del radio, del torio y del actinio), esto es, descubrieron que es un producto de procesos de decaimiento naturales.

Berta Karlik nació en Viena, Austria, en 1904. Una parte de su educación la recibió en casa hasta que asistió a una escuela secundaria de su ciudad natal donde se graduó como la mejor alumna de su clase. Más tarde, y en contra de lo establecido para una mujer, ingresó en la Universidad de Viena para estudiar Física y Matemáticas. Karlik fue la primera mujer en ser catedrática en la Universidad de Viena (1956), y formó parte de la Academia Leopoldina. Gracias a la identificación de ástato obtuvo el premio Haitinger de química por parte de la Academia Austríaca de Ciencias (1947).

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Monumento a Berta Karlik