Origen y progreso del barrio

Evocación en su 125º aniversario

Periódico El Barrio

A 125 años de la fundación de Villa Urquiza, evocamos el origen y progreso del barrio

Volver al pasado

Fue un 2 de octubre de 1887 cuando Francisco Seeber loteó las tierras que había comprado para rellenar el muelle Las Catalinas. Los primeros habitantes fueron obreros de la empresa, que se instalaron para estar cerca del trabajo. En menos de diez años el nuevo vecindario ya contaba con una estación de tren, una plaza, una iglesia y dos escuelas. A manera de homenaje, reconstruimos los primeros años de la villa.

PERIODICO EL BARRIO

Por Javier Perpignan

jperpignan@periodicoelbarrio.com.ar

En aquel pedazo de tierra agreste, apenas atravesado por las líneas del ferrocarril que llegaba hasta San Martín, se gestó y creció esta populosa barriada que hoy ya casi ha perdido su fisonomía individual para ser uno de los importantes barrios de esta enorme Capital”. Con esta frase, el periódico El Independiente comenzó su edición de setiembre de 1977 festejando los 90 años de Villa Urquiza.

Más de tres décadas después, la mirada es similar a la de aquellos días. Ese barrio fue mutando hasta transformarse en este enjambre de torres y edificios, aunque a pesar de la modernidad todavía quedan huellas de aquellas calles arboladas y tranquilas. Ahora bien, ¿cómo era la zona cuando Francisco Seeber fundó Villa Urquiza? Si nos introducimos en una imaginaria máquina del tiempo, retrocederemos hasta 1730 cuando el Cabildo Eclesiástico decidió crear seis parroquias para organizar la Iglesia en la Provincia de Buenos Aires. Esta zona era conocida como Pago de los Montes Grandes.

En tierras del Restaurador

Un siglo después, una vez producida la caída de Juan Manuel de Rosas en 1852, sus campos fueron expropiados y liquidados. En ellos se fundó, por ejemplo, el pueblo de Belgrano. Las tierras que actualmente forman Villa Urquiza pasaron a mano de tres grandes terratenientes: Micaela Benega, Juan Santillán y Roberto Sebastiani. Una vez fallecida Benega, sus descendientes vendieron las tierras divididas en grandes parcelas. Fueron adquiridas por Blas González, Francisco Cayol y otros compradores menores, como Francisco Chas e hijos.

Una curiosidad que se originó en estos años fundacionales es que las tierras de Roberto Sebastiani incluían los alfalfares de Juan Manuel de Rosas, que abarcaban el perímetro señalado por Crámer, Olazábal, La Pampa y la actual Villa Pueyrredon. Podemos decir entonces que Villa Urquiza se fundó en tierras del Restaurador.

Hacia 1885 Francisco Seeber era un prestigioso empresario del rubro de la construcción, propietario de la empresa Las Catalinas, que obtuvo el proyecto de nivelación y construcción de los Muelles de las Catalinas, ubicados en las actuales avenidas Leandro N. Alem y Córdoba. Dado que el terreno era sumamente bajo e inundable, debió procurarse material de relleno para poder efectuar la obra y para ello adquirió unos terrenos a Francisco Cayol, ubicados en el entonces Cuartel Quinto de Belgrano, conocidos como las Lomas Altas, que tenían una altitud estimada en 40 metros sobre el nivel del río. Desde las Lomas, situadas unos diez kilómetros al noroeste de la obra de los muelles de Catalinas, se enviaba el material de relleno.

Seeber hizo que algunos de sus trabajadores, principalmente de origen entrerriano, se instalaran en las cercanías del lugar donde se extraía tierra y se fabricaban ladrillos. Por eso es que, a principios de 1887, residían en la zona unas 120 familias. Una vez cumplida la tarea de nivelar los bajos de la ribera, los terrenos ya no eran necesarios y Seeber decidió fraccionarlos para venderlos. Encomendó al Ing. Emilio Agrelo el trazado de un nuevo pueblo, teniendo en cuenta los caminos ya existentes. Ello ocurrió un 2 de octubre de 1887. Era el origen de Villa Urquiza.

Los desniveles en el terreno que se observan en Congreso y Tomás Le Bretón, después de sus cruces con Triunvirato, son el testimonio de los trabajos de Seeber en la zona. Cuenta el historiador Héctor Arata que los primeros pobladores traídos por la empresa Las Catalinas se nuclearon provisoriamente en campamentos dentro de la finca de Pedro Delponti, algunos vagones, el galpón del Ferrocarril al Rosario y la casona que fuera de Francisco Cayol. “Una vez instalados se abocaron a la tarea del traslado de tierra, la que era transportada por medio del ferrocarril para el saneamiento de las calles donde se emplazarían los nuevos galpones para depósitos aduaneros Las Catalinas, en el Puerto Madero de Capital Federal”, explica Arata.

Esta primera población estaba ubicada dentro del perímetro que corresponde a las actuales calles Roosevelt, Díaz Colodrero, Monroe, Alvarez Thomas, Congreso, Bucarelli, Rivera y Altolaguirre. Las crónicas describían aquellos días como muy difíciles para los primeros vecinos. Los caminos anegadizos, pantanosos y poco demarcados sólo los hacían transitables a pie o a caballo, por lo que estaban aislados y lejos del centro de Buenos Aires. El único medio de locomoción eran unos pocos trenes diarios una vez que fue inaugurada la estación, en 1889.

Y llegó el ferrocarril

La construcción de la estación del Ferrocarril Poblador al Rosario, luego Ferrocarril Central Argentino, más tarde Ferrocarril General Mitre, hoy Trenes de Buenos Aires (TBA), se autorizó por decreto el 7 de noviembre de 1888 y fue habilitada al público el 13 de abril del año siguiente, luego de múltiples gestiones realizadas por Seeber y Agrelo. Al principio era un paradero y los trenes de San Martín rumbo a Retiro pasaban por Villa Las Catalinas desde las 5.36 hasta las 20.55, con cinco servicios a la mañana y otros cinco por la tarde con intervalos variables. Desde Retiro hasta San Martín lo hacían de las 6.53 a las 22.48 en igual número. El tren atravesaba quintas y bañados, en los que se advertían los hornos de ladrillos y las casas de los tamberos.

Recién en 1907 aparecería su primera estación vecina, General Pueyrredon, y el 10 de noviembre de 1933 Luis María Drago. Mientras el tren echaba a correr, la vida religiosa de la naciente Villa Las Catalinas era atendida por el cura párroco de Belgrano, a cuya jurisdicción pertenecía el incipiente barrio. Debido al rápido crecimiento del poblado, en 1891 se hizo el pedido al Arzobispado para que autorice la creación de una parroquia cercana a la estación. El lugar elegido fue la actual esquina de Cullen y Triunvirato, sobre terrenos donados por Seeber. Allí había un caserón, cuya construcción se presume era de 1850, en donde se improvisó una dependencia para el servicio religioso. Luego se erigió una capilla con una amplia sala rectangular y una torre chata.

En 1895 fue inaugurada la parroquia bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, a cargo del sacerdote Aquiles Blois. Pero el cura que impulsó la vida religiosa fue el presbítero Manuel Ruano. Primero consiguió la ampliación de la iglesia, agregando dos naves laterales a la central, y en 1937 modificó nuevamente el edificio. Ruano estuvo al frente de la parroquia durante casi medio siglo. Se lo recuerda como un hombre muy luchador y querido por la comunidad.

Villa Urquiza es uno de los pocos barrios de la Ciudad de Buenos Aires que tiene el lujo de contar con tres plazas: Echeverría, General Zapiola y Marcos Sastre. En esta oportunidad nos referiremos a la Plaza Echeverría, que por tradición y dimensiones es la más importante del barrio. Fue creada por Ordenanza Municipal el 28 de noviembre de 1894 sobre terrenos cedidos por el fundador Francisco Seeber. Allí funcionó en 1888 un horno de ladrillo propiedad de Guido Terzano, uno de los primeros vecinos de la zona. En los primeros tiempos la plaza estaba tan descuidada que ni siquiera merecía esta denominación: pastos altos la cubrían en su totalidad y los caballos la invadían para alimentarse. Recién en 1908 fue remodelada. El monumento al General Justo José de Urquiza fue emplazado en el lugar el 30 de agosto de 1942. Inaugurado en 1937, estaba originalmente en Libertador y Pueyrredon.

Escuelas para todos

En esos primeros años del barrio hizo falta un establecimiento escolar para los hijos de los obreros de Las Catalinas. Ante esta necesidad, Seeber y Agrelo gestionaron ante las autoridades del Consejo Escolar del Pueblo de Belgrano la creación de una primera escuela mixta local. Ese reclamo fue escuchado y en abril de 1888, en un pequeño local de Roosevelt 5354, abrió sus puertas con una matrícula inicial de 32 alumnos la Escuela N° 11 del Consejo Escolar Distrito 16. Fue su primera maestra y fundadora Rosa Bardi. Al año siguiente la inscripción llegó a los 105 alumnos. Como la cantidad de estudiantes seguía creciendo, las autoridades decidieron cambiar de edificio y en 1891 la mudaron a Pedro Ignacio Rivera y Colodrero. Recién en 1938 se colocó la piedra fundamental del edificio definitivo en Triunvirato y Nahuel Huapí, cuya inauguración fue el 23 de octubre de 1940. Recibió el nombre de Escuela Coronel Olavarría en febrero de 1913.

Como el establecimiento aceptaba varones sólo hasta tercer grado, nuevamente se pidió al Consejo Escolar 16 de Belgrano la creación de otra institución educativa exclusivamente de varones. La nota fue fechada el 10 de marzo de 1890, pero la respuesta fue negativa porque desde el Consejo se aducían problemas presupuestarios. Recién al año siguiente el Consejo Nacional de Educación autorizó al Consejo Escolar 16 de Belgrano “distribuir el personal docente de sus escuelas en las dos escuelas que se instalarán”. De esta manera, el 14 de marzo de 1891 se creó la Escuela Infantil N° 7 de varones de Villa Catalinas. Como no tenía edificio propio se alquiló una propiedad en Roosevelt 5065, pero al poco tiempo se mudó a Cullen 5052 y en 1896 se asentó en la esquina de Triunvirato y Cullen. En febrero de 1912 recibió su actual denominación: Escuela Juana Manuela Gorritti.

Villa Urquiza en el 900

El nuevo siglo encontró a los vecinos de la villa elevando un petitorio al Ministerio del Interior solicitando el cambio de nombre del barrio, para que se sustituyera el de Villa Catalinas por General Urquiza. Entre las razones esgrimidas para la modificación, argumentaron que no existía en la Capital de la República “plaza o monumento que recuerde el nombre esclarecido del que reorganizó la República entera”.

Así es como desde octubre de 1901 el barrio empezó a llevar el nombre del vencedor de Caseros. Como agradecimiento por este gesto, José Justo, hijo del Gobernador entrerriano, envió un telegrama de agradecimiento a Julio Bardi, uno de los impulsores del cambio de nombre y amigo de la familia Urquiza. El telegrama está fechado en Paraná el 18 de octubre de 1901 y dice: “Con marcada satisfacción acabo de recibir el telegrama que en su nombre y el de sus hermanos, Santiago, Félix, Anacarsis, Juan y Cipriano, se han servido dirigirme dándome cuenta de que, debido a su iniciativa, el PEN Nacional ha dado el nombre de General Urquiza al pueblo y estación Villa Catalinas. Actos de esta naturaleza confortan verdaderamente el alma y a tal concepto tengo la honra de agradecer en nombre de mi familia y en del mío propio esta nueva prueba de amistad y simpatía que somos objeto. Con tal motivo saludo a usted y demás firmantes del telegrama de referencia”.

Un día en la vida

Una vez que el barrio fue rebautizado con su nombre definitivo, sólo nos queda descubrir cómo era la vida en las primeras décadas del siglo veinte. Hacia 1910, cuando caía la noche, para orientar a aquellos que llegaban a la estación y tenían que dirigirse hacia sus hogares se solía colocar un farol encendido en las ventanas de las casas, que servían como referencia para que no se pierdan en el descampado y la noche. Si las tardes eran diáfanas, desde la esquina de Mendoza y Altolaguirre se podía ver la Iglesia Redonda de Belgrano.

En febrero de 1917 la costumbre que tenían los vecinos era acercarse a la Plaza Echeverría para escuchar los conciertos de la Banda Municipal, que brindaba su música como forma de esparcimiento. Pero ocurría que nuestra plaza estaba muy mal iluminada, entonces al director de la banda “se le hacía forzoso concurrir a la tarde en vez de hacerlo por la noche como ocurre en Belgrano, Flores y hasta creemos que en Villa Devoto, todo porque no cuenta con los necesarios focos de luz”. Si de esparcimiento se trata, en el Cine General Urquiza, ubicado en Franklin Roosevelt 5354, se proyectaba “una magistral película en 20 partes de Fox Film llamada A puño limpio”. O si le gustaba el carnaval en el mismo cine se realizaban “seis grandes bailes de fantasía y particular concurso de danzas con valiosos premios en oro y plata”.

Unas de las características sobresalientes del barrio en 1917 era la abundante arboleda. Un periódico de la época, llamado Crónica, editorializó acerca de la falta de árboles en algunas calles de Villa Urquiza: “Nuestra villa tiene calles con tan magnífico arbolado que causa ciertamente admiración. Así también existen otras en las cuales es imposible hallar el menor indicio de ello. Tenemos entendido que la Dirección de Paseos no escatima esfuerzo por multiplicar la cantidad ya inmensa de árboles que, según voz corriente, es una de las más sombreadas del mundo”.

Baches e inseguridad

Por supuesto que el estado de las calles era motivo de protestas a principios de la década del veinte. Por ejemplo, se le reclamaba a la empresa Lacroze el arreglo de la calle Bucarelli entre Monroe y Nahuel Huapí porque como consecuencia de las lluvias y la falta de piedras en las entrevías del tranvía la calle “se ha reducido a un estado deplorable”. También las quejas hacían referencia a los lagos que quedaban en la vía pública producto de las lluvias y también a que había “calles en la villa que jamás tuvieron la suerte de ver pasar la cuchilla por sus crestas brutas, donde nidales de acuáticos insectos en destemplada música dan notas desagradables a los que tienen forzosamente que escucharlos”.

Quizá como respuesta a las quejas de los vecinos, en 1920 la Municipalidad anunció que “promulgará la licitación para la propuesta de condiciones a fin de efectuar el empedrado de la calle Olazábal desde Constituyentes a Burela”. La seguridad también preocupaba a los vecinos de entonces, porque en menos de dos semanas se habían producido “reiteradas tentativas de robo, una de ella con intimidación a mano armada”. Ante esta situación la comisaría pidió 25 nuevos agentes. En aquella época no existían los cartoneros, pero la indigencia despertaba fuertes críticas a las autoridades. Así editorializó El Independiente sobre el tema: “La mendicidad es estos últimos tiempos ha tomado en esta localidad un incremento extraordinario, sin que las autoridades respectivas hayan tratado de aminorar ese espectáculo bochornoso que habla tan elocuentemente de la desidia y negligencia de quienes debieran reprimir esa plaga de menesterosos que pululan por las calles, en todos sus ámbitos”.

Tranvías con demoras

Tampoco faltaban las críticas a los servicios de pasajeros. Del tren se decía que era censurable el proceder del Ferrocarril Central Argentino: “Siempre desconsiderado para los reclamos que a diario formulan los pasajeros por los inadecuados y molestos coches que hacen circular en sus servicios de trenes urbanos”, sobre todo debido a las ventanillas rotas o directamente a la falta de ellas en los días fríos del invierno. Sobre los ómnibus, se les reclamaba a las autoridades que los debían controlar que la cantidad de pasajeros sea la permitida para abordar las unidades porque las empresas “hacen alarde de la consistencia de sus coches, permitiendo que viajen hasta en los estribos de los mismos una cantidad de personas por demás excesiva”. También era una costumbre criticar a la empresa Lacroze de tranvías porque las demoras entre servicio y servicio llegaban hasta los treinta minutos. Evidentemente, estos tiempos modernos no tienen nada que envidiarle a aquellos.

En cuanto al deporte, el fútbol ganaba cada vez más adeptos en la zona. Hacia 1920 dos equipos competían en la segunda división del fútbol argentino. Ellos eran el Sportivo Coghlan -que tenía su secretaría en Nahuel Huapí 4499 y su cancha en Pedro Ignacio Rivera y Rómulo Naón- y el Club Atlético Urquiza, cuya cancha estaba en Monroe y Ceretti. Cada vez que ambos equipos se enfrentaban la expectativa era muy grande. En la cancha de Coghlan, en un enfrentamiento por la Copa Competencia de 1920, la convocatoria llegó a las 5.000 personas, según El Independiente. El triunfo correspondió al “team” de Urquiza por 3 a 0. Al domingo siguiente el mismo periódico resaltó los éxitos de Coghlan y de Urquiza ante dos rivales de mayor peso y experiencia: Sportivo del Norte (hoy Colegiales) y Estudiantes de La Plata respectivamente.

El origen de todo

Cuando Francisco Cayol adquirió en la loma del Cuartel Quinto del pueblo de Belgrano una parcela de tierra de una superficie de 500.000 metros cuadrados en 1880, no imaginó que en ese lugar iba a ser punto de partida de un floreciente y pujante barrio de la Capital Federal. Abarcaba un perímetro comprendido por las calles Roosevelt, Díaz Colodrero, Monroe, Alvarez Thomas, Congreso, Bucarelli, Tomás Le Bretón y Altolaguirre. Este sector fue subdividido en treinta manzanas. Podemos decir que aquí nació Villa Urquiza.