2007 - Capital del Tango Bailado Gerardo Portalea

En poco más de un mes murieron en Buenos Aires dos grandes bailarines de tango, dos grandes milongueros si queremos abundar en la definición: Gerardo Portalea y Ernesto Norberto Castello, universalmente conocido como Puppy. Portalea había nacido en 1929, y Puppy en 1935; ambos vivieron la época gloriosa, la declinación y el fenomenal regreso del tango de pista y por lo tanto coincidieron en ese recorrido vital del género.

También coincidían -con sus obvias diferencias- en ese estilo de baile elegante, caminado, a la vez sobrio y rico, muy musical, que suele denominarse "tango-salón". Por lo demás, parece difícil pensar en dos personas más opuestas. Gerardo Portalea era un hombre serio, modesto y reservado, que se había mantenido durante diecisiete años alejado del baile y que cuando regresó a él mantuvo una fidelidad inquebrantable a las pistas del barrio de Villa Urquiza y a su condición de "bailarín de patio", como le gustaba describirse. Puppy era, para decirlo en pocas palabras, un tipo de la noche; su personalidad expansiva y de una simpatía arrolladora, su voz enronquecida por el tabaco y los horarios a contramano, su ironía a veces brutal, eran el condimento infaltable de la milonga.

Gerardo Portalea, que falleció a comienzos del mes de junio pasado después de una enfermedad muy prolongada, había comenzado a frecuentar de adolescente los bailes de su barrio. Su acercamiento al tango, sin embargo, se había producido apenas abandonada la infancia, cuando iba al club Sin Rumbo a mirar las prácticas entre hombres. Portalea trabajó a lo largo de su vida como sepulturero en el cementerio de San Martín. Su regreso a la pista de baile, después de una severa depresión anímica -para cuya curación un psiquiatra le recomendó que volviera a bailar-, se anticipó en pocos años al regreso triunfal del propio tango, con su expansión internacional y la consecuente demanda de maestros de pura extracción milonguera. Sin embargo, Portalea sólo dio clases de manera muy esporádica e informal. Respecto de su negativa a bailar profesionalmente, decía que él salía a bailar a la pista sólo en el momento en que sonaba una orquesta que de verdad lo inspiraba. El incomparable estilo de Portalea fue registrado por documentalistas europeos y también en la película Tango, Bayle nuestro, de Jorge Zanada.

Puppy Castello, quien murió el lunes 23 de julio, había comenzado a frecuentar los salones de baile a los quince años de edad -cuando su padre lo obligó a alejarse del boxeo-, y ya nunca más los abandonó. Nunca le interesó profesionalizarse, ni durante el retiro del tango ni en su regreso, y durante veinticinco años trabajó como empleado telefónico; sin embargo fue también maestro de muchos de los más destacados bailarines de tango actuales. Viajó a Chile, Francia, Alemania y Noruega para dar clases y demostraciones e intervino ocasionalmente en filmaciones y espectáculos. Su más relevante aparición escénica ocurrió en 2003 con Danza Maligna, un espectáculo de Silvana Grill y Fabián Luca que unía a bailarinas profesionales con auténticos milongueros como el propio Puppy y que llegó a presentarse en el Teatro de Chaillot en París.

Más de una vez Puppy habló de su admiración por el estilo de Gerardo Portalea y quizás hubiera suscripto -seguramente sin dejar de lado su buen humor impenitente- esta frase del bailarín de Villa Urquiza: "Al tango hay que entenderlo. Es una cosa muy seria; enseña a vivir y a morir".

Fuente: Laura Falcoff. Diario Clarín. 5 de agosto 2007