Gardel y Yo

GARDEL Y YO

Por Alberto Marengo

Un 10 de septiembre en Villa Urquiza, mientras al tranquito se acercaba la primavera, una bonita mujer de 22 años resplandecientes y a punto de ser madre, estaba en la puerta de su casa de la calle Triunvirato conversando con su suegra, robusta gallega con el luto eterno de esas mujeres sufridas y trabajadoras .

Las dos mujeres esperaban a Manuel -hijo y marido- que terminada su labor en el cultivo de flores de Blanco Encalada y la misma Triunvirato. siguiendo la inveterada costumbre de los hombres del barrio que antes de volver a casa se daban una vueltita por el Bar para compartir un café y quizá una ginebra con los amigos.

El teatro que estaba medianera por medio de la casa de las señoras, era el mas importante de la Villa, estaba esa noche lleno de gente y la avenida poblada de coches a motor como ellas creían no recordar.

De pronto las dos vecinas comenzaron a escuchar algunos gritos que en principio las sobresaltaron, hasta que se dieron cuenta que eran de festejo y alegría. Enseguida, un hombre vestido de noche con pañuelo de seda blanca al cuello y sombrero “a lo Maxera”, que visto a esa distancia tenía la cara muy blanca seguramente por el talco que a guisa de maquillaje era muy común en los escenarios de entonces. Vieron como el personaje se detuvo a entonar algunas estrofas en la vereda rodeado de la multitud hasta que partió raudamente en dirección al centro.

Las vecinas, simples y poco acostumbradas a las exteriorizaciones “populares”, quedaron comentando sobre la “desfachatez” de esas mujeres exaltadas ante la presencia de ese individuo que parecía fascinarlas.

Un par de días después, las vecinas se enteraron que quien había estado en el 25 de Mayo ese día de septiembre de 1933 había sido nada menos que Carlos Gardel, a quienes ellas conocían por la precaria información radial y periodística que tenían a mano,

El 20 de septiembre, exactamente 10 días después de la actuación del Zorzal Criollo, nacía un niño en la casa de al lado del 25 de Mayo. Desde entonces, y un poco por el anecdotario familiar, pero también por mi íntima convicción, siempre creí (y aun lo creo) que mi pasión por el tango y por Gardel nació al escucharlo unos días antes de mi entrada formal al mundo, y lo que es mas, nada menos que en Villa Urquiza.

Dr. Alberto J. Marengo

domingo, 14 de septiembre de 2008