Arquitectura

Un siglo y cuarto de identidad

Periódico El Barrio

Nuestra Arquitectura

Un siglo y cuarto de identidad

A lo largo de estos 125 años la personalidad de Villa Urquiza se ha fundido en varios hitos arquitectónicos. Los más variados atuendos estilísticos que aún subsisten muestran lo que fue el barrio a lo largo de la historia. Si bien en la actualidad la zona ve asolada por la fiebre inmobiliaria, los símbolos arquitectónicos siguen en pie.

Estación Gral. Urquiza

Por Arq. Jorge Luchetti

jluchetti@periodicoelbarrio.com.ar

Estación ferroviaria

El camino de hierro

La llegada del ferrocarril, dada por el incremento poblacional de los suburbios porteños, dio origen en 1889 a una nueva estación ferroviaria que en sus orígenes era conocida con el nombre de “Las Catalinas” (Franklin Roosevelt y Triunvirato). Recién en 1902 sería designada como Estación Gral. Urquiza. El edificio principal, a diferencia de la mayoría de las estaciones de tipología inglesa, fue armado por un volumen bajo, con techumbres planas, que no se asemeja a la visión pintoresca que suelen tener las estaciones ferroviarias. A pesar de las grandes alteraciones que ha sufrido la obra, su estilo italianizante no se ha perdido. Como parte de las construcciones accesorias con característica de tipología ferroviaria, se incluyen en el lugar el pasaje subterráneo, el refugio en el andén opuesto y, más alejados, la garita de guardabarreras, un depósito y un par de viviendas ferroviarias, junto con la cabina de señales. A principios de este año el edificio pasó a tener protección cautelar, ya que sin duda es un referente urbano y parte del motor que generó el crecimiento del barrio.

Parroquia Nuestra Señora del Carmen

La exaltación de la fe

En 1890 se colocó la piedra fundamental para la construcción de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, la más significativa del barrio, ya que nació prácticamente con Villa Urquiza. Los terrenos fueron donados por Francisco Seeber, entonces intendente de la ciudad. Su valor histórico se sobrepone a la mezcla arquitectónica que el edificio luce hoy. La obra original poseía una sencillez arquitectónica, de características neorrománicas, que se podía leer en su torre. En los años 30 fue transformada siguiendo el estilo medievalista, rematado con una cúpula piramidal de características sajonas.

Diferentes reformas hicieron que el edificio perdiera su armonía estilística y se transformara en una ensalada de líneas y formas. La torre se hizo de una esbeltez desproporcionada, rematando en una pequeña cúpula abarrocada. Las molduras y frontis lucen el color ocre, característico de la arquitectura neocolonial. El pronaos (espacio previo a la nave central), con frontón triangular y cuatro columnas jónicas, muestra las líneas neoclásicas en esta parte de la obra. Sin duda, lo colonial, lo clásico y lo historicista se funden en una sola construcción.

Círculo Urquiza

Un revivir colonial

La arquitectura neocolonial fue en nuestro país un instrumento estilístico, dentro de los revivals, creado para plasmar una imagen nacional de la arquitectura. Filósofos, artistas, escritores y arquitectos aunaron las ideas del espíritu nacional en cada una de las artes, con gran preponderancia en la arquitectura. Pero este impulso no tuvo la suficiente fuerza como para mantenerse por mucho tiempo. En todo el país crecieron entre 1920 y 1940 varias construcciones con estos lineamientos.

En Villa Urquiza quedaron plasmados algunos ejemplos como la Biblioteca Sarmiento, ubicada en Bucarelli 2583, apodada la Casita de Tucumán por su analogía arquitectónica. Pero sigue siendo a mi entender el edificio de Cullen 5350 el mejor representante de esta tendencia estilística. El Círculo Urquiza, modelo de la nueva arquitectura criolla, fue fundado en 1929. En su fachada se destaca el pórtico de acceso, con el retablo de piedra de gran simplicidad. El balcón superior está formado por un gran trabajo de herrería, algo propio de este estilo. Años después el club mudó parte de sus instalaciones a la calle Roosevelt 5345, donde el valor arquitectónico fue olvidado.

Banco de la Nación Argentina

El elefante blanco

Uno de los hitos más singulares de la arquitectura urquicense es el Banco de la Nación Argentina, ubicado en la esquina de Roosevelt y Triunvirato; la obra data de 1912. Recordemos que el edificio fue realizado por el prestigioso arquitecto belga Julio Dormal, el mismo que dio fin al emblemático Teatro Colón y al Congreso de la Nación tras la muerte del arquitecto Meano. Dormal fue también autor de la Casa de Gobierno de la Ciudad de la Plata, diseñó el Parque Tres de Febrero, el Palacio Pereda (hoy Embajada de Brasil) y otras mansiones más, todas de gran calidad.

En cuanto a nuestro edificio, cabe resaltar su prestancia y buen estado de conservación, lo que nos permite ver con claridad lo ecléctico de la obra, con importante predominio del academicismo francés. La monumentalidad era algo característico de la época: los grandes ventanales y el desmesurado portal de acceso dan muestra de esto. Es que esa idea de realizar colosales construcciones en edificios públicos tenía como objetivo mostrar la supremacía y poder del estado sobre el individuo. Cuesta imaginar cuál sería la sensación, a principios del siglo veinte, de aquel paquidérmico edificio rodeado de tímidas casitas de barrio.

Auditorio de La Paz

El imperio de la armonía

El afamado Clorindo Testa, junto con el arquitecto Bonparte, nos ha dejado en el barrio una obra de carácter emocional estructural. Está ubicada en la esquina de las calles Donado y Mendoza. Fue realizada para la comunidad Japonesa Soka Gakkai. La arquitectura de formas tiene como dominante el lenguaje posmoderno, a lo Testa. El desarrollo de volúmenes yuxtapuestos da al edificio cierta dinámica y el interior también; el elemento preponderante es el auditorio sobreelevado, al cual se accede por las escaleras exteriores. Cabe destacar la luminosidad y el colorido de sus fachadas, que se acentúan ante un cierto gris urbano porteño.

El gran volumen, desarrollado en tres plantas (6.000 metros cuadrados de superficie cubierta), no impide que la obra se integre a su entorno. Queda expuesto en este edificio aquel pensamiento que nos dice que la arquitectura no es la sumatoria de elementos, sino más bien la conjunción racional de los mismos. Pero aún es igualmente importante el significado de la espiritualidad y la imaginación poética forjadas en la obra. Por eso es obvio cómo la sensibilidad del lugar subyuga al visitante.

Conjunto de cinco chalets

La modernidad silenciosa

En los años 30 el arquitecto Andrés Kalnay dejó su sello en el barrio construyendo un conjunto de cinco chalets en el predio delimitado por las calles Le Bretón, Bauness y Triunvirato. Es un ejemplo más de cómo la modernidad sigilosa fue creciendo fuera del centro de la ciudad. Se destaca la mezcla estilística, donde lidia lo racional, el Déco y el toque húngaro que impuso el propio Kalnay. La dinámica de la volumetría queda exteriorizada en las curvas de los balcones, en las entrantes y salientes de las escaleras, en las pérgolas de hormigón y en los miradores, algo que se repite en la mayoría de las obras de este arquitecto.

Es interesante ver la intención futurista del autor, quien prevé la cochera como un plus, ya que por aquellos años no era algo tomado en cuenta en las construcciones alejadas del centro. Como suele suceder cuando las obras de valor patrimonial no tienen una protección adecuada, el conjunto se vio alterado y perdió parte de su unidad, lo que provocó un cambio en el perfil urbano de esta pequeña manzana. De todas formas, algunos chalet dan muestra del valor arquitectónico de la obra.

Ex Fábrica de Chicles Adams

El cubismo arquitectónico

Ya hemos dado muestra de los variados estilos que se fueron gestando en Villa Urquiza. En este caso elegimos como el mejor modelo del racionalismo industrial porteño a la ex fábrica de Chicles Adams. El edificio se encuentra situado en la esquina de Roosevelt y Holmberg y fue construido en los años 40. La obra, de tipología industrial, exhibe la asepsia característica del racionalismo. Es evidente el despojo de todo tipo de adornos: lo más importante, el monopolio del espacio. Cabe destacar también su similitud con la arquitectura de la Bauhaus, escuela de arte y oficios cuyo estilo fue un fiel exponente del racionalismo alemán.

Su buena calidad estructural hoy permite que el edificio pueda cumplir otra función. Desde 1985 pasó a ser sede del Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires. La obra estuvo a punto de ser demolida, ya que formaba parte del trazado de la ex AU3; milagrosamente la idea no prosperó. Así como la teoría de René Descartes exponía el pensamiento sobre lo falso y lo real, a través de la mente y no de los sentidos debido a que estos pueden engañarnos, la arquitectura racionalista proponía algo similar, llegando al extremo de calificar a lo decorativo como un crimen.

Parroquia San Patricio

El ilustre ladrillo

Hacia las primeras décadas del siglo diecinueve la escasez de parroquias en los barrios porteños dio origen a la creación de 19 nuevos templos para la ciudad: el de San Patricio fue el de mayor magnitud. Ocupa la esquina de Estomba y Echeverría, justo en el límite entre Villa Urquiza y Belgrano. El templo original data de 1929 y fue remplazado por el actual, de 1958. Se destaca su esbelta torre como un fiel reflejo de la arquitectura medieval. El ladrillo visto en su exterior, los arcos ojivales de los ventanales y el remate de la cúpula piramidal con la pizarra romboidal, entre otros tantos detalles, son las características de esta arquitectura pintoresquista sajona. Por otro lado, la construcción se mimetiza con un entorno de chalets también de carácter pintoresco. Esta arquitectura busca prever los silencios para el recogimiento del alma. No podemos dejar de evocar la triste historia que vivió este templo en 1976, con la masacre de los Padres Palotinos. Un pequeño monumento nos recuerda lo sucedido en el lugar.

Centro Cultural 25 de Mayo

Arquitectura de los sentidos

El ex Cine Teatro 25 de Mayo, hoy recuperado como centro cultural, es uno de los edificios más representativos del barrio. Fue construido en 1929 por el constructor Máximo Gasparutti y fue uno de los primeros ejemplos de carácter cultural que crecieron en Villa Urquiza. La arquitectura del mismo es de marcada tendencia neoclásica. Poseía una excelente acústica, de allí que fuera apodado en aquellos años como el “Petit Colón” de Villa Urquiza.

A parte de su valor arquitectónico y del significado histórico para el barrio existe un valor afectivo que involucra a todos los vecinos, los que dieron una ardua lucha para la recuperación del mismo. La puesta en valor del viejo edificio, prácticamente manteniendo las funciones de origen, es ejemplo del buen trabajo realizado y no deja de manifestar una imaginación poética. Por otra parte, el 25 de Mayo se ha vuelto un modelo para que otros edificios de la ciudad sigan su ejemplo. Este centro cultural es único en el barrio y sus alrededores y al abrir sus puertas ha revitalizado a la avenida Triunvirato, que hasta entonces se encontraba deprimida.

Escuela Coronel Olavarría

El templo del saber

Figura como la primera escuela instaurada en Villa Urquiza. Fue inaugurada el 3 de julio de 1888 en una humilde casita de la calle Roosevelt 5354, todo esto gracias al pedido de Francisco Seeber. Al poco tiempo el lugar quedó chico y nuevamente fue trasladada a otro predio. De forma definitiva el edificio se ubicó en el solar de la calle Triunvirato 5101, esquina Nahuel Huapí. Alrededor de 1940 la construcción fue reformada en su totalidad, adquiriendo un estilo racionalista de líneas severas y de austera fachada. Durante décadas ésta fue la característica típica de la arquitectura escolar de aquellos años, donde no era necesario exaltar la obra.

En contraposición y próxima a este establecimiento se encuentra la Juan Manuela Gorriti (Triunvirato 4857). Es la segunda escuela del barrio; su arquitectura ladrillera responde a un plan semi industrializado, ideado para escuelas municipales en los años 80, que modernizaron el sistema escolar porteño. A pesar de las críticas que este tipo de construcción ha recibido, podemos afirmar que estos modelos han puesto de manifiesto el rumbo de la arquitectura escolar argentina.

Seguramente nuestros lectores querrán incluir otras obras, tan o más significativas que las que aquí seleccionamos. Los invitamos a que nos acerquen sus inquietudes. Decía el arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright: “La arquitectura es vida, o por lo menos es la vida misma tomando forma, y por lo tanto es el documento más sincero de la vida tal como fue vivida siempre”.