Reflexiones y dilemas en torno al ocio
Reflexiones
Dos conceptos de ocio
Hay al menos dos maneras de entender el ocio, cada una de ellas vinculada a cómo entendemos nuestro tiempo no ocioso, es decir nuestro tiempo dedicado al trabajo, a los estudios o a cualquier otra actividad que no consideramos tiempo libre.
Cuando nuestro tiempo no ocioso es visto como un tiempo que nos vemos obligados a ocupar en tareas que no queremos hacer, tareas de las que nos gustaría librarnos, entonces el ocio es tiempo de libertad, el tiempo donde podemos hacer lo que realmente queremos, donde expresarnos y ser nosotros mismos. Frente a nuestras obligaciones, donde debemos hacer lo que nos mandan (nuestros jefes, profesores, padres, etc.) el tiempo de ocio es el tiempo libre de obligaciones. El ocio es nuestro tiempo más valioso, el tiempo por el que vale la pena vivir.
Pero si, por el contrario, nuestras actividades no ociosas son elegidas libremente, y aunque conlleven compromisos y obligaciones con otras personas, son actividades que dan sentido a nuestras vidas, entonces el ocio es tiempo de descanso, tiempo donde tomamos fuerzas para volver con más ganas a nuestro trabajo o estudios. No podemos trabajar o estudiar sin descanso, y por eso el ocio es necesario y valioso. Pero su valor no reside en él mismo, sino en que gracias a él podemos coger nuevas fuerzas para retomar lo que realmente nos importa.
¿Cuál de estas dos formas de entender el ocio es preferible? ¿Está en nuestra mano escoger una o la otra? ¿Pueden combinarse en una misma persona?
Ocio y negocio
Proporcionar ocio a unos ha sido y sigue siendo el negocio de otros: alguien tiene que escribir lo que leemos, hacer la película que vemos, programar el juego que jugamos. No en todas las actividades de ocio se establece esta relación entre productores y consumidores: también hay ocio en el que no interviene el dinero. Pero la confluencia de internet, publicidad y redes sociales ha generado una nueva forma de ocio donde los consumidores somos también trabajadores: creamos contenidos, vemos publicidad y alimentamos la maquinaria de las redes sociales con likes, suscripciones a canales y seguidores. ¿Estamos trabajando gratis para los dueños de las redes sociales? ¿O estamos pagando con nuestro trabajo lo que aparentemente es gratis?
¿Hacia una sociedad del ocio?
¿Es posible trabajar menos y disfrutar de más tiempo libre? Depende del nivel de vida que deseemos tener: de los bienes y servicios que queramos disfrutar. Si nos contentamos con el nivel de vida existente hacia la mitad del siglo XX en los países entonces más desarrollados, acaso fuese posible hacer realidad hoy la predicción que el economista John Keynes hizo en 1930: los avances técnicos permitirían en cien años (en 2030) vivir bien trabajando sólo 15 horas semanales.
Sin embargo, es probable que no queramos renunciar a nuestro actual nivel de vida y volver al de hace ya casi cien años. ¿Cuántos de nosotros renunciaríamos a viajar en avión, al teléfono móvil o al aire acondicionado a cambio de trabajar menos? Además, probablemente ni siquiera es posible que aquel nivel de vida (que hoy consideramos modesto), sea alcanzable hoy por todos los habitantes del planeta. Hay muchos retos (desigualdad, discriminación, guerras, cambio climático, etc.) y pueden ser necesarios todos nuestros esfuerzos para superarlos: no hay tiempo que perder en actividades ociosas.
Dilemas
Un crucero por el Nilo
Ahmed y Marta han ahorrado todo el año para unas vacaciones en un crucero por el Nilo. Es un viaje con el que han soñado mucho tiempo y han preferido ahorrar para poder hacerlo en un crucero de lujo y en camarote de primera clase.
Unos días antes de comprar los billetes, ven un documental sobre la situación de pobreza, falta de medicinas y altas tasas de mortalidad infantlil en algunas zonas de las riberas del Nilo. Al final del documental, unos voluntarios de una ONG animan a todos a ayudar a estas personas a tener una vida mejor. Ponen algunos ejemplos: por 5€ se puede proteger a una familia de la picadura de los mosquitos que transmiten la malaria. Por menos de 10€ se puede curar a una persona contagiada. Con 150€ se puede vacunar a un niño de un montón de enfermedades.
Ahmed y Marta imaginan que alguno de los días de crucero verán desde la terraza de su camarote o desde la piscina del barco a algunas de esas personas; verán de cerca su pobreza. Cuando bajen del barco a visitar monumentos, verán niños que, en lugar de ir a la escuela, estén mendigando una moneda de los turistas. Con lo que van a gastarse en el crucero, unos mil euros cada uno, podrían ayudar a muchos de esos niños.
¿Tienen Marta y Ahmed la obligación moral de emplear sus ahorros en ayudar a salvar la vida de otras personas? ¿O pueden gastar su dinero en ellos mismos con la conciencia tranquila?
Perder el tiempo
A Javier siempre le gustó la música. Aprendió a tocar la guitarra de niño y sueña con componer y cantar sus propias canciones. En su tiempo libre podría desarrollar su talento y creatividad, pero cuando llega de trabajar por las tardes y durante los fines de semana, la pereza le puede. Prefiere pasar el rato delante de la televisión, o perder el tiempo jugando con su móvil. Son diversiones inmediatas, fácilmente accesibles, que no requieren ningún esfuerzo. Por el contrario, tocar y componer son actividades que requieren de un esfuerzo inicial que no siempre se ve recompensado con el éxito.
Así pasan los meses, y poco a poco Javier se va olvidadando de sus sueños y acostumbrándose cada vez más a no hacer nada con su tiempo libre. A veces piensa que está desperdiciando su vida entre un trabajo que no le gusta y un tiempo libre dedicado a actividades de ocio que no le aportan nada.
¿Tiene razones Javier para sentirse culpable por no emplear su tiempo libre de mejor manera? ¿O son todas las maneras de divertirse igualmente válidas? ¿Debería Javier esforzarse en emplear su tiempo libre en desarrollar su talento y perseguir su sueño?
The Moral Status of Leisure in a World with Ongoing Moral Catastrophe plantea una línea de posibles dilemas morales: el empleo egoísta o altruista de nuestros recursos: nuestro tiempo libre, el dinero del que disponemos para nuestros caprichos. En la línea inaugurada por Peter Singer en “Famine, Affluence and Morality”: ¿estamos moralmente obligados a emplear nuestro ocio en ayudar a quien lo necesita? ¿Es moralmente aceptable gastar nuestro tiempo y dinero en nuestro propio disfrute mientras hay personas que sufren?