Reglas para elegir y actuar bien
Ya conocemos la gran variedad de deseos y placeres asociados a ellos. Hemos visto que algunos deseos tienen su origen en nuestro cuerpo mientras que otros son más propios de nuestra mente. También hemos clasificado los deseos según sean naturales o artificiales. Los naturales pueden ser necesarios para nuestra vida o innecesarios. Los artificiales son todos innecesarios. Por último, hemos clasificado los placeres según su duración: breves e intensos unos, prolongados y estables los otros.
Entre tanta variedad, ¿cómo elegir nuestros placeres? ¿qué deseos tratar de satisfacer y cuáles otros ignorar? Una vez elegidos ¿cuál es la mejor manera de alcanzarlos? ¿cómo actuar para lograr satisfacer los deseos que nos hacen disfrutar?
Epicuro nos ofrece algunas reglas generales para elegir qué placeres buscar y también para satisfacer del mejor modo nuestros deseos.
Disponibilidad, sencillez
Cuando se trata de satisfacer deseos que son necesarios para nuestra vida, es claro que debemos tratar de satisfacerlos. No podemos ignorarlos o suprimirlos salvo que no queramos vivir. Por ejemplo, es necesario alimentarnos y descansar. Pero ¿hay mejores y peores maneras de alimentarnos y descansar? Epicuro piensa que sí: Es mejor satisfacer nuestras necesidades de la manera más sencilla posible.
Si necesitamos calmar nuestra sed, mejor con agua que con un refresco. ¿Por qué? Porque el agua es la manera más sencilla de calmar la sed: es más barata y es más accesible que los refrescos. Si nos acostumbramos a calmar nuestra sed bebiendo refrescos, cuando sólo podamos beber agua no sentiremos el mismo placer que si nos hemos acostumbrado a beber agua. Es posible que incluso sintamos disgusto, que no disfrutemos del agua fresca por habernos acostumbrado a los refrescos.
Si necesitamos descansar, de nuevo es mejor acostumbrar nuestro cuerpo a un colchón y almohada sencillos en lugar de acostumbrarlo a otros más exclusivos. De este modo, cuando tengamos que dormir en otros lugares, no estaremos a disgusto porque nos falten nuestro colchón y almohada más exclusivos.
Satisfacer nuestros deseos más básicos de forma sencilla tiene otra ventaja: cuando podemos disfrutar de lujos o lo disfrutaremos más.
Una segunda regla que nos ofrece Epicuro es la moderación: no debemos excedernos en la satisfacción de los deseos naturales. Y esto se aplica tanto a los deseos naturales más necesarios como a los menos necesarios:
Si sentimos hambre, debemos comer. Pero podemos comer unos alimentos u otros. La recomendación anterior de disponibilidad y sencillez se aplica aquí perfectamente. Pero además de elegir alimentos sencillos y de fácil acceso, debemos evitar comer en exceso. Si nos acostumbramos a comer mucho, cuando no tengamos abundancia de alimentos sentiremos que nos falta comida y seremos infelices. Por el contrario, si nos acostumbramos a comer sólo lo necesario para calmar nuestra hambre, no sentiremos dolor o disgusto cuando tengamos pocos alimentos.
Debemos descansar, pero evitando dormir en exceso. La falta de moderación nos conducirá a sufrir cuando tengamos que madrugar. Por el contrario, si nos acostumbramos a levantarnos pronto, no sufriremos tanto cuando tengamos que madrugar.
Si disfrutamos jugando con la consola, mejor hacerlo con moderación. No siempre tendremos el tiempo ni el lugar para hacer todo el deporte que queramos. Mejor jugar con medios sencillos y disponibles (y no con un mando caro o en un monitor de última generación), y además poner un límite al tiempo al juego. Si nos acostumbramos a jugar sin moderación, luego sentiremos dolor cuando no podamos dedicarle todo el tiempo al que nos hemos acostumbrado.
Al igual que sucedecon la regla de la disponibilidad, la regla de la moderación tiene un segundo efecto positivo: disfrutaremos más cuando podamos dedicarnos más a esos placeres que normalmente disfrutamos de forma moderada:
Si estamos acostumbrados a comer poco, disfrutaremos más el día de los banquetes cuando podamos comer más.
Si estamos acostumbrados a jugar con límite, disfrutaremos más los días de vacaciones cuando podamos jugar más.
Evitar placeres momentáneos que luego acarrean infelicidad
Siempre que pensemos en actuar para lograr un placer, debemos preguntarnos por las consecuencias a medio y largo plazo. No prever las consecuencias de nuestras acciones es causa de muchas infelicidades.
Esta regla se aplica a todo tipo de placeres:
El placer de comer dulces acarrea caries, diabetes y obesidad.
El placer de dormir en un colchón excesivamente blando acarrea dolores de espalda.
El placer de una tarde sin estudiar acarrea peores resultados, recuperaciones y trabajo extra.
Epicuro nos insiste en razonar antes de actuar, sopesando los placeres y dolores de nuestras acciones. A veces es mejor no satisfacer un deseo.
Aceptar algún dolor a cambio de mayor felicidad
Puede parecer una contradicción que la misma persona que afirma que la felicidad consiste en disfrutar de la vida nos diga que en ocasiones debemos padecer algunos dolores. Pero no se trata de padecer sin más, sino de aceptar algún padecimiento a cambio de obtener luego mayores placeres, o de evitar males mayores:
Hacemos la tarea desagradable de limpiar nuestras botas a cambio del placer de una excursión al campo.
Pelamos las patatas para luego disfrutar de una rica tortilla.
Mejor el dolor del pinchazo de la vacuna que padecer una larga enfermedad.
Mejor el dolor del dentista antes que padecer un terrible dolor de muelas.
Nuevamente, Epicuro nos insiste en razonar antes de actuar, sopesando los placeres y dolores de nuestras acciones. A veces es mejor aceptar un dolor o hacer un sacrificio.
Preferir placeres duraderos
Obtener un placer requiere de nosotros alguna acción pues raramente los placeres llegan a nosotros sin esfuerzo. Este esfuerzo puede ser físico (como cuando subimos la compra a casa) mental (estudiar para aprobar un examen) o económico (ahorrar). A cambio de este esfuerzo deberíamos intentar conseguir el mayor disfrute posible. Por tanto, Epicuro nos aconseja esforzarnos a cambio de placeres duraderos, que nos proporcionen felicidad durante largo tiempo, y evitemos placeres de corta duración incluso cuando sean intensos. Por ejemplo:
Mejor invertir nuestro dinero en unas botas para disfrutar del campo muchas veces que gastar ese dinero dándonos un atracón de comida o comprando una serie o un partido de fútbol que disfrutaremos un día.
Mejor usar nuestra inteligencia aprendiendo a tocar un instrumento musical que emplearla aprendiendo a ganar en un juego: una vez hemos ganado, no disfrutaremos volviendo a jugarlo. En cambio, disfrutaremos cada vez que toquemos nuestro instrumento.
Mejor usar nuestras energías partiendo leña para luego estar calientes varios días que salir a montar en bicicleta.
Ser autosuficientes para conservar nuestra libertad
Cada una de las anteriores reglas o recomendaciones quiere ayudarnos a elegir bien para alcanzar la máxima felicidad, lo que para Epicuro es lo mismo que decir para alcanzar el máximo disfrute. Las anteriores reglas asumen que podemos elegir, que somos libres para elegir nuestras acciones. Si no fuésemos libres, si estuviésemos obligados, no tendría mucho sentido preocuparnos por elegir bien. Quien es esclavo no puede elegir lo que desea hacer y por tanto no puede llevar una vida feliz.
La importancia de mantener nuestra libertad y tratar de aumentarla para así poder elegir mejor es el tema de esta última recomendación. Ser autosuficiente, no depender de nada ni de nadie, es para Epicuro una meta a tratar de conseguir, porque quien no depende de nada ni de nadie es máximamente libre.
Sin llegar al extremo de la esclavitud, perder parte de nuestra libertad nos obliga a hacer o aceptar cosas con las que no disfrutamos. Muchas veces, esta pérdida de libertad, y la infelicidad que ésta acarrea, no son evidentes al comienzo, incluso Por ejemplo:
Quien desarrolla una adicción a una sustancia.
Quien pide un préstamo que luego no puede pagar.
Quien sólo vive para conseguir "likes".
No es casual que estos ejemplos estén vinculados a places artificiales, completamente innecesarios. El placer inicial que provocan algunas sustancias, el disfrute de objetos lujosos y el placer de la fama son ejemplos de placeres no naturales, superfluos, que con frecuencia nos conducen a la infelicidad. Epicuro aconseja evitar estos placeres precisamente por la falta de libertad que suelen acarrear, pues nos hacen dependientes de algunas sustancias, de quien nos ha prestado el dinero, de quienes nos pueden dar y quitar la fama.
¿Qué necesitamos para tener una vida feliz?
Podemos resumir todos los consejos para elegir y actuar bien y además concretarlos algo más si comprendemos la respuesta de Epicuro a qué cosas son necesarias para llevar una vida feliz. No son muchas, pero no son fáciles de alcanzar:
Amistad. Los seres humanos somos animales sociales, y Epicuro considera que la amistad es la relación social más perfecta: proporciona disfrute y ayuda pero no coarta nuestra libertad.
Libertad. Sin libertad no podemos elegir y cuando nos podemos elegir sino que somos obligados, con frecuencia el resultado es dolor e infelicidad.
Reflexión. Aplicando nuestra capacidad de razonar podemos elegir los mejores placeres y la mejor forma de satisfacerlos.