La población humana de la Tierra supera actualmente los 7.300 millones de individuos, de los cuales 800 millones están desnutridos ( FAO, 2015) y más de 1.900 millones son obesos o tienen sobrepeso ( OMS, 2015). Al mismo tiempo, cada día del año los humanos somos capaces de alimentar aproximadamente a 30.000 millones de animales terrestres (estimación a partir de FAOStat), que usamos para satisfacer nuestro deseo de comernos su carne y fluidos: cerdos, gallinas, vacas, terneros, pollos, ovejas, cabras... Animales a los que en su inmensa mayoría condenamos a condiciones miserables de subsistencia pero a los que ciertamente logramos mantener no sólo con vida sino engordados (aunque malnutridos y medicalizados). Permitidme que insista para que lo apreciemos en toda su magnitud: en este preciso momento y cada día en este planeta hay 800 millones de humanos que pasan hambre crónica, más del doble con exceso de peso y una industria capaz de alimentar a una población de animales explotados que es cuatro veces la población humana total del planeta. Es evidente que los seres humanos tenemos una enorme y dramática confusión con respecto a la gestión de los recursos alimentarios.