Inteligencia y libertad

Instinto e inteligencia

    • ¿Son inteligentes los animales? ¿Por qué?

    • ¿Qué diferencias encuentras entre la inteligencia animal y la inteligencia humana?

¿Son responsables los animales?

Durante siglos en la Europa medieval e incluso más tarde era frecuente considerar que los animales eran tan responsables como las personas de sus actos. Y cuando estos actos eran contrarios a la ley, los animales eran acusados y condenados de delitos al igual que se acusaba y condenaba a personas.

Mientras los intelectuales debatían si era apropiado considerar a los animales responsables de sus crímenes y críticos como Tomás Aquino argumentaban en su contra, hay evidencia histórica de que las comunidades se tomaban estos juicios en serio.

Tanto, que se practicaron durante al menos 1.000 años.

De hecho, los litigios costaban mucho dinero: había que contratar abogados defensores para el animal; mientras el acusado estaba detenido tenía que se alimentado y si era condenado a muerte, la comunidad le pagaba al verdugo de su bolsillo.

En 1522, en la población de Autun en Francia, los aldeanos acudieron a la corte eclesiástica en busca de justicia: las ratas se habían comido sus cultivos de cebada.

Tras investigar el crimen, el tribunal citó a las ratas a presentarse al juicio.

Un funcionario fue enviado al área en la que se creía vivían los roedores delincuentes y les leyó en voz alta la solemne declaración.

La corte nombró a un joven abogado llamado Bartolomée Chassenée como defensor de las ratas.

Cuando las acusadas no se presentaron al juicio, Chassenée argumentó que la notificación de actos procesales no había sido apropiada pues el caso "ponía en juego la salvación o ruina de todas las ratas", de manera que todas -no sólo las de la aldea- debían ser notificadas.

A pesar de que los sacerdotes de todas las parroquias de la diócesis de Autun citaron a todas las ratas, ninguna se presentó en la corte en la siguiente fecha.

Chassenée argumentó que, como estaban dispersas por el campo, necesitaban más tiempo para hacer el viaje al tribunal, así que le concedieron otro retraso.

Cuando llegó el día, el abogado explicó el motivo de la ausencia de los roedores, reclamándole a la corte toda la protección de la ley a sus clientes en su camino al tribunal pues, aunque querían presentarse, temían ser atacadas por gatos hostiles y no se podía esperar que pusieran en riesgo sus vidas para cumplir con la cita.

Cuando eso no funcionó, Chassenée apeló al sentido humanitario de la corte: no era justo castigar a todas las ratas por los crímenes de unas pocas.

"¿Qué puede ser más injusto que estas proscripciones generales que destruyen indiscriminadamente a aquellos a quienes los tiernos años o la enfermedad les hace incapaces de ofender?"

El vicario, quizás conmovido por las palabras de Chassenée o de pronto simplemente agotado por sus objeciones, aplazó el procedimiento indefinidamente.

Demandante: El Gran Vicario de Valence, Francia.

Demandados: Orugas.

Cargo: Las orugas provocaban deliberadamente la destrucción de las cosechas del Gran Vicario. Como las orugas incumplieron la cita en la corte de conformidad con la Orden del Tribunal, éste nombró un abogado para defenderlas.

Veredicto: Culpables (el abogado designado no presentó un buen caso en nombre de las orugas).

Castigo:Destierro de la diócesis.

Demandante: Zoran Kiseloski, apicultor de Macedonia.

Demandado: Un oso.

Cargo: Robo (de miel) y daños a propiedad ajena (a las colmenas).

Veredicto: Aunque el oso no se presentó en el tribunal de la ciudad de Bitola, fue juzgado en ausencia y encontrado culpable.

Castigo: Como el animal no tenía dueño y formaba parte de una especie protegida, la corte ordenó que el Estado pagara por el daño a las colmenas

    • ¿Tiene sentido acusar, juzgar y condenar a los animales como si fuesen personas? ¿Por qué?

    • ¿Qué se necesita para ser considerado responsable? ¿Lo tienen los animales?

Héctor y las termitas

En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate también estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo completamente determinado y fatal, irremediablemente, todas estas disquisiciones carecerían del más mínimo sentido. Nadie discute si las piedras deben caer hacia arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural, cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él, sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá la mosca considere mala a la araña que tiende su trampa y se la come. Pero es que la araña no lo puede remediar...

Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida, las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?

Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?

[...]

Y así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los animales (y no digamos ya los minerales o las plantas) no tienen más remedio que ser tal como son y hacer lo que están programados naturalmente para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles por ello porque no saben comportarse de otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin duda muchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde luego, los hombres también estamos programados por la naturaleza. Estamos hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de todas nuestras precauciones debemos morir antes o después. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le da forma (un lenguaje que se nos impone desde fuera y que no hemos inventado para nuestro uso personal) y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento, leyendas..., en una palabra, que se nos inculcan desde la cunita unas fidelidades y no otras. Todo ello pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles.

Ética para Amador, de Fernando Savater. Capítulo primero.

Ejercicios tras la lectura

  1. Piensa en la frase "No hay animales malos ni buenos en la naturaleza" ¿Estás de acuerdo con ella? ¿A qué tipo de bondad y maldad se refiere el autor?

  2. Contesta a las preguntas referidas a las termitas: ¿No merecen acaso una medalla? ¿No es justo decir que son valientes? ¿Por qué damos medallas a los perros policía?

  3. ¿Cuál es la diferencia clave desde el punto de vista moral entre un hombre (Héctor) y unas termitas?

  4. Busca un ejemplo donde alguien no merezca que le reprochen algo que haya hecho mal.

  5. Busca un ejemplo donde alguien no merezca que le aplaudan algo que haya hecho bien.

  6. ¿Qué factores señala el autor como condicionantes de nuestra libertad? Pon ejemplos concretos de esos condicionantes.

  7. Explica qué quiere decir "ser previsible".

  8. ¿Somos previsibles? Razona tu respuesta.