Lago Maggiore Valle de Lys

Días 39 y 40. Sábado 12 y domingo 13 de agosto. Lago Maggiore.

El camping es caro y la parcela pequeña pero está bien situado para llegar desde la autopista y porque tras un breve paseo cuesta abajo llegamos a la orilla del lago. Enseguida llegamos al embarcadero y compramos tickets para visitar las tres islas borromeas y los barcos (37€ por persona). Yo no había oído nunca este nombre, pero los Borromeo son una importante familia de la nobleza milanesa, que durante siglos ejerció una fuerte influencia en la ciudad de Milán y en las comarcas vecinas al lago Maggiore.

El paisaje es muy bonito, el lago está rodeado de enormes montañas y el día está soleado. Nuestro primer destino es la isla Bella que está completamente ocupada por el palacio de los Borromeo. De camino pasamos por la fotogénica isla de los pescadores, pero dejamos su visita para más tarde. La isla Bella parece un barco, con la proa ocupada por un lujoso palacio y la popa por un precioso jardín. Las vistas desde cualquier ventana del palacio son espectaculares. Recorrimos toda la isla y tomamos un café en los jardines, disfrutando de la panorámica. Es la hora de comer, así que cogimos un barco para la isla de los pescadores y almorzamos en restaurante Imbarcadero, en una terraza sobre el agua.

La isla Madre está un poco más alejada y cierra pronto, por lo que después de comer fuimos allí. Es una isla totalmente privada, de forma que si no tienes entrada no puedes pasar del embarcadero. Visitamos otro palacete pero después del esplendor del palacio de la  isla Bella, se queda en poco. El resto de la isla está cubierta por los jardines, aunque más parece un bosque. A la vuelta nos detuvimos otra vez en la isla de los pescadores para verla por dentro. La verdad es que nos gustó más desde el agua que recorriendo sus callejuelas plagadas de restaurantes, a estas horas vespertinas ya desiertas. Definitivamente lo mejor son las excepcionales vistas del lago, las montañas y las otras islas.

El domingo bordeamos el lago hasta Stresa. Desde la orilla las vistas del lago, las islas y las montañas circundantes siguen siendo preciosas. Pasamos por la puerta del impresionante Gran Hotel de las Islas Borromeas, construido en 1860, y donde puedes dormir en verano por 400 ó 500 euros la noche. El centro de Stresa es pequeño pero está lleno tiendas y restaurantes y muy animado, ideal para dar un paseo.

Dejamos Stresa en dirección sur, hacia Arona. Comimos en el restaurante Anticogallo. El edificio es una bonita casa del siglo XIX pero en mi humilde opinión la comida italiana es para alimentarse más que para disfrutar. Es medio día, hace calor y el lago está a dos pasos, así que nos dimos un buen chapuzón frente al castillo de Angera. La tarde la pasamos siguiendo el paseo que bordea el lago hasta una especie de astillero donde habían barcos muy grandes. No me canso de admirar el lago, me ha encandilado. Marta se ha encargado de organizar esta parte del viaje, así que Mercedes y yo no sabíamos nada del lago, ni habíamos visto ninguna foto, quizás por eso nos ha gustado mucho más.

Día 41. Lunes 14 de agosto. Traslado al valle de Aosta.

El día no comenzó bien porque al vaciar el WC se rompió la tapadera. Hasta ahora hemos pernoctado mucho en camping pero en los próximos días estaremos en áreas y no podemos seguir sin arreglarlo. Mientras que yo consigo abrir el cajón, localizar la avería y la estaba arreglado con pegamento, Marta encontró a sólo 15 minutos una tienda de autocaravanas. Dejamos el pegamento secándose y fuimos a la tienda que milagrosamente tenía un wc igual allí mismo y lo compramos por si el viejo se despegaba con el uso.

Con el retraso acumulado para solucionar la avería llegamos a Pont Saint Martin a la hora de comer. Nos acomodamos en uno de los lugares más bonitos donde hemos dormido, una amplia zona de cesped (45.5987, 7.7583) rodeada de inmensas montañas.

Después de comer, disfrutando del buen tiempo y el paisaje, Marta y yo dimos un paseo por los alrededores y nos encontramos con una poza de aguas cristalinas rodeada de descomunales piedras. Es un lugar idílico y no nos resistimos a darnos un baño. Por cierto, el agua no estaba tan fría como yo esperaba y pudimos estar un buen rato nadando.

El parking está alejado de Pont Saint Martin, pero como disponemos del coche, fuimos por la tarde. El centro no tiene mucho que ver, salvo un imponente puente romano, construido en el año 25 antes de cristo. El puente está fijado a la roca en ambos lados y salva el río con una elegante arcada de 35 metros de ancho. En la base, todavía se pueden ver, excavados en la roca viva, los huecos para las vigas de madera que proporcionaron el sostén necesario para la construcción del arco de piedra. Nos tomamos un café en una terraza justo frente al puente imaginando a los romanos levantando la estructura de madera que debía soportar las piedras del arco hasta la colocación de la clave. La tarde se pone fea en pocos minutos y volvimos a casa casi al oscurecer, e inmediatamente empezó a lloviznar.

Día 42. Martes 15 de agosto. Valle de Lys

El plan es hoy es recorrer el estrecho valle de Lys. Nuestra primera parada no puede ser más espectacular. En el pueblito de Lillianes nos encontramos con un precioso puente de piedra de cuatro ojos, construido en 1733, que salva el río con un elegante arco de medio punto, enmarcando un fondo montañoso y las enormes rocas que salpican la corriente cristalina. Una imagen de postal.

El siguiente pueblo siguiendo la carretera que recorre el valle es Fontainemore, que también tiene un bonito puente construido en época medieval, en torno a 1200, y que atraviesa el río Lys con una única arcada de 22 metros de longitud.

Seguimos remontando el valle por una buena carretera, bastante ancha salvo en los pueblos que hemos pasado donde hay algunos puntos muy estrechos. Nuestra siguiente parada es el castillo Saboya. A la reina Margarita Teresa de Saboya le gustaba mucho este apartado lugar y su marido el rey Humberto I ordenó la construcción del castillo en 1899 como un regalo para su esposa, pero fue asesinado un año después, por lo que fue la reina Margarita la que se encargó de dirigir las obras. El edificio no es muy grande y está construido en estilo neomedieval, reproduciendo la apariencia de castillos de la Edad Media. Del mobiliario original quedan pocos elementos, aún así tiene una interesante visita. En mi opinión lo que es totalmente alucinante es el entorno. El castillo está en una colina desde la que se domina el valle hasta el glaciar de Lyskamm, rodeado de gigantescos árboles y montañas.

El pueblo de Gressoney Saint Jean está a 2,5 km, así que bajamos a comer y dimos un paseo por el lago Gover. El agua está verdosa porque arrastra muchos sedimentos pero el entorno es absolutamente precioso, rodeado de inmensas montañas, majestuosos árboles y casas de madera y piedra con muchas flores en la fachada. Totalmente idílico.

El valle no tiene salida ya que un poco más allá de Gressoney se encuentran las enormes cumbres alpinas siempre nevadas, por lo que debemos deshacer el camino hasta casa.