La Bretaña (III)

Día 40, lunes 15 de agosto. Concarneau

Por la mañana dimos el último paseo por Locronan fundamentalmente para comprar cerveza autóctona y algunos regalitos y luego nos fuimos a Concarneau. El área (N 47.87861, W 3.92055) está dentro del pueblo, a unos minutos andando del centro histórico, una pequeña punta de tierra fortificada y rodeada de barquitos. El centro es prácticamente una calle y poco más pero está muy animada y hay tiendas de todas clases, incluyendo una en la que metes los pies en una pecera para que un montón de pececillos te picoteen. Es muy relajante.

También dimos una vuelta en tren turístico por la zona más moderna, que no mereció la pena, y compramos los pasajes del barco para ir mañana al archipiélago de las Glénan. Tuvimos suerte de coger los últimos billetes para la isla de San Nicolás (costaron 36€ por persona).

Día 41, martes 16 de agosto. Concarneau. Archipiélago de las Glénan

No teníamos pensado ir a la playa pero cuando vimos las fotos del archipiélago de las Glénan no nos pudimos resistir. Está compuesto por siete islotes alrededor de un mar interior de aguas turquesas y transparentes y playas de arena blanca que recuerdan a paradisíacos paisajes tropicales. Salimos por la mañana lo mejor pertrechados que pudimos para pasar un día en la playa porque en vez de sombrilla llevábamos paraguas. Está claro que hay que ir preparado para todo porque nunca se sabe dónde vamos a acabar. Después de un agradable paseo en barco llegamos a la isla de arena blanca, pero lo mejor es la transparencia del agua turquesa. Dimos un paseo hasta la otra punta y nos asentamos en una zona de muy poca profundidad donde nos bañamos a pesar de que el agua está fría, ya que, aunque parece un trópico sin palmeras, estamos en la Bretaña.

Día 42, miércoles 17 de agosto. Carnac

Por la mañana recorremos los 100 kilómetros que nos separa de Carnac y aparcamos en un área (N 47.58491, W 3.08231) muy cerca del centro. Visitamos el museo de la Prehistoria y dimos una vuelta por el mercadillo antes de comer. Por la tarde movimos la auto a las afueras, a un parking junto a los monolitos. Es realmente impresionante ver las hileras de piedras de todos los tamaños (desde simples piedras fáciles de mover a otras enormes que pesan cientos o miles de kilos). Para evitar el deterioro causado por los turistas, los agrupamientos están rodeados por una valla y se visitan desde un camino exterior. Al final del alineamiento llamado Kermario nos desviamos por un sendero rodeado de árboles hasta un pequeño claro donde está el impresionante Gigante de Manio, un monolito de 6,5 metros. Es más de tres veces más alto que yo y extendiendo los brazos, apenas si llego a abarcar su anchura, así que para rodearlo harían falta por lo menos 5 personas. Es imposible no maravillarse ante la proeza de mover semejante bloque hace miles de años con unas herramientas de piedra. Terminada la visita decidimos seguir ruta para pernoctar en el área de Josselin. (N 47.95599, W 2.54999)

Día 43, jueves 18 de agosto. Josselin y Rochefort

Mientras me documentaba para realizar el viaje encontré muchas referencias positivas sobre Josselin, así que nos desviamos un poco de la ruta sur de vuelta a casa para visitarlo. Por la mañana dimos un paseo por el centro y fuimos hasta el río donde se tiene unas buenas vistas del magnífico castillo. El pueblo es bonito pero no nos pareció tan “de cuento” como había leído, así que nos marchamos hacia Rochefort en Terre. Aparcamos en una gran área (N 47.69925, W 2.33388) muy cerca del pueblo. Rochefort es muy pequeño pero está primorosamente cuidado, con muchas flores en las calles y sobre las fachadas de piedra. Nos pareció un pueblo precioso, más bonito que Josselin. Nos quedamos hasta el anochecer y cenamos en un pequeño restaurante ubicado en una casa del siglo XV perfectamente conservada. Creo que me gustó más el restaurante que la comida.

Rochefort en Terre