Dover/Rye

DÍA 6. Martes 12 de julio. Calais-Dover

Nuestro ferry zarpa a las 11:30 pero hay que estar en el puerto una hora antes, así que nos levantamos pronto y decidimos desayunar mientras esperábamos el embarque. La carretera estaba prácticamente desierta, paramos a repostar y llegamos al puerto a las 9:30. El puerto es inmenso, con un montón de carriles pero todos sin vehículos. Seguimos las indicaciones hacia nuestra naviera (Irish Ferries) y llegamos fácilmente hasta la caseta donde entrego la reserva y me dan los billetes y un cartelito para que lo ponga en el espejo retrovisor. Continuamos hasta el control de pasaporte francés y un poco más adelante, el inglés. A partir de aquí no tenemos ni idea hacia dónde tenemos que tirar y no hay nadie a quien seguir ni preguntar, así que pasó lo que pasa cuando no sabes donde vas, cogimos por donde nos pareció porque había montones de carriles con números arriba y llegamos frente a un barco que no era el nuestro. Una azafata miró el cartelito que me dieron para colgar en el retrovisor y nos indicó hacia donde ir. Entonces comprendimos que el número que aparecía allí indicaba el carril que debíamos haber seguido. Ahora que sabemos que debemos buscar el carril 217 todo es más fácil y llegamos a nuestra zona de embarque. ¡Hubiese ayudado mucho que me hubiesen dicho que siguiera las indicaciones hacia el 217 no que lo colgase en el espejo!, ¡Qué es la primera vez que embarco!

Solucionado el problema, preparé un reconfortante café mientras esperábamos. Los carriles frente al barco se fueron llenando y pasaron paseando un par de parejas de policías con perros. No hubo ningún otro control o aduana antes del embarque. La travesía dura una hora y media. Poco a poco se fueron acercando los famosos acantilados blancos de la “Pérfida Albión”, término que acuñó el poeta francés Augustin Louis Marie de Ximénès para referirse despectivamente a Gran Bretaña. El día está un poco nuboso pero permite ver con claridad el castillo de Dover y el faro sobre los acantilados.

Desembarcar es aún más fácil que embarcar porque simplemente seguimos las indicaciones para salir del puerto y luego las del GPS para el aparcamiento, sin ningún tipo de control policial o aduanero. Eso sí, por el carril de la izquierda. Tengo que confesar al principio es “scary”, vamos que vas asustado, como en un mundo al revés. Afortunadamente el aparcamiento en la Maison Dieu road (51.128700, 1.311670) está cerca.

Una vez instalados salimos para dar una vuelta y buscar dónde comer. Pasamos junto a la Maison Dieu donde vimos el primer memorial de guerra con 32 placas con 25 nombres cada una de caídos en la primera guerra. No será el último. El recuerdo de la Gran Guerra es aún más patente en UK que en Francia. Dimos un paseo por Biggin Street, la calle principal de Dover, y compramos el almuerzo en un take away de fish a chips y comimos en casa.

Por la tarde subimos a los acantilados blancos y dimos el paseo hasta el faro. Desde los acantilados se tiene una estupenda vista del puerto y el incesante trasiego de ferries y camiones entrando y saliendo.

DÍA 7. Miércoles 13 de julio. Dover

Dover no nos pareció especialmente bonito aunque hay algunas casas bastante chulas y tiene una arquitectura diferente al continente. Teníamos pensado salir por la mañana para el siguiente destino pero anoche miré alguna información sobre el castillo de Dover y nos decidimos a visitarlo. Llegamos a la entrada un poco antes y nos dicen que hasta las 10 no abren y cuando nos dan acceso la misma persona me dice que no cree que la autocaravana pase un arco antes de llegar al aparcamiento, por lo que nos aconseja que aparquemos en otro sitio que está aproximadamente a un kilómetro (51.1308, 1.3229). ¡Ya pudo haberlo dicho antes!

El “castillo” es un enorme complejo iniciado por Enrique II en 1180 pero que durante los próximos 800 años se ha ido adaptando a las cambiantes circunstancias de la defensa y la guerra. Así que hay mucho que ver, tanto que yo diría que lo ideal hubiera sido traer un bocadillo y comer en alguno de los lugares habilitado para ello. De todas formas dentro del reciento podemos encontrar restaurante, cafetería, tiendas, bus turístico…

Comenzamos la visita por la parte más antigua, el verdadero castillo, que está muy bien conservado y sus salas decoradas para que nos hagamos una idea de cómo fue en sus tiempos, incluso la cocina y otras dependencias están repletas de maniquíes y todo tipo de productos y utillaje, para recrear como eran siglos atrás. Siguiendo el folleto que nos dieron en la taquilla llegamos hasta los túneles medievales, la torre de Avranches, la iglesia de Santa María de Castro y una antigua torre anexa que sirvió de campanario pero que en realidad es un faro romano. Todo está magníficamente conservado o restaurado.

A la hora de comer optamos por un “lunch” en el restaurante y seguimos nuestra visita hasta las instalaciones construidas durante la primera guerra mundial. Aquí no hay una recreación de objetos, todo parece real, como si el tiempo se hubiese detenido, da la impresión que está cómo el último día que estuvo en servicio, hace cien años. En unos altavoces se reproducían las conversaciones de los militares mientras vigilaban los barcos que navegaban por el canal que los separa del continente. Pudimos hablar por un tubo que comunicaba dos estancias y comprobar que funciona perfectamente ya que hablando incluso muy bajo se oía con claridad en la otra habitación. La idea del conjunto es transportar al visitante a esa época y creo que lo consiguen.

Dover también jugó un papel importante en la segunda guerra. Entonces se construyeron unos túneles que acogieron un hospital y otras instalaciones. En ellos se pueden visitar recreaciones de salas e instalaciones multimedia sobre la operación Dinamo, el rescate de los soldados atrapados en Dunkerque. En este caso la visita se realiza en grupos, acompañados por un guía, y tiene una duración de 20 y 60 minutos, respectivamente.

Por la tarde nos desplazamos 54 kilómetros hasta Rye, pernoctamos junto The River Haven Hotel (50.9485, 0.7302), a unos metros del río o ría porque en esos momentos estaba totalmente vacía, con los barcos asentados sobre el barro. El lugar es muy tranquilo pero, como ayer, las incansables gaviotas nos deleitaron con sus chillidos, graznidos, aullidos… yo no sabía que tenían un repertorio vocal tan amplio.

Llevamos dos días en Inglaterra y el tiempo se está portando bien, a ratos despejado, a ratos un poco nublado pero siempre con buena temperatura, para ir en pantalón y mangas cortas.

DÍA 8. Jueves 14 de julio. Rye

El día amanece despejado y con buena temperatura, ideal para caminar por este pequeño pero bonito pueblo. Enseguida encontramos high street, una calle muy típica, empedrada y con varias casas antiguas preciosas. Una de ellas acoge un pub especialmente bonito por dentro y por fuera llamado the Marmaid Inn.

La iglesia de St Mary también merece una visita, no sólo por su arquitectura y decorado sino porque vimos algunos detalles que nos llamó poderosamente la atención: un rincón de juegos para niños (que ya habíamos visto en otras iglesias antes), un perro paseándose tranquilamente por ella (la primera vez que lo vemos) y ¡un datáfono para recaudar limosnas!. England is different!!

También me gustó mucho subir a la torre. El primer tramo se hace por una escalera de madera que da acceso a un pasadizo tan estrecho que hay que girarse un poco para pasar hasta llegar a una sala donde está la maquinaria del reloj que tiene 400 años, al parecer el más antiguo de Inglaterra aún en funcionamiento. A continuación se sube una antigua escalera de madera hasta la zona de las campanas y por otra empinada y angosta hasta el exterior desde donde se tienen unas magníficas vistas de la ría y el pueblo.

El centro es pequeño pero muy coqueto, con muchas tiendas de todo tipo, entre ellas muchas joyerías con unas geodas preciosas, una de ellas tenía más de un metro de alta.

A la hora de comer no encontramos sitio en The Marmaid Inn y acabamos en The Cinque Ports, un pub situado en un precioso edificio, al menos por fuera. Lástima que la comida no estuviera a la altura del lugar.

La mañana nos ha dado para ver Rye tranquilamente, así que después de comer continuamos el viaje. La idea era parar en Brighton pero cuando intenté reservar ayer no había sitio en el camping y decidimos avanzar hacia Portsmouth, haciendo noche nuestro primer lugar certificado. Cuando llegamos a la granja (no recuerdo el nombre) sólo un pequeño cartel la identificaba como un lugar donde podíamos pernoctar. Llamé al dueño por teléfono y enseguida nos abrió y nos indicó que podíamos aparcar en un pequeño rellano detrás de su casa. Es un lugar muy bonito, con vistas a un prado muy verde con varios caballos y una arboleda al fondo. Después de tomar un vermouth contemplando este idílico paisaje dimos un paseo hacia la arboleda y descubrimos un pequeño lago, con una casita muy chula y un embarcadero con una mesita y sillas. Como en las películas.