Sin entrar en detalles sobre modelos atómicos, debemos recordar que los átomos de los elementos tienen un núcleo con partículas positivas y una corteza con partículas negativas de tamaño y masa mucho menor. Estas partículas se llaman electrones.
Los átomos, que pueden ser distintos o iguales, se pueden unir mediante enlaces químicos para formar moléculas o compuestos. Estos enlaces consisten básicamente en el intercambio de electrones de la última capa ocupada. Los tipos de enlace son:
Enlace iónico: un elemento metálico cede electrones a otro elemento no metálico. De esta manera, el metálico queda con carga positiva, el otro con carga negativa y los iones positivos y negativos quedan unidos por fuerzas electrostáticas.
Enlace covalente: en estos enlaces, los átomos comparten electrones, formándose cortezas comunes.
Enlace metálico: este enlace se produce con elementos metálicos. Los electrones de las últimas capas de todos los átomos se comparten y forman una nube alrededor de los núcleos. Los metales son buenos conductores eléctricos y térmicos, ya que esta nube puede desplazarse con facilidad.
En ausencia de efectos externos, este conductor está formado por átomos de metal eléctricamente neutros y el movimiento de los electrones es caótico, es decir, en todo instante hay tantos electrones que se dirigen en un sentido, como en otro. Si ahora introducimos un electrón por un extremo del conductor, se ejerce una repulsión sobre la nube y el conductor tendrá una carga negativa en exceso. Si extraemos otro electrón del extremo opuesto, el material volverá a su estado de equilibrio.
En realidad se impulsan muchísimos electrones, consiguiendo el efecto de que toda la nube se desplace a lo largo del conductor. A este movimiento ordenado de electrones se le llama corriente eléctrica.
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