12/6/13 "Una voz... sin gritos"

¡Es enorme el privilegio de poder compartir este espacio estimados Profesores, alumnos y amigos del ISPI Evangélico !!!

Quisiera hoy dejar a vuestra consideración este artículo recientemente publicado en una revista de circulación nacional.

Es llamativo porque se aplica tanto en el ámbito familiar como a la formación académica:

Educar en voz baja

¿Cómo ejercer autoridad sin autoritarismo? Guillermo Ballenato, psicólogo español y autor de un libro sobre esta temática, propone poner reglas firmes, pero sin gritar. Esa es la clave para recuperar la disciplina en el hogar y encontrar el equilibrio. La niñez es el período de entrenamiento más importante para aprender a vivir el resto de la vida”, sentencia Agustín García Matilla, director de Comunicación de la Universidad Carlos III, de Madrid.

“Los estilos educativos variaron. Se pasó de una educación rígida y autoritaria a una educación que, con demasiada frecuencia, ha resultado ser excesivamente liberal y permisiva. Del ordeno y mando ‘porque yo lo digo’, se ha llegado incluso al maltrato psíquico y físico de los hijos a los padres”, explica el especialista en las primeras páginas de su libro. ¿Y ahora qué sucede? Muchos padres quieren buscar un equilibrio, pero no saben cómo hacerlo y caen rápidamente en la violencia.

Para no volver irremediablemente a ese modelo de antaño, Ballenato invita a no confundir autoridad con autoritarismo, a no abusar de los castigos y a no regirse por frases como “Así va a aprender a respetarme”. “Tal vez logren con esa actitud una aparente obediencia y sumisión, pero, no en pocos casos, la relación con el hijo puede verse teñida de miedo, desconfianza o recelo”, detalla.

–¿Por qué es tan importante enseñarles valores y conductas a los chicos sin ejercer el autoritarismo?

–La violencia engendra violencia. Poco autocontrol pueden enseñar los padres a sus hijos si ellos mismos no son capaces de mostrarlo. Hay un aforismo latino que sentencia que la palabra enseña y el ejemplo arrastra. Nuestra conducta en sí misma es uno de los elementos educativos más poderosos. Los valores de convivencia, respeto, igualdad y solidaridad que se reflejan en la conducta de los padres se trasladan a los hijos en el día a día y son los pilares que ayudan a hacer de este mundo un lugar mejor.

–Decís en tu libro que hay que buscar el punto medio entre el viejo modelo del “porque lo digo yo” y el actual paradigma por demás liberal. ¿Cómo se logra el equilibrio?

–No se posee autoridad solo por ser padre. La verdadera autoridad es una autoridad moral, fruto del sentido de la justicia, la ecuanimidad, la ponderación, la moderación, la coherencia. Cuando lo que pensamos, lo que sentimos, lo que decimos, lo que hacemos no coincide, caemos en la incoherencia y perdemos autoridad. Los padres confunden autoridad con castigo: “Tengo que castigar más y ser más severo”, comentan a veces. Es un error. El castigo solo debe aplicarse en determinadas circunstancias y como último recurso. Genera efectos secundarios, daña la autoestima del niño y, en definitiva, es una demostración de que el sistema no funciona. Algo no se hizo bien.

–¿Qué consejos prácticos les solés brindar a los padres para manejar los conflictos familiares y poner límites eficaces sin levantar la voz?

–El punto de partida está en el diálogo basado en el respeto al otro y a las diferencias. Escuchar antes de hablar, escuchar sin interrumpir, escuchar profundamente más que literalmente para saber qué te quieren decir. Es necesario conocer, aceptar y respetar las opiniones de los hijos. Que sientan que son tenidos en cuenta. Las normas deben ser claras y firmes cuando el niño es pequeño y más flexibles según este va creciendo.

Hay que adaptar las normas y los límites al contexto del hijo, a su momento evolutivo y a su estilo personal. Los niños pequeños necesitan de normas claras; a veces casi las reclaman con su mala conducta. No conviene hacer excepciones o, si se hacen, dejar claro que lo son y por qué se han hecho. El acuerdo entre ambos progenitores delante del hijo es fundamental. También lo es la confianza y la delegación: si usted quiere que su hijo tenga los pies bien asentados sobre el suelo, ponga alguna responsabilidad sobre sus hombros.

–¿Cómo podemos evitar, como padres y educadores, que la violencia del mundo exterior, de la televisión o de las redes sociales ingrese en el hogar?

–Es preciso aportarles a los niños criterios para entender, para diferenciar, para actuar. No debemos legitimar la violencia en ningún caso. Las manifestaciones violentas, tanto en la forma como en el fondo, se deben evitar en nuestra propia conducta. En los colegios igualmente. Los profesores y educadores no deben mirar hacia otro lado ante situaciones de acoso moral, físico o psicológico. Si queremos enseñar el verdadero sentido del respeto, el valor de la integración, debemos orientar todos nuestros esfuerzos en hacerlos posibles, en convertirlos en el referente del día a día.

–Con este modelo educativo, ¿creés que contribuimos a formar una generación de ciudadanos menos violentos?

–Esa es la gran maravilla de la educación: su poder de contribuir a construir un mundo y una sociedad mejores. Está en nuestras manos que eso sea así. Educamos en cada acto de nuestra vida. Somos ejemplo y modelo para los demás, no solo para nuestros hijos.

Es un error pensar que debemos educar como si la sociedad fuese una especie de jungla basada en la competencia feroz y salvaje, en la que para sobrevivir hay que ser más fuerte y mejor que el otro. Nuestros mayores esfuerzos deben ir dirigidos a lograr que nuestros hijos sean felices. Y en eso también juega un papel importante nuestra propia felicidad. Los padres estresados o culpabilizados deben liberarse primero de esos lastres. Los padres y educadores que son felices pueden educar mejor. Ánimo con esa apasionante tarea.

La importancia de las normas

Si bien el psicólogo español pone el foco en educar sin levantar la voz, deja en claro que eso no es sinónimo de no poner límites.“Un niño que no es educado en el respeto a las normas probablemente será el día de mañana un joven y un adulto inadaptado, conflictivo, aislado y rechazado socialmente”, asevera en su libro, y agrega que la idea no es imponer a los hijos un paquete de normas obligatorias, sino enseñarles esto:

•Comprender el sentido de las reglas.

•Respetar las normas.

•Apreciar las consecuencias de sus conductas.

•Aceptar las frustraciones.

•Aplazar las recompensas.

•Aprender de los errores.

•Ejercitar el control de sus impulsos.

http://www.revistanueva.com.ar/portal/verNota/347

Es altamente significativo observar que muchos conceptos coinciden con los principios bíblicos que predicamos (¿será que muchos profesionales están volviendo a la fuente?).

Por otro otro lado el artículo trajo a mi memoria este versículo que anticipaba proféticamente el carácter y el ministerio del Señor Jesucristo:

"He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones.No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles". (Isaías 42:1-2)

Sus enseñanzas, sus consejos, sus historias, no necesitaron del grito para enfatizarlas, ni darles credibilidad.

Su ejemplo de vida, de ética, su incomparable amor al entregar su vida en sacrificio en lugar del pecador, hablan tan elocuentemente como sus palabras.

En este día, con una voz calma y firme te invita a recibirle en tu corazón como Salvador y Señor.

¿Le oirás?

Con todo afecto:

M.J.P. "Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús"Fil.3:14