En representación de los bohemios digo

En representación de los bohemios, digo:

No estamos del todo perdidos, si así fuera, no pudiéramos escribir esto.

Sabemos que el exceso de alcohol nos perjudica en nuestra economía y en nuestras relaciones personales; sabemos de las virtudes de la mesura para vivir en el mundo; también nosotros buscamos un punto de equilibrio, para poder volver a comenzar siempre con la salida del sol. Pero desconfiamos de los abstemios, sobre todo nos cansa su puritanismo y su cantaleta sobre la sobriedad.

No andamos diciéndole a nadie que viva borracho, por eso también nos gustaría, que nadie viniera a decirnos que hay que dejar de tomar.

Cada quién, según sus circunstancias, debe resolver su lugar en la sociedad. No enaltecemos la perdición del ser. Defendemos una sana combinación entre Apolo y Dioniso. Armonía sí, pero acompañada de la embriaguez. La armonía total se la dejamos a las monjas y a los curas.

Nos gusta tomarnos unas copas de buen licor con los amigos en medio de múltiples sonrisas. La sola música ya nos mantiene embriagados de placer.

Trabajamos porque nos gusta ser independientes, y nuestra vida -aquella que afirma la vida- por estilo, por elegancia, nos dicta la regla general de no depender de nadie, amamos la independencia. El que toma pegado es un parásito y no pertenece a nuestra especie sibarita.

Pero no trabajamos como autómatas, como ciegos esclavos del mercado. Somos laboriosos, pero de vez en cuando nos paramos de la oficina y miramos al cielo. O cerramos los documentos serios y escuchamos una buena canción que nos revitaliza por unos minutos; hacemos siesta y no le regalamos todos los minutos de nuestra existencia al sistema laboral.

Un tango, una ranchera, una de Julio Jaramillo, una de rock, una clásica, una romántica, una buena melodía francesa… toda la música, la que sea, toda es cómplice con nuestras ganas de conversar, reírnos y ayudarle a nuestros cuerpos, con buenos licores, a que escapen por unos instantes, de la cargas pesadas que nos impone la sociedad.

Prometemos no emborracharnos hasta consumirnos totalmente; lo prometemos, no sabemos si siempre lo vamos a lograr, ya se verá. Pero, por favor, seres angelicales, candorosos, abstemios y demás disciplinados de la tierra, dejadnos con nuestra euforia en paz. Nosotros respetaremos vuestra extraña inclinación a no hacer nada por fuera de lo reglamentado.

Uno de los nuestros, Juan Rulfo, nos dejó una consigna, que ahora será nuestro estandarte:

“Uno debe vivir [y beber] en el lugar donde se encuentre uno más a gusto. La vida es corta y [estaremos] mucho tiempo enterrados".

Frank David Bedoya Muñoz

Medellín, mayo de 2015