andanzasyescrituras

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Contenido

Pág.

Capítulo 1

¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar? …………………………….....7

Capítulo 2

Compendio de las mejores partes del Diario de Zamora II……………………..18

Capítulo 3

Medellín: ciudad de la eterna primavera infernal……………………………….....4

Capítulo 4

Ditirambo a la soledad……………………………………………………………….........52

Capítulo 5

Historia de una escritura…………………………………………………………….........54

Capítulo 6

Ditirambo a la tierra………………………………………………………………….........59

Capítulo 7

Susana, Shahrazad y Albertine……………………………………………………........61

Capítulo 8

La extraña libertad de los antioqueños……………………………………………......65

Epílogo.………………………………………………………………………………..............70

Prólogo

En una mañana de febrero, de este año 2012, súbitamente decidí salir de Medellín para Venezuela. Hacía mucho tiempo venía contemplando esa idea, pero no me decidía. Ese día fue distinto, antes de salir a dar mis clases de historia en el Pequeño Teatro, le anuncié aquella intención a mi madre. Ella, en ese instante no me creyó; era lógico, ni yo en ese momento acababa de creérmelo; pero una fuerza interior se estaba apoderando de mí, la decisión ya estaba tomada.

Salí en mi bicicleta, mientras pedaleaba, pensaba y pensaba sin encontrar un rumbo seguro. Después al mediodía, sostuve un conversación con Rodrigo Saldarriaga, le planteé mi intención, mi tensión, mi inconformidad con mi existencia actual en Medellín y mis anhelos de participar en la Revolución Bolivariana de Venezuela; él, maestro de aventuras y artífice de proezas heroicas y revolucionarias, aristócrata y afirmador de la vida, me ayudó a acabar de convencerme, me ofreció todo su respaldo. La sonrisa lúcida y la mirada profunda de Rodrigo Saldarriaga me acabaron de convencer. Di mi clase, y volví a casa de mi madre en mi bicicleta.

Todavía está en mi me memoria, con la más increíble nitidez, aquella tarde soleada en que iba yo por las calles del Poblado hacía el sur del Valle de Aburrá, pedaleando y pensando cómo carajos me iba a ir para Venezuela sin un sólo peso en el bolsillo. De repente, se fue esclareciendo en mi mente, una cuestión que estaba íntimamente ligada a mi desazón por el contexto político de mi país, y en una rápida y magnifica intuición resolví que iba a escribir una conferencia, la cual presentaría en el Pequeño Teatro cobrando la entrada por ella, con el dinero que recaudaría realizaría mi viaje. Paré por un momento mi bicicleta, hice una pausa en el camino para regocijarme por mi plan, era quijotesco, pero tenía un plan.

La conferencia la titulé: ¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar? la presenté el 12 de marzo en el Pequeño Teatro de Medellín, tal cual cómo la soñé, fue un evento magnífico, asistieron mis seres más queridos, y muchos amigos pagaron con una increíble solidaridad aquella boleta, recogí un buen dinero, recibí otras colaboraciones considerables de mis amigos y con estos recursos tracé el camino.

Esta conferencia tomó un valor enorme en mi vida, dado que se convirtió en mi mejor carta de presentación en Venezuela y en mi mayor soporte para conseguir sustentar esta aventura. La conferencia fue presentada con gran éxito en siete ocasiones en Caracas, una en Maracaibo y otra en el Guárico. En esta ocasión, para perpetuarla, será la apertura de esta obra. (Ver Capítulo 1)

Desde que llegué al centro de la Revolución Bolivariana comencé un diario, éste poco a poco, fue teniendo un amplio público tanto en Colombia como en Venezuela, se fue convirtiendo en la memoria de un viajero, y en una lectura singular de la Revolución Bolivariana. En un principio lo titulé Diario de un historiador colombiano en la República Bolivariana de Venezuela, ya en los últimos capítulos le cambié el nombre por Diario de Zamora II. En esta ocasión he decidido publicar un compendio de las mejores partes de él. (Ver capítulo 2)

Ya en medio de descubrimientos y pasiones políticas comencé a escribir una serie de ditirambos, siempre los hice, en los momentos de silencio, en aquellos pocos momentos posibles dentro de una coyuntura electoral tan agitada, como son las de Venezuela. Estos ditirambos fueron cantos de amor, escribí tres, uno a la soledad, otro a la escritura (que no llamé ditirambo sino una historia… pero es un ditirambo) y otro a la tierra. (Ver capítulos 4, 5 y 6) Quise escribir un cuarto, esta vez, dedicado a la mujer, pero no fui capaz de concebirlo, tenía pendiente unos esclarecimientos sobre tres tragedias del pasado; al fin, no terminé escribiendo un ditirambo, sino un extraño escrito que surgió de la necesidad de nombrar aquellas experiencias, que de alguna manera me seguían aprisionado, y de esta forma surgió mi Susana, Shahrazad y Albertine. (Ver capítulo 7)

Durante los cinco meses que estuve caminando Caracas, conociendo la ciudad, queriéndola, fue inevitable no pensar en mi amada Medellín, en ese contexto de añoranza por mi ciudad, escribí Medellín: ciudad de la eterna primavera infernal. (Ver capítulo 3). De igual forma, me ocurrió después, cuando me fue concedido conocer a los campesinos y llaneros venezolanos del Guárico, propios de la más fuerte identidad de esta tierra; en el contacto con la tierra y la convivencia con las gentes del campo me fue inevitable no pensar en mis antepasados campesinos de Antioquia y escribí La extraña libertad de los antioqueños. (Ver capítulo 8).

Los siete primeros meses de mi aventura en Venezuela fueron un momento privilegiado en mi existencia, organice el caos que llevaba en mi ser y consolidé algunos métodos que venía hace mucho tiempo explorando.

Entre andanzas y escrituras gocé como nunca antes lo había hecho.