Colombia: Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, es un sueño de Bolívar que nunca termina

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Colombia: Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, es un sueño de Bolívar que nunca termina

Artículo de Frank David Bedoya Muñoz

Historiador de la Universidad Nacional de Colombia publicado en el Correo del Orinoco.

El más grande sueño de Bolívar, luego de alcanzar la independencia, fue crear una gran nación llamada Colombia, con tres pueblos unidos, y lo logró. A pesar de que luego el proyecto de Bolívar se va a desintegrar por traiciones de lado y lado, este sueño nació y quedó fijado para la eternidad de la historia. A pesar de dos siglos de guerras civiles, de desunión y de consolidación de oligarquías enemigas de sus pueblos, la hermandad que Bolívar fundó, será a prueba de siglos.

No voy a narrar todos los episodios de la guerra de independencia bolivariana, dado que este inmenso relato desbordaría este artículo que quiere ser breve, pero sí quiero recordar cómo se comenzó esta unión, cómo comenzó este sueño.

En el año 2003 tuve el privilegio de participar en la reedición de la Campaña Admirable que se realizó con motivo de la conmemoración de la primera campaña militar de Simón Bolívar, campaña que luego fue nombrada como la “Campaña Admirable”. Ese año partimos más o menos 1000 personas de toda América Latina hacía Cartagena con el compromiso de encontrarnos el 24 de julio, día del natalicio del libertador, e iniciar nuestra ruta, que comprendería las siguientes ciudades y localidades: Cartagena, Calamar, Tenerife, Mompox, Ocaña, Cúcuta, San Cristóbal, Mérida, Trujillo, Barinas, Acarigua, Barquisimeto, Valencia, Guacara, Maracay, La Victoria y finalmente Caracas. A pie, en bus, en chalupas por el río Magdalena, con contratiempos, con emoción, pudimos reconocer algunos de los tantos territorios que fueron escenario de la gesta de nuestra independencia… Pero bueno, no estamos convocados hoy para leer esta estupenda experiencia; sólo que la menciono cómo preámbulo, dado que esta ruta en 1812 fue el escenario de la primera guerra de independencia bolivariana. Tienen que excusarme por esta remembranza personal, pero es inevitable para el historiador, no mencionar su búsqueda infatigable de recuerdos y lugares.

Recordemos que el joven Bolívar, llega al territorio de la Nueva Granada, después de la capitulación de Francisco Miranda. Tiene 29 años y aún no ha iniciado su camino de gloria, pero pronto en la Ciudad de Cartagena lo va a iniciar. Recordemos también que las juntas de independencias proclamadas en Venezuela están derrotadas y el Español Monteverde domina el territorio. Por otra parte, aquí en Colombia estamos en plena patria boba, y ya estamos enfrentados por dos ideologías opuestas, los federalistas representados en Camilo Torres y los centralistas representados en Antonio Nariño. Y aunque Bolívar, viene prevenido con las ideas federalistas que acabaron con su país, recibió el apoyo de Camilo Torres, quien sería su primer colaborador y luego su posterior adepto.

Comprende pues, la siguiente evocación, la presentación de las ideas de aquel joven que en 1812 está escribiendo su primer manifiesto de libertad y unidad, en el documento que lleva por título: Manifiesto de Cartagena, y la Campaña Admirable, el primer intento de Bolívar de querer conducir la libertad y la independencia en su propia tierra. Valga anotar que todo esto ocurrirá en menos de tres años, pues Bolívar volverá a salir exiliado en 1815. Pero antes, en menos de dos años, un comandante derrotado en un puerto de Venezuela, un subordinado abandonado por su superior, pasa a convertirse en el hombre aclamado, por primera vez, como un Libertador… el Libertador.

Para presentarles al Bolívar del Manifiesto de Cartagena y de la Campaña Admirable, quiero recordar las palabras del filósofo colombiano Fernando González, muchos han escrito sobre este asunto, pero yo no dejo de asombrarme por la contundencia, la brevedad, la claridad y vitalidad de nuestro filósofo envigadeño para presentar a Bolívar, venga pues una vez más Fernando González y su bello libro: Mi Simón Bolívar.

“Las obras escritas y esenciales del Libertador son EL MANIFIESTO DE CARTAGENA, LA CARTA DE JAMAICA, EL DISCURSO DE ANGOSTURA y LA CONSTITUCIÓN BOLIVIANA. Esa es la literatura íntima del Libertador, de la cual han sacado las colecciones de máximas y pensamientos. Son las obras que meditó, especialmente las dos primeras, escritas en el destierro… El 5 de julio de 1811 se proclamó la Independencia y se constituyó Venezuela en Gobierno federal. Esta patria boba terminó en julio de 1812 por la capitulación de Miranda en San Mateo. Es muy interesante observar que durante estos acontecimientos únicamente en Bolívar estaba la conciencia de Colombia, la realidad, y el secreto del modo para hacerla aparecer: Fue el instigador de la independencia contra la Junta; fue el crítico del gobierno federal, y fue el joven terrible del general Miranda, el desarraigado. Estaba tan personificado con los destinos de su tierra, con los secretos latentes de la revolución, que a pesar de su juventud y de su inexperiencia sabía claramente lo que debía hacerse, cómo debía hacerse y cuál sería el resultado. Estaba tan personificado con Suramérica que en él casi no existía el ciclo de la acción, a saber: percepción, deliberación, decisión, acción. Se observa que este ciclo es muy visible en los hombres activos cuando no están personificados con la obra. En Bolívar todo ese proceso se mezcla, la acción y el pensamiento van conjuntos: filosofaba guerreando o... meciéndose en la hamaca. Crear una gran patria en América fue el ideal que apareció en él, al mismo tiempo que él apareció en brazos de su madre; un gobierno fuerte, central, fue su método… Únicamente en Simón Bolívar estaba personificada la fundación de una patria, la creación de una conciencia colectiva, la creación de un nuevo continente político… La Nueva Granada era otra patria boba, federal, humanitaria, llena de letrados con gorros de dormir. Allí fue donde Bolívar publicó el Manifiesto de Cartagena, en el cual parece que hablara la revolución misma, la gran Colombia.” (Fernando González, Mi Simón Bolívar, 1930)

Fernando González lo dijo mucho mejor. Pero, insistamos, después del fracaso de Miranda. Va a nacer por primera vez la conciencia continental suramericana, en la cabeza de Bolívar. Ya sabemos que hombres como Camilo Torres, Antonio Nariño, estaban pensando y suscitando procesos de emancipación, pero ellos no veían más allá de sus fronteras locales, de hecho, estaban peleando entre ellos mismos por una oposición entre federalismo y centralismo, pero aún sin arriesgarse a pensar una auténtica empresa de emancipación total del imperio español en toda América. Es por eso que nuestra verdadera independencia no empezó el 20 de julio de 1810, con aquel cuento del florero de Llorente, sino con el Manifiesto de Cartagena. Este escrito, funda la conciencia Latinoamérica.

Miremos pues, y comentemos algunos apartados de este escrito: (Bolívar, Manifiesto de Cartagena, 1812)

“Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta memoria.” Lo logrará. Liberará gran parte de la Nueva Granada y recuperará su país.

“Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos Estados. Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción, lisonjeándome que las terribles y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida República, persuadan a la América a mejorar su conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos.” Acá, por ejemplo, aparece ya la constante en el pensamiento bolivariano, la exhortación a la unidad, como única, posibilidad de una América digna.

Bolívar hace un magnífico diagnóstico de las causas de la caída la primera república en Venezuela, y de la crisis interna en la Nueva Granada. Para luego concluir en esta esta parte del Manifiesto sobre todo lo que habría que corregirse, dada la fallida primera experiencia en Venezuela con Miranda, y ahora hace su temeraria propuesta.

“Estos ejemplos de errores e infortunios no serán enteramente inútiles para los pueblos de la América meridional, que aspiran a la libertad e independencia. La Nueva Granada ha visto sucumbir a Venezuela; por consiguiente, debe evitar los escollos que han destrozado a aquella. A este efecto presento como una medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada la reconquista de Caracas. A primera vista parecerá este proyecto inconducente, costoso y quizá impracticable; pero examinando atentamente con ojos previsivos, y una meditación profunda, es imposible desconocer su necesidad como dejar de ponerlo en ejecución, probada la utilidad… Aplicando el ejemplo de Venezuela a la Nueva Granada y formando una proporción, hallaremos que Coro es a Caracas como Caracas es a la América entera; consiguientemente el peligro que amenaza a este país está en razón de la anterior progresión, porque poseyendo la España el territorio de Venezuela, podrá con facilidad sacarle hombres y municiones de boca y guerra, para que bajo la dirección de jefes experimentados contra los grandes maestros de la guerra, los franceses, penetren desde las Provincias de Barinas y Maracaibo hasta los últimos confines de la América meridional. La España tiene en el día gran número de oficiales generales, ambiciosos y audaces, acostumbrados a los peligros y a las privaciones, que anhelan por venir aquí, a buscar un imperio que reemplace el que acaban de perder. Es muy probable que, al expirar la Península, haya una prodigiosa emigración de hombres de toda clase, y particularmente de cardenales, arzobispos, obispos, canónigos y clérigos revolucionarios, capaces de subvertir, no sólo nuestros tiernos y lánguidos estados, sino de envolver el Nuevo Mundo entero en una espantosa anarquía. La influencia religiosa, el imperio de la dominación civil y militar, y cuantos prestigios pueden obrar sobre el espíritu humano, serán otros tantos instrumentos de que se valdrán para someter estas regiones… Así, pues, no queda otro recurso para precavernos de estas calamidades, que el de pacificar rápidamente nuestras provincias sublevadas, para llevar después nuestras armas contra las enemigas; y formar de este modo soldados y oficiales dignos de llamarse las columnas de la patria. Todo conspira a hacernos adoptar esta medida; sin hacer mención de la necesidad urgente que tenemos de cerrarle las puertas al enemigo, hay otras razones tan poderosas para determinarnos a la ofensiva, que sería una falta militar y política inexcusable, dejar de hacerlo. Nosotros nos hallamos invadidos, y por consiguiente forzados a rechazar al enemigo más allá de la frontera. Además, es un principio del arte que toda guerra defensiva es perjudicial y ruinosa para el que la sostiene; pues lo debilita sin esperanza de indemnizarlo; y que las hostilidades en el territorio enemigo siempre son provechosas, por el bien que resulta del mal del contrario; así, no debemos, por ningún motivo, emplear la defensiva… Es una cosa positiva que en cuanto nos presentemos en Venezuela, se nos agregan millares de valerosos patriotas, que suspiran por vernos parecer, para sacudir el yugo de sus tiranos y unir sus esfuerzos a los nuestros en defensa de la libertad. La naturaleza de la presente campaña nos proporciona la ventaja de aproximarnos a Maracaibo por Santa Marta, y a Barinas por Cúcuta. Aprovechemos, pues, instantes tan propicios; no sea que los refuerzos que incesantemente deben llegar de España, cambien absolutamente el aspecto de los negocios y perdamos, quizás para siempre, la dichosa oportunidad de asegurar la suerte de estos estados. El honor de la Nueva Granada exige imperiosamente escarmentar a esos osados invasores, persiguiéndolos hasta sus últimos atrincheramientos. Como su gloria depende de tomar a su cargo la empresa de marchar a Venezuela, a libertar la cuna de la independencia colombiana, sus mártires y aquel benemérito pueblo caraqueño, cuyos clamores sólo se dirigen a sus amados compatriotas los granadinos, que ellos aguardan con una mortal impaciencia, como a sus redentores. ¡Corramos a romper las cadenas de aquellas víctimas que gimen en las mazmorras, siempre esperando su salvación de vosotros; no burléis su confianza; no seáis insensibles a los lamentos de vuestros hermanos. Id veloces a vengar al muerto, a dar vida al moribundo, soltura al oprimido, y libertad a todos!”

Así concluía el 15 de diciembre de 1812, Simón Bolívar su primer gran documento para la emancipación, un texto que se convertiría en una especie de acta de fundación de la primera guerra bolivariana. Desde ahora en adelante los destinos de Colombia y Venezuela se unirían en él. Con este manifiesto aparece la conciencia continental suramericana.

Y ahora sí, comienza la lucha. Mientras que Monteverde dominaba a Venezuela con un ejercito de 5500 hombres. Bolívar se encontraba en Barrancas, tratando de crear una tropa con 200 hombres de la población. Y además tenía que obedecerle al Comandante en Jefe del incipiente Estado de Cartagena, el coronel francés llamado Labatut que no le tenía gracia a ese impulsivo joven llegado de Caracas. Esa era pues la desventajosa situación del autor del Manifiesto de Cartagena. Después de un mes de entrenamiento, Bolívar se lanzó a realizar su proyecto, bajo el pretexto de expulsar solamente los españoles que se encontraban en el Alto Magdalena, Bolívar comenzaba a abrirse paso por la Nueva Granada. Con su modesta tropa, llega a Tenerife y después de una ardua lucha toma el control, cada vez más va creciendo su prestigio entre la gente, pero Labatut quiere someterlo y hasta quiere hacerle un consejo de guerra. Todo esto parece una comedia en unas regiones solitarias de Colombia, pero para Bolívar ese era el comienzo.

Luego de estos incipientes triunfos llega a Ocaña donde es muy bien recibido y allí estable su primer cuartel general. Entre tanto Monteverde ha ordenado a un español, el coronel Correa, consolidar el dominio de la frontera con la Nueva Granada. Bolívar ahora tiene como plan ocupar a Cúcuta. Pero en esta ocasión su obstáculo mayor es el coronel Manuel Castillo que tiene a su mando la provincia de Tunja y se opone a los planes de Bolívar, por que abarca su jurisdicción. Ya ven ustedes que más dura que la lidia con los españoles, fue desde el comienzo la lidia con algunos americanos, que llenos de celos, miopía e intrigas lo complicaron todo hasta el final. Sin embargo, Bolívar no se dejó y emprendió su batalla y logró liberar a Cúcuta. El Congreso lo colmó de honores y lo nombró ciudadano de la Nueva Granada y Brigadier General del Ejercito de la Unión.

Su plan era pues comenzar a recuperar su país, pero aún tenía gran desventaja, a pesar de que ya contaba con 700 hombres. Finalmente, el Congreso le dio permiso para comenzar a liberar su país.

Es en esta circunstancia donde surge la Campaña Admirable, el prestigio de Bolívar y sus triunfos en el río Magdalena y luego en Cúcuta van creando un entusiasmo par la causa patriótica, que comenzará a consolidar un ejército bolivariano. Es decir, la primera guerra de independencia bolivariana ha iniciado. Y dadas las circunstancias adversas, el poco tiempo, las oposiciones y la reducida tropa, con justa razón a esta campaña se le nombró “admirable”.

El nuevo brigadier Simón Bolívar partió desde Cúcuta el 14 de mayo de 1813, con el objeto de liberar a Venezuela del poder español, luego de la pérdida de la Primera República. Sus ya casi 800 hombres los organizó en 2 columnas: la de vanguardia, bajo el mando del joven teniente coronel Atanasio Girardot y en la retaguardia estaba con el coronel José Félix Ribas, José Tejada jefe de artillería y Rafael Urdaneta como mayor general. Ahora sí iba tomando una mayor forma aquel plan.

El plan inicial de Bolívar para la ejecución de dicha campaña, consistía en el despliegue sobre el territorio venezolano de una ofensiva en 2 direcciones: una dirigida por Ribas debía seguir por San Cristóbal y Barinas y después de libertar esta provincia se reuniría con el grueso de las tropas en Araure; y la otra dirigida por el propio Bolívar, que marcharía por la dirección de San Cristóbal, La Grita, Mérida y Trujillo. En Mérida recibe gran apoyo e incorporó a otros 500 hombres. Durante su permanencia en Mérida, Bolívar se puso al tanto de la ubicación y magnitud de las fuerzas realistas que operaban en Barinas y Trujillo, y comprendiendo que debía actuar con rapidez, para evitar que el enemigo que tenía mayor ventaja numérica se reorganizara.

En consecuencia, ordenó a la vanguardia comandada por Atanasio Girardot, que llevase a cabo la limpieza de la provincia de Trujillo, con la intención de reunirse todos allí. Todo salió bien, pero faltaba algo. Si bien la causa bolivariana ganaba adeptos, aún no estaba creada una idea de emancipación americana en todas las personas, de hecho, muchos criollos, no tenían inconveniente en favorecer a los españoles. Es decir, los dos grupos antagónicos, americanos contra españoles, aún no se daban. Y es en ese contexto, después de las victorias en Trujillo, cuando Bolívar escribe su Decreto de Guerra a Muerte, para no dejar vacilaciones, no cometer los mismos errores del pasado, pero más importante aún, diferenciar bien los bandos, los americanos decididos a luchar por la libertad y los españoles o seguidores de éstos, que querían prolongar la dominación española y que por tal razón encontrarían la muerte. No había vuelta atrás. Con este decreto se trazaba y diferenciaba radicalmente la causa americana de la española. Escuchemos el decreto. “Simón Bolívar, Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejército del Norte, Libertador de Venezuela. A sus conciudadanos. Venezolanos: Un ejército de hermanos, enviado por el Soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las Provincias de Mérida y Trujillo. Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los Estados que cubren nuestras armas están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizarnos. Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América. A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aún, a abrirles por última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente, si detestando sus crímenes y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de la España y al restablecimiento de la República de Venezuela. Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado serán reputados y tratados como americanos. Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de vuestros hermanos. Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis para excitar nuestra animadversión. Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”. (Simón Bolívar, Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813”.

Efectivamente dicha proclama abrió el foso insalvable entre los criollos y españoles. Ahora sólo faltaba recuperar Caracas. Bolívar inició una operación de alto riesgo que acabó con la conquista de Barinas. Ya era Bolívar el que atacaba a Monteverde, y sus ataques rápidos desconcertaban al español quien tenía que huir cada vez más. Finalmente, Monteverde retrocedió hasta Puerto Cabello, lugar donde hacía unos meses Bolívar era un insignificante, desdichado y traicionado que buscaba el exilio.

La entrada de Bolívar a Caracas el 6 de agosto de 1813 fue grandiosa, con calles cubiertas de flores y bellas jóvenes que lo recibían con laurel. La dicha más grande fue cuando se le concedió en la municipalidad el título del Libertador.

Después de la liberación de Caracas, Bolívar se repliega a Valencia, donde se enfrenta a las fuerzas del Monteverde. En el sitio conocido como Bárbula, el Libertador atacó, y aunque se consiguió la victoria, perdió la vida en combate el valiente Atanasio Girardot, quien murió envuelto en la bandera republicana. Ese mismo día, Simón Bolívar expidió en su cuartel general de Valencia una ley para honrar su memoria con los más altos honores. Y pidió que el corazón de Girardot fuera depositado en el mausoleo de la Catedral.

Después de esto, los problemas comenzarían a aparecer. Una vez más los venezolanos querían una organización federal. No escarmentaban. No podían mirar más allá de sus parcelas. Pero eso no fue lo peor. Todo ese ingente proceso se resquebrajó. Todo lo que se consiguió se perdió. Un español llamado José Tomás Boves, quién vivía en los Llanos, y se había ganado admiración de los indómitos llaneros, preparó con ellos un levantamiento contra Bolívar. Una vez más los mismos americanos, se oponían a la libertad que se estaba logrando. La fuerza de Boves fue tremenda y salvaje, desató unas luchas peores a las que se vivieron en la campaña admirable y finalmente obligaron a Bolívar a dejar una vez más a Caracas en medio de una nueva derrota. Nueva Granada también se perdía, la división también imperaba. Entre tanto se preparaba España para llevar a cabo la recuperación de América, con una gran expedición nunca antes vista: cincuenta barcos con más de 10000 hombres, para pacificar su colonia revoltosa. Esta pacificación incluyó el fusilamiento de muchos patriotas, entre ellos, el que primero ayudó a Bolívar, Camilo Torres.

Todo se había perdido otra vez, pero Bolívar surgió para siempre.

Escuchemos el balance que hace Fernando González:

“Bolívar concibió una nacionalidad y la formó en luchas más terribles contra los americanos que contra los españoles; concibió un ejército y lo formó, un plan y lo realizó. No es propiamente que haya creado, sino que estaba tan personificado con el continente que podía aprovechar todo, evitar los obstáculos, vencer las dificultades, etc. La vida evolucionaba por su intermedio. El Manifiesto y su rápida campaña crearon momentáneamente el entusiasmo nacional; se formó el ejército heroico que en pocos días llegó a Caracas. Pero el Libertador tuvo que luchar con los espíritus pequeños, tales como Manuel del Castillo y Francisco de Paula Santander, que a sus ideas universales oponían el regionalismo y la envidia… Logró Bolívar libertar a Venezuela y tenerla casi unida a la Nueva Granada durante los años 13 y 14. La relación de sus esfuerzos y de su actividad continua para lograrlo es conmovedora: Creó gloria para su patria; glorificaba a sus oficiales, a los gobernantes y colaboradores. No fue romántico; se exageró, se exaltó para su obra; fue un énfasis exigido por el fin que se proponía… La gran brega de Bolívar no fue con los españoles, sino con los americanos.” (Fernando González, Mi Simón Bolívar, 1930)

Una vez más, y cada vez más difícil, todo tenía que empezar de nuevo. Después de uno días en Nueva Granada y antes de que Morillo iniciara su pacificación, Simón Bolívar se iba para un nuevo exilio. La primera guerra de independencia bolivariana había terminado.

Frank David Bedoya Muñoz

Medellín 12 de mayo de 2021