Pensar a Colombia: Marx, Nietzsche y Freud, los lentes que se puso Zuleta

Pensar a Colombia: Marx, Nietzsche y Freud, los lentes que se puso Zuleta

Ponencia de Frank David Bedoya Muñoz en el encuentro “Hacia una democracia de la vida cotidiana” el 18 de octubre de 2019 – Corporación Cultural Estanislao Zuleta – Medellín

Foto: Archivo SEMANA

Si somos consecuentes con una de las principales enseñanzas que nos dejó Zuleta: aquella idea de no convertir ningún pensamiento en otro absoluto, en una verdad religiosa, en algo intocable e inmutable; no evocaremos su obra como un dogma establecido. Y aquellos tres pensadores, y la lectura que hizo Zuleta de ellos para entender el mundo, Marx, Nietzsche y Freud, tampoco serán pensados como los portadores de una nueva verdad. Es ya bastante conocido que muchos pensadores y algunas escuelas han tratado de cruzar las obras de los “filósofos de la sospecha” como los llamó Paul Ricoeur; en mi opinión, en Colombia, quien logró la proeza de juntar estas tres obras, de cruzarlas con un espíritu crítico y sin idolatrías, fue Estanislao Zuleta. Él utilizó el pensamiento, no por un simple ejercicio intelectual narcisista, sino para plantear preguntas al mundo moderno, y entre tantas incógnitas, hoy elegiremos una cuestión que lo ocupó a él, que nos ha ocupado a muchos, una cuestión que a veces nos atormenta bastante: ¿cómo entender a Colombia?

Marx, Nietzsche y Freud, no fueron los únicos pensadores que Zuleta tomó, pero, creo que todos estamos de acuerdo, que ellos tres fueron una base fundacional de su propio pensamiento.

En el año 1984, Delfín Ignacio Grueso, le hizo una entrevista a Estanislao Zuleta, y él allí aclaró lo siguiente:

“Por casualidad me encontré en la biblioteca de un tío cuatro tomitos con el misterioso nombre de la Interpretación de los sueños de un señor Sigmund “Freú”, como yo decía entonces. Me los prestó y me encantaron. Tendría dieciséis años. Desde ese entonces he continuado leyendo a Freud permanentemente. He pasado por el existencialismo, por el marxismo y por todo lo que posteriormente se ha considerado, en diversos momentos, opuesto al psicoanálisis, sin que yo en este punto haya cambiado de opinión. […] Con Freud, por decirlo así, todo cambia. Cuando se trata de pensar al hombre en términos de necesidad, o en términos de trabajo, se ignora un punto importante: el hombre es un animal simbólico”.

Este es el primer lente que se puso Zuleta para pensar la vida humana, como él lo advierte ahí, nunca abandonó esa premisa para entender lo humano.

También sabemos que muy pronto, en su juventud, Zuleta ya había incorporado en sus pasiones no sólo a Freud, sino a Nietzsche y a Marx y a muchos otros: “En realidad mis preocupaciones en el orden cultural comenzaron de una forma completamente independiente de mis relaciones con la escuela, a través de las lecturas. Y lo que comenzó por ser independiente terminó por ser incompatible en muy breve tiempo: Esas lecturas tienen inicialmente dos nombres: Dostoievski y Thomas Mann. Luego vinieron Sigmund Freud y Carlos Marx. Sartre, Nietzsche, Kierkegard, Merlau-Ponty y Camus vendrían a ampliar el listado”.

También, en medio de tan amplias obras, podemos rastrear lo esencial, el pivote de lo que tomaría Zuleta, de Marx y de Nietzsche, para siempre. En la misma entrevista de Delfín Ignacio Grueso, aclaró: “La mejor crítica a la división capitalista del trabajo, la más rica, la más enriquecedora, se encuentra sin duda, en El capital en los capítulos XI, XII y XIII del primer tomo, pero Nietzsche tiene la misma idea. En la división capitalista del trabajo encuentra un empobrecimiento del trabajador a causa de un trabajo insensato, en el que no se puede reconocer, porque consiste en una tarea mecánica repetitiva. Y hace una observación que también hace Freud. A diferencia de Marx, que ve allí solo el horror en que cae el hombre por obra de la división mecánica del trabajo que convierte al obrero en un apéndice de la máquina, Nietzsche ve allí una droga, algo que termina por gustarle para escapar de la angustia”.

En este punto, creo que podemos proponer unas bases de la interpretación de Zuleta, no sólo para pensar a Colombia, sino a la humanidad actual: en el mundo del capitalismo, el ser humano, aquel extraño animal simbólico, se ve reducido a una operación mecánica de producción, una arandela más en un modo de producción, el ser humano, queda reducido a una operación, y lo peor, aquella nueva reducción de sus existencia, le termina “gustando”; se acomoda, no hay nada más qué pensar, “trabajo en un horario tal, soy funcional, descanso y trabajo, cobro un sueldo, funciono”… no hay nada más que pensar. Bueno, el que se quedó sin trabajo, peor….pero, no nos adelantemos a los problemas.

Estanislao, con su increíble capacidad de síntesis resume en dos preguntas el aporte esencial del psicoanálisis y el marxismo para comprender la sociedad:

“¿Qué puede ser el psicoanálisis, si se lo asume a fondo, más que un “atrévete a saber”? ¿Qué puede ser el marxismo sino la idea de que un pueblo está oprimido porque no sabe que está oprimido?”

Atrevámonos a decir pues: Colombia es un pueblo que está oprimido porque no sabe que está oprimido.

Esencialmente, ¿cómo describía, Estanislao Zuleta, el caso de Colombia? En una entrevista que le hizo, Hernando Villa Garzón, en el año 1983, éste le dijo: “En un país como Colombia no se ha producido nunca una revolución porque nunca se ha producido una revolución en un país que tenga la mayor parte de la población en las ciudades. Esa no era la situación de Rusia, ni de China, ni de Cuba, ni de Argelia. Eso nunca se ha producido. Partamos de este problema. El grado de desarrollo colombiano corresponde a un capitalismo incipiente, dependiente, pero suficientemente desarrollado como para haber descompuesto las formas pre-capitalistas –pequeña propiedad campesina y artesanal- en un grado muy alto. En un país así no se ha producido nunca una revolución”.

Esta idea es muy importante porque nos explica, que nuestros males no son el “castigo de una calamidad infinita”, ni mucho menos, que nuestra identidad sea sólo ser un pueblo de reaccionarios, godos, la derecha de América latina. Quizá, en ese tránsito de sociedad rural, que por exclusión social y por la violencia, donde nos convertimos en una sociedad de sólo cuatro ciudades masificadas, allí en ese desarraigo, en ese complejo proceso urbano y negación del campo, están las claves para comprender por qué Colombia se ha negado a una revolución social. Un ejemplo, en el plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia del 2016, muchos de los que votaron NO, fueron personas de la ciudad que nunca vivieron directamente la guerra que ha padecido el campo durante décadas. El Sí predominó en las regiones periféricas, en las zonas más alejadas; en los centros urbanos, la zona andina, ganó el NO. Creo que el arribismo, producto de cierta comodidad alcanzada en la ciudad, es un fenómeno que aún no se ha estudiado suficientemente. Acá no importa la paz del campo, acá importa la prosperidad y la seguridad de la ciudad; ya sea por el trabajo, ya sea por la mafia, en la ciudad existe otra Colombia.

En esta misma entrevista, Estanislao dice algo, profundamente estremecedor y actual: [En Colombia] “no se puede hacer una reforma urbana con los ospinistas o con los turbayistas, porque ellos son acaparadores de la tierra urbana, enriquecimiento sin causa han tenido y quieren seguir teniéndolo; no se puede hacer nada contra los terratenientes de la Costa Atlántica, con el alvarismo; no se puede hacer nada para mejorar la situación de los trabajadores, con el lopismo y con la gran burguesía”. ¿Alguien tiene una mejor explicación que la anterior para nombrar lo que sigue pasando en Colombia? Permítanme agregar, algo que se me ocurre, “Alvarismo” hoy, de Álvaro Uribe Vélez.

Como estamos hablando de Estanislao Zuleta, acá no hay recetas, sino preguntas. Pero, aun así, los ideales estaban también definidos. En una conversación con Umberto Valverde en 1980, Estanislao dijo: “Marx prometía el acceso a una comunidad, bajo la forma de una empresa común, que le daba un sentido a la vida, no en otra vida después de la revolución, sino en una vida digna de vivir. Eso fue Marx para mí y eso sigue siendo”. Estanislao criticó todo tipo de dogmatismo y mucho más en la política. Pero, permaneció convencido de que fuera lo que fuera, el cambio sólo vendría en un sueño colectivo, en una comunidad, el individualismo era y sigue siendo la muerte, la soledad. Colombia tiene que buscar sus caminos en sueños colectivos, la burguesía y los terratenientes de Colombia nos siguen llevando por abismos. ¿Cuándo la unidad del pueblo? ¿Cuándo la unidad del pueblo en la ciudad? Por eso, me parece muy afortunado, el título de este encuentro: “Hacia una democracia de la vida cotidiana”, es decir, de nuestra vida en la ciudad, como individuos aislados, en una competencia por el triunfo burgués individual, no. La democracia de nuestras vidas en la ciudad, como pueblos, es decir, como seres con vínculos con los demás. ¿Democracia? ¿Cómo individuos solos? Ahí está reducida la democracia, en el juego electoral que seguramente elegirá y prolongará el poder de los mismos terratenientes y grandes burgueses.

Respecto del psicoanálisis también aclaró: “La práctica psicoanalista tiene un elemento que es esencial es una lucha contra lo que nos esclaviza y sobrepasa, contra nuestras inhibiciones, compulsiones de repetición, síntomas, angustias, represiones”. Y advierte que el psicoanálisis también puede caer en la trampa de solo ser un negocio. “Un buen negocio, el psicoanálisis [a veces queda], como tantas otras cosas, sometido a la división capitalista del trabajo y la exigencia de la especialización”. Los marxistas, cometiendo los mismos errores del dogma ideológico, y algunos freudianos, analistas y analizados, en unas nuevas cofradías encerradas en sí mismas, donde no aparece la sociedad. El reino del individuo, no más. Agrega Estanislao “El psicoanálisis no puede ser un procedimiento de adaptación a la existencia, a las instituciones”. Agrego yo, una moda de ciudad.

¿Y qué pasó con Nietzsche? El otro lente que se puso Zuleta. Indudablemente, Estanislao, atacó todas las tergiversaciones que se hicieron de la obra de Nietzsche, la más grotesca, asociar su pensamiento al nazismo. O reducirlo a una exaltación del irracionalismo. Algo que Estanislao, también, criticó. Nietzsche fue un liberador, cómo el hombre es capaz de vivir “después de recibir la noticia de la muerte de Dios, o de concebir la vida como lucha”. Como bien lo expresó, Giorgio Colli, en un aforismo que tituló: “Falsa victoria sobre la moral”: “Ahora que todos los tabúes han sido superados, ridiculizados, sólo queda eliminar la hipocresía. Pero la hipocresía es el último baluarte donde la fuerza de la moral, rastreada por todas partes, ha encontrado refugio”.

No debe asombrar a nadie, la constatación de que en Colombia prevalece, en la vida cotidiana, en nuestras ciudades, en nuestra sociedad, predomina el individualismo burgués, la exclusión social y la moral religiosa. Decía Zuleta: “La mayor fuerza de la burguesía es la dispersión de las masas”. […] y en una conversación con Aida Calero en 1985 agregaba: “No nos engañemos en cuanto a Colombia. En nuestro país hay libertad de todo; todo el mundo puede opinar lo que quiera, por ejemplo, pero preguntémonos: ¿qué puede opinar una población que no puede entender el proceso que vive la nación? Porque para opinar se necesita un mínimo de formación. Una nueva organización democrática no puede ser, por lo tanto, solamente política, un partido para votar. Claro que se vota, y dos o diez candidatos exponen sus programas, pero lo hacen a una población que es ignorante. Así como hay una democracia sindical, tiene que haber una democracia generalizada, o sea que la gente tenga la posibilidad de defender sus derechos. Nadie puede hacerse una ilusión de que realmente en nuestro país existe un equilibrio en términos de poder. Lo que quiero decir es que sabemos que el derecho existe para cualquiera; así lo dice la Constitución pero la Constitución es un libro y la sociedad no. Pero no sucede lo mismo con las posibilidades. Y mientras éstas no sean efectivas no podemos hablar de una sociedad democrática en Colombia”.

No quiero dejar una sensación apocalíptica, ni de desolación total. Creo que esta es una buena oportunidad, para que los movimientos sociales, los partidos políticos progresistas, la izquierda en toda sus versiones, las corporaciones culturales, los colectivos académicos, todas las formas colectivas de construcción, echen un nuevo vistazo a la obra de Zuleta, no para hacer un nuevo evangelio y hacer un nuevo santo, sino para tomar sus aguijones, sus ideas y repensarnos como sociedad. No sólo él, claro está. Pero, yo estoy absolutamente convencido, que una nueva lectura de Zuleta para entender a Colombia, ayudaría mucho en estos momentos. En Zuleta no hay lugar a los derrotismos o a los optimismos delirantes, es siempre el camino a la realización del pensamiento y no para quedarnos en la contemplación sino, para pasar a la acción. Reitero, no a la acción individual, sino a la acción colectiva. Recuerden la bella conferencia del año 1982, “Idealización en la vida personal y colectiva”, quiero recordar con un párrafo de lo que Zuleta dijo en esa ocasión:

“Si resulta tan difícil combatir la explotación, la dominación y la escandalosa desigualdad, ello se debe desde luego, por una parte, a la resistencia de los explotadores y a su poderío económico, ideológico y militar; pero también, por otra parte, a la dificultad de construir un espacio social y legal en el que puede afirmarse la diferencia y la controversia y producirse un acuerdo real, es decir relativo, revisable, modificable, en lugar de buscar una comunión de las almas”.

No seamos pretensiosos. No se trata de explicar TODA la interpretación marxista, freudiana o nietzscheana que hizo Zuleta de la sociedad. No se trata de llenar cuartillas con citas de cada uno de los posibles análisis, crear un “manual Estanislao Zuleta, un recetario”, nada de eso serviría; quizá sí, se puedan llenar anaqueles con trabajos eruditos, tesis y más tesis para dormir el sueño de los justos. Muchos doctos de ayer y hoy se pavonean con su erudición, disfrazados con sombreros oscuros o bufandas afrancesadas , van jugando su rol de intelectuales, pero aquella fastuosidad y aquellos vestidos, parecen disfraces de niños de Divercity, al rato me pongo el disfraz de bombero, o de cocinero o de intelectual, pero, todo se queda en representación, en una puesta en escena, para que digan ahí va el que sabe más de Zuleta, el que sabe más de Freud, el que sabe más de Nietzsche, el que más sabe de todos los temas habidos y por haber…. Pero, esa erudición queda siempre de espaldas a la sociedad, en camarillas, en nuevas cofradías. Si algo mostró Zuleta, es que el pensamiento se utiliza es para tratar de transformar la sociedad, de poner el pellejo, de vivir la vida hasta las últimas consecuencias. Estanislao trató de establecer un diálogo con todos los mundos posibles, cómo llevar unas obras tan abstractas, al entendimiento y a la conversación con los desarraigados, con el ciudadano de a pie, con el campesino; pero no para remplazar sus trajes de pueblo, con un nuevo ropaje de intelectuales, sino para tratar de resolver los problemas concretos de la política y la cotidianidad. Habrá que repensar las colectividades políticas sociales, por su puesto. Se trata de estar vivos. Se trata de develar que “estamos oprimidos, porque no sabemos que estamos oprimidos”, si el pensamiento no es para desacomodar nuestra existencia, para mover y conmover las certezas y los privilegios individuales, sino es para transformar nuestra cotidianidad, sino es para hacer política de una manera distinta a como se ha hecho hasta ahora, sino logramos construir colectividades que vuelvan a tomar el desafío de repensar a Colombia, ese pensamiento poco servirá. ¿Qué pasa en nuestras ciudades? Somos los hijos, las hijas, los nietos desarraigados de unos abuelos que por violencias y exclusión salieron del campo a la ciudad, y sí, quizá estamos más cómodos, algunos han alcanzado una comodidad burguesa, cierta estabilidad; pero estamos rodeados de nuevas olas de desplazamientos, de trabajo informal, de desempleo, de mafias, de exclusiones, sigue una oligarquía financiera y terrateniente prolongando su poder, sus estructuras clientelistas y electoreras siguen intactas; ahora, no es que yo haya perdido el enfoque del foro, y ahora esté pasando al panfleto político, y vaya a anunciar por quién hay que salir a votar; aunque no se puede negar el entusiasmo actual por aquello de que “estamos listas”, (publicidad política no pagada); pero, debemos abrir como éste, ese y muchos nuevos horizontes políticos más. ¿Cómo construir nuevas colectividades con capacidad de transformar nuestra ciudad, nuestros entornos urbanos? ¿Cómo reestablecer unos nuevos lazos con el mundo rural? ¿Cuándo vamos hacer un diálogo campo-ciudad? Sabemos que la sociedad, por ejemplo, antioqueña aún se prolonga en oligarquías financieras y conservadoras, ideologías guerreristas. El asunto decisivo es que si nos hemos encontrado para recordar a Estanislao Zuleta, si volvemos a sus libros a sus conferencias, es para retomar las preguntas, hacer otras nuevas y continuar con el “el elogio de la dificultad” pero, no como texto aprendido de memoria para recitar, sino como acicate para nuevas acciones liberadoras. No nos podemos ponernos a llorar, a rasgarnos las vestiduras porque los ecuatorianos nos llevan ventaja en verraquera. Tenemos que descifrar el enigma colombiano, tenemos que reinventarnos.

No, no hay recetas. Quería terminar esta intervención con una cita deslumbrante de Zuleta, una nueva oración más eficaz que un versículo del evangelio; pero no, no lo voy a hacer, no quiero reducir a Estanislao Zuleta a una cita más con su respectiva nota de pie de página, para calmar la buena conciencia académica. O ya iba a terminar con una cita de Bolívar….”El velo se ha rasgado; ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a la tinieblas….” estoy que termino la cita, pero no.

Estanislao Zuleta, siempre se me aparece con su sonrisa, -como también se me aparece Michel Serres, sonriendo-, y se me antoja, que aún nos siguen diciendo -con aquella jovialidad autentica que caracteriza a los espíritus libres-, nos dicen algo que más o menos se puede expresar así: la primera revolución que la vida espera de nosotros, es que seamos inteligentes; que no nos dejemos adormecer, nunca, ni por el oprobio, ni por los privilegios.

Muchas gracias.

Frank David Bedoya Muñoz

Medellín, 18 de octubre de 2019.