200 años del Discurso de Angostura / Bolívar hoy

200 años del Discurso de Angostura 

Bolívar hoy

Ensayos del historiador Frank David Bedoya Muñoz para la conmemoración de los 200 años del Discurso de Angostura del Libertador Simón Bolívar

Medellín, 10 de marzo de 2019. 

 

200 años del Discurso de Angostura

 

 

 

Durante varios siglos los españoles esclavizaron nuestros pueblos, saquearon nuestras riquezas y nos impusieron – a sangre y fuego- su cultura y su religión.

 

Cuando Napoleón Bonaparte, en el año 1808 toma prisionero a Fernando VII, y le entrega la corona española a su hermano José Bonaparte, inicia la decadencia del imperio que nos oprimía en América. Posteriormente, en nuestro continente se promulgan varios “gritos de independencia” dando lugar a las denominadas “patrias bobas”.

 

La verdadera independencia vendría una década después con la guerra de independencia que lideraría Simón Bolívar.

 

José Luis Romero en su obra “Pensamiento político de la emancipación”, realiza un balance contundente y muy breve del período que va desde las patrias bobas hasta la guerra definitiva del Libertador:

 

“La emancipación había consistido hasta entonces en un conjunto de actos políticos, declarativos; pero las fuerzas de la metrópoli no estaban derrotadas militarmente y aprovecharon la inexperiencia y la división de los gobiernos revolucionarios para recuperar sus posiciones. La capitulación de San Mateo, firmada por Miranda, devolvió Venezuela a los españoles en 1812; y aunque Bolívar logró recuperar Caracas, volvió a perderla en 1814, hostigadas sus fuerzas en los llanos. Ese mismo año eran vencidos los patriotas chilenos en Rancagua. Y al año siguiente, mientras se perdía en Alto Perú y caía derrotado Morelos en México, el temido ejército de Morillo desembarcaba en las costas venezolanas, robusteciendo allí la dominación española y extendiéndola a Nueva Granada, donde sitió a Cartagena y entró en Bogotá en 1816. De esa manera terminaba la Patria boba, la experiencia de los primeros patriotas formados políticamente en la ventajosa situación creada por la crisis española. Todo parecía perdido y todo tenía que recomenzar”[1].

 

Después de su exilio en Jamaica (1815)[2] Bolívar tendrá que comenzar la lucha de nuevo. Mientras que reúne su ejército y lidia con los celos y las rivalidades de otros líderes locales, Bolívar -en medio de la guerra y sin esperar su fin- decide que hay que fundar la nación. Era decisivo demostrarle al mundo que nuestros pueblos no solamente eran unos pueblos rebeldes y dispersos frente a un imperio, sino que éramos una república naciente, que al liberase del yugo, ya habíamos fundado nuestros cimientos políticos.

 

Es en este contexto donde, Simón Bolívar, escribirá y presentará su discurso más valioso, el Discurso de Angostura, documento fundacional de los países actuales Colombia, Ecuador y Venezuela. Discurso que hoy cumple 200 años.

 

En medio de la guerra se decide realizar un primer Congreso con delegados de varias provincias, el Congreso se instalará en Angostura (hoy Ciudad Bolívar en Venezuela) el 15 de febrero del año 1819.

 

En una embarcación por el río Orinoco, uno de los ríos más importantes de Suramérica, durante dos semanas, Bolívar tendido en su hamaca y bajo un calor impresionante, dicta a su secretario el discurso que resumirá su pensamiento político.

 

Llegan al pueblo, las calles están adornadas para recibir a los delegados, en la plaza queda una casa colonial donde se realizará el congreso, suenan tres cañones para recibir al Libertador.

 

La historiadora francesa Gillette Saurat en su biografía “Bolívar el Libertador” relata:

 

“Las tropas le rinden honores, y su entrada a la sala del Congreso, Simón Bolívar viste uniforme de gala, azul oscuro con galones y charreteras de oro. En sus labios una sonrisa cuya melancolía no deja de sorprender a más de uno de los presentes que se han puesto de pie para recibirlo. ¿A qué se debe esa melancolía, el recuerdo de los trabajos y las fatigas, de las humillaciones sufridas antes de llegar al punto de reunir lo que no es todavía sino el embrión de una asamblea nacional; a la conciencia de la gravedad de los minutos que vive, o al sentido profundo de la estética de su grandeza? «El era lo único grande en esa sala», dirá más tarde Zea. […] La voz de Bolívar se había elevado desde lo alto de la tribuna”.[3]

 

Aquellos delegados escucharon conmovidos la voz de la grandeza, un discurso con unas palabras que tenían el resplandor de un trueno, que aún hoy 200 años después, deja entrever sus destellos.

 

Antes de hacer un balance y una evaluación de este discurso (Anexo al final el texto completo) observemos algunas de estas ideas/destellos[4], con unos títulos que propongo para su lectura:

 

¿Qué somos?

 

“Al desprenderse la América de la monarquía española se ha encontrado semejante al imperio romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación independiente, conforme a su situación o a sus intereses, pero con la diferencia de que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros, ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo; no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento, y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión, y de mantenernos en el país que nos vio nacer contra la oposición de los invasores; así, nuestro caso es el más extraordinario y complicado. Todavía hay más: nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula, y nos hallábamos en tanta más dificultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre, porque no solamente se nos había robado la libertad, sino también la tiranía activa y doméstica”.

 

 

Nuestras carencias políticas

 

“La América todo lo recibía de España, que realmente la había privado del goce y ejercicio de la tiranía activa, no permitiéndonos sus funciones en nuestros asuntos domésticos y administración interior. Esta abnegación nos había puesto en la imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos; tampoco gozábamos de la consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojos de la multitud, y que es de tanta importancia en las grandes revoluciones. Lo diré de una vez: estábamos abstraídos, ausentes del universo, en cuanto era relativo a la ciencia del gobierno. Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia. Un pueblo pervertido, si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla”.

 

Una advertencia para legislar

 

“Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y de América que una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma deja de ser europea, por su sangre africana (árabe), por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extranjeros y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia”.

 

 

La condición humana

 

“Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos, pues todos deben practicar la virtud, y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y no todos lo son; todos deben poseer talentos y no todos lo poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad más liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia, porque colocan al individuo en la sociedad, para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social. Es una inspiración eminentemente benéfica la reunión de todas las clases, en un Estado en que la diversidad se multiplica en razón de la propagación de la especie”.

 

Sistema de gobierno

 

“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. […] Las reliquias de la dominación española permanecerán largo tiempo antes de que lleguemos a anonadarlas: el contagio del despotismo ha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la guerra, ni el específico de nuestras saludables leyes han purificado el aire que respiramos. Nuestras manos ya están libres, todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre. Un gobierno republicano, […] sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”.

 

 

La democracia

 

“Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad, pero, ¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad y permanencia? ¿Y no se ha visto por el contrario la aristocracia, la monarquía, cimentar grandes y poderosos imperios por siglos y siglos? ¿Qué gobierno más antiguo que el de la China? ¿Qué República ha excedido en duración a la de Esparta, a la de Venecia? ¿El imperio romano no conquistó la Tierra? ¿No tiene la Francia catorce siglos de monarquía? ¿Quién es más grande que la Inglaterra? Estas naciones, sin embargo, han sido, o son, aristocracia y monarquía”.

 

Advertencia constitucional

 

“¿No dice el Espíritu de las Leyes que estas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que es una casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Y que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su extensión, al género de vida de los pueblos? ¿Referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el código que debíamos consultar, y no el de Washington! […] La excelencia de un gobierno no consiste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye. […] No seamos presuntuosos, legisladores; seamos moderados en nuestras pretensiones. No es probable conseguir lo que no ha logrado el género humano, lo que no han alcanzado las más grandes y sabias naciones. La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos adonde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas. Echad una mirada sobre las repúblicas antiguas, sobre las repúblicas modernas, sobre las repúblicas nacientes. Casi todas han pretendido establecerse absolutamente democráticas, y a casi todas se les han frustrado sus justas aspiraciones. Son laudables ciertamente los hombres que anhelan por instituciones legítimas y por una perfección social; pero, ¿quién ha dicho a los hombres que ya poseen toda la sabiduría, que ya practican toda la virtud que exigen imperiosamente la liga del poder con la justicia? Ángeles, no hombres, pueden únicamente existir libres, tranquilos y dichosos, ejerciendo toda la potestad soberana. […] No aspiremos a lo imposible, no sea que, por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada”.

 

 

El sueño de Bolívar: Colombia

 

La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado ha sido el voto uniforme de los pueblos y gobiernos de estas repúblicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho estamos incorporados. Estos pueblos hermanos ya os han confiado sus intereses, sus derechos, sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal que ofrece un cuadro tan asombroso. Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos que la naturaleza había separado y que nuestra patria reúne con prolongados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana. Ya la veo enviando a todos los recintos de la Tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y de oro. Ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo. Ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuán superior es la suma de las luces a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el trono de la libertad, empuñando el cetro de la justicia, coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno”.

 

200 años cumple el Discurso que fundó nuestra nación. Las ideas de Bolívar fueron escuchadas, pero no se aplicaron. Él logró su máxima proeza, ganarle una guerra a un imperio, alcanzar la independencia, concedió la libertad absoluta a cinco naciones. Creó la “gran” Colombia, conformada por la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador. Después llegarían las divisiones y las traiciones. Sus ideas políticas fueron tergiversadas, Francisco de Paula Santander con inmensa perfidia[5] sembró cizaña y se apoderó de la República, conduciéndola con todos los males, copia constitucional de los EEUU, corrupción en las esferas del poder, compadrazgos y elites de espaldas a los pueblos. En el año 1830 el sueño bolivariano se derrumba y comienza la era de la tiranía y la ignorancia. Los pueblos que juntó Bolívar se separaron, y hoy 200 años después, Colombia, gobernada por oligarquías sumisas a EEUU, se presenta como una amenaza al pueblo venezolano.

 

En el Discurso de Angostura, Bolívar, en resumidas cuentas, pedía tres cosas después que se ganara la guerra de emancipación:

 

1) Recomponer la sociedad viciada por el imperio español. 2) Fundar repúblicas soberanas, independientes y autónomas. 3) La unidad de los pueblos hermanos.

 

Claro que es actual y vigente el Discurso de Angostura. Sobre todo, porque no lo hemos leído, ni lo hemos aplicado. Es cierto que algunas ideas deben actualizarse y leerse con todas las herramientas críticas que hemos adquirido dos siglos después. La realidad política del mundo ha cambiado, pero, a los pueblos liberados por Bolívar que aún se están construyendo en múltiples conflictos y problemas sociales no superados, con peligros bélicos entre ellos y con nuevas dependencias y sumisiones a un nuevo imperio peor que el español, a estos pueblos, en fin, aún las palabras de Simón Bolívar tienen mucho que decir.

 

 

Después de Angostura la creación de Colombia

 

Mientras que Bolívar ha instalado el Congreso de Angostura, Morillo se encuentra en una feroz campaña contra Páez. En medio de todo esto Bolívar vuelve a dirigir su atención en un nuevo plan para liberar a Caracas, pero las circunstancias le fueron adversas, pues los patriotas al mando estaban recelosos para emprender esta empresa. Mariño sólo quería ir a Cumana, Arismendi no quería salir de Margarita, Brion sólo se interesaba por el Caribe y Páez a duras penas podía resistir a Morillo. A pesar de que Bolívar gozaba de gran prestigio

y del mando supremo, a la hora de organizarse la lucha, no prevalecía una cadena de mando sino la diversidad de opiniones e intereses particulares. Ante dicha adversidad Bolívar decide buscar fuera de Venezuela el ejército que necesitaba para enfrentarse a Morillo.

 

En esta ocasión piensa en los hombres de Casanare y decide dar un giro total a sus planes. Aunque muchos no lo creyeran ni se lo esperasen, su objetivo nuevo sería apoderarse de Nueva Granada. Consiguió reunir más de 2500 hombres, cruzaron el Arauca y empezaron el ascenso por el Paso de Pisba, a cuatro mil metros de altura. Más dura que cualquier enfrentamiento fue la dura marcha que tuvieron que emprender unos hombres acostumbrados al llano, y que nunca en sus vidas se habían enfrentado a las alturas de los andes, pero la persistencia de Bolívar al frente no los dejaba decaer. Las penalidades de las marchas fueron muchas, lluvias torrenciales, los macizos y picos producían espanto, algunas mulas y hombres se caían por los abismos. No se ha señalado lo suficiente, pero esta osadía fue una de las más grande aventuras de las gestas humanas.

 

Sin embargo, con todo y muertes, el ascenso se dio y por fin llegaron a la localidad de Socha, llegaron hambrientos y prácticamente desnudos. En esta ocasión la población fue benévola y les proporcionó alimentos, vestidos, caballos y algunas armas. Bolívar no esperó casi nada y de inmediato comenzó el ataque.

 

El 15 de junio de 1819 se les unió Soublette con la Legión Británica y un buen número de nuevos voluntarios granadinos. De una manera audaz organizó un ataque contra el comandante español Barreiro. Éste tomo posición firme en el Pantano de Vargas y superó en hombres a Bolívar, de tal manera que los patriotas se vieron cercados y en desventaja. Acá fue donde ocurrió la muy conocida anécdota heroica de Rondón. Mario Hernández relata el episodio así: “Cuando el Presidente de Venezuela se vio al borde de la derrota, le gritó al comandante de la caballería llanera, coronel Juan José Rondón: «¡Coronel, salve usted la patria!» Rondón saltó como un resorte y, volviéndose hacia sus llaneros, les gritó: «Camaradas, los que sean valientes síganme que en este momento triunfamos.» Le siguieron catorce jinetes e, inmediatamente, el resto de la caballería llanera. Las líneas españolas se rompieron y en la confusión producida, el ejército republicano pudo rehacerse. Barreiro, consciente de la escasez de efectivos, trató de retirarse hacía Bogotá para reunirse con el virrey Sámano. Bolívar se apoderó de Tunja, de modo que el único camino que quedaba para llegar a Bogotá era el puente de Boyacá.”[6]

 

Bolívar volvió a actuar como un gran estratega y rodeó el puente antes de la llegada de los españoles. El general Barreiro no pudo resistir el ataque de la caballería de Bolívar y se rindió con 1600 soldados. Apresuró pues Bolívar su marcha hacia Bogotá mientras que el virrey Sámano emprendía la huida. La entrada triunfal de los patriotas a Bogotá se dio el 10 de agosto de 1819, pero la guerra aún no había terminado, faltaba arrebatarle a Morillo la ciudad de Caracas.

 

En Bogotá se estableció un gobierno provisional con Santander como vicepresidente y el Libertador marchó a Pamplona para organizar los planes de la nueva expedición. El triunfo de Boyacá supuso una mayor ventaja militar y política hasta el punto que Morillo terminó firmando un armisticio con Bolívar, más tarde se reunirían en el lugar de Santa Ana y acordarían una regularización de la guerra, ahora la ventaja era la de los patriotas. Incluso el mismo Morillo reconoció la grandeza de Bolívar, en un informe para el gobierno español-

 

Morillo expresó lo siguiente sobre Bolívar: «Nada es comparable a la incansable actividad de este caudillo. Su arrojo y su talento son sus títulos para mantenerse a la cabeza de la revolución y de la guerra; pero es cierto que tiene de su estirpe española rasgos y cualidades que le hacen muy superior a cuantos le rodean: él es la revolución”.[7]

 

Una carta más del propio Bolívar muestra la ventaja que tenía en ese momento: “Sólo Morillo es fuerte… y lo tengo inactivo por mis maniobras… Dos ejércitos

tengo ofensivos, el primero marcha a Quito y el otro está invadiendo, a la vez las provincias de Cartagena, Santa Marta y Maracaibo… Si Morillo me busca, me encuentra y lo destruyo; y si me espera es inevitable su ruina”.[8]

 

Luego de varios movimientos, Bolívar logró organizar un ejército constituido por 6.500 hombres. No voy a detallar cada uno de los pasos de la contienda, baste decir que otra vez prevaleció la inteligencia de Bolívar, y su caballería volvió a triunfar sobre los españoles, y así, el ejército libertador obtuvo una nueva y contundente victoria, esta vez en Carabobo.

 

Después de esto pudo Bolívar entrar una vez más triunfante a Caracas. Con el triunfo en Boyacá y Carabobo el Libertador tenía el camino abierto para realizar su gran sueño: la creación de Colombia. (La gran Colombia) Ahora comenzaba a vivir la cúspide de su gloria, faltaba aún el tiempo del desengaño, el tiempo en que Santander y Páez junto a otros, comienzan a derrumbar el sueño bolivariano.

 

Se convocó un nuevo Congreso en Cúcuta el 6 de mayo de 1821. En éste se organizó jurídicamente la República de La Gran Colombia que había sido creada en 1.819 por la ley fundamental del Congreso de Angostura. La nueva república era inmensa y estaba dividida en tres departamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito. Su primer presidente el Libertador Simón Bolívar. Observemos la primera parte del juramento que pronunció en este nuevo congreso:

 

“El juramento sagrado que acabo de presta en calidad de Presidente de Colombia es para mí un pacto de conciencia que multiplica mis deberes de sumisión a la ley y a la patria. Sólo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la suprema magistratura. La gratitud que bebo a los representantes del pueblo, me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por defender, con mis bienes, con mi sangre y aun con mi honor, esta constitución que encierra los derechos de los pueblos humanos, ligados por la libertad, por el bien y por la gloria. La costitución de Colombia será junto con la independencia la ara santa, en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres.”[9]

 

Bolívar no se detuvo, faltaba terminar la guerra de independencia bolivariana en el sur. Pero ahora se iba con la dicha de haber visto surgir la gran República de Colombia, sus ideas del Discurso de Angostura ahora reclamaban asidero en la realidad de un inmenso territorio.

 

Con mucha pompa e ingenuidad los colombianos celebramos el grito de Independencia de 1810, pero ya sabemos que esta fecha fue una más, entre las muchas que inauguraron las patrias bobas en América. Es lamentable que los colombianos tengan más conciencia de la anécdota fútil de un florero, y menos conciencia, por ejemplo, de la lucha valiente de los Comuneros, verdadero preámbulo de nuestra emancipación. Y más lamentable aún, el hecho de que la mayoría de los colombianos siguen ignorando el significado del 17 de diciembre del año de 1819, día glorioso en el que un hombre llamado Bolívar, creó una nación, ahora el verdadero bicentenario.

 

Colombia nació gritando por la libertad, y aún lo sigue haciendo. Ese grito comenzó en la voz de Bolívar, y ese grito no ha terminado.

 

 

Bolívar hoy

Los hijos de Medellín de las últimas décadas del pasado siglo XX pertenemos a una generación que fue atemorizada y asesinada por la violencia causada por la exclusión social y por la espiral de asesinatos de la mafia en tiempos de Pablo Escobar. El sistema nacional de educación pública en Colombia también se había degradado en la mayor esterilidad posible y sus métodos y formas fueron entregados a los negocios privados de editoriales donde pareciera que el último objetivo era el de enseñar. Los profesores, mal pagados y mal valorados en la sociedad, poco tenían que ofrecerle a una generación que estaba dispersa entre ambiciones desmedidas y balaceras por doquier. Salimos de esas escuelas y de esos colegios en una orfandad de conocimientos. No es una exageración decir que salíamos de la educación primaria y secundaria sin siquiera saber leer y escribir bien. Los que no fuimos asesinados en Medellín salimos a engrosar las filas de los desempleados. El nombre de la película no pudo ser más acertado: “Rodrigo D no futuro”. Los jóvenes de la Medellín de la última década del siglo XX no teníamos futuro. Cómo conseguir dinero, cómo sobrevivir y cómo sostener una vida de algarabía y alcohol, esas eran las únicas cuestiones. Sin futuro, porque se nos había arrebatado también el pasado, sólo contábamos con un presente infernal. Medellín era la prueba contundente de una de las más importantes tesis del historiador Eric Hobsbawm:

 

“La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven”[10].

 

En esta sociedad sin historia Simón Bolívar ya había desaparecido, salvo para algunos honorables ancianos que, de manera anacrónica, sostenían unas sociedades bolivarianas con más de un siglo de existencia y cuyo número de integrantes se estaba reduciendo aceleradamente por la muerte de sus asociados. Cabe anotar que un joven de esta época nunca pasaba por allí. También apareció Bolívar en las montañas de Colombia, en una reivindicación suya que hicieron las guerrillas.

 

El punto es que hoy, para un joven de la ciudad de Medellín, Bolívar no existe o quizá es una imagen difusa de alguna estatua por allí o un dibujo olvidado en una vieja cartilla escolar. No es raro que esta generación confunda a Cristóbal Colon con Simón Bolívar sin saber quién es ninguno de los dos.

 

El olvido de Bolívar está expresado en un aforismo contundente de la novela El general en su laberinto de Gabriel García Márquez.

 

“Era el fin. El general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se iba para siempre. Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme hasta la semana anterior, pero a la hora de irse no se llevaba ni si quiera el consuelo de que se lo creyeran”[11].

 

Su gesta heroica de Bolívar, su obra política, su proyecto continental, todo fue olvidado. Ya sea por la tergiversación de sus contemporáneos, ya sea por la ingratitud de las generaciones posteriores, ya sea por la dispersión de la sociedad del capital que eliminó la historia como elemento constitutivo de las identidades individuales y nacionales; Bolívar desapareció para la mayoría de los colombianos, salvo para una minoría letrada con un poco de cultura que lo conoce o para otra minoría política más reducida aún; para la inmensa mayoría de los colombianos Bolívar no era nada o era una estatua en un parque que ya nadie determinaba.

 

Por otra parte, hemos llegado a un punto culminante donde al parecer se han agotado todas las fuentes, interpretaciones e ideas sobre la vida de Simón Bolívar. Existen inmensidad de biografías de Simón Bolívar, monografías y toda clase de libros, pero a la larga todos repiten lo mismo. Afortunadamente ya todo el archivo de los documentos públicos y privados del libertador se encuentran organizados, digitalizados y publicados en la página www.archivodellibertador.gob.ve, ya las fuentes documentales de Bolívar no son de uso exclusivo de una camarilla de eruditos, cualquier persona puede acceder a sus cartas completas en internet. Ya no es necesario como antes pagar una fortuna por las ediciones completas de sus obras.

 

A dos investigadores les debemos esencialmente todo lo que sabemos de Simón Bolívar: el alemán Gerhard Masur y el inglés John Lynch. Obviamente le debemos mucho a los esfuerzos grandiosos de nombres que ya son familiares para los estudiosos de Bolívar: Gabriel García Márquez, Indalecio Liévano Aguirre, Vicente Lecuna, Perú de Lacroix, Fernando González, Mario Hernández Sánchez-Barba, Gilette Saurat, David Bushnel, Augusto Mijares. En realidad, sólo se cambian los enfoques, los matices, pero en general desde el Bolívar de Masur (1948) hasta el Bolívar de Lynch (2006) todos hacen un recuento de las mismas cuestiones que son tratadas ampliamente en estas dos obras canónicas.

 

Incluso el escritor William Ospina en su bello texto En busca de Bolívar admite que sus fuentes fueron Masur y Lynch; William Ospina hace una nueva síntesis de la vida de Bolívar con la claridad y la belleza que lo caracteriza, aunque tampoco en él encontramos algo nuevo.

 

La historiografía respecto de Bolívar está llegando a sus límites. Esto no es bueno o malo, simplemente es así.

 

En Venezuela en los últimos años ha cobrado interés una hipótesis que indica que Bolívar no murió sólo de tristeza, traición y enfermedad, sino que fue asesinado. El gobierno de Chávez ordenó la exhumación de los restos de Bolívar para hacer investigaciones más profundas con las nuevas tecnologías disponibles y se elaboraron dos informes: 1) Informe sobre la Reconstrucción Facial 3D del Libertador Simón Bolívar; 2) Informe Preliminar sobre las Causas de la Muerte del Libertador Simón Bolívar. El del rostro no ha tenido una aceptación total, sobre todo por parte de algunos artistas, y sobre la muerte, las conclusiones fueron las previsibles. Dice el informe en su conclusión que “aunque no se puede excluir la tuberculosis como causa de muerte, parece ahora una causa menos probable que lo que se había concluido previamente en los informes del examen post mórtem realizado en 1830”. Sin embargo, si se asesinó o no, el informe no agregó elementos.

 

Hace pocos años, desafortunadamente, fue asesinado en la ciudad de Pampatar, Isla de Margarita, el historiador Jorge Mier Hoffman quien había publicado el libro La carta que cambiará la historia. Cómo, Cuándo, Quién lo mató, Dónde está Bolívar. Basado en cartas apócrifas. Con un estudio detallado de toda la obra escrita de Bolívar se puede demostrar fácilmente que no son verdaderas. Así que tampoco estos estudios, que parecen más del mundo de la ficción, muestran nada novedoso, sino unas ideas muy descabelladas. La hipótesis que plantea que Bolívar fue asesinando no se sostiene históricamente.

 

Yo sigo insistiendo: simplemente Bolívar murió de tristeza, de una inmensa tristeza que acabó con su ser después de tantas traiciones.

 

Existe además una película reciente: Libertador, estrenada en Venezuela en el año 2014, una gran producción de alta tecnología y del arte cinematográfico más calificado, dirigida por Alberto Arvelo y protagonizada por Édgar Ramírez, que también sugiere que Bolívar fue asesinado; pero como lo mencioné, esta idea no se sostiene con argumento historiográfico alguno.

 

¿Qué queda pues por decir de Bolívar? Casi nada. Quizá el tema de si Bolívar tuvo hijos o no puede ser un tema novedoso, donde nada está comprobado. Fascina a muchos, por ejemplo, la idea de que Flora Tristán pudiera ser hija biológica de Bolívar: el parecido en sus rostros en las pinturas de ambos es asombroso.

 

Sería más interesante si se adelantara una nueva investigación para comprobar los planes de magnicidio que ejecutó Santander contra Bolívar e incluso contra Sucre. Sin embargo, si no sabemos a estas alturas acerca de los autores intelectuales de la muerte de Gaitán, mucho menos de los planes criminales de Santander, quien se cuidó bastante de no dejar evidencias

 

Debemos mucho al filósofo envigadeño Fernando González Ochoa: sus retratos psicológicos de las personalidades políticas de la época de la independencia. Nadie como él ha retratado y puesto al descubierto las pasiones, las grandezas y las bajezas de ese período. La obra de Fernando González aún es poco conocida en Colombia.

 

Las historias patrias tradicionales cumplieron su objetivo: enterraron la historia. Nunca hicieron que alguien se enamorara de la historia, todo lo contrario.

 

Gracias a Daniel Florencio O'Leary y al historiador Vicente Lecuna, los documentos públicos y privados del Libertador Simón Bolívar hoy en día se conservan y constituyen un patrimonio histórico y cultural de la humanidad. El gobierno bolivariano de Chávez dispuso todas las acciones necesarias para custodiar y modernizar este archivo para ponerlo al servicio de los pueblos. Más allá de las biografías de Gerhard Masur y de John Lynch sobre Bolívar, lo demás es una repetición incesante con diversos matices. Sobre Bolívar se ha escrito tanto, se ha gastado tanto papel, se ha derramado tanta tinta y se han impreso tantas cosas, que parecemos perdernos en un océano de letras para, al final, saber siempre las mismas cosas. Yo me atrevo a decir hoy que lo mejor que se ha escrito sobre Bolívar, con gran maestría artística y con una pulcritud histórica asombrosa, es la novela El general en su Laberinto de Gabriel García Márquez. Creo que es el Bolívar más cercano y “real” que difícilmente podríamos volver a tener. El alma de Bolívar se quedó en esta novela, sobre todo su tragedia final.

 

Hagamos otro recuento de la historia. La historia de la traición y el olvido. Después del glorioso año 1819, del Discurso de angostura, de la creación de Colombia, después de las últimas batallas, en 1824 ha quedado libertada toda la América. No han pasado dos años y Santander quiere someter a Páez, Páez no se deja y amenaza con separar a Venezuela de Colombia, Bolívar no sabe qué hacer, si le sigue el juego a Santander pierde a Venezuela, si interviene a favor de Páez logra sostener unido a Venezuela, pero se enoja Santander. Bolívar opta por lo último y ratifica a Páez como jefe superior de Venezuela. El congreso que debería celebrase en 1831 se adelanta y se realiza la convención de Ocaña, allí se enfrentan los santanderistas con los bolivaristas, Bolívar no sabe cuál de las dos facciones es peor, ya no tiene esperanzas. De la convención no sale nada y le toca asumir el mando entre las más agitadas revueltas, esta nueva posición lo enferma más. El 25 de septiembre de 1828 en Bogotá intentan asesinar a Bolívar. Manuelita lo salva, la libertadora del Libertador. Pero Bolívar ya está muerto en vida. Los culpables son fusilados, menos uno, Santander, a quien se le comprobó su culpabilidad, pero a Bolívar le sugieren que a este se le dé el indulto y sólo lo mandan al exilio. Entre tanto Perú se rebela y se apodera de Guayaquil. Bolívar corre al Ecuador, con la ayuda de Sucre controlan al Perú. A finales de 1829 Bolívar regresa a Bogotá, le llegan las cartas de sus amigos sugiriéndole que se haga coronar, Bolívar desaprueba categóricamente tales ideas. En Antioquia el valeroso José María Córdova, creyendo las estupideces de que Bolívar se iba a coronar, se levanta en armas con 300 hombres en contra del Libertador, después del combate un irlandés del ejército patriota asesina al bravo león. Otra muerte innecesaria y absurda. Unos quieren que sea rey, otros le atribuyen que él quiere ser rey. Todo era un caos, una locura, Bolívar no aguanta más. El 20 de enero de 1830 presenta su renuncia a la presidencia ante el Congreso. Es hora de partir, en la más profunda desilusión Bolívar se va, pero no sabe para dónde. ¡Qué ironías, ahora que tan sólo es un ciudadano pide permiso al Congreso para irse para Venezuela y se lo niegan! El 8 de mayo sale de Bogotá hacia su destino final. Como no tiene dinero con que irse deja a Manuela en la fría Bogotá rodeada de canallas y sale para la costa, a ver cómo consigue recursos para salir del país. Otra ironía, el creador de Colombia se acuerda de que no tiene pasaporte para salir del país. Mientras que Bolívar hace su último viaje se entera de que su discípulo y amado Sucre es asesinado el 4 de junio en Barruecos, un guerrero noble cuya única ambición era irse a descansar con su esposa e hija, asesinado únicamente por querer y serle fiel a Bolívar. Se acaba la época de los héroes y comienza la de los asesinos. Bolívar ya sólo espera la muerte en una finca prestada, sin nada, todo lo que había hecho y “a la hora de irse no se llevaba ni siquiera el consuelo de que se lo creyeran”. Cuando Bolívar salió por última vez de Bogotá, nos relata Lynch: “La turba salió a las calles para celebrar la partida de Bolívar quemando retratos suyos y gritando a favor de Santander”. Toda esta historia es también edípica. Bolívar es el padre, al que se adora y se venera, pero también el que se teme y se odia, al que también se quiere matar y santificar. ¿Cómo purgar la culpa de todos sus asesinos? Colgando miles de cuadros con sus imágenes y erigiendo miles de estatuas, ¿no? La historia de los pueblos creados por Simón Bolívar muestra que éstos no siguieron su enseñanza, no siguieron el rumbo que les trazó su padre.

 

Gilette Saurat, en un breve párrafo, relata lo ocurrido después de la muerte de Bolívar: “Con la muerte de Bolívar acabó el tiempo de los héroes, y comenzó el tiempo de los asesinos. Santander regresó del destierro para presidir al fin solo los destinos de una república que repudiaría hasta el nombre de Colombia para tomar el de Nueva Granada. José Hilario López se instalará, también, con la frente en alto en el solio del primer magistrado del país, y lo mismo José María Obando. Desde entonces la vida política tendrá el semblante de esos hombres, estrechez, demagogia, crueldad. Bajo etiquetas diferentes, sus herederos ocuparán por turnos el proscenio. Se darán golpes de pecho en nombre de la patria –de ellos ésta no recibirá grandeza alguna– y del pueblo que sólo conocerá la ignorancia, la miseria y la servidumbre. Así se preparará el soporte de una estirpe de tiranos que abandonarán el continente a la explotación económica del extranjero”[12]. Y vendrá, en Colombia, el tiempo del olvido, el país que se empecina en tergiversar o borrar su historia, sobre todo ahora, en el 2019, bajo el auspicio de un gobierno que quiera acomodar la versión histórica al antojo de un nuevo fascismo criollo.

                                                           

Pero, vamos un poco más atrás, al convulsionado siglo XX. El 17 de enero del año 1974 en la fría Bogotá, al pie del cerro de Monserrate, en la Quinta de Bolívar, nueve guerrilleros del M19 sin disparar un sólo tiro dominaron sin dificultad a pocos vigilantes, quebraron un cristal y se robaron la espada del Libertador.

 

Para ese momento, casi nadie en Colombia se acordaba ya de Bolívar, y mucho menos, alguien se acordaba de una de sus viejas espadas. Desde ese robo en Colombia, la espada volvió a cobrar valor. Los guerrilleros dejaron un comunicado que decía: «Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo». Se ha hablado mucho ya de los lugares donde guardaron la espada. Que la espada estuvo en la casa de León de Greiff, que estuvo en Panamá durante la invasión gringa, que después terminó en Cuba hasta que el M19 la devolvió. Hoy, cuatro décadas después, el M-19 como guerrilla no existe, los combates los cambiaron por la constitución neoliberal de 1991, y los explotadores del pueblo siguen gordos, aliviados y tranquilos.

 

Un equipo de investigación de la revista Semana publicó un estudio que llamó: “La ruta de la espada”, el final de esta crónica es más risible que heroico, digno de los relatos de Macondo:

 

“Al parecer la devolución de la espada fue una de las exigencias que hizo el gobierno a los dirigentes del M-19 para realizar la Asamblea Constituyente. A mediados de enero de 1991 Arjaid Artunduaga viajó a Cuba a traer la espada. Según cuenta, en la isla recogió el arma y con ella ingresó por Venezuela «en una operación sigilosa y clandestina porque no queríamos correr el riesgo de que nos robaran ese zuncho». El 29 de enero Otty Patiño y Laura de Pizarro visitaron la Quinta de Bolívar para coordinar los detalles de la ceremonia de entrega con la directora del museo, Diana Torres de Ospina. Antes de irse Patiño le preguntó a ella: «Oiga, ¿y este lugar sí es lo suficientemente seguro como para guardar la espada?». Dos días después, en una ceremonia que indignó a muchos de los militantes del M-19, Laura de Pizarro le entregó la espada, sobre una bandera de Colombia, a Antonio Navarro. Este se la pasó después a un grupo de niños, hijos de los comandantes del movimiento. Ese mismo día la espada fue llevada por orden del presidente César Gaviria al Banco de la República. Una persona que prefiere mantener su identidad en reserva se enteró que al día siguiente Francisco Ortega, gerente del Banco, llamó a Gaviria. Sin ocultar su preocupación Ortega le preguntó: «¿Qué hago yo con la espada de Bolívar?». La fuente dice que el presidente le respondió: «Yo de usted lo único que haría sería guardarla muy bien para que no se la vuelvan a llevar». Hasta el día de hoy, según el Banco, la espada permanece guardada en una cajilla de seguridad”[13].

 

En nuestro país, a finales del pasado siglo XX, no sólo se olvidó a Bolívar, sino que la historia como elemento constitutivo de la identidad nacional se eliminó.

 

En el año 2015 cuando se celebraron 200 años de la Carta de Jamaica el profesor Juan Guillermo Gómez García publicó un libro sobre la memorable carta y añadió un amplio balance historiográfico de la Vigencia y memoria de Bolívar desde su época hasta hoy. Cito al profesor en algunos apartados finales de su libro que tituló: “La tábula rasa del Frente Nacional”:

 

“Si Venezuela ha conocido una saturación simbólica de la figura del Libertador, por parte del chavismo, en Colombia, sin haber una declaración oficial ni un complot  programático estatal ni partidista, se olvidó a Bolívar. Con el pacto del Frente Nacional los partidos tradicionales, Liberal y Conservador, hicieron un pacto de silencio sobre el pasado […] Esta acción de represión del pasado, esta operación semiconsciente –al menos en un grado demostrable- ha dejado a Colombia sin rumbo. Se sustituyó el anclaje doctrinario o las ideas de los partidos en los fundamentos de una historia (y de una filosofía de la historia) por una planeación nacional técnica, desprovista aparentemente de caprichos populistas. […] El olvido de Bolívar, el olvido de la espada de Bolívar, el olvido de la significación de las luchas por la independencia, constituían una operación venganza contra un pasado ominoso. Nunca se dijo expresamente, nunca se aclaró por qué se dejó de recordarlos, de citarlos, de introducirlos en los currículos del kínder a la Universidad. […] Hoy nadie precisa en Colombia hablar de Bolívar ni contra Bolívar. Está ahí; como mudo, tieso, ausente. Se tiene una remota y vaga idea de su legado de liberación, de su legado republicano, de su legado de unidad continental y de su legado social; no desvela, no entusiasma, no hace rabiar. Lo va consumiendo, lenta, lenta, lentamente la indiferencia pública”[14].

 

Los únicos que no olvidaron a Bolívar en los inicios del siglo XXI en Colombia fueron las FARC. Y como es bastante conocido, en Venezuela en el siglo XXI, el resurgimiento de Bolívar llegó con el proyecto político de Hugo Chávez.

 

¿Cómo podemos definir entonces lo bolivariano en el siglo XXI?

 

En el ámbito de las ideas políticas lo bolivariano en América Latina y en el Caribe es un pensamiento circunscrito a los valores y a los estandartes que legó el Libertador Simón Bolívar a través de su gesta política.

 

Dado que las ideas de Simón Bolívar siempre estuvieron creadas para las necesidades políticas de un territorio continental definido y de un tiempo histórico que se ha transformado profundamente a lo largo ya de dos siglos, es necesario desglosar un conjunto de conceptos del pensamiento de Bolívar que transciendan las épocas y los espacios para que sirvan como una nueva tabla de valores para transformar la realidad política de Latinoamérica en el siglo XXI.

 

Las ideas de Bolívar ya no están raptadas por las oligarquías de los siglos XIX y XX, que hicieron un uso de ellas para toda suerte de “oficialismos”, que construyeron un Bolívar reaccionario y útil para todo tipo de discursos patrioteros que durante mucho tiempo escondieron y tergiversaron el legado revolucionario que él forjó.

 

El anhelo de lo bolivariano no está condicionado o está mucho menos dirigido por los productos de los circuitos académicos universitarios, ni por empresas editoriales o por todo tipo de aventuras librescas. Bolívar bien puede ser el tema de una biografía profesional, de alguna tesis universitaria (que de hecho ya no son muchas) o el tema de miles de libros de todo tipo que se han consagrado a perpetuar la memoria del Libertador; en fin, de todo lo escrito concerniente a él, que bien puede reconocerse como una tradición que ha hecho en miles de páginas un recuento de sus epopeyas, un sinfín de análisis interminables de sus obras, pero que no constituyen en suma lo bolivariano, -a pesar de que lo bolivariano también se nutre de la tradición escrita como es obvio-. Una cosa es escribir o leer un libro sobre Bolívar y otra muy distinta es crear un movimiento político bolivariano con una incidencia real en algún escenario social de América Latina.

 

¿Cómo podemos definir lo bolivariano en el siglo XXI?

 

Lo bolivariano en síntesis es una ideología política de algún colectivo, partido o movimiento social; ideología basada en las ideas de Simón Bolívar que han demostrado su universalidad y su posible aplicación en un proyecto social con alcances y estrategias definidas.

 

Es casi ya un consenso admitido que los conceptos propios de un pensamiento bolivariano son los siguientes.

 

1. Unidad e integración latinoamericana y caribeña.

2. Independencia y soberanía política absoluta.

3. Antiimperialismo.

4. Oposición frontal al modelo neoliberal burgués de occidente.

 

Lo bolivariano es un amor imperecedero a la libertad en todas sus acepciones.

 

Dada la complejidad del conflicto armado en Colombia, el Movimiento Bolivariano de las FARC fue clandestino y su agenda organizativa inicial fue en medio de la guerra, y por estas circunstancias no apareció como proyecto político con incidencia en sectores amplios de la población. Ahora después del acuerdo de Paz y de la fundación del nuevo partido político: FARC, es comprensible que todo el ideario bolivariano que han proclamado siga implícito en sus agendas, aunque explícito hasta ahora no, dado que, en los estatutos del nuevo partido, no encontramos si quiera las palabras Bolívar o bolivariano.

 

Bien son conocidas las prácticas políticas en Colombia, tan complejas y enmarañadas que difícilmente algunos sectores de la sociedad quieran abrazar como suyas y públicamente en el corto plazo una ideología bolivariana. Mucho menos en la actual coyuntura electoral, donde los sectores más reaccionarios han querido crear y fundar temor sobre el fantasma del “castro-chavismo”. Si existiese alguien que se arriesgara a hablar en estos momentos de lo bolivariano en Colombia con alguna aspiración electoral se aseguraría para sí una perdida colosal de votos, esto es una cuestión que no requiere mucha elucidación.

 

Una experiencia mayor, que ha logrado sortear no pocas dificultades, es la Revolución Bolivariana de Venezuela, que atraviesa una etapa candente en su aspiración de consolidar el socialismo después de la desaparición física del comandante Hugo Chávez, y superar las crisis que ha tenido que enfrentar Nicolás Maduro en sus años de gobierno. No hay que hacer muchos análisis para aceptar que grandes sectores políticos de la población venezolana hoy se conciben así mismos como bolivarianos, puesto que han logrado ya casi 20 años de su revolución y se identifican ante el mundo como bolivarianos sin titubear. Lo bolivariano en Venezuela es equiparado con el chavismo, y ya es un hecho comprobado que el chavismo no es una desviación de lo bolivariano sino una realización del mismo. Lo cual no demerita alguna posible crítica a las formas del gobierno bolivariano que está en el poder, personalmente vi y critiqué el burocratismo. O no se puede dejar de examinar que en lo económico son muchos los desafíos que hay que resolver. Y esencialmente reconocer que hay un imperio que ha atacado el chavismo y lo bolivariano en todas las formas posibles. Lo bolivariano en Venezuela no está acabado sino en movimiento. La guerra mediática en contra de la revolución bolivariana ha hecho que en Colombia no se vean las virtudes del proyecto bolivariano, sino que se ha prolongado una imagen infernal de este proceso.

 

Hay un libro fundamental: Hugo Chávez. Mi primera vida. Conversaciones con Ignacio Ramonet. Para mí esta obra es el documento biográfico más completo sobre Chávez hasta el momento. Acá encontré una clave para entender qué pasa con Bolívar en el momento actual en Colombia y en Venezuela.

 

Chávez dice en este libro:

 

 “Ésa era mi misión: darle contenido, en la psiquis del pueblo venezolano, a la prodigiosa invención de un país posible. Tenía que crear una utopía concreta. En otras palabras: crear el «mito Chávez», personal, para que el «mito Venezuela nueva», colectivo, emergiese. Y para que todo se transformara”[15] 

 

En un mundo globalizado, en un mundo de la imposición del neoliberalismo, el sistema logró no sólo borrar la historia como identidad constitutiva de los sujetos y de las naciones, sino que acabó con los mitos de cada cultura. Y quizá, el mayor logro de Chávez en el siglo XXI, fue que efectivamente fundó un mito de una nueva Venezuela. Mito realizado o no realizado hoy completamente, cuestionado hoy por la derecha internacional; en una crisis sin precedentes, pero varios millones de venezolanos, creen profundamente en ese mito, y en ese mito, gracias a Chávez, aún está vivo allá Bolívar.

 

¿Qué ocurre en Colombia? En un país “sin historia”, Bolívar no está. Acá, para la mayoría de los colombianos, no es una exageración decirlo: Bolívar, -más que muerto-, está es completamente olvidado.

 

Volviendo a la espada de Bolívar, una vez más con unas cortas, pero decisivas palabras del profesor Juan Guillermo Gómez García, cuando finaliza su texto sobre la Vigencia y memoria de Bolívar, refiriéndose al de Bolívar: “Pero [en Colombia] al despertar de esa pesadilla anacrónica, [a Bolívar] lo tendremos allí”.[16]

 

De nuevo el símbolo de la espada. Yo creo que la oligarquía colombiana está feliz de que en la Quinta de Bolívar no esté actualmente la espada original, sino una réplica. Están tranquilos, no porque la espada de Bolívar está a salvo en una bóveda del Banco de la República, lo que ocurre es que se están asegurando de que está bien enterrada, no sea que, si se desentierra algún día, se vuelva a despertar su dueño convertido en un pueblo.

 

Este año Bicentenario es una buena oportunidad para el recuerdo de Bolívar y la memoria de la gesta emancipadora, también para el resurgimiento de las palabras de aquel discurso memorable, que bien damos a recordar hoy.

Ver en el archivo PDF adjunto, al finalizar el documento como anexo el Discurso de Angostura completo.

[1] José Luis Romero, en su obra José Luis Romero, Pensamiento político de la emancipación, Prólogo, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977.

[2] Frank David Bedoya Muñoz, 1815: Bolívar le escribe a Suramérica, Gimnasio Internacional de Medellín, 2006. https://sites.google.com/site/bolivarynietzsche/home/1815-bolivar-le-escribe-a-suramerica

[3] Gillette Saurat, Bolívar el Libertador, Editorial Oveja Negra, 1987.

[4] Simón Bolívar, Discurso de Angostura. Texto completo como anexo al final.

[5] Frank David Bedoya Muñoz, Develando la perfidia de Santander. En

https://sites.google.com/site/bolivarynietzsche/home/develando-la-perfidia-de-santander

[6]  Mario Hernández Sánchez-Barba, Simón Bolívar. Una Pasión política, Ariel, 2004

[7] Morillo citado en: Citado en: Mario Hernández Sánchez-Barba, Simón Bolívar. Una Pasión política, Ariel, 2004, p. 162.

[8] Ibíd., p. 163

[9] Simón Bolívar, citado en: Vicente Lecuna, Proclamas y discursos del Libertador, Gobierno de Venezuela, Caracas, 1938.

[10] Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Editorial Crítica, 1998.

[11] Gabriel García Márquez, El general en su laberinto, Editorial Oveja Negra, 1989

[12] Gillet Saurat, Bolívar. El Libertador, Editorial Oveja Negra, 1987,

[13] http://www.semana.com/especiales/articulo/la-ruta-de-la-espada/34708-3

[14] Juan Guillermo Gómez García, La carta de Jamaica 200 años después. Vigencia y memoria de Bolívar, 2015.

[15] Hugo Chávez: Mi primera vida. Conversaciones con Ignacio Ramonet, 2013.

[16] Juan Guillermo Gómez García, La carta de Jamaica 200 años después. Vigencia y memoria de Bolívar, 2015.