Diario de un historiador colombiano en la República Bolivariana de Venezuela.

De abril a octubre de 2012

— Capítulo 1 —

De Medellín hasta el balcón del pueblo en Caracas.

Hace un mes salí de Medellín. He dejado temporalmente mi amada patria colombiana. La mayoría de sus actuales habitantes no me gustan, pues que están entregados a la mafia, a la derecha, a la muerte. El conflicto social y armado en Colombia parece no tener final. La exclusión social se prolonga. Las mentes están enajenadas. Ciertamente existe una minoría revolucionaria, creadora, pero estamos reducidos, dispersos. Yo dije entonces: me voy tras el alma de Bolívar, me voy a conocer y a participar de la Revolución Bolivariana de Venezuela, y heme acá por fin, entre bravos caribes y llaneros. A Colombia regresaré cuando esté preñado de revolución, para hacer la Patria que nos espera.

Este diario lo escribo con el ánimo de retratar la Venezuela bolivariana, gran parte de los destinatarios de este escrito son colombianos que están ávidos de la verdad de los hechos de esta revolución, aquellos que están cansados de la manipulación y burda trivialización que han hecho los medios de comunicación que están al servicio de las oligarquías más rancias del continente y que han falseado el espíritu revolucionario que ha nacido acá en el final del siglo XX y comienzos del XXI.

Lo primero y más destacado, es que la Revolución Bolivariana de Venezuela es una revolución popular, es una revolución del pueblo. No es una imposición caudillista como se ha querido mostrar en la prensa internacional. No es que Chávez se tomó el poder y hace lo que le da la gana mientras un pueblo pasivo espera, no. La verdad es que este proceso valeroso es una construcción colectiva popular sin parangón en América Latina.

Cada una de las personas que he conocido son protagonistas, hacen parte de la revolución. Mujeres, hombres del pueblo que hablan de “nuestra revolución”, todos hacen parte de alguna organización de base política, que de alguna manera tiene que ver con la lucha política. Mientras que en el mundo occidental se da el ocaso de la ciudadanía, donde reina el individualismo y el desinterés por el bien común, en Venezuela surge una nueva militancia ciudadana, el debate político es el pan de cada día.

Pero vamos despacio. Tampoco es un paraíso la Venezuela actual. Por un lado, está la oposición criminal que no escatima hacer uso de la violencia para desprestigiar al gobierno. He conocido personalmente el caso de Estados (lo que en Colombia llamamos departamentos) donde gobernadores opositores, antes de crear seguridad y estabilidad para los pueblos que los han elegido, hacen todo lo contrario para crear un clima de insatisfacción y desazón. Por otra parte, es generalizado que grandes sectores del pueblo, en masa, son bastante “bárbaros”, esta población marginal que durante tantos años fue excluida, actúa sin conciencia alguna cívica y por el contrario se mueven en el caos y en la montonera. El ejemplo más visible el caos de la movilidad, las colas (filas) pocas veces son respetadas, cuando llega la camioneta, la buseta, el mayor salvajismo para buscar un puesto. Ni conductores, ni peatones respetan en la mayoría de las veces las leyes de tránsito, cada que pueden se saltan las normas, sin importarles si atropellan al otro. Es decir, una conclusión provisional que quiero formular en este diario es que el principal obstáculo de esta revolución en primer lugar, es la población marginal (valga decir que el gobierno de Chávez ha sido el que más ha reducido en América Latina los índices de pobreza extrema) pero falta, y aún falta demasiado mucha ética ciudadana, en esos seres bruscos, que aunque buenos individualmente en masa son los más toscos; y en segundo lugar, la población extremadamente rica, que mira con desdén la construcción ciudadana, cada uno con su automóvil gigante, atropellando literalmente al que se le atraviese a su ego que va al volante.

El ser humano venezolano es bello, sangres mezcladas, caras que reflejan almas nobles, intrépidos, arrojados, desfachatados. Una mezcla sensacional entre caribe y llanero. Sus formas de hablar son rítmicas, alegres, tienen gracia, desde el vendedor ambulante hasta el político se les facilita la emoción al hablar. Hablan duro, rápido y catantaito. Una vez, en una buseta el ayudante del conductor me cobró 20 bolívares, como en esa misma ruta ocho días antes me habían cobrado tan sólo 10 bolívares, inmediatamente le hice el reclamo, y su respuesta fue tan serena, graciosa y espontánea, que, en lugar de enfadarme, me encantó. Con la más perpleja tranquilidad me respondió: - “¡Es que nosotros somos piratas!”.

Las mujeres son muy activas, de todas las personas que he conocido, las más apasionadas por el proceso político son las mujeres, son comprometidas, guerreras, organizadoras, amorosas, creo que la base social más importante y fiel a la revolución bolivariana son las mujeres.

Los opositores en su gran mayoría son muy pedantes, torpes, demagogos y cínicos, enarbolan unos discursos tan poco creíbles, que uno siempre se queda pensando en si ellos mismos se creen eso que dicen, utilizan y abusan sin el mayor pudor de las palabras, “proceso civilizador”, “la libertad como desarrollo“, “democracia”, “progresismo”, no sin saber ellos que en el pueblo ya no les creen ni jota, y que con esas palabras ya no embaucan a nadie, no tiene nadie que ser un politólogo para saber, que fueron ellos los que entregaron la patria en el pasado, y saben, que no dudarían si lo pudieran, en volver a entregar la patria a los extranjeros y a los monopolios privados.

He estado muy atento de los bolivarianos, de los que participan del proceso revolucionario, de sus pareceres. He hablado con funcionarios, intelectuales, artistas, militares, obreros, gentes humildes. Todos tienen algo en común, su sólida convicción de militar en la defensa y prolongación de su proceso revolucionario. Sobre todo, los intelectuales y artistas, como es obvio, son más críticos con la revolución y señalan sin ambages lo que se está haciendo mal y lo que se tiene que mejorar. La mayoría del pueblo ama su revolución, aman a Chávez, adoran a Bolívar. No todos tienen claro lo qué es el socialismo, o las cuestiones más profundas y acuciantes sobre lo que debería ser un socialismo del siglo XXI, pero, aun así, sin tener muy claro el concepto, todos se declaran ya socialistas y defienden el socialismo como algo que vendrá y que ya ha iniciado, y lo mejor, a lo que no quieren renunciar.

Es mentira que Venezuela está en un caos de inseguridad, yo que he vivido en Medellín toda mi existencia, los días que he pasado en Caracas son los más tranquilos de mi vida. Claro, que al igual que todas las ciudades masificadas de América Latina, donde hay aglomeraciones hay pillajes e inseguridad, pero el caos que quiere mostrar la oposición no es cierto. Lo que, si es cierto, y no es una coincidencia gratuita, es que en los Estados donde gobiernan los opositores a Chávez es donde más violencia se ha visto. Por ejemplo, en el Estado Miranda del gobernador que actualmente es candidato presidencial de la oposición, donde actualmente hay el mayor índice de criminalidad.

Hoy cumplo un mes de estar caminando por Caracas, observando y escuchando todas sus gentes. Y en verdad el proceso social y político de la Revolución Bolivariana de Venezuela es un paradigma de cambio en América Latina. Con este proceso las gentes han dejado esa actitud pasiva y lastimera que caracteriza a los pueblos más excluidos de este continente. Acá el pueblo es altivo, luchador. Los medios de comunicación extranjeros que se encargan de crear una mala imagen de Venezuela esconden hechos tan complejos como el siguiente, ha sido el pueblo el que se identificó con unos militares de izquierda, no al revés que unos militares impusieron algo. Pueblo y militares que hicieron una unión sin paralelo en América Latina para rescatar a su presidente del golpe de estado del 11 de abril del 2002. Pueblo, soldados y obreros que saben el valor de su revolución y que no dudaran en entregar sus vidas si es necesario, para no perder lo que han logrado.

Tuve el privilegio de escuchar a Chávez en la conmemoración del 13 de abril, bajo el Balcón del pueblo, estuve yo ahí, en primera fila, constatando el amor y la fe, que miles y miles de hombres mujeres, ancianos, ancianas, jóvenes en varios kilómetros de una multitud roja, reunidos con un único objetivo respaldar a su líder, y vi por segunda vez, a ese hombre, que, para mí, hoy es el mejor hijo de Bolívar y que es la esperanza de América Latina: Chávez.

Además, esta es una revolución alegre, donde se lucha y se canta. Y esto, créanme, es la mejor señal de una revolución que tiene porvenir. Hoy escribo poco porque este proceso es colosal y para conocer sus profundidades hace falta caminar más.

Caracas, 26 de abril de 2012.

— Capítulo 2 —

De cómo estoy viviendo en Venezuela – Coyuntura política de esta revolución.

Antes de entrar a Venezuela, cuando llegué a Cúcuta sentí una gran vergüenza al constatar que una de nuestras puertas, la frontera, era tan fea. La terminal de transportes allí es un infierno, el calor, los agiotistas, los embaucadores, los paramilitares. No lo dudé, no quise permanecer un instante allí. Tomé un bus que iba de Cúcuta a San Antonio, de allí, literalmente me embarcaron en otro para San Cristóbal, y de ese, en otro bus gigante de dos pisos, me llevaron a Caracas. Yo, el último romántico, pensé que ya no había fronteras, que como la Patria es América no había paradas, ni requisas, ni preguntas, ni restricciones. Pero… no. Resulta que me metí en mi primer problema, que oficialmente este historiador vagamundo no ha salido de Colombia, ni ha entrado oficialmente a Venezuela, a pesar de que llevo dos meses andando por Caracas. Pues bien, que me tocará, devolverme a Cúcuta, no sé cuándo, a que me pongan un sello en un pasaporte, que si no estoy ilegal en la patria de América.

Y para acabar de ajustar, soy colombiano… que acá en Venezuela, esta no es, propiamente la mejor presentación. ¿Se acuerdan mis lectores que, en el primer capítulo de este diario, como cosas negativas que veía, hablaba de unas montoneras? Pues resultó que muchos de estos desordenes era de colombianos; pues que en lo que va de corrido en esta revolución, muchos desplazamientos de “neogranadinos” se han dirigido a Venezuela, y entre ellos, mucho paramilitarismo y gente de “mal vivir” como dicen acá. Colombianos excluidos socialmente en nuestro país que han venido acá a “montar” barrios de “invasión” y que han traído entre tantas necesidades de hambre, también la violencia. Si por casualidad algún godo, reaccionario, santanderista, derechoso, oligarca en Colombia, lee este diario, le quiero preguntar: si Colombia es un “paraíso de seguridad y democracia” ¿por qué son los colombianos los que se vienen para esta “infernal dictadura” y no los venezolanos los que se van para allá? Una noche que no pude dormir y que estaba cerca de esos lugares de invasión, descubrí que esos barrios efectivamente sí eran de colombianos, pues que, aunque las paredes eran de cartón, varios bafles (acá se les dice cornetas) de los más modernos equipos de sonido, ondearon toda la noche, en el más alto volumen los vallenatos de Diomedes Díaz y el Reggaetón que no podía faltar. Pero bueno eso es lo de menos, lo de más y principal peligro para esta revolución es el paramilitarismo de Uribe, ya han visto el veneno que ha destilado este último, ser abominable que en los últimos días, ha arremetido contra de Venezuela cada vez que puede.

Bueno, este historiador, sin pasaporte sellado, antes de conocer a nadie, se dio a caminar Caracas. Lo primero que descubrí fue un gigante y hermoso parque llamado el de los Próceres, varias cuadras de jardines y monumentos alusivos a la gesta de la independencia. Me sentí maravillado, era de noche, la belleza del lugar, a pesar de que eran las nueve de la noche, se veían familias, niños jugando, parejas de novios, personas haciendo deporte, tranquilidad. Y no sólo este bello lugar, luego descubrí, que esta revolución ha rescatado muchos lugares públicos para el pueblo y sobre todo en el centro de Caracas. Lugares que en la época del neoliberalismo de los noventa eran territorios oscuros de miedo y desolación. Ahora en estos espacios se respira auténtica ciudadanía.

Cómo no podía seguir deambulando sólo, busque los contactos que había hecho por internet. (Descarto hablar todavía de unas cartas de recomendación que traje para presentarme a unos profesores de las universidades, por el momento basta decir, que intuyo por lo que he visto, que la academia universitaria acá está en manos de las burocracias del mercado y de la oposición. Aunque la revolución creó la Universidad Bolivariana, creo que le ha faltado al pueblo venezolano, recuperar las otras universidades que ahora están en manos de los doctos, serviles de la burguesía.) Decía que busqué mis contactos que había hecho por internet. —Ves mi amigo y hermano Raúl que Facebook sirve para algo distinto a la farándula y a la vanidad de los yoes—. Ya con anterioridad, mi bella amiga Andrea, revolucionaria y literata colombiana, más conocida en el mundo social y virtual como Valeria, me había contactado con varias personas revolucionarias en Caracas. Uno de esos contactos se convirtió en mi “ángel de la guarda” en Caracas; es tanto mi ateísmo, que ella, me corrigió hace poco, que le estaba diciendo era, ángel de la guardia. Hablo de Yakelin una mujer poeta, militante apasionada de esta revolución, que al tiempo es la exquisitez hecha persona, de la gastronomía y la genuina amistad. Ella se ha vuelto la mejor anfitriona, igual que su bella madre la señora Luisa que con mucho amor en algunas noches me han hospedado en su apartamento en el centro de Caracas. Bueno del centro ya conocía algo de la mano de la bella y revolucionaria Adriana Castaño, abogada colombiana que hace poco también tomó la decisión de venirse a vivir acá del amor y del fervor bolivariano, y que, dicho sea de paso, y se lo ha agradezco eternamente, siempre ha estado atenta de mi destino acá. Yakelin pues, a su vez presentó a mi otro ángel de la guarda, Sanyira, filosofa, docente y directiva universitaria, pero, ante todo, mujer amorosa, corajuda y dadora de vida, militante y defensora de Chávez, que tuvo el gesto solidario e increíble, de ofrecerme su casa para vivir gran parte de los primeros días en que he estado acá. Espero que no haya sido yo tan mal habitante de casa, allí cometí mis primeros desastres cocinando, si es que hacer un arroz quemado y apresurado, a eso se le puede llamar cocinar.

Con ellas, Adriana, Yakelin y Sanyira he conocido también a muchas otras personas valiosísimas en este proceso, líderes populares, periodistas, poetas, cantoras, e intelectuales. Una velada maravillosa que viví, fue en una fiesta donde para sorpresa mía, dos músicos de esta tierra interpretaron para mí esta canción de Alí primera: La guerra del Petróleo:

“Ven amigo colombiano vamos juntos a luchar. / Nuestros lazos de amistad por siempre perdurarán. / Somos hijos de la Patria que nos dejó el Libertador […] Contra el oligarca, soldado vuelca el fusil, contra el oligarca. / Quieren engañar al Pueblo de tu tierra y mi país […] Ven, amigo colombiano, vamos juntos a cantar por segunda independencia, vamos juntos a luchar”.

Ya se imaginarán la emoción que me causó este cálido y pasional momento. Luego otro momento, no menos emocionante, fue la multitudinaria concentración para saludar a Chávez el 13 de abril. Ya había hablado de esto, cuando llegué hasta el Balcón del pueblo, pero lo que quiero señalar en este momento, es la increíble organización de los militantes de la Revolución Bolivariana para hacer estar marchas, son miles y miles de personas, en unas multitudes que se unen en un fervor político, sin que haya un sólo desorden o altercado, todos rojos y unidos por un amor a su revolución. Igualmente fue así, la marcha del 1ero de Mayo, yo estaba dichoso, fue una fiesta en toda la ciudad, coincidía con la Nueva Ley Orgánica del Trabajo, que Chávez firmó como un nuevo rumbo para la justicia social. El pueblo cantaba alegría. Bueno, no hay que ser un economista, para darse cuenta que mientras que en el resto del mundo del capital se aumentan las jornadas laborales y se reducen los sueldos, acá en Venezuela, Chávez reduce la jornada laboral y aumenta los sueldos. Muchas carajadas se hablan en los medios burgueses del mundo sobre Chávez y Fidel, pero no muestran esta diferencia, mientras en el resto del mundo las marchas del 1ero de mayo, son escenas de policías golpeando a los trabajadores, en Venezuela y en Cuba los trabajadores salen a celebrar.

En el municipio en que estuve viviendo conocí la gente del pueblo y constaté como vive la gente su revolución. Conocí una Aldea Universitaria de la Misión Sucre, donde por iniciativa del gobierno, se crearon estos proyectos para llevar educación superior de alta calidad a las regiones apartadas de los centros urbanos. Si la suerte me sigue acompañando, en junio me darán trabajo en unas de las cátedras de estas aldeas. Constaté además las otras Misiones para el pueblo, mercados populares, la salud con calidad y dignidad. Presten atención colombianos, ya saben el infierno que se vive en Colombia dado que la salud allá se la entregaron a las mafias privadas de las EPS, pues bien, acá, por ejemplo, existe una Misión que se llama Barrio Adentro, donde en lugares cercanos a los barrios, ubicaron centros de salud integrales. No estoy haciendo panfletos, o transcribiendo consignas idealistas, no. Estoy hablando de lo que estoy viviendo. Yo, por ejemplo, que tengo un problema de cataratas en los ojos, fui a esta Misión, como me atendió una doctora cubana, me llené de emoción, Fidel manda la medicina cubana para el beneficio del pueblo venezolano, pues bien, con tan sólo preguntarme mi nombre, sin pedirme papeles y hacerme esperar indignamente como se acostumbra en Colombia, me atendieron, fui remitido a tres citas de oftalmología especializada y en dos semanas me entregan mis lentes, y todo esto sin pagar un solo bolívar. En toda Venezuela igual está funcionando la salud de esta forma. ¿Se necesita otro argumento, para demostrar que la revolución bolivariana es del pueblo y para el pueblo? Yo creo que no. Basta mirar el desastroso capitalismo en el resto del mundo. Acá se está viviendo otra realidad.

Entre tanto, presenté mi conferencia: “¿Por qué en Colombia no quisieron a Bolívar?”, en la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, fue un acto conmovedor, los participantes de la Cátedra Bolivariana de allí me escucharon, me aplaudieron y me dieron otro fraternal recibimiento. Allí conocí a un nuevo amigo, el profesor Hernán Rubín, catedrático de inglés y productor de cine, quien ama también a Bolívar y quien luego me invitó a la Fundación John Boulton y al Centro Nacional de Historia, donde quizá me publiquen mi conferencia y algún artículo sobre Fernando González que aún no he escrito.

He estado caminando mucho el centro de Caracas, he vuelto a visitar varias veces la Casa Natal del Libertador, el Museo Bolivariano, la Plaza de Bolívar, yo me detengo y me pongo a pensar, que acá el pueblo, en verdad, sí se está transformado. Aunque permanecen formas capitalistas en la estructura social, mientras que se da el gran desafío de una transición al socialismo, el pueblo venezolano ya vivió una ruptura con el neoliberalismo, desde el Caracazo ya Venezuela no es la misma, hubo una ruptura social, política y económica con el modelo neoliberal, modelo que la gente acá ya no admitirá más. ¿Qué un nuevo socialismo en el siglo XXI está por consolidarse? Pues sí, así no lo quieren entender los escépticos del mundo. ¿Qué está sociedad venezolana se volvió en su mayoría de izquierda? Sí, no hay duda. ¿Qué aún hay mucho por corregir? ¡Pues claro! ¿Quién ha dicho que los cambios revolucionarios se hacen apresuradamente? Son muchos los vestigios de la sociedad inequitativa y egoísta que hay que superar. Yo me atrevo a decir, que actualmente en la República Bolivariana de Venezuela se está gestando un cambió de conciencia popular que dejará huellas profundas en el devenir de América Latina.

¿Qué está haciendo la derecha? Pues conspirar con la ayuda de los EE.UU. y la oligarquía colombiana. Acá se teme, en verdad, que, como la oposición, electoralmente ya se sabe derrotada, comience a utilizar la violencia para desestabilizar al país, pero el pueblo y el gobierno están alertas. Incluso se ha llegado a ver indicios de que la misma derecha puede atentar contra la vida de su propio candidato presidencial para crear confusión y achacarle esto al chavismo. Y no es una idea descabellada, ya sabemos que las oligarquías pueden hacer esto y mucho más. Esta minoría cegada por la ideología imperial y burguesa está desesperada y como son tan irracionales y asesinos (no todos por supuesto, hay gente de derecha que por más derechosa que sea no admite la muerte, pero hay otros muchos que sí) de ellos se puede esperar cualquier cosa. No es exageración de este historiador, en Venezuela, en esta coyuntura se está jugando una contienda entre la vida y la muerte, y la vida hoy acá, es socialista y roja y va triunfando.

A propósito de la Plaza de Bolívar, esta semana en una mañana vi allí la siguiente escena. Pasaron dos niñas con su uniforme escolar y se le acercaron a un soldado de boina roja que estaba cuidando el lugar. Le pidieron el favor, que, si se dejaba tomar una foto él sólo al lado de la estatua de Bolívar, el accedió y se dispuso para la foto. Las niñas tomaron su fotografía y luego ellas y él, sencillamente sonrieron. Ellas siguieron su camino, el soldado volvió a su lugar y yo en una banca pensé: esta si es la genuina unión de un ejército con su pueblo y sólo esto está pasando en Venezuela. Vaya a ver, si esto pasa en Colombia con los militares y los policías que, con justa razón, uno lo que les tiene es miedo y fobia, por las múltiples agresiones que le propinan al pueblo.

Me ha ido muy bien, sin embargo, no todo ha sido tan fácil, el dinero que recogí con mi conferencia hace rato se acabó. He sobrevivido por los auxilios de mi hermano en España y unos amigos. Aunque mi conferencia ha gustado —hoy vuelvo a presentarla en un canal de televisión local de Caracas— aún no he encontrado trabajo, ya no puedo seguir viviendo en la casa que estaba, tengo que volver a la frontera, a esa fea Cúcuta, a ponerle un sello a mi pasaporte y volver a Caracas, a seguir con esta aventura. ¿Cómo lo haré? Al terminar estas líneas, yo mismo no lo sé.

Caracas, 22 de mayo de 2012.

— Capítulo 3 —

Los sueños siguen en Venezuela - El programa de la Patria.

Cumplí ya tres meses en la tierra de Bolívar. Como había anunciado antes, me devolví a la frontera, Cúcuta, para poner los sellos en mi pasaporte, lo que no había hecho desde la primera vez simplemente por pendejo y por estar soñando que la América de Bolívar era ya. Pues que no había hecho lo que cualquier persona con un buen sentido común hubiera realizado, registrar que sale de su país y que entra a otro.

Los dos primeros meses corrí con buena suerte porque ningún policía me pidió el pasaporte, pero la suerte no fue completa, el día que salía de Caracas para la frontera, en la terminal de transporte La bandera, minutos antes que el bus saliera, subió un policía y pidió los documentos y me bajó del bus. No valió explicarle la tontería de no haberle puesto antes los sellos al pasaporte, que precisamente iba a corregir eso, no valió mostrarle lo certificados de las conferencias que he dado en Venezuela durante este tiempo, pues nada… el policía con el ceño fruncido expresó: “tuviste suerte hasta hoy”, que si no le daba bolívares me detendría. Yo para evitar los problemas que eso me conllevaría y que además perdería el pasaje hacia San Cristóbal le di mis últimos 200 bolívares, lo que tenía para devolverme de Cúcuta. Lleno de ira me devolví al bus y el policía cínico sonrió y me dijo: “adelante profesor vaya ponga esos sellos que a usted acá en Venezuela le va ir muy bien”. Supe después, que dado el número tan grande de colombianos que estaban ingresando a este país, el gobierno de Chávez decidió hace poco facilitar los trámites y simplemente poner un sello a los que entran para que puedan circular como turistas libremente durante tres meses, que antes de esa política de hermandad el negocio de los policías era sacarles plata a los colombianos. Lo cual comprueba que si la policía en América Latina es corrupta es porque los Estados se los permiten y se los facilita. Ya ese negocio a los policías venezolanos se les acabó, salvo los 200 bolívares que se le aparecieron a este de la nada simplemente por mis carajadas. Si no es por la solidaridad de mi familia que me mandó otro dinero a Cúcuta para poder devolverme a Caracas me hubiese tocado devolverme a Medellín a pie.

Esta vez Cúcuta no me pareció tan fea, más bien la fea es su terminal de transportes, es más, me dio nostalgia por mi país, después de compartir algunas pocas horas con los cucuteños, me di cuenta que lo que me hacía falta es mi bella Medellín. Pero pronto me llamé al orden y recordé que la hora de volver a Colombia no ha llegado, que mi aventura venezolana apenas está comenzando. Uno de los lectores de este diario me dijo que le estaba dando muy duro a Colombia, pero qué hacemos si nuestra patria sigue en manos de criminales. Sólo un ejemplo, un taxista que me transportó en Cúcuta me relató como uno de los barrios de Cúcuta estaba controlado totalmente por el paramilitarismo, yo le conté que en Medellín no sólo era un barrio sino toda la ciudad. ¿O acaso no es verdad amigos lectores de Medellín que cada barrio y cada cuadra de nuestra amada cuidad está aún manipulada por la mafia? Entonces no es que yo hablé mal de mi país, es que me duele la indiferencia y el silencio sobre lo que allí sigue pasando. Por ejemplo, ahora todos están conmovidos en Colombia por la nueva telenovela que está recreando la maldad de Pablo Escobar. Estoy de acuerdo con Antonio Caballero que Escobar no fue el patrón del mal, que la patrona del mal es la prohibición puritana de las drogas. Pero yo quisiera agregar, que el verdadero patrón del mal no es ni Pablo Escobar, ni la droga sino el neoliberalismo impuesto en Colombia en los años 90. Es verdad que Pablo Escobar fue un criminal, pero a mí me parece más criminal “la apertura económica” de Cesar Gaviria, Pablo Escobar no fue la causa de la violencia en los años 90 en Colombia, Pablo Escobar y los miles que se repiten como él son una consecuencia de la exclusión social prolongada en Colombia y la ambición desmesurada del capitalismo que solo produce eso: muertos.

Perdón este diario es sobre Venezuela.

Volví pues a Caracas. Mi conferencia: ¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar? otra vez me salvó la vida. Esta vez la presenté en un canal comunitario y revolucionario TV Caricuao que tienen en sus instalaciones un hospedaje y me lo ofrecieron con la más grande solidaridad, hace un mes estoy allí. Durante estos días pude dar mi conferencia cinco veces más, en comunidades de Caracas donde se capacitan líderes comunitarios, en la Casa de las Américas José Martí y lo mejor, que mi conferencia fue aceptada en el X Encuentro Internacional de Cátedras Martianas y el III Encuentro Vigencia del Pensamiento Bolivariano y Martiano, que se realizará en Maracaibo, o sea que seré ponente allí. En conclusión, mi conferencia ha gustado mucho, pero el trabajo nada que aparece. Mi amigo Adolfo, mi hermano Alex me atormentan porque no consigo trabajo rápido, ¿pero yo que hago? Sí sólo sirvo para leer y escribir. Me han hecho promesas de trabajo en docencia, pero el tiempo y el ritmo de los venezolanos es otro. De pronto a este historiador le tocará volverse buhonero, pero no me imagino vendiendo qué, la última vez que vendí algo en mi vida fue en la ya vieja época de la universidad, en que mi ex novia y yo, hicimos una empresa de sándwiches, ella los hacía y yo los vendía en la universidad, pero nos quebramos porque a mí me daba pesar de mis amigos que tenían hambre y terminaba regalando la mercancía, la empresa se acabó y mi novia se enojó.

Ahora sí no más mis aventuras sino una observación sobre lo que actualmente está pasando en Venezuela.

El pasado 11 de junio, en pleno centro de Caracas en medio de un océano de personas rojas el presidente Hugo Chávez presentó su programa de gobierno para el período 2013-2019. Allí estuve yo en primera fila escuchando al comandante, al candidato de la patria.

El candidato de la derecha un día antes hizo un espectáculo bochornoso, no dijo nada en su “discurso”, fuera de unas consignas flojas y unos estribillos ridículos no dijo nada. Ya sabemos que el programa de la derecha siempre es el mismo, en cualquier parte del mundo, favorecer a la acumulación del capital a expensas de la explotación de los pueblos y eso, sabemos, que así directamente no lo pueden decir.

Chávez, por el contrario, después de cantar música llanera, de celebrar la vida con el pueblo, por más de tres horas explicó su programa de gobierno, a saber:

“I. - Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional.

II. - Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI, en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje del capitalismo y con ello asegurar la «mayor suma de seguridad social, mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de felicidad» para nuestro pueblo.

III. - Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo político dentro de la Gran Potencia Naciente de América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de una zona de paz en Nuestra América.

IV. - Contribuir al desarrollo de una nueva Geopolítica Internacional en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del Universo y garantizar la Paz planetaria.

V. - Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana”.

El centro de Caracas era una fiesta, miles y miles de personas vestidas de rojo escuchaban las líneas generales de este programa. Luego se empezaron a distribuir ejemplares con el programa completo, un denso documento detallado hasta la más mínima indicación para demostrar el camino que Venezuela emprenderá para desarrollar estos grandes cinco objetivos históricos. Ahora comenzaba un período de estudio y debate del programa en cada uno de los miles escenarios de discusión política.

No es retórica, no es demagogia, no es mentira, yo lo he visto, desde ese día no se para de discutir en miles de escenarios este programa, intelectuales, militantes del PSUV, gente de a pie, académicos, artistas, trabajadores, estudiantes, todos discuten el programa de la patria.

¿Yo pregunto? ¿No es esto la mayor muestra de cultura política que actualmente se da en el mundo? El que diga que no, lo invito para que se venga a Venezuela y vea con sus propios ojos está fiesta política. Reitero no es que esto sea un paraíso, falta mucho por mejorar, yo no soy un fanático enceguecido, yo me he tomado el tiempo de escuchar personas muy lúcidas que me explican los fallos y los asuntos por mejorar en esta revolución. Pero lo que Venezuela está viviendo, es un proceso revolucionario popular de unas dimensiones que aun en América Latina no se han enterado.

Se le está entregando viviendas dignas al pueblo, se están creando industrias, se está generando proyectos productivos socialistas, se está generando soberanía alimentaria, en fin, se está distribuyendo al pueblo las riquezas obtenidas del petróleo, pero a su vez se está desarrollando un proyecto económico de industrialización y agricultura que permita liberar a Venezuela de la dependencia de la renta del petróleo. Pero a su vez, este pueblo corajudo está pensando un proyecto socialista que el mundo no acaba de creerlo; mientras que el capitalismo sigue generando crisis y más crisis en el mundo, acá en Venezuela el rescate total de las políticas públicas está volviendo a crear un escenario continental de vida.

A mí, no se me está haciendo tan fácil esta aventura, la supervivencia diaria para un historiador sin recursos es difícil en cualquier parte. Le he mandado a Chávez mi conferencia por miles de formas para que me conozca y me ayude, pero para que eso pase falta a ver cuánto tiempo y suerte falta. Pero, aun así, yo sigo dichoso, caminando, mostrando mi obra, soñando, contento por estar viviendo (o mejor dicho, por ahora sobreviviendo) en el epicentro de la actual y más bella revolución política mundial.

Silvio Rodríguez se me adelantó, lo quería decir yo, él lo acaba de decir, y si lo dice él, qué más podemos decir los simples mortales… digamos con el inmortal poeta y músico de la revolución:

“Viva Chávez, carajo”.[1]

Caracas, 30 de junio de 2012.

— Capítulo 4 —

La desconfianza que genera un colombiano bolivariano en Colombia y la desconfianza que genera un colombiano bolivariano en Venezuela — Una mujer — Tipos de Chavismos y tipos de escualidismos.

Múltiples veces he declarado en privado y en público mi amor colosal por el Libertador Simón Bolívar, innumerables veces he relatado que antes de haber cumplido 16 años yo no era nada en la tierra y que después de haber leído en esa temprana edad el libro El general en su laberinto de Gabriel García Márquez, yo pasé de la nada a ser un amante infatigable de Bolívar, que por Bolívar me hice historiador, que por Bolívar me hice maestro, que por Bolívar me hice político (en la izquierda). Cuando yo leí ese libro en el año 1996 yo no tenía conocimiento alguno de la realidad política de mi país y mucho menos de América Latina y del mundo, para ese entonces yo sólo sabía que vivía en una ciudad muy bella y muy violenta: mi amada Medellín. Para ese entonces yo no sabía que cuatro años antes una guerrilla llamada las FARC había anunciado en San Vicente del Cagüán que su proyecto político se llama Movimiento Bolivariano. Mucho menos sabía yo que en esa década del 90 se estaba gestando en Venezuela una Revolución Bolivariana. Así pues, que cuando yo me convertí en un amante de Bolívar fue por una simple circunstancia casual y ajena a cualquier influencia política externa, más bien valdría decir, que yo me hice bolivariano en el año 1996 por culpa exclusiva de Gabriel García Márquez, y de ahí en adelante fue naciendo en mi ser, a partir de esa raíz bolivariana garciamarquiana, las múltiples pasiones y anhelos históricos, filosóficos, políticos y literarios que hoy colman mi vida. Simplemente, ya lo he reiterado muchas veces, un niño temeroso aferrado a su madre y a la soledad un día leyó un libro y su vida se transformó, o en palabras de seres muy queridos que nunca me han comprendido, simplemente fue que “David con ese amor por Bolívar se enloqueció”.

En Colombia pues, al conocerse mi ser bolivariano, inmediatamente la mayoría de las veces, todos sospechaban que yo era ideólogo urbano de las FARC o un chavista infiltrado en Colombia. Y dado la preeminencia del pensamiento conservador, reaccionario y de derecha que pervive en Colombia, ese señalamiento hacía mí, significó una exclusión social, por lo menos en la esfera laboral en lo que respecta en las instituciones académicas. Y en lo político bastantes recelos, como bien sabemos existen muchísimos recelos en Colombia por el pensamiento político. Afortunadamente en Colombia antes de partir, los gobiernos uribistas-santistas no me encarcelaron por rebelión, ni los paramilitares me asesinaron, simplemente que me era muy difícil conseguir trabajo y que mi mamá no dejaba de temer que un día me enloqueciera yo de verdad y llegara a la casa vestido como Simón Bolívar y montado en un caballo blanco. Por otra parte, mis colegas de izquierda se devanaban los sesos determinando cuál era mi tendencia política. Cómo soy muy amigo personal de Rodrigo Saldarriaga (Artista y candidato de la izquierda en las pasadas elecciones para la gobernación de Antioquia) y de Jorge Gómez (Diputado de la Asamblea Departamental de Antioquia por el PDA) ambos del MOIR, entonces muchos concluían que yo era del MOIR, pero como los del MOIR son unos declarados anti bolivarianos, las cosas no cuadraban; en fin, terminaban como locos los que trataban de comprender que mi tendencia de izquierda era una y única y de un sólo militante: la tendencia de Bolívar y Nietzsche.

Valga acláralo ya, mi postura frente a las FARC, es la misma que la de Fidel Castro, las ideas que presentó en su libro La Paz en Colombia, yo suscribo y afirmo cada una de sus palabras:

“Yo discrepaba con el jefe de las FARC por el ritmo que asignaba al proceso revolucionario de Colombia, su idea de guerra excesivamente prolongada. Su concepción de crear primero un ejército de más de 30 000 hombres, desde mi punto de vista, no era correcta ni financiable para el propósito de derrotar a las fuerzas adversarias de tierra en una guerra irregular. […] Es conocida mi oposición a cargar con los prisioneros de guerra, a aplicar políticas que los humillen o someterlos a las durísimas condiciones de la selva. De ese modo nunca rendirían las armas, aunque el combate estuviera perdido. Tampoco estaba de acuerdo con la captura y retención de civiles ajenos a la guerra. Debo añadir que los prisioneros y rehenes les restan capacidad de maniobra a los combatientes. Admiro, sin embargo, la firmeza revolucionaria que mostró Marulanda y su disposición a luchar hasta la última gota de sangre. La idea de rendirse nunca pasó por la mente de ninguno de los que desarrollamos la lucha guerrillera en nuestra patria. Por eso declaré en una Reflexión que jamás un luchador verdaderamente revolucionario debía deponer las armas. Así pensaba hace más de 55 años. Así pienso hoy” [2].

Después de citar al gigante Fidel agrego lo siguiente: si yo hubiese elegido las armas hace rato que estuviera en la selva con un estandarte de Bolívar y un fusil, pero no. Yo elegí los libros, con el estandarte de Bolívar, pero en congresos de historia, en auditorios dando conferencias, en aulas de clases, en la soledad de la escritura, caminando por las calles de la patria bolivariana admirando a Hugo Chávez, con una libreta tomando notas, escribiendo un diario, y anhelando o ser escritor o un político hecho en las tribunas de los pueblos, con la única arma que se manejar: la palabra.

Cuando decidí venirme para la República Bolivariana de Venezuela a aprender y a participar en esta Revolución no me había percatado, que un colombiano bolivariano en estas tierras levantaría también muchas sospechas, “¿colombiano?” y “¿bolivariano?”, “¿cómo es eso?”, “no vaya ser que éste o sea un guerrillero que se está escondiendo, o peor aún, qué tal que sea un paramilitar uribista que se infiltró en la revolución”, o bueno, un “colombiano más de toda esa inmensa mayoría de colombianos que se han venido para acá a invadir”. ¡Vaya situación!

En verdad, yo no me puedo quejar, como lo he expresado en este diario, he dado con personas muy bellas, revolucionarias y solidarias que me han tendido la mano acompañada de una sonrisa y un abrazo, que me han dado de comer y me han alimentado también el espíritu, y genuinamente han celebrado nuestro amor común por Bolívar. Por otra parte, mi conferencia: ¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar? ha sido mi mejor carta de presentación, y esta conferencia, que ya la he presentado seis veces en Caracas, me ha procurado, amigos, amigas, hospedaje, admiración, reconocimiento, aplausos, lazos tendidos de hermandad. Pero valga decir también, que además sí he percibido, la extrañeza que he suscitado en otros venezolanos, que me miran, como si yo fuese una cosa rara, me miran de arriba a abajo, y se quedan en silencio y se van, he sabido también que a amigos que me han recomendado para conseguir un trabajo les han respondido, “¡coño…! ¡…y vaya uno a ver quién es ese colombiano¡” “¡¿Un historiador bolivariano de Colombia?!”

Malo si soy bolivariano en Colombia, extraño si soy un colombiano bolivariano en Venezuela.

Sin embargo, yo sigo en pie, contento, convencido que acá en esta revolución bolivariana encontraré un lugar, y que luego fortalecido volveré a seguir la lucha política en Colombia. Sí, compatriotas colombianos godos: hoy Frank Bedoya, es más, más chavista que antes, cada día mí alma es más roja y venezolana.

Un día Simón Bolívar cuando era joven salió derrotado de Caracas y se fue para Cartagena y allá surgió en tierras extrañas, tierras extrañas que él después unió en un nombre sagrado: Colombia. Después otros se encargarían de separar lo que Bolívar unió. Y hoy día los colombianos somos extraños para los venezolanos y los venezolanos nos son extraños a nosotros los colombianos.

¿Qué vengo siendo entonces yo? ¿Ya no lo he dicho? Yo soy un hombre cuya mayor pasión en la vida es el amor a Simón Bolívar. Hace mucho tiempo decidí que toda mi existencia la dedicaría, en los escenarios que me tocara fueran los que fueran, a enseñar la vida y obra del Libertador. Mis amigos de la Escuela Zaratustra son testigos que un día de plena embriaguez llamé a mi madre y le rogué que cuando yo muriera se abstuvieran de velarme al lado de algún icono cristiano, que ella sabe que soy ateo y que detesto el cristianismo que, por favor, al lado de mi tumba pusieran una pintura inmensa de Simón Bolívar y no más. De este tamaño es mi amor a Bolívar. Otro día en otra embriaguez que no era plena sino descomunal en una hamaca sostuve un diálogo con Bolívar. Recuerdan las últimas palabras de mi conferencia: ¿Se me ha comprendido? Para afirmar la vida yo elijo a Bolívar. Esto no lo dije por retórica, esa es mi verdad. Yo discípulo de Bolívar y de Nietzsche, o me vuelvo un político de izquierda digno hijo del Libertador o me vuelvo escritor, esas dos elecciones son mi única ambición.

Entre tanto hace poco conocí a una mujer, y yo enamoradizo eterno, fijé toda mi atención en unos bellos ojos color miel, los ojos de una mujer de la estirpe venezolana, altiva, decidida, sagaz, prudente, revolucionaria, chavista. La conocí en una de mis conferencias, estaba en el auditorio, me formuló las dos preguntas más inteligentes que me han hecho en este país. Desde ahí me enamoré. Sé que yo soy muy proclive a enamorarme fácilmente. De hecho, ya varias venezolanas han logrado, que olvide por ciertos momentos a Chávez y a Bolívar. Pero sé que esta mujer es distinta, es especial. Se llama Yessica y entre otras cosas ha sido una de las revolucionarias que muy solidariamente me han ayudado en mi estadía acá. Pero yo además de agradecido, he estado encantado con su alma y sus ojos. Un día me llevó a conocer los barrios de Caracas a presentarme las personas más bellas de este proceso. Ese día, yo caballo desbocado cuando se enamora, le declaré lo que estaba sintiendo, ella sonrió y se silenció. Luego con más carácter me dijo que no, que ella me quería, pero no como yo estaba deseando. Yo entendí y volví a mi camino, a mi soledad. Después, ella pensando en la realidad y yo en las nubes, con más carácter me increpó, “deje de pensar que sólo sirve para historiador, que acá si es necesario, le tocará salir a vender sopa en la calle”, no se quedó en la exhortación, me dijo que empezáramos el negocio, yo me quedé pensando por varios segundos… “¡¿De historiador a vendedor de sopa?! Nooo, no lo veo”. Ella vio mi rostro y me miró con una cara de afecto y la más sutil reprobación. Ayer cuando volví a presentar mi conferencia en la Corporación de Servicios del Gobierno del Distrito Capital me volvió a acompañar y compartió conmigo más de sus ideas e ideales, no sin antes advertirme que noooooo. Yo le prometí que le iba a dedicar un capítulo completo de este diario, pero no quiero abusar de los pacientes lectores que he conseguido. Sí Yessica me lleva a conocer el lugar dónde Simón Bolívar leyó su Discurso de Angostura y yo la llevo a la Quinta de San Pedro Alejandrino en Santa Marta le dedico otros capítulos más.

Voy a proponer una clasificación y descripción provisional de los diversos tipos de chavistas y los diversos tipos de escuálidos que he conocido en esta coyuntura electoral. Es provisional, que nadie se enoje, acá no se decretan verdades, se proponen interpretaciones que pueden y deben variar. Son las observaciones de un viajero que disfruta día a día, cada segundo, de la revolución bolivariana y socialista del siglo XXI. Un viajero que está afirmando y celebrando la vida acá.

Chavista pasional:

Ama irracionalmente a Chávez, es tanto su amor por el comandante que ya no se preocupa por escuchar y entender el debate político. Basta la declarada y eterna manifestación de amor. Algunos casos extremos pueden llegar a convulsionar y a desmayarse cuando aparece el comandante, no paran de cantar y gritar. Todas sus prendas de vestir son rojas y lleva la imagen de Chávez en los más diversos objetos personales. Ve las 24 horas del día Venezolana de Televisión. No se pierde un discurso del comandante.

Chavista laborioso:

En mi opinión este es el chavista más valioso, no para de trabajar para el proceso, es líder comunitario, militante activo, planificador, organiza, se enoja con los despreocupados. No se cansa. Sabe que la Revolución no sólo depende del comandante sino ante todo de lo que haga o deje de hacer él. Está orgulloso de lo que el pueblo ha logrado y es capaz de hacerse matar por la revolución.

Chavista crítico:

Generalmente es de formación marxista, es el intelectual, todo lo pone en duda, crítica, los más prudentes callan sobre lo que no saben y no dudan en juzgar y señalar los fallos del proceso. Siente igual emoción por la presencia del comandante, pero, lo escucha atentamente para entender el proceso. Hay unos tan extremos tan críticos que pueden llegar a querer a Chávez, pero no comulgan con el chavismo.

Chavista acomodado:

Un día se despertó y se dio cuenta que la mayoría de sus vecinos eran chavistas. No entiende el proceso, pero se acomoda. Algunos son bellamente ingenuos y simplemente ríen, marchan y se ponen su franela roja. Algunos, muy en su interior saben que nunca fueron de izquierda ni lo son, pero para estar en el proceso hay que serlo. Puede admirar al comandante, pero no lo entiende.

Chavista burócrata:

Se caracteriza porque tiene un puesto en el gobierno, un funcionario de oficina, viste de corbata, se porta como un burgués, pero se declara socialista, mira con desdén al pueblo, pero está convencido que “trabaja” para el pueblo.

Chavista popular.

Este si es verdad, “pueblo” “pueblo”, es el trabajador, bajo el neoliberalismo padeció la explotación y ahora está dignificado por la Revolución. Sonríe, vive pleno. Celebra la Revolución. Ama al comandante porque éste se parece a él, así como son los hombres y las mujeres del pueblo. Ahora sabe lo que es vivir en dignidad.

Escuálido confundido.

Odia a Chávez, pero no sabe porque, ve y cree todo lo que presenta Globovisión. Generalmente es también un trabajador. Pero lo convencieron que el “problema” de la existencia humana es la “inseguridad”. Aunque ha sido beneficiado por las Misiones del gobierno desdeña de ellas. Hace poco, por ejemplo, una mujer escuálida me dijo así: “Esas misiones no sirven, aunque yo obtuve mi título superior en una de ellas”, yo le increpé: “¿Entonces porque no sirven?” Y me respondió: “ah a mí me benefició, pero esas misiones no sirven”. También suelen mercar en los mercales (mercados con precios justos y económicos que creó el gobierno para la soberanía alimentaria). Generalmente viven de mal humor. No quiere a Chávez, pero no sabe porque no lo quiere.

Escuálido cínico.

Generalmente es vocero de la oposición. Sabe que está mintiendo, y sin escrúpulo alguno sostiene que lo que dice es verdad. Algunos han llegado a ser líderes de la oposición. Son bastantes torpes discursivamente. Este tipo habla del “prooooogreeeessssooooo” de la ”seeeeeeguridaaaaad” de los “empleooooos biiiieeeen pagaaaaaadoooos”. Lo dice en voz alta, sabe que está mintiendo y no le importa. “Empleooooo para todoooooos y bien paaaagaaadoooos”, repite. “Liiiibertaaad”, “Laa deeeeemoooocraaaciiiaaa que hemos perdido”. Cómo sabe que está mintiendo lo dice en un tono más fuerte y con los ojos abiertos, se queda sin respiración. Luego calla, no sabe que su mirada lo está delatando.

Escuálido veraz.

Se sabe de derecha, defiende a capa y espada el capitalismo, cree ciegamente en el “liberalismo democrático”, odia a los comunistas. Ha perdido gradualmente los privilegios monopolísticos que antes tenía. Sin embargo, puede ir a pasear a EEUU y a España cada tanto a respirar la “libertad”. Odia a Chávez con la más profunda convicción.

Escuálido criminal.

No aparece, no se ve, se sabe que existe, pero no se ve. Siempre está tramando algo. Es un tipo cobarde nunca da la cara. Ahora mismo cuando yo escribo esto, este tipo de escuálido está planeando desestabilizar, así eso signifique que haya muertos. No tiene escrúpulos. Lo manda Otro más poderoso que él, pero no le incomoda. El beneficio de su bolsillo está directamente relacionado con el anhelo de los escuálidos: el “fracaso” de la Revolución. Es capaz de vender la patria por tres monedas.

Después revisaremos esta clasificación. Lo más importante es que Chávez está alegre, aliviado, entusiasmado, lúcido, vital, activo. El pueblo está alerta, con todo y los posibles problemas por resolver, el pueblo venezolano está despierto, el pueblo es chavista, está en la calle, “rodilla en tierra” les gusta decir, dispuestos a defender su revolución, hoy más que nunca se saben hijos de Bolívar y saben que todo el mundo los está mirando.

Yo sigo caminando.

Caracas, 13 de julio de 2012.

— Capítulo 5 —

“Maestra vida camara’a, te da, te quita, te quita y te da”— Lo bueno y lo malo de esta revolución — Una aclaración sobre el “endiosamiento” a Simón Bolívar.

Nunca lo he ocultado, mi mayor aspiración (delirio) en este viaje es conocer personalmente a Hugo Chávez y que él conozca mi conferencia. He hecho de todo, desde crear exclusivamente una cuenta de Twitter para enviársela a @chavezcandanga, he ido hasta Miraflores y se la he dejado impresa en la oficina de correo presidencial con una carta personal, se la he enviado por cuanto blog o página web tiene el Gobierno, pero nada de eso ha resultado. Los filtros para llegar a Chávez son igualmente proporcionales a la grandeza de su corazón, es decir, grandes los obstáculos para llegar a él.

Sin embargo, yo he recibido, sin que Chávez sepa de mi existencia, muchos beneficios de su revolución; para hablar concretamente, de la solidaridad del pueblo revolucionario y de la hospitalidad de los militares bolivarianos. Me refiero puntualmente al canal comunitario de televisión revolucionario TV Caricuao que me han dado hospedaje por casi ya más de dos meses, gracias a la camaradería y afecto de mi bella amiga Beglis que me presentó y me recomendó en el canal. En segundo lugar, por la activa y bella líder comunitaria María, que apenas supo de mi aventura, desde el primer día que me conoció, logró incorporarme en un comedor de una Escuela Bolivariana que a su vez queda en una Universidad Militar Bolivariana del sector Caricuao de Caracas. Como en la escuela entraron a vacaciones ahora estoy comiendo en el comedor de los militares. Ya saben mis lectores colombianos, la desconfianza que siente uno por los militares, dada su arrogancia y brutalidad para tratar a los ciudadanos. En cambio, acá, poco a poco, he descubierto una auténtica nobleza y solidaridad bolivariana de los militares de esta Revolución. Siempre y cuando yo llegue a la hora indicada al comedor militar, tengo mi comida y almuerzo, con la mayor calidad y fraternidad. Así pues, aunque Chávez no conozca a este historiador aparecido de la nada, ya he vivido la humanidad de su pueblo e instituciones militares.

Yo, no vine a Venezuela porque no tenía con qué comer en Colombia; en mi familia que es sumamente laboriosa y amorosa, con mucho esfuerzo hemos logrado vivir y procurarnos nuestra felicidad, difícil, porque somos una familia humilde sin recursos económicos, pero papá, León Bedoya, una trabajador incansable y apasionado por la vida, siempre nos enseñó la afirmación de la vida y el espíritu de lucha. Así que si bien, yo en Colombia, por mi condición extraña de ser un historiador bolivariano no conseguía trabajo, igual tenía el amor y respaldo de familia. Estoy diciendo todo esto para señalar que mi venida a Venezuela es totalmente causada por la persecución de un ideal bolivariano y revolucionario, y porque he pensado que mis características son más propicias para una revolución bolivariana que para un estancamiento político retrogrado en Colombia. Que, si yo hubiera sido hijo de un burgués oligarca, quizá estuviera haciendo un doctorado en historia en París, para ser uno más de los doctos vanidosos que sólo viven en sus pasarelas académicas cerradas en sí mismas. En varias ocasiones, lo he declarado, prefiero ser un historiador forjado en la lucha existencial que un académico señorito lleno de dólares para comprar los pergaminos necesarios para vivir en sociedad.

Toda esta antesala para decir, que además de la aventura, sigo empeñado en conseguir un trabajo, porque yo acá no estoy becado por nadie para caminar, observar y escribir. Que, si quiero prolongar mi estadía acá y encontrar un lugar en esta revolución, tengo que conseguir un sustento económico. Afortunadamente, como he dicho al principio, el pueblo organizado y los militares me han dado hospedaje y alimentación. Pueblo y ejército, la combinación clave de esta Revolución.

Pero, ¿trabajo para este historiador? Creo que es un delirio más. Muchos burócratas funcionarios de algunas oficinas del Gobierno, o algunos funcionarios de algunas instituciones académicas me han prometido el cielo y la tierra, pero después a la hora de la verdad, nada. Cuántas veces he escuchado ya: “profesor bienvenido vamos hacer todo lo posible por ayudarlo, conferencias, cursos, publicaciones, etc.” Al otro día, el resto de los días, el mayor olvido sobre el historiador bolivariano, las promesas gaseosas de las burocracias que se han acentuado en esta revolución.

La semana pasada presenté mi conferencia en la Corporación de Servicios del Gobierno del Distrito Capital, el evento fue todo un éxito. Al terminar la conferencia el coordinador de esa actividad de formación me dijo que llevara la copia de mis diplomas, mi pasaporte, mis certificados, etc. Efectivamente los llevé, no hicieron reparos, me dieron la bienvenida, y ya estaba yo celebrando que había conseguido mi primer trabajo, estuve yendo a la institución una semana completa, preparando los cursos y conferencias que iba a dictar allá, para lo cual iba hacer contratado. Pues bien, hoy (lunes 23 de julio) me recibieron, después de haberme prometido el trabajo, con que “mi contratación había sido cancelada”, ¿que si por ser colombiano? No sé, ¿qué porque sólo tengo un pasaporte de turista y no una visa de trabajo (objeto privilegiado para los extranjeros en Venezuela, indispensable para trabajar pero que no se sabe dónde y cuándo se puede obtener)? No sé. ¿Que si mis diplomas y certificados no sirvieron? No sé. El caso, es que no tuvieron la delicadeza de decirme siquiera porque después de haberme dicho que sí, de hacerme ir y voltear toda una semana, hoy me decían que no. Mi gran amigo y paisano Alberto que ya lleva varios años en Venezuela, me dijo que me iba a encontrar con eso y mucho más. Y yo, como un niño ilusionado, diciéndole a mi familia, “conseguí un trabajo como historiador, vean que este si era mi lugar”.

Ayer en la noche, una lindísima amiga chilena me invitó al concierto en Caracas de Dudamel y Rubén Blades, disfruté y bailé al máximo Maestra vida, sin imaginarme que la parte, “Maestra vida camara’a, te da, te quita, te quita y te da” se me iba aplicar literalmente la mañana de hoy, la otra semana tenía mi primer trabajo, y ya hoy no tenía nada.

Dicho breve y sencillamente, distanciándome de mi suerte personal, yo hoy puedo decir, que lo bueno de la Revolución Bolivariana es: 1, Chávez: líder mundial de la izquierda y carismático representante de los intereses del pueblo venezolano, autentico hijo de Bolívar y continuador de las ideas de hombres de la talla de José Martí, Jorge Eliecer Gaitán, Che Guevara y Fidel Castro. 2, Pueblo venezolano, que hoy día encarna una nueva conciencia y que defiende con sus vidas la revolución. 3) Política de la Revolución Bolivariana que está construyendo soberanía nacional, creando grandes industrias y un progreso económico dirigido a los fines del socialismo y que está brindando felicidad y estabilidad colectiva, al caminar un proceso genuino de distribución equitativa del trabajo y la riqueza.

Y lo malo de la Revolución bolivariana son esos centenares de burócratas, que se dicen chavistas, pero que cada día incuban más ese mal tan peligroso de toda revolución: LA BUROCRACIA, que es antípoda del Poder Popular.

Con justa razón Chávez sigue insistiendo que esta revolución tiene que crear Comunas y tiene que posibilitar la realización política del poder popular. Enemigos de estos, los funcionarios de oficina, que tienen asegurado su sueldo y puesto. Yo creo que a esta revolución le hace falta un Che Guevara. A Chávez le toca hacer de Fidel y también del Che. Mientras que Chávez está inventándose el futuro, algunos funcionarios sinvergüenzas burócratas entorpecen la revolución.

Chávez y el pueblo. Más nada.

Hace poco realicé un escrito sobre el rostro de Simón Bolívar, allí hice la siguiente afirmación: “Para los que nos critican este amor colosal por Bolívar, aprovecho para contestarles, que sí, que también es posible quererlo como se quiere a un dios, ¿quién nos lo va a prohibir? En mi caso, yo declarado y reconocido ateo radical, quiero a Bolívar como se quiere a un dios”. Las críticas no se hicieron esperar. Yo tengo que decir que no estoy endiosando a Bolívar, sólo dije, que por el acontecimiento que ocurrirá mañana de ver el rostro de Bolívar, por la reconstrucción científica que se presentará mañana, me llené de entusiasmo, y dije que yo quiero a Bolívar como se quiere a un dios. No que había que volver a Bolívar un dios. Un ateo como yo, renuncia a las ilusiones neuróticas de que un “ser superior” nos protege y gobierna nuestras vidas. Yo por más que quiera a Bolívar, nunca voy a cometer la estupidez, de “pedirle a Bolívar que me dé buena suerte” “de encomendarme a su “espíritu” ni ninguna de esas carajas teológicas conocidas.

Simón Bolívar es un símbolo, un mito, una advertencia, una promesa política, una identidad, un ideal, una esperanza, su vida y obra aún prefiguran nuestro porvenir. Yo lo quiero tanto como se quiere a un dios. Pero Bolívar no es un dios, fue un superhombre. Bueno, ya me metí en otra polémica. Nietzsche. Pero no molesten, ya un día lo expliqué Simón Bolívar: antelación del Superhombre de Nietzsche[3]

Esta semana voy como ponente a un Congreso Martiano y Bolivariano en Maracaibo, después regresaré a Caracas a ver cómo sigo esta vida. Hoy escribo con una mezcla rara de desazón y esperanza, por eso ya no escribo más. Prefiero recordar y seguir al pie de la letra esta lección que nos dejó nuestro Libertador:

“El soldado bisoño lo cree todo perdido, desde que es derrotado una vez; porque la experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna”.

Caracas 23 de julio de 2012

— Capítulo 6—

Un matiz acerca de la crítica a la burocracia— La desconfianza sigue a pesar de… — ¿Qué justifica este diario? – Un Congreso sobre Martí y Bolívar en Maracaibo.

En los discursos que pronunció esta semana Hugo Chávez en Caracas, el comandante presidente hizo hincapié en luchar contra la burocratización, realizó un llamado directo a los funcionarios públicos para que no se quedaran encerrados en sus privilegios: aire acondicionado, oficinas, secretarias, etc., en fin, declaró que su mayor preocupación ahora es lograr que el gobierno revolucionario alcance su mayor eficiencia y logre solucionar de manera completa los problemas del pueblo. A los gobernadores y alcaldes les pidió que no se quedaran encerrados en sus palacios de gobiernos y salieran más a las calles a solucionar los desafíos de las comunidades. Estos llamados del comandante me gustaron, en primer lugar, porque Chávez en un gesto autocritico señaló las talanqueras que hay que corregir para poder seguir avanzando en la Revolución más importante que se está gestando en Latinoamérica y, en segundo lugar, porque refrendó así la crítica que en el capítulo pasado había realizado yo sobre la burocracia. Sigo reafirmando que la burocracia es el principal enemigo de una revolución, pero también estoy de acuerdo con la bella y lúcida Yéssica, quien me señaló y me reclamó que en los juicios emitidos a la burocratización hay que matizar. Pues que en efecto, me faltó señalar que sí bien existe burocracias en Venezuela, -que se pueden evidenciar en las muchas críticas que he escuchado de muchas personas que siendo éstas comprometidas con el proyecto bolivariano no han dudado en señalar algunos escollos derivados de una burocratización-; decía que si bien se presenta esto, también existen hombres y mujeres revolucionarios y revolucionarias que entienden lo decisivo de su papel en el proceso al ejercer alguna labor administrativa y de auténtico servicio público, que trabajan día a día con el pleno convencimiento de que tienen una obligación con el pueblo, personas conscientes que no hacen de su trabajo una oficina de holgazanería y petulancia. Se dan pues ambos casos, no todos pueden ser metidos en un mismo costal. Ojalá cada día sea más la conciencia de evitar el burocratismo y gane dicha conciencia revolucionaria sobre aquellos compañeros que ya son los galanes burócratas y que, por serlo, por más que se declaren chavistas, están traicionando a la revolución lo hagan conscientemente o no.

En el capítulo 5 señalaba mi desazón por aquel trabajo que me fue prometido como formador político y que finalmente no se dio. Indagando un poco por las razones que pudieran explicar esta cancelación de ese proceso de contratación, supe, que existieron desconfianzas por mi papeles, diplomas o certificados, pero quizá más aún, porque no encontraron referencias de mí. Pues bien, el asunto, es que, a pesar de la solidaridad que se me ha brindado, aún muchas personas desconfían de “¡ese colombiano que se vino sólo a Venezuela y que anda por allí con unos libros, una maleta y un óleo de Bolívar y una conferencia!”, “¿Quién será ese colombiano y cuáles serán sus verdaderos propósitos?” “¿Será que un hombre por ideales políticos deja la comodidad de su lugar de origen y de sus seres queridos?” Cuando salía para Maracaibo me fui bastante pensativo y un poco dolido. Me rabiaba pensar esto: que cuando he dado la conferencia, me han aplaudido lo indecible, por poco casi siempre que la he dado al final me han querido sacar en hombros y me felicitan y me ofrendan en ese instante la mayor solidaridad, pero días después, se olvidan que dije allí, y vuelven a desconfiar. “¿Qué raro ese muchacho, que diablos estará haciendo acá?” Después recordé que hasta algunos de mis amigos y uno de mis hermanos, les ha parecido una locura que yo este acá y no me haya quedado en Colombia buscando trabajo como todos los mortales. En el trayecto al aeropuerto para ir Maracaibo, seguía pensando yo, que qué más querían pues pensaba, además, que incluso si se me prestara auténtica atención a mi conferencia, tanto los que desconfían acá como los que desconfían allá, se darían cuenta perfectamente que en la conferencia: ¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar? allí dejé claro totalmente quien soy yo y por qué elegí venir a esta Revolución. Pero no, eso no basta. Faltan más pergaminos, certificados, diplomas de doctorados, cartas de presentación, razones “objetivas” … ninguno toma como valedera la declaración de una pasión. ¿Será tan burocratizado todo el mundo, que necesito un certificado de un juez o notario que pruebe que este hombre-historiador lo único que hace en la vida es amar apasionadamente unos ideales políticos, literarios y filosóficos y que por estos ideales está dispuesto a viajar por todos los territorios bolivarianos? Parece ser que sí, que mi diploma de historiador de la Universidad Nacional es insuficiente, que mis conferencias leídas y declamadas ya más de siete veces son insuficientes y que este diario es una ociosidad de un vagamundo.

No nos hemos dado cuenta que en esta cultura occidental se le cobra bastante caro a todo aquel que no quiera ser sedentario, a todos los nómadas se nos declarará en adelante sospechosos.

Por otra parte, una vieja amiga me dijo hace poco que no le gustaba este Diario, porque yo exhibía cosas personales que no le interesaban a nadie. De alguna manera me hacía entender la insignificancia de mis aventuras y desventuras fueran las que fueran. Yo no le quise contestar, pero si pensé que a esta mujer fuera de no importarle mi fútil existencia, mucho menos le interesaba la Revolución Bolivariana porque, dicho sea de paso, de los lectores que tenía, muchos que se entretenían antes con mis quijotadas dejaron de hacerlo, porque una cosa es ser un romántico de otro mundo, pero además “chavista… eso ya eso es el colmo”. Bueno, ¿para qué carajos entonces este diario? Yo no sé, a lo mejor no sirva para nada, a lo mejor sí es una ociosidad, es verdad que la única importancia que tengo yo en la especie humana es que soy un ser muy importante para mi mamá, y para hacer reír o impacientar a otros pocos seres queridos. Como aún no he alcanzado la gloria en la política y en las letras que he querido, se vuelve un alto atrevimiento siquiera pensar en escribir este diario. Pues bien, como también sé que, así sea sorprendente, hay uno que otro lector de este diario por ahí, voy a explicar porque lo escribo y lo comparto. En primer lugar, porque un día aprendí de Borges una bella formula, que más o menos dice así: uno sabe que un escrito se justifica, toda vez que cuando uno lo está escribiendo, al mismo tiempo, ya está deseando que una persona concreta lo vaya a leer, así sea una no más. Y, en segundo lugar, por una razón más determinante para mí, por la definición de la escritura que hiciera Roland Bhartes: “Escribir es precisamente esa contradicción que hace del fracaso de una comunicación una comunicación segunda, habla para otro pero habla sin el otro”. A bueno, y se me olvidaba, quizá porque a algunos en Colombia o en el extranjero les gusta este diario para enterarse de alguna cosita de Venezuela de otra forma más amena que un noticiero.

Unos “que escriba el diario”, otros “que no escriba esa carajada”; solo me queda expresar como cantara Silvio Rodríguez: “Unos dicen que aquí y otros dicen que allá… y sólo quiero decir, solo quiero cantar y no importa la suerte que pueda correr una canción… Unos dicen que aquí otros dicen que allá… y sólo quiero decir, solo quiero cantar y no importa que luego me suspendan la función… mi función”.

Acabo de llegar de Maracaibo, estuve en la ciudad, en el lago y en los Puertos de Altagracia. Compartí con historiadores cubanos, argentinos, mexicanos y venezolanos, el único representante de Colombia era yo, durante cinco días estuvimos discutiendo sobre la vigencia de las vidas y obras de José Martí y Simón Bolívar. Fueron unos días estupendos, nos atendieron como a príncipes, las mejores comidas el mejor hotel de la ciudad, la mejor atención, pocas veces se atiende tan bien a una delegación de historiadores que se les valora por lo que piensan, hablan y escriben. No es gratuito que la Cátedra Martiana Internacional haya escogido este año a Venezuela para este Congreso. La izquierda sabe la importancia del hecho fundamental que los pueblos sepan y construyan su historia, sólo inventan el futuro los que saben y son conscientes de lo que les ha pasado. Sólo sabe para dónde va, aquel que sabe de dónde viene. La derecha por el contrario detesta la historia, y siempre habla de un “progreso” y de un “futuro” que en la realidad es irreal y estéril. A los derechosos les da miedo que los pueblos sepan la historia, no sea que la “plebe” se entere que siempre ha estado y sigue estando explotada por ellos. Bueno, y ya sabemos también que se da mucho los casos risibles y trágicos, de aquellos pobres que “piensan” como la derecha y defienden la acumulación del capital aun cuando intuyen que ellos nunca la tendrán. Los explotados defendiendo la lógica de los explotadores. O los que defienden en la política lo neutral y el centro, no sabiendo que el centro y lo neutro en la política también es una invención de la derecha.

Con razón es tan peligrosa la historia. La Revolución Bolivariana le está dando un lugar privilegiado a la historia, a la pedagogía de la historia, a la práctica discursiva histórica por todos los medios posibles.

Otra virtud de Chávez, no hay día que él no hable como historiador, como profesor. Además, que no deja de inventar el futuro, es también, el primer historiador de los bolivarianos.

He ahí entendido por qué a una veintena de historiadores se nos haya atendido como a príncipes en Maracaibo.

Hoy he regresado a Caracas y por el momento me he puesto un rato a escribir.

Caracas, 29 de julio de 2012

— Capítulo 7—

De Caracas al Guárico — ¿Por qué se ama tanto a Chávez? ¿Por qué amamos tanto a Chávez?: una mirada a la actual contienda electoral.

Ahora, después de cinco meses de estar caminando Caracas, marcho para el Estado Guárico, en todo el centro de la tierra de Simón Bolívar, a seguir conociendo esta bella revolución.

El balance de esta primera etapa del viaje es magnífico:

Caminé innumerables veces calles, barrios y el centro histórico de la ciudad; conocí seres bellísimos, amigos y amigas, personas auténticamente revolucionarias, en verdad, logré amistades del alma; presenté mi conferencia en siete ocasiones, rabié por culpa de burócratas y doctos, dialogué con periodistas comunitarios y militares bolivarianos, remplacé mi amado aguardiente antioqueño por un aguardiente de penca de Cocuy bastante económico que en varias ocasiones ha saciado mi sed dionisiaca; me enamoré en tres ocasiones, pero no fui capaz de conseguir novia; he escrito vivamente; he vivido intensamente mi soledad; conversé en las tardes-noches alrededor de amigos y vino; comí poco, comí mucho; recorrí con multitudes rojas largos trayectos para ver y escuchar a Chávez; me entrevistaron, a propósito de mi conferencia, en la Radio Nacional de Venezuela; en fin, he seguido al pie de la letra, aquel programa que un día aprendí de Nietzsche: “Una experiencia hecha de siete soledades. Oídos nuevos para una música nueva. Ojos nuevos para lo más lejano. Una conciencia nueva para verdades que hasta ahora han permanecidos mudas”.

Antes de irme de Caracas y profundizar más en la revolución en otros lugares del país, quise escribir un poco sobre la actual campaña electoral, que cada vez, se pone más emocionante.

Algunos amigos, me han pedido que incluya en este diario, datos “objetivos”, series estadísticas, números, citas de análisis académicos, documentos sobre la situación “real” de la República Bolivariana de Venezuela, etc.; a estos amigos tengo que contestarles y recordarles que yo hace mucho tiempo renuncié a ser un docto, que yo salí del rincón de mis bibliotecas en Medellín a caminar, que por fin, estoy entendiendo y aplicando, aquella máxima de Nietzsche y Fernando González, que dicen: los mejores pensamientos son aquellos que surgen cuando se está caminando.

Así, que a continuación las observaciones de un viajero, el que quiera “verdades objetivas” que busque en otro lado, acá en este diario, sólo hay interpretaciones subjetivas con mucha franqueza y mucha pasión.

¿Por qué se ama tanto a Chávez? ¿Por qué amamos tanto a Chávez?

Para responder esta pregunta, antes de hacer una interpretación actual, permítaseme recordar algunos breves fragmentos de un artículo que escribí en el año 2009: Carta pública a la gente de izquierda sobre Hugo Chávez, que también puede leer la derecha[4], dado que algunos lectores de este diario no han conocido este texto:

“Voy a citar algunas consideraciones sobre Venezuela, que algún día expresó nuestro filósofo Fernando González.

«En Suramérica lo más original y representativo es Venezuela. […] En Venezuela apareció ya el tipo suramericano. Todos son iguales, tienen egoencia admirable, desfachatez y capacidad dominadora. Biológica e históricamente Caracas es la capital suramericana. […] Venezuela tiene capacidad de impertinencia y Suramérica será venezolana o nada. […] Todo venezolano es dictador. […] El orgullo del venezolano es incalculable. Se cree único. Tiene aspecto de importancia y de capaz de hacerse matar. Es el porvenir de Suramérica». (Mi compadre, 1934)

«Venezuela es la que tiene más personalidad en Suramérica. No quiero decir que sea más rica, que esté mejor gobernada, más organizada, etc. Hablo desde el punto de vista biológico. Ella produce hombres originales, gobiernos originales, modos propios. En otras palabras, en Venezuela es donde tienen menos vergüenza. […] En la guerra de independencia, Venezuela dio los héroes y Colombia los juristas; dio muchos Santanderes, gente apegada a la vida, a los libros, a las clasificaciones. Venezuela dio a Bolívar, primer hombre cósmico cuyos orígenes están oscuros para el sociólogo». (Los negroides, 1936)

[…] Chávez es tan impulsivo, apasionado, contradictorio (en el 2009 desde la lejanía creía que Chávez era contradictorio, ahora desde acá, sé que yo estaba equivocado en este aspecto, Chávez no es contradictorio, puede que tenga errores, pero su genialidad, es que corrige y avanza, Chávez no es contradictorio, es el hombre más lúcido de esta revolución), arrojado, desfachatado, impertinente, tal cual como son los hombres de Suramérica, los hombres del pueblo, los del trópico, los hijos de los pueblos condenados a vivir en cien años de soledad.

[…] Tal vez, muchos hombres de izquierda, no estemos de acuerdo con muchos procedimientos de Chávez, yo mismo no estado de acuerdo con varias cosas. Pero eso, no indica que Chávez, no represente hoy, el espíritu de Suramérica, una Suramérica libre y bolivariana. El problema, para la oligarquía, no es tanto la impertinencia de Chávez, sino lo que él representa en la geopolítica latinoamericana”.

Eso, entre otras cosas, fue lo que escribí hace cuatro años en Medellín, ahora desde Caracas, salvo el calificativo que ya corregí, acá, viviendo en la República Bolivariana, puedo decir, que todo lo anterior lo he confirmado y hoy lo quiero y puedo reafirmar.

En esta coyuntura electoral, se ven dos tipos de campañas, dos campañas no sólo opuestas ideológicamente, sino, absolutamente opuestas en sus formas y concepciones estratégicas.

La campaña de Chávez es la del amor. No es romanticismo barato, no es un artificio diseñado por publicistas. En verdad, Chávez es el candidato del amor. Toda la campaña bolivariana es toda una manifestación de amor, amor de su líder por su pueblo, amor de su pueblo por su líder. Yo lo he visto, cada concentración chavista es una inmensa expresión colectiva de amor por su comandante, como dicen acá, el candidato de la Patria. Cuando uno estudia psicoanálisis sabe perfectamente cómo se estructura la identificación de las masas con un líder, y sabe perfectamente, que si ese amor colectivo, irracional, como lo son todos los amores, no deriva en racionalidad, en argumentos, en estrategias, la revolución, sea cual sea, peligrará, dado que así, estará dependiendo de la suerte mortal de un individuo. Pero, también se ha probado en América Latina ya, que del amor a un líder, también se puede pasar de un culto irracional a una militancia racional y revolucionaria, estoy hablando del caso concreto de Fidel Castro y el pueblo cubano, Fidel puede tranquilamente aislarse a vivir su vejez, con la vitalidad que lo caracteriza, tranquilo, porque sabe que su pueblo puede prolongar sin él la revolución. Yo, acá, en la Revolución Bolivariana, estoy observando que el pueblo de Bolívar, también, paso a paso, está logrando lo mismo.

Por otro lado, está la campaña del odio, de las mentiras, la campaña de la burguesía. Todos sabemos que las formas de las oligarquías en América latina en el siglo XX, eran pura tiranía, plomo, bala y plomo. También sabemos que, en el siglo XXI, estas mismas oligarquías, además de plomo, tienen para sus propósitos, medios de comunicación poderosos e inmensas fortunas para crear “clima de opinión”, y manipular a los pueblos como les da la gana, tecnologías de comunicación para perfeccionar sus demagogias. Pues bien, el majunche, así es como le dicen acá al candidato de la derecha, anda como loco, replicando los discursos del uribismo-santismo, o sea, mafia y demagogia, autentica forma oligarca colombiana. Un día, en mi trayecto rutinario, para ir a almorzar a la Universidad Militar, coincidí con una marcha de la oposición como tres o cuatro cuadras, inmediatamente me pasé para la otra acera, no fuera yo confundido con esas lacras, pero observé, y lo que vi, fue dos cosas, un espíritu mafioso, motociclistas arrogantes y brutos, y gente arribista pequeño burguesa llena de odio, hablando de un “camino”… Pero, sí ya todos sabemos que es un camino de muerte.

Sí, afortunadamente, el pueblo revolucionario hijo de Bolívar, sabe por lo que ha padecido en el pasado, cual es el camino de la derecha: la muerte y la miseria. Y ese pueblo revolucionario hijo de Bolívar, sabe, por lo que ha vivido en esta década, por la felicidad que han construido con esta revolución, sabe que la candidatura de Chávez es la del corazón, como ellos lo dicen, el candidato corazón de su patria. Y que no es un corazón vacío, que es un corazón que se respalda en la creación de nacionalidad, industrias nuevas de la más alta tecnología, proyectos productivos socialistas, soberanía alimentaria, viviendas para el pueblo, distribución equitativa de las riquezas derivadas del petróleo, salud pública de la más alta calidad, etc.

Yo, colombiano en Venezuela, digo que Chávez, no solo es el candidato de la patria venezolana, sino que es el candidato de la vida y la izquierda latinoamericana.

Hoy escribo muy feliz. Todavía no se cumple mi delirio de conocer a Chávez personalmente, pero estoy muy feliz porque me han ofrecido un trabajo, y no cualquier trabajo, un trabajo como formador político en un proyecto productivo agrícola y socialista en el Estado Guárico. Dejo pues temporalmente a Caracas, a la bella Caracas, que ya la he empezado a querer de tanto caminarla, el próximo domingo marcho para mi próximo destino, a conocer la revolución Bolivariana en su interior.

Me despido contando, además, que en mi soledad he rescatado por internet, todas aquellas canciones con las cuales viví mi juventud en Medellín, mi colección personal de Mercedes Sosa que había perdido hace mucho tiempo.

Así que, con Mercedes Sosa y con unos tragos de Cocuy, me despido por el momento.

Caracas 15 de agosto de 2012

— Capítulo 8—

De la superficialidad de la Revolución hacia la profundidad de la Revolución. — Del intelectual urbano aburguesado empobrecido al intelectual trabajador agrícola en socialismo.

Conocer una revolución social es un proceso sumamente complejo, de hecho, por más acucioso que sea el investigador, siempre será inaccesible para él muchas circunstancias y realidades que se entretejen y que se ocultan en los hechos más ruidosos y vistosos. Para conocer una revolución es fundamental tener presente como punto de partida aquella máxima que hiciera célebre Simón Bolívar: “Para juzgar bien de las revoluciones y de sus actores es preciso observarlas muy de cerca y juzgarlos muy de lejos”.

Para decirlo metafóricamente, de ese inmenso océano que llamamos Revolución Bolivariana de Venezuela, yo, en los meses que estuve en Caracas sólo logré sumergirme 5 centímetros de profundidad; ahora, que he venido a conocer una parte de la política agrícola de la Revolución en el Estado Guárico, intuyo que probablemente me haya sumergido unos 50 centímetros más. No sigo con la metáfora, no sea que me vaya a ahogar.

Estoy profundamente feliz. Cuando yo salí de Medellín para emprender esta aventura, marché con el pálpito de que en la tierra de Bolívar me iba a ir muy bien; con lo que no contaba, es que, en tan sólo 5 meses, yo iba a encontrar el lugar perfecto para mí. No digo que estoy en el paraíso porque aún no se ve por ahí ninguna Eva para este Adán, pero ayer, cuando presencié un atardecer en los llanos venezolanos del Guárico, en verdad pensé, que así debería ser un pedacito del edén.

Desde el martes pasado estoy viviendo en la Empresa Socialista de Riego Río Tiznados del Estado Guárico, ésta, antes de la Revolución Bolivariana, era un inmenso latifundio de un SÓLO terrateniente de la región, pero, “… llegó el Comandante y mando a parar… ” Chávez expropió esta inmensa tierra llanera y construyó en ella un complejo de producción agrícola socialista de dimensiones gigantes, de la cual se están beneficiando directamente 14.000 personas que viven en este territorio, y ahora, yo.

Cuando digo inmensa no estoy exagerando. Esta empresa socialista que creó el chavismo, produce 11.000 hectáreas de maíz que se procesan en 40.000.000.000 de kilos de harina de maíz en 2 cultivos al año. Además, cultivan 40 toneladas de cachamas (pescado) cada tres meses. Producción que garantiza el trabajo socialista en la región y que contribuye con la soberanía alimentaria del país. Cuando estas tierras sólo eran un latifundio ¿qué producían? NADA. ¿Falta algún comentario para hacer una comparación? Creo que no, cada uno que saque su conclusión.

Yo, hijo de una sociedad campesina antioqueña golpeada por la violencia y la exclusión social desde la época de Jorge Eliecer Gaitán hasta hoy, perteneciente a una generación que perdió sus raíces con sus ancestros montañeros, para crecer en un proceso urbano que devino en un complejo conflicto social en Medellín, una generación que creció en el miedo, donde unos nos quedamos pobres, —algunos prefieren decir: “clase media ascendente”, pero la verdad, en Colombia es, “clase media descendente”, salvo los que se volvieron mafiosos. Decía, hijo de artesanos y trabadores laboriosos que persistieron en la lucha obrera y no se hundieron en la “economía del dinero fácil”, por razones que ya indiqué acá, y que hoy no voy a repetir, me volví un historiador.

Qué fatalidad: un historiador en un medio dónde el pensamiento no era lo más querido precisamente. Así, independientemente de mis virtudes y mis defectos, subjetividades neuróticas y demás, me volví uno más, entre los miles de “profesionales” que estudiaron en el mundo del capital, en un mundo donde cada vez “sobran más seres humanos” para trabajar. Hoy día la educación burguesa crea un excedente de seres humanos “educados” que nunca serán incorporados en el trabajo, sea cual sea su expresión. Hasta acá, la alusión marxista, ahora, la alusión bufonesca y lúcida de Roland Barthes. Yo, hijo de trabajadores laboriosos me convertí en un intelectual, aclaración de Barthes: “Nótese el lugar atópico del intelectual. No es ni superior ni obrero; no está situado en la responsabilidad de las tareas, de las funciones: no tiene, pues, existencia afectiva”.

En este orden de cosas, ya lo saben mis lectores, entre rabietas, anhelos, delirios, decepciones y estrellones, salí de mi país a buscar mi destino como historiador bolivariano. Lo saben, estuve viviendo en Caracas observando el asombroso proceso político que se vive en esta revolución, tropecé con las mismas talanqueras que imponen los burócratas y los doctos, compartí mi conferencia en espacios académicos y culturales, viví gracias a la solidaridad de amigos, de TV Caricuao, de una Universidad Militar Bolivariana; pero, en esencia, seguí siendo ese intelectual vagamundo aventurero, singular, sin lugar, que caminaba soñando encontrarse a Chávez en algún lugar.

En algún momento temí que esta aventura terminara mal, o peor aún, que no terminara en nada, pero me aferré a mi pasión por la vida, a mi pasión por mis ideales políticos y filosóficos y persistí. Y luego, surgió allí, una posibilidad extraordinaria. — “Te vamos hacer una oferta, pero, sí estás dispuesto a ir al Guárico” — ¿Guárico? ¿Dónde queda eso? — En todo el centro de Venezuela, en los llanos centrales.

Yo sé, que aún la Revolución Bolivariana, aún no está viviendo estrictamente un proceso acabado ya, un modelo socialista. Sé que, en este gran proyecto de agricultura, aún perviven algunas formas propias del modelo estructural capitalista, pero también sé, que hay una voluntad política nacional para dirigirse y construir un socialismo en el siglo XXI. ¿Qué algunos no creen en eso? Pues bien, ahí vamos viendo cómo va sucediendo este proceso, que, como proceso, por ello es un devenir. Además, como bien nos lo señalaron en sus obras, el historiador Eric Hobsbawm y el filósofo Michel Serres: el fenómeno más destacado del siglo XX fue la desaparición de la agricultura como forma privilegiada del trabajo humano; pues bien, ya un hecho decisivo, incluso mayor que la declaración del socialismo, es el rescate de las políticas públicas y el rescate de la agricultura en la Revolución Bolivariana de Venezuela. ¿Qué si esto aún no es socialismo? Ya va… Con calma… Hacia allá vamos, con pasos lentos pero firmes.

En lo personal, por ejemplo, esta Revolución me está ofreciendo una experiencia magnífica, dado, que estoy, trabajando en lo que me gusta: en la formación política de izquierda, en el ejercicio del pensamiento y de la construcción colectiva de la conciencia del Poder Popular; pero, además, estoy integrándome en un proyecto decisivo de la Revolución Bolivariana: en el desarrollo de la producción agrícola socialista; y lo mejor de todo, donde aprenderé y trabajaré en el campo, dejando la inutilidad propia del escritor mimado de la ciudad, porque ahora sí, sabré meter las manos en la tierra y aprenderé a sembrar, a trabajar, a sudar, a volver más férreo mi carácter con una hoz, a recuperar la voluntad de los campesinos Bedoya, que dicha sea la verdad, voluntad heredada que tenía enredada.

Por hoy ya no escribo más, en un momento, como primera presentación pública acá, expondré mi conferencia sobre Bolívar; entre tanto, anuncio que a partir del capítulo 9, este diario no se llamará más Diario de un historiador colombiano en la República Bolivariana de Venezuela. Se llamará: Diario de Zamora II.

Tiznados, 23 de agosto de 2012.

— Capítulo 9—

¿Cómo vive un campesino venezolano en revolución?

— ¿Compadre, y cómo se vivía aquí antes de la revolución?

— ¡Ay compadre!, antes, acá sólo podía vivir el que tuviera alguna tierrita y algunos animalitos, por lo menos, pero de esos, casi no había; a los demás, nos tocaba irnos a buscar chamba en algún lugar o quedarnos pelando bolas.

Queseritas es un poblado campesino de cuarenta familias ubicado en la jurisdicción de la Empresa Socialista de Riego Río Tiznados. El sábado pasado, el presidente de la empresa junto con los compañeros de desarrollo comunitario, nos dirigimos hacia este sector para hacer una jornada política. El objetivo era realizar una reunión con los productores, sembradores de maíz, para establecer algunos acuerdos para la cosecha que está por venir. Y, además, compartir un almuerzo comunitario. El almuerzo sería cachapa (arepa de maíz tierno con queso).

¿Adivinen a quién le tocó moler el maíz? A “Colombia” (así es como me están nombrando aquí los compañeros de la empresa). Pero, no vayan a creer que fue cualquier molidita insignificante, no. Fueron 15 kilos de maíz, y yo sólo los molí, con el sudor de mi frente, sudor que se está estrenando en mi cabeza urbana. Mientras que molía y molía conversé un buen rato con Alirio, un cultivador de la zona, y esto fue lo que me contó.

No es verdad que en el socialismo del siglo XXI se le quite a alguien su pequeña tierra. Acá, en el Guárico, por ejemplo, la Empresa Socialista se formó de la expropiación que hizo el Estado a un gran latifundista, allí se construyó el complejo y se comenzó a cosechar maíz en cantidades enormes. Pero, las pequeñas propiedades de tierra de los campesinos que quedaron alrededor del complejo, se respetaron y, por el contrario, se beneficiaron de la revolución. Alirio, por ejemplo, me explicó, que en su predio cultivó en esta cosecha 5 hectáreas de tierra. Como no tenía recursos propios, la empresa le concedió un crédito en insumos, semillas, asistencia técnica, maquinaria, transporte, etc., y así, él pudo cultivar. Yo le pregunté que si era un buen negocio y él se sonrió y me contestó: — ¡Claro! Yo sembré 5 hectáreas y con sólo 2 de ellas pago mi deuda con la empresa, las otras tres hectáreas me quedan de ganancias para mí. Antes, acá, eso no ocurría.

Además, —agregó—, que en la revolución, allá en su pueblo llegan también constantemente los “mercales” del gobierno, —mercados a precios justos, dado que el Estado socialista, suprimió los intermediarios del comercio, que son los que elevan los costos; y posibilitó que la producción de alimentos llegara al ciudadano directamente sin intermediarios especuladores—; pues bien, Alirio, en medio de risas, me contaba cómo los majunches, que son los de derecha, los de la oposición, iban a escondidos a los mercales, también a beneficiarse de la revolución, con mucho cuidado eso sí, tratando de no ser sorprendidos; Alirio agregó, que afortunadamente estos sinvergüenzas son pocos. Un vecino, quién estaba escuchando nuestra conversación, se sumó y dijo: — ¡Así son los majunches! Y no sólo dijo eso, después, continuó: — Esos majunches son tan traidores como lo fue Páez; en cambio, nosotros somos revolucionarios, «tierra y hombres libres», (refiriéndose a Ezequiel Zamora, quien estuvo por estos llanos formando insurrección en contra de las oligarquías en el siglo XIX) decimos acá.

Yo me quedé atónito, boquiabierto, dejé de moler por un instante. No me quedé con la duda y le pregunté al vecino: —Compadre, eso que usted acaba de decir, ¿dónde lo aprendió? ¿En la escuela? — No, para nada… Eso siempre lo hemos dicho en el Llano. Me contestó y agregó: — Es que acá, en el Guárico, antes de la revolución, algunos ya éramos de izquierda, solo que éramos más poquitos y nos reuníamos al escondido en alguna de estas casas, pero ahora es distinto, estamos en revolución, y ahora somos bastantes”.

Yo, ya en este instante, no dije más, dejé de moler, anoté en mi libreta y pensé: — ¡carajo!, y yo buscando la revolución en la ciudad.

Después de comer abundantemente y delicioso, nos dirigimos a una asamblea de productores; fue asombroso, ésta, pensaba yo, era la formación de una comuna y del poder popular, nunca antes había visto yo, algo así en Colombia, ni de cerca ni de lejos, una auténtica asamblea popular campesina, y sobre todo, no había visto una reunión política, donde no se estaba discutiendo sobre violencia, sino sobre maíz; más aún, supe, que en esta década de lo que lleva la revolución, estas asambleas son ya una tradición.

En la semana mis rutinas, más o menos, se están estructurando así: en las mañanas me asignaron un jefe para las tareas agrícolas; en las tardes, el trabajo de formación política, con una asesora cubana que tiene una amplia experiencia en trabajo comunitario; y según las agendas del complejo, presento algunas de mis conferencias o desarrollo algún taller; en las noches, ya me dedico a leer y a escribir, o a compartir con los trabajadores que amanecemos en el complejo.

No se alcanzan a imaginar mis lectores, cómo se ve este historiador, que en su vida había cogido una escoba, toda una mañana con una pala, preparando la tierra para el cultivo, bajo un sol llanero inclemente. Yo, discípulo de Freud, diría hoy, que antes del psicoanálisis como terapia para los neuróticos de la ciudad, mejor les vendría primero una temporada de arduo trabajo en el campo. En la tarde, después de un suculento almuerzo, me dedico a mis amantes predilectas: las letras y la política.

Muy temprano en la mañana salgo a caminar, alrededor de 30 minutos, antes de desayunar a las 7. Mientras camino, aprovecho para leer, dado que no tengo el peligro de que me atropelle un automóvil como podía pasar en la ciudad; más bien leo, veo, respiro, escucho y disfruto de la calma campesina; el único riesgo que corrí, fue una vez, antier, que mientras caminaba, se vinieron a toda prisa tras de mí, varios perros enormes ladrando fuertemente, yo me paralicé, pensé que en ese instante había llegado el fin de mi existencia; pero no, afortunadamente resultó ser cierto, aquello, de que los perros que ladran no muerden, y yo, pude proseguir a pie, despacito en un continuo temblor que trate de disimular. Ahora ya paso tranquilo todas las mañanas y los perros de esa finca ni me determinan, yo a ellos sí, aunque fingiendo, que no.

Así va la vida acá, en esta parte llanera de Venezuela, en la revolución socialista y agrícola de Chávez; los campesinos y las campesinas son muy alegres y nobles, están muy orgullosos de su revolución.

El campo latinoamericano durante los dos últimos siglos ha sido condenado al hambre y a la tiranía, dada la distribución inequitativa de la tierra, latifundios para pocos terratenientes y millares de campesinos sin tierra. Cuando las oligarquías le “concedieron” algunas migajas de tierra a los campesinos, —claro está, después de habérselas robado—, siempre les dieron las peores. ¿Se acuerdan de Juan Rulfo? ¡A falta que les hace a los intelectuales de izquierda leerse la obra de Juan Rulfo!, incluso antes de que se aprendan sus cartillas de dogmas. Continuo, además, de la distribución más inequitativa de la tierra, la entrega vergonzosa de las riquezas de los pueblos al imperio por las oligarquías vende patrias, desde la masacre de las bananeras en Colombia en 1928 hasta la entrega del petróleo a las compañías extranjeras en la IV República de Venezuela a finales del siglo XX. Pero, el campesinado trabajador latinoamericano ha luchado con coraje y sigue luchando, llegaron José Martí, Ezequiel Zamora, Rafael Uribe Uribe, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Augusto Sandino, Jorge Eliecer Gaitán, Manuel Marulanda Vélez, Camilo Torres Restrepo, Fidel Castro, Che Guevara, Hugo Chávez, entre otros miles de compañeros, y ellos, con los pueblos transformaron esa fatídica realidad, y recuperaron la tierra para pueblo, en arduas batallas que aún no han terminado. La Revolución Bolivariana de Venezuela, hoy está haciendo el más grande aporte. Yo lo sé, lo estoy viviendo; no lo sé por una consulta en internet, o por la consulta en una tesis de doctorado de sociología que se encuentra escondida en alguna biblioteca; lo sé porque estoy en el campo, compartiendo la vida con campesinos que hoy se nombran socialistas, alegres personas, aguerridas llaneras y aguerridos llaneros.

Los camaradas de la empresa, cuando me ven, me saludan alegremente y me dicen en un tono fuerte: — “«Colombia», ¿Cómo va?... ¿Fino? ¿Calidad?”, yo, sonrío y les digo que sí. En verdad, la respuesta que me sale del alma, es un sí.

Tiznados, 28 de agosto de 2012

— Capítulo 10—

Una descripción del pueblo venezolano (con la ayuda de José Martí) en los días previos a la reelección del comandante Chávez.

Voy a cumplir ya un mes en los llanos centrales de Venezuela en medio de revolución y maíz.

En tan pocos días he logrado una magnífica relación con los productores, con los campesinos y con los líderes de este gran complejo de producción agrícola socialista. He presentado mi conferencia, la última sobre Bolívar; presenté también, aquella donde develo la perfidia de Santander; en un programa vacacional, narré una historia de Bolívar para niños; presenté otra conferencia a los trabajadores, sobre el socialismo en el siglo XX; he participado además en consejos comunales, en asambleas de productores, en las discusiones sobre el programa de gobierno de Chávez; en las formaciones cívicas he hablado sobre las cartas de Bolívar; me ha quedado tiempo para escribirle a la tierra, a las mujeres del pasado, a los amigos; me enseñaron a bailar joropo, pero no aprendí. Lo mejor de todo, es que he aprendido a cultivar el maíz, a cultivar hortalizas; he pasado mis mañanas entre la tierra y el sol. Además, me han incorporado en los cursos de formación técnica que se imparten acá para los productores; esta semana, por ejemplo, asistí a un curso sobre ganadería y pastos, dictado por un cubano experto en agricultura.

Si llego a conseguir en el futuro una tierrita para mí y unas vacas, escribiré otro diario que se llame “de historiador a ganadero”, mentiras, esto último es en broma. Mi plan sigue firme: aprender de revolución para volver fuerte a mi país.

Mi jefa política cubana me regaló un libro con una selección de los diarios y los ensayos de José Martí; en esta obra encontré un diario que escribió él sobre el viaje que realizó en estas tierras en el año 1881. Es increíble encontrar que después de más de un siglo, la mayoría de sus descripciones siguen vigentes.

Con la ayuda pues de Martí retrataré un poco a los venezolanos y venezolanas de ayer y de hoy. Con mucho orgullo, yo hoy puedo decir con él, que “hemos tomado estos informes en el propio terreno; venimos de esa tierra que vio nacer a Bolívar”.

“Las gentes del país, gritones y felices”. Ya lo había mencionado antes, los venezolanos son grandes, fuertes, hablan duro, parecen peleando, pero son juguetones. Además, son bastante sencillos. El presidente de esta empresa, por ejemplo, duerme en las mismas habitaciones con los trabajadores, comparte en los espacios de todos con la más auténtica espontaneidad; los dirigentes de esta revolución son el mismo pueblo. Vaya uno a ver si un gerente encopetado del capitalismo se mezcla con la “plebe”, nunca, ¿verdad? Pues acá sí. No sólo se mezcla, sino que el dirigente campesino venezolano, en nada se distancia o se diferencia con su pueblo, como es el mismo Chávez pues. Decía Martí que son gritones y felices, en verdad lo son, hablan duro, en voz alta, golpeadito, ponen caras de bravos, luego la sonrisa más inocente y tierna. Mi jefe político, por ejemplo, mide como dos metros, es un gran cuadro político, uno cree que ese hombre vive dando golpes, pero no, tiene el alma noble de un niño. Todos siempre viven haciendo bromas. No hay un sólo segundo en que los venezolanos no estén bromeando con el lenguaje, tienen miles de acepciones y palabras con múltiples sentidos picarescos. Acá en los Llanos, por ejemplo, no se encuentra esa sumisión que se ve en el resto de los trabajadores del campo en América Latina, hay jerarquías, pero no es raro que un trabajador le hable con ahínco y coraje a cualquiera de sus jefes, más aún en esta época de revolución.

Cuando vino Martí a estas tierras vio unas tiranías oligárquicas, pero observó que “esa tierra es como una madre adormecida que ha dado a luz durante el sueño una cantidad enorme de hijos. Cuando el labrador la despierte, los hijos saldrán del seno materno robustos y crecidos, y el mundo se asombrará de las abundancias de los frutos”. Palabras proféticas de Martí. Acá, esos robustos ya han crecido, están labrando la tierra y hoy en el siglo XXI están haciendo revolución. Ahora, los gigantes de la Venezuela Bolivariana están mostrando sus frutos al mundo. Ahora, todos en el mundo, están fijando sus miradas hacia acá. ¡Ah venezolanos tan arrechos!, —así como dicen ellos, cuando quieren nombrar la bravura—.

“Los hombres de los campos tienen todavía costumbres grandiosas y audaces. Es el desprecio a la vida, el amor al placer, el recuerdo atrayente de una vida anterior de libertad feroz: son poetas, centauros y músicos”. ¿Qué más puedo agregar yo a esta perfecta definición de Martí sobre los campesinos venezolanos? Sólo certificar con emoción que efectivamente son así, siguen siendo así y mucho más; lo sé, estoy viviendo con ellos. Su vigor deja pasmado a cualquier entumecido hombre moderno de la ciudad. Agrega Martí: “Sus caballos, bajo sus espuelas, tienen alas. Con su garbo deleitan a las mujeres; con su fuerza derriban a los toros”.

Pero, no es todo un paraíso, los conflictos se suceden por doquier, tienen una gran fuerza telúrica, pero, como son tan arrojados, los venezolanos tendrán que aprender a planear, a ordenar un poco el bello caos, para poder prolongar la revolución en el tiempo y no consumirla como en un ciclón. Las palabras de Martí son muy esclarecedoras al respecto: “En los hombres hay una necesidad innata de lujo: es casi una condición física, impuesta por la abundancia de la naturaleza que los rodea; —llevados, además, por el desarrollo febril de su inteligencia, a las más altas esferas de la apetencia, la pobreza resulta para ellos un dolor amargo e insoportable. No creen que la vida sea, como es, el arte difícil de escalar una montaña, sino el arte brillante de volar. […] Hay que casarse, poner casa lujosa, vestir bien a los hijos, vivir al uso de las gentes ricas, gastar, en resumen, mucho dinero […] Gozan gastando dinero y se honran despreciándolo”. En estos días, por ejemplo, después de una asamblea de productores, nos quedamos tomando cerveza en una fonda en la carretera, cuando se iban acumulando las botellas de cerveza, me fijé y caí en cuenta que todas las botellas las dejaban con un cuarto o casi la mitad del preciado líquido y pedían una nueva, y así todos; yo no aguanté y les pregunté por qué eran tan derrochadores, les hice ver la cantidad de cerveza que dejaban sobrante y les conté que en mi tierra no dejábamos ni la última gota de la cerveza; entonces uno de ellos, con la más encantadora soltura y franqueza me contestó: —“¡Tranquilo «Colombia» que pa´ eso tenemos reales (dinero)!”.

“Nada estremece la sólida virtud de la mujer, una virtud natural, encantadora, indolente, —elegante: una virtud que inspira dulcemente, sin exageraciones de cuáqueros, sin severidades de monja. —Estas mujeres poseen el don de detener a los hombres con una sonrisa. Se habla con ellas ante ventanas abiertas. Se siente uno embelesado, y pleno de fuerza, y borracho de una dulce bebida: —las volvemos a encontrar en las calles, en el teatro, en el paseo: ellas nos saludan cortés pero fríamente”. ¡Ay! Martí. Yo mejor suspiro, y no digo nada en este caso; ya me regañaron ayer, por estar escribiendo impúdicamente sobre mujeres.

Martí vio a estos venezolanos hace más de un siglo y los encontró fuertes y prometedores; hoy, este aprendiz de escritor y de político que soy yo, he constatado esta fuerza, y mejor aún, estoy siendo testigo privilegiado de la promesa cumplida por este pueblo. Acá, se espera con increíbles ansias, la llegada del próximo 7 de octubre de 2012, día en que este pueblo aguerrido, reelegirá, con la fuerza que los caracteriza, al comandante presidente.

Ayer, en la noche, en otra parte de los llanos venezolanos, Hugo Chávez, pronunció uno de sus discursos más conmovedores; al final, él terminó con lágrimas en sus ojos; estoy seguro que en ese instante de felicidad y agitación, no sólo estaba sollozando él.

Y yo, escuchando cantar a Chávez música llanera, me he puesto a escribir.

Tiznados, 16 de septiembre de 2012

— Capítulo 11—

¿Por qué es tan decisiva para la humanidad la victoria del comandante Chávez? — Se anuncia el fin de este diario y una nueva vida en Venezuela.

Ayer circuló una fotografía de mi comandante Chávez por internet, que le tomaron mientras él les hablaba a miles de personas en Caracas bajo un aguacero torrencial. En la imagen está el comandante de frente dirigiendo su mirada hacia el horizonte y las gotas de la lluvia se ven suspendidas en su rostro. Yo, al ver esta imagen quedé conmocionado por unos segundos. Este hombre bajo la lluvia, en ese instante parecía bendecido por todos los dioses de la tierra. Este hombre rodeado de pueblo, es ahora, la más grande esperanza de toda la humanidad.

Muchas personas de derecha en el mundo, ignorantes o “neutrales” en la política (que son de derecha también, así no lo sepan o no lo quieran reconocer) dirán que los chavistas estamos enceguecidos por una pasión irracional, pero eso no es así, los chavistas además de tener pasiones tenemos razones.

El pasado lunes 1 de octubre murió Eric Hobsbawm, el historiador más importante del mundo moderno; que yo sepa, él no era chavista, de hecho, su principal obra Historia del siglo XX, fue editada apenas en 1994, cuando Chávez estaba encarcelado por la oligarquía. Pues bien, una de las conclusiones principales de esta magna obra histórica fue la siguiente:

“El Estado, o cualquier otra forma de autoridad pública que representase el interés público, resultaba ahora más indispensable que nunca. […] De una manera o de otra, el destino de la humanidad en el nuevo milenio dependerá de la restauración de las autoridades públicas”.

Más allá del desafío de construir un socialismo en el siglo XXI, propósito que se refrendará el próximo domingo 7 de octubre, la Revolución Bolivariana de Venezuela ya ha aportado y ha demostrado a todo el planeta, con hechos concretos, que la restauración de las autoridades públicas, como dijo Hobsbawm, no sólo es una política deseable, sino que sí es posible. En este nuevo milenio cuando el capitalismo ha generado más muerte, hambre, desolación y crisis por doquier, acá, en la tierra de Bolívar, mi comandante Chávez y el pueblo venezolano han demostrado que la humanidad sí puede ser distinta, distinta a toda la basura del capital. ¡Acá, se está haciendo política para la vida! Los que no se han dado cuenta de eso, es porque no quieren ver.

Yo, entre tanto, he estado disfrutando de la Revolución Bolivariana en su parte llanera, he aportado en la formación política de la Empresa Socialista de Riego de Rio Tiznados del Guárico. En las últimas semanas, en varias áreas de la empresa, con trabajadores y productores agrícolas he presentado conferencias sobre Mercosur, sobre el socialismo y la agricultura en los siglos XX y XXI. Yo lo puedo confirmar, certificar, no es panfleto, no es demagogia, acá en Venezuela, no se para de estudiar política, de debatir, de formar conciencia colectiva. Claro que hay conflictos, que hay altercados menores, los venezolanos todo lo hacen a “coñazos”, siempre eufóricos y exaltados, pero siempre henchidos de amor. Además, sigo aprendiendo del campo, no crean que he estado encerrado en una empresa, no; he estado, recorriendo el llano, con altivos llaneros, escuchando música llanera, cantándola con ellos, todos apasionados felices, he sembrado guayaba, he visto cómo se cosecha el maíz, he tomado ron por cantidades enormes, he comido “parrillas” carne asada en el camino, he visto fincas gigantes. He constatado que el Estado Bolivariano, sólo ha rescatado los latifundios improductivos, he visto con mis propios ojos como a las fincas productoras de privados les está yendo mejor con la revolución, he hablado con varios productores agrícolas independientes que me han expresado que con la revolución su producción se ha incrementado un 50%. Salgo a caminar, como a diario viandas deliciosas, veo por doquier mujeres bonitas, convivo con alegres y fuertes llaneros. Esta tierra es fértil en hombres, mujeres y revoluciones. Nada tiene de raro que la principal revolución de la humanidad a principio del siglo XXI la estén haciendo los venezolanos, tienen el carácter para hacerlo. No se enojen conmigo, mis compatriotas colombianos, nosotros somos muy parecidos al pueblo venezolano; o mejor dicho, parecidos no, somos iguales, de la misma estirpe bolivariana, lo que pasa es que en Colombia llevamos 200 años enfermos de una peste: el santanderismo, y de eso todavía en mi tierra muchos no se han curado.

Hoy escribo poco, porque ahora no hay tiempo para escribir, toda la energía está concentrada en el 7 de octubre. Por lo pronto anuncio que el capítulo 12 de este diario será el último. Y lo escribiré días después de la gran victoria de nuestro comandante Chávez. Se acaba el diario, pero no mi aventura en Venezuela, ahora comenzará una nueva etapa, me formaré en ganadería, con maestros cubanos, con el tesón de los venezolanos, y no en una ganadería extensiva de latifundios enemiga de los pueblos y favorecedora del capital, no; aprenderé de la sabiduría cubana, una ganadería intensiva en pequeños lotes de tierra, respetuosa de la vida y la naturaleza, dirigida a la consolidación del socialismo y a la soberanía alimentaria de nuestros pueblos. En fin, ganadero por las mañanas, historiador por las tardes; además ya me han aprobado nuevos proyectos de formación histórica, política y filosófica que dirigiré yo. Ahora es que me volveré fuerte, ya vendrá el tiempo que regrese a Colombia a cumplir mis promesas.

Hoy con toda la alegría y altivez del mundo, a todos aquellos que pusieron en duda mi vocación bolivariana, con una carcajada y el alma plena y serena, a todos esos los mando pal´ carajo. A los amigos y a las amigas que me han acompañado y ayudado en esta apasionante aventura, les agradezco y los amo… Hemos triunfado… En dos días, el próximo 7 de octubre de 2012, el triunfo de mi comandante Chávez será colosal, su triunfo también es mío, es el de todos, es el triunfo de la humanidad.

Tiznados, 5 de octubre de 2012

— Capítulo final—

¿Y quién les pidió a los colombianos de derecha que opinaran? — ¿Qué significa políticamente la reelección de mi comandante Chávez? — Una despedida que no es despedida necesariamente.

Este último capítulo, quiero dedicárselo especialmente a mi madre Miriam Muñoz y a mi maestro Rodrigo Saldarriaga, dado que fue mamá y fue Rodrigo, quienes me escucharon y me alentaron por primera vez, cuando decidí anunciar la intención de emprender este viaje.

Recuerdan que un día, en este diario, parafraseando a Fernando González expresé: “Ya dije que quiero a mi patria, pero no a sus actuales habitantes”. Pues bien, ahora, puntualizo. No quiero a la mayoría de los actuales habitantes de Colombia que tienen un pensamiento burgués de derecha y una postura fascista pusilánime.

Razón tiene Rodrigo Saldarriaga que escribió hace poco lo siguiente: “La derecha colombiana y el coro de periodistas pagados a su servicio, está más triste con el triunfo de Chávez que el mismo Capriles”.

El anterior capítulo de este diario, creo yo, fue el más leído, tanto en Venezuela como en Colombia, pero los comentarios que me llegaron de Colombia, de los aburguesados, pobres sin capital que creen tenerlo, arribistas que se creen ricos, son en verdad lamentables. Yo hubiese preferido no recibir comentarios de Colombia. Yo, en este alegre momento de mi vida, me quedo con mi familia, y con mis pocos amigos y pocas amigas que tengo en Colombia de izquierda, que se pueden contar con los dedos de la mano. Somos muy pocos, qué le vamos hacer. La mayoría de los colombianos, están echados a perder, desde hace mucho tiempo por RCN y Caracol, El tiempo, Semana y El Colombiano.

Ganó pues mi comandante y ahora la Revolución Bolivariana se profundizará. Es hora de la radicalización del socialismo. Es hora, de ir corrigiendo muchos procesos ineficaces de la burocratización del Estado, para que el socialismo, acá en Venezuela, sea un proceso de construcción auténtica del Poder Popular y no se cometan los mismos errores de la extinguida U.R.S.S. Como lo he expresado anteriormente, el gran aporte político concreto de Venezuela a la humanidad, es que está probando que sí se puede restaurar las autoridades públicas, y que sí se puede lograr la felicidad de los pueblos, en consonancia con el equilibrio y el respeto a la tierra. Es decir, que sí es posible, un mundo socialista opuesto al salvajismo depredador del capitalismo.

Termino este diario muy satisfecho y pleno. Transcribo a continuación, como anticipo, una parte del prólogo del que será mi tercer libro, texto que preparé hace algunos días y que hasta ahora no lo he publicado, se trata de un libro que nació acá en Venezuela y si mi buena suerte continua lo editaré acá. Creo que estas palabras constituyen el mejor balance de esta aventura.

“En una mañana de febrero, de este año 2012, súbitamente decidí salir de Medellín para Venezuela. Hacía mucho tiempo venía contemplando esa idea, pero no me decidía. Ese día fue distinto, antes de salir a dar mis clases de historia en el Pequeño Teatro, le anuncié aquella intención a mi madre. Ella, en ese instante no me creyó; era lógico, ni yo en ese momento acababa de creérmelo; pero una fuerza interior se estaba apoderando de mí, la decisión ya estaba tomada.

Salí en mi bicicleta, mientras pedaleaba, pensaba y pensaba sin encontrar un rumbo seguro. Después al mediodía, sostuve una conversación con Rodrigo Saldarriaga, le planteé mi intención, mi tensión, mi inconformidad con mi existencia actual en Medellín y mis anhelos de participar en la Revolución Bolivariana de Venezuela; él, maestro de aventuras y artífice de proezas heroicas y revolucionarias, aristócrata y afirmador de la vida, me ayudó a acabar de convencerme, me ofreció todo su respaldo. La sonrisa lúcida y la mirada profunda de Rodrigo Saldarriaga me acabaron de convencer. Di mi clase, y volví a casa de mi madre en mi bicicleta.

Todavía está en mi me memoria, con la más increíble nitidez, aquella tarde soleada en que iba yo por las calles del Poblado hacía el sur del Valle de Aburrá, pedaleando y pensando cómo carajos me iba a ir para Venezuela sin un sólo peso en el bolsillo. De repente, se fue esclareciendo en mi mente, una cuestión que estaba íntimamente ligada a mi desazón por el contexto político de mi país, y en una rápida y magnifica intuición resolví que iba a escribir una conferencia, la cual presentaría en el Pequeño Teatro cobrando la entrada por ella, con el dinero que recaudaría realizaría mi viaje. Paré por un momento mi bicicleta, hice una pausa en el camino para regocijarme por mi plan, era quijotesco, pero tenía un plan.

[…] Los siete primeros meses de mi aventura en Venezuela fueron un momento privilegiado en mi existencia, organicé el caos que llevaba en mi ser y consolidé algunos métodos que venía hace mucho tiempo explorando.

Entre andanzas y escrituras gocé cómo nunca antes lo había hecho” [5].

Lo que ocurrió en estos meses ya lo he relatado acá. Ahora doy por terminado este diario.

Después de la celebración descomunal que tuve el 8 de octubre por la victoria de mi comandante Chávez, —creo que nos tomamos, entre un llanero y yo, toda la producción de brandy barato del Estado Guárico—. Fue tanta la embriaguez, que casi echo a perder en un día de celebración, 7 meses de trabajo arduo político en Venezuela; pero tranquilos y tranquilas, que ya mi madre, mi profe cubana y el presidente de la empresa, Juan José Jiménez, gran cuadro político de la revolución bolivariana, me llamaron al orden, y este historiador, ya está, una vez más, lúcido, en sano juicio, listo para trabajar.

Sí, se ha formalizado, Frank David Bedoya Muñoz, ahora trabaja como formador político de la Empresa Socialista Agrícola de Riego Rio Tiznados en los llanos centrales de Venezuela.

Sólo me falta un sueño por cumplir: conocer personalmente a mi comandante Hugo Chávez.

¿Será que la existencia me concederá esa felicidad?

Frank David Bedoya Muñoz

Tiznados, 11 de octubre de 2012

[1] http://segundacita.blogspot.com/2012/06/violencia-y-otras-cuestiones.html

[2] Fidel Castro Ruz, La paz en Colombia, Editorial Política, La Habana, 2008.

[3] Frank David Bedoya Muñoz, Simón Bolívar: antelación del superhombre de Nietzsche.

[4] http://www.aporrea.org/tiburon/a85387.html

[5] Frank David Bedoya Muñoz, Andanzas y Escrituras.

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