Explicación de Nietzsche y su Zaratustra

©Frank David Bedoya Muñoz

©Ediciones Zaratustra

Portada:

Frank D Bedoya, Nietzsche, dibujo a lápiz, 2006

Edición digital: 2022

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Explicación de Nietzsche y su Zaratustra


El siguiente texto está compuesto por tres de mis conferencias de la Escuela Zaratustra que se presentaron en la Casa Museo Otraparte, entre agosto del 2007 y abril del 2008.


“Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja a su ocaso”.[1]

Así habló Zaratustra


Iniciemos pues nuestro acercamiento al solitario, al filósofo de gran bigote y mirada enigmática. Se ha vuelto famoso después de un siglo de su muerte, pero no por eso se ha comprendido mejor. Su legado no fueron dogmas, sino por el contrario, provocaciones, sentencias que no dejan tranquilo a nadie, provocaciones que siempre exhortan al desafío del pensamiento. Nietzsche no es un canon, es una perturbación.


Giorgio Colli, quien con Mazzino Montinari llevó a cabo la gran edición crítica de las obras de Nietzsche expresó: “Cualquiera que haya leído alguna página de Nietzsche ha sentido su escándalo en profundidad, se ha sentido provocado a dar su propio asentimiento acerca de una cuestión acuciante. Algunos no perdonan que los invadan, otros se deshacen de la impresión, otros reaccionan con participación apasionada”.[2]


Ustedes podrían interpelar en este momento, que cualquier filósofo, por su condición, es ya un provocador, un “libre pensador”, en tanto que, por su condición, supera los prejuicios imperantes y luego crea un mundo nuevo. Y podrían preguntar, ¿qué tiene entonces de especial Nietzsche? Nietzsche no es un simple libre pensador, o intelectual de oficina, su reflexión de la vida y a favor de la vida, siempre se dio hasta las últimas consecuencias. Nietzsche es un espíritu libre. Es quizá, en la historia de la humanidad uno de los hombres que más meditó la existencia con mayor coraje y ardor, develando asuntos dolorosos, desenmascarando morales y verdades absolutas, derrumbando ídolos, y desacomodando los dogmas del mundo occidental. En fin, creando nuevos valores. Es pues, un liberador. Su propia existencia siempre estuvo en cuestión. No era el típico docto, academicista, que criticaba al mundo y luego seguía tranquilo en su interior, sin que nada pasara en su alma. Nunca tuvo sosiego. Con justa razón, uno de sus biógrafos lo nombró en su momento el águila angustiada.


Mazzino Montinari planteó la siguiente pregunta: ¿qué es en realidad la vida de Nietzsche? y respondió: “La vida de Nietzsche son sus pensamientos, sus libros. Nietzsche es un raro ejemplo de concentración mental, de ejercicio cruel y continuo del intelecto, de interiorización y sublimación de experiencias personales. […] Para Nietzsche, cada pensamiento es un acontecimiento, y cada libro publicado, una «superación». Nietzsche escribía para sí mismo, para él escribir significaba vivir”.[3]


Así habló Zaratustra, es en mi concepto, el libro más libre de toda la humanidad, todo en él aparece impregnado de un aire fresco, es música, es poesía, es profundidad, es ante todo un libro que despierta libertad. Es el libro más controvertido de toda la obra nietzscheana. «Un libro para todos y para nadie»[4] así lo denominó. Nietzsche se sirvió de la figura semilegendaria Zoroastro, profeta persa del siglo VI a.c. porque éste, al igual que todos los profetas habló de moral, pero al final de sus días reconoció que esto era un error. Por eso Nietzsche el gran inmoralista colocó en voz de Zaratustra su mayor ataque contra la cultura moralista occidental. Pero no sólo un ataque y una negación, después de la destrucción, la mayor afirmación de la existencia y voluntad de creación posible. En toda la obra un espíritu dionisiaco, aquel que enfrenta la vida con todo lo que ella implica, con sus cosas buenas y malas. La vida como potencia en todas sus manifestaciones, como voluntad de creación constante.


Nietzsche a partir de 1881 decidirá pasar los veranos en Sils-Maria y los inviernos en Niza. En esos dos lugares escribirá su más sublime creación.


Así habló Zaratustra es el libro más singular de Nietzsche. Aunque contiene en gran parte su pensamiento, en su forma no se parece a ninguno de los restantes libros de toda su prodigiosa obra. Su lenguaje no sólo es extraño para su propio tiempo, finales del siglo XIX, sino que es insólito a la hora de compararlo con los discursos propios de la filosofía occidental. Aunque su forma es literaria y poética, este libro no se puede considerar, ni como literatura, ni como poesía, dado que su esencia es netamente filosófica. El mismo Nietzsche, más adelante sugerirá algo más sorprendente aún: “Acaso sea lícito considerar el Zaratustra entero como música”.[5]


A partir de la magistral introducción que Andrés Sánchez Pascual elaboró para la edición castellana de Así habló Zaratustra, quiero presentar algunos pasajes fundamentales de esta obra. Debo aclarar que son una muestra, que de suyo siempre se quedará corta. Zaratustra es como un pozo profundo, donde siempre se puede encontrar algo distinto, dependiendo además de quién sea el que se acerque a él. No he optado hoy por hacer un resumen, eso sería un absurdo, mucho menos por pretender explicar todo lo que ofrece este libro. Lo que sí podemos apreciar hoy, es una breve muestra de lo que se puede encontrar allí. Al final procuraré hacer una exposición, de los análisis más relevantes que se han hecho sobre esta obra.


En su introducción Andrés Sánchez Pascual nos trae un fragmento de una maravillosa obra literaria de Stefan Zweig titulada La lucha contra el demonio. Yo creo que es importante seguir recordando esta pieza literaria, puesto que recrea con mucha más efectividad que cualquier estudio biográfico, la vida del filósofo autor del Zaratustra. El texto es el siguiente:


“Un mezquino comedor de una pensión de seis francos al día, en un hotel de los Alpes o junto a la ribera de Liguria. Huéspedes indiferentes, la mayor parte de las veces; algunas señoras viejas en small talk, es decir, en menuda conversación. La campana ha llamado ya a comer. Entra un hombre de espaldas cargadas, de silueta imprecisa; su paso es incierto, porque Nietzsche, que tiene «seis séptimos de ciego», anda casi tanteando, como si saliese de una caverna. Su traje es oscuro y cuidadosamente aseado; oscuro es también su rostro, y su cabello castaño va revuelto, como agitado por el oleaje; oscuros son igualmente sus ojos, que se ven a través de unos cristales gruesos, extraordinariamente gruesos. Suavemente, casi con timidez, se aproxima; a su alrededor flota un silencio anormal. Parece un hombre que vive en las sombras, más allá de la sociedad, más allá de la conversación, y que está siempre temeroso de todo lo que sea ruido o hasta sonido; saluda a los demás huéspedes con cortesía y distinción y, cortésmente, se le devuelve el saludo. Se aproxima a la mesa con paso incierto de miope; va probando los alimentos con una precaución propia de un enfermo del estómago, no sea que algún guiso esté excesivamente sazonado o que el té sea demasiado fuerte, pues cualquier cosa de ésas irritaría su vientre delicado, y sí éste enferma, sus nervios se excitan tumultuosamente. Ni un vaso de vino, ni una jarra de cerveza, nada de alcohol, nada de café, ningún cigarro, ningún cigarrillo; nada estimulante; sólo una comida sobria y una conversación de cortesía, en voz baja, con el vecino de mesa (como hablaría alguien que ha perdido el hábito de conversar y tiene miedo de que le pregunten demasiado). Después se retira a su habitación mezquina, pobre, fría. La mesa está colmada de papeles, notas, escritos, pruebas; pero ni una flor, ni un adorno, algún libro apenas y, muy raras veces, alguna carta. Allá en un rincón, un pesado cofre de madera, toda su fortuna: dos camisas, un traje, libros y manuscritos. Sobre un estante, muchas botellitas, frascos y medicinas con que combatir sus dolores de cabeza que le tienen loco durante horas y más horas, para luchar con los calambres del estómago, los vómitos, para vencer su pereza intestinal y, sobre todo, para combatir con cloral y veronal su terrible insomnio. Un horrible arsenal de venenos y de drogas, que es la única ayuda que puede encontrar en el vacío de un cuarto extranjero, donde no le es posible encontrar otro reposo que el obtenido por un sueño corto, artificial, forzado. Envuelto en una capa y una bufanda de lana (pues la chimenea hace humo, pero no da calor), con sus dedos ateridos, sus gruesos lentes tocando casi el papel, escribe rápidamente, durante horas enteras, palabras que sus mismos ojos no pueden luego descifrar. Durante horas está allá sentado escribiendo, hasta que sus ojos le arden y lagrimean; una de las pocas felicidades de su vida es que alguien, apiadado de él, se ofrezca para escribir un rato, para ayudarle. Si hace buen día, el eterno solitario sale a dar un paseo, siempre solo con sus pensamientos. Nadie lo saluda jamás, nadie le para jamás. El mal tiempo, la nieve, la lluvia, todo eso que él odia tanto, lo retienen prisionero en su cuarto; nunca abandona su habitación para buscar la compañía de otros, para buscar a otras personas. Por la noche, un par de pastelillos, una tacita de té flojo, y enseguida otra vez la soledad eterna con sus pensamientos. Horas enteras vela junto a la lámpara macilenta y humosa sin que sus nervios, siempre tensos, se aflojen de cansancio. Después echa mano del cloral a otro hipnótico cualquiera, y así, a la fuerza, se duerme, se duerme como las demás personas, como las personas que no piensan ni son perseguidas por el demonio”.[6]


No hay nada más excepcional en las rutinas de Nietzsche, nada mejor que esta página literaria para describir la vida de este solitario, aparentemente una vida sin acontecimientos sorprendentes, sólo sus dolencias, su soledad y sus pensamientos… Atención, sus pensamientos, en sus pensamientos es donde se suceden las más grandes acciones y luchas. Los pensamientos de un hombre que creará el Zaratustra.



Así hablo Zaratustra comienza con un prólogo y luego está dividido en cuatro partes. Como ya lo expresé, Andrés Sánchez Pascual en su introducción realiza una lúcida explicación breve y contundente de cada una de estas partes. Así que antes de presentar algunos apartados del Zaratustra escuchemos tales explicaciones.


Sobre el Prólogo:


“La fábula de Así habló Zaratustra es sencilla y breve y puede esbozarse con facilidad. A los treinta años Zaratustra se retira a la soledad de la montaña, donde le acompañan sus dos animales heráldicos: el águila, símbolo del orgullo, y la serpiente, símbolo de la inteligencia. Allí aprende su sabiduría, y un día decide bajar a predicársela a los hombres. En el descenso hacía ellos tropieza con un eremita «que no había oído todavía nada de que Dios ha muerto». Al llegar a la ciudad encuentra al pueblo reunido en el mercado y «comete la gran tontería de todos los eremitas»: hablar al pueblo, es decir, hablar a todos y no hablar a nadie. Sus discursos son, pues, para todos y para nadie”.[7]


En este prólogo se anuncia el superhombre, pero no un superhombre dotado de súper poderes como se ha mal entendido, no, todo lo contrario, un superhombre en tanto que se supera a sí mismo y permanece fiel a la tierra y abandona cualquier idea idealista o divina de una más allá. Escuchemos:


“El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra! ¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no. Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan! En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra y apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de la tierra! En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio: y ese desprecio era entonces lo más alto: - el alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de la tierra. Oh, también esa alma era flaca, fea y famélica: ¡y la crueldad era la voluptuosidad de esa alma! Mas vosotros también, hermanos míos, decidme: ¿qué anuncia vuestro cuerpo de vuestra alma? ¿No es vuestra alma acaso pobreza y suciedad y un lamentable bienestar?”[8]


Ya desde este prólogo los lectores advierten que el Zaratustra es un libro escrito de una forma perecida a los evangelios de la Biblia, pero también muy pronto se descubre que esto es un juego, una provocación, éste es un libro que en todo es antítesis del texto cristiano. Zaratustra es un ataque frontal a cualquier expresión del cristianismo existente. El Zaratustra es un libro para espíritus libres:


“Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja a al ocaso”.[9]


Primera parte


“La primera parte comienza con un discurso sobre las tres transformaciones: cómo el espíritu se convierte en camello en león y el león por fin en niño. El tema central de esta primera parte es la muerte de Dios. Ese peso debe dejar de abrumar al hombre, a fin de que éste pueda conquistar no «el otro mundo», sino este mundo suyo. Siguen luego los ataques contra las virtudes que actúan como adormideras («el sueño del justo»), contra los trasmundanos («esos ingratos que se imaginaron estar sustraídos a su cuerpo y a esta tierra») contra los que desprecian el cuerpo y predican la muerte, etcétera. […] Al final Zaratustra predica «la muerte libre» para los superfluos, y acaba contraponiendo a las falsas virtudes combatidas la imagen de la virtud futura: la virtud que hace regalos. En las últimas líneas Zaratustra se despide de sus discípulos, y vuelve a su soledad. «Ahora os ordeno que me perdáis a mí y que os encontréis a vosotros. Y sólo cuando todos hayáis renegado de mí, volveré entre vosotros»


Todo el libro de Zaratustra es un libro de liberación, pero esta primera parte es el anuncio de la liberación que debe hacer el espíritu libre. Las tres transformaciones del espíritu que vamos a escuchar, son el devenir de un espíritu que se hace libre.


“Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño. Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas. ¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que lo carguen bien. ¿Qué es lo más pesado, héroes?, así pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría? ¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador? ¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad? ¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres? ¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de sí las frías ranas y los calientes sapos? ¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo? Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto. Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor en su propio desierto. Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero». «Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente «¡Tú debes!». Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: «todos los valores de las cosas - brillan en mí». «Todos los valores han sido ya creados, y yo soy - todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún “Yo quiero!”» Así habla el dragón. Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa? Crear valores nuevos - tampoco el león es aún capaz de hacerlo: más crearse libertad para un nuevo crear - eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león. Tomarse el derecho de nuevos valores - ése es el tomar más horrible para un espíritu de carga y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña. En otro tiempo el espíritu amó el «Tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león. Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado 7del mundo conquista ahora su mundo. Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”.[10]


Esta es la primera gran enseñanza de Zaratustra, estos discursos nos proveen de argumentos para que, si aún se tiene espíritu de camello, se pueda liberar de sus cargas pesadas, y pueda convertirse en un león que crea sus propios valores, faltará mucho para que el espíritu vuelva a recuperar la inocencia del niño, vuelva a jugar con el mundo, y vuelva a decir sí.


Son muchos los discursos interesantes que valdría la pena mostrar aquí, pero prefiero en aras de brevedad, exhortarlos para que tomen este libro en sus manos, y tomen lo que ustedes gusten para sí, de todas maneras, recuerden que este es un “libro para todos y para nadie”, tal cual como se expresa en el subtítulo de la obra.


Pero antes de pasar a analizar la segunda parte, observemos la advertencia de Zaratustra para que sus lectores, no crean que están frente otro dogmático que pretende imponer una verdad. Zaratustra provoca emancipación del espíritu, no lo contrario, miremos. “¡Alejaos de mí y guardaos de Zaratustra! Y aun mejor: ¡avergonzaos de él! Tal vez os ha engañado. El hombre del conocimiento no sólo tiene que poder amar a sus enemigos, tiene también que poder odiar a sus amigos. Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo. ¿Y por qué no vais a deshojar vosotros mi corona? […] ¿Decís que creéis en Zaratustra? ¡Mas qué importa Zaratustra! Vosotros sois mis creyentes, ¡más qué importan todos los creyentes! No os habíais buscado aún a vosotros: entonces me encontrasteis. Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco toda fe”.[11]


Segunda parte


“Al comienzo de la segunda parte Zaratustra se encuentra en la montaña aguardando a que la semilla plantada por él dé sus frutos. Se impacienta, a causa de la sobre abundancia de su sabiduría; y un amanecer tiene un sueño: la doctrina predicada por él está siendo desfigurada. […] El tema básico que resuena, abierta o escondidamente, en la segunda parte, es la voluntad de poder. Por ello los primeros capítulos son ataques contra quienes con su enseñanza se oponen a esa voluntad. Los compasivos, los sacerdotes, la chusma, las tarántulas: todos ellos sienten la aversión contra la vida y su esencia. Están dominados por el espíritu de la venganza. De repente, surgen tres capítulos de tono lírico, «La canción de la noche», «La canción del baile» y “La canción de los sepulcros». Y tras ellos aparece el esbozo del hombre que se libera del espíritu de venganza contra la vida”.[12]


Toda esta segunda parte, es en conjunto una crítica general al mundo moderno, un ataque a los compasivos, a los sacerdotes, a las masas, a los doctos, en fin, a la vulgaridad del hombre de la modernidad. Bueno, pero en esta ocasión sólo quiero resaltar unos de los más bellos pasajes de esta parte, se trata de “La bella canción del baile”, en un tono lírico, un hablar entre la vida, la sabiduría y Zaratustra. Es sencillamente excepcional.


“En tus ojos he mirado hace un momento, ¡oh vida! Y en lo insondable me pareció hundirme. Pero tú me sacaste fuera con un anzuelo de oro; burlonamente te reíste cuando te llamé insondable. «Ése es el lenguaje de todos los peces, dijiste; lo que ellos no pueden sondar, es insondable. Pero yo soy tan sólo mudable, y salvaje, y una mujer en todo, y no virtuosa: aunque para vosotros los varones me llame „la profunda‟, o „la fiel‟, „la eterna‟, „la llena de misterio‟. Vosotros los varones, sin embargo, me otorgáis siempre como regalo vuestras propias virtudes - ¡ay, vosotros virtuosos!» Así reía la increíble; más yo nunca la creo, ni a ella ni a su risa, cuando habla mal de sí misma. Y cuando hablé a solas con mi sabiduría salvaje, me dijo encolerizada: «Tú quieres, tú deseas, tú amas, ¡sólo por eso alabas tú la vida!» A punto estuve de contestarle mal y de decirle la verdad a la encolerizada; y no se puede contestar peor que «diciendo la verdad» a nuestra propia sabiduría. Así están, en efecto, las cosas entre nosotros tres. A fondo yo no amo más que a la vida - ¡y, en verdad, sobre todo cuando la odio! Y el que yo sea bueno con la sabiduría, y a menudo demasiado bueno: ¡esto se debe a que ella me recuerda totalmente a la vida! Tiene los ojos de ella, su risa, e incluso su áurea caña de pescar: ¿qué puedo yo hacer si las dos se asemejan tanto? Y una vez, cuando la vida me preguntó: ¿Quién es, pues, ésa, la sabiduría? - yo me apresuré a responder: «¡Ah sí!, ¡la sabiduría! Tenemos sed de ella y no nos saciamos, la miramos a través de velos, la intentamos apresar con redes. ¿Es hermosa? ¡Qué se yo! Pero hasta las carpas más viejas continúan picando en su cebo. Mudable y terca es; a menudo la he visto morderse los labios y peinarse a contrapelo. Acaso es malvada y falsa, y una mujer en todo; pero cabalmente cuando habla mal de sí es cuando más seduce.» Cuando dije esto a la vida ella rió malignamente y cerró los ojos. «¿De quién estás hablando?, dijo, ¿sin duda de mí? Y aunque tuvieras razón, - ¡decirme eso así a la cara! Pero ahora habla también de tu sabiduría.» ¡Ay, y entonces volviste a abrir tus ojos, oh vida amada! Y en lo insondable me pareció hundirme allí de nuevo. –“[13]


Tercera parte


“La tercera parte constituye la culminación de la obra. […] En el primitivo plan de Nietzsche, Así hablo Zaratustra concluía con ella. […] Su tema central es lo que quedó inexpresado al final de la segunda: el pensamiento del eterno retorno, que Zaratustra «no quiso» decir. […] El misterio de su idea fundamental queda en vuelto, para él mismo, en las sombras de lo inquietante. […] El pensamiento del eterno retorno […] llega a su más detallada expresión en los apartados «Del espíritu de la pesadez» y «El convaleciente»”[14]


El pensamiento del eterno retorno, se muestra pues como un enigma, en «El convaleciente» los animales del Zaratustra presentan así la cuestión:


“Todo va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser. Todo se rompe, todo se recompone; eternamente se construye a sí misma la misma casa del ser. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel a sí el anillo del ser. En cada instante comienza el ser; en torno a todo “Aquí” gira la esfera “Allá”. El centro está en todas partes. Curvo es el sendero de la eternidad.» […] Mira, nosotros sabemos lo que tú enseñas: que todas las cosas retornan eternamente, y nosotros mismos con ellas, y que nosotros hemos existido ya infinitas veces, y todas las cosas con nosotros. Tú enseñas que hay un gran año del devenir, un monstruo de gran año: una y otra vez tiene éste que darse la vuelta, lo mismo que un reloj de arena, para volver a transcurrir y a vaciarse: - de modo que todos estos años son idénticos a sí mismos, en lo más grande y también en lo más pequeño, - de modo que nosotros mismos somos idénticos a nosotros mismos en cada gran año, en lo más grande y también en lo más pequeño. Y si tú quisieras morir ahora, oh Zaratustra: mira, también sabemos cómo te hablarías entonces a ti, mismo: - ¡más tus animales te ruegan que no mueras todavía! Hablarías sin temblar, antes bien dando un aliviador suspiro de bienaventuranza: ¡pues una gran pesadez y un gran sofoco se te quitarían de encima a ti, el más paciente de todos los hombres! - “Ahora muero y desaparezco, dirías, y dentro de un instante seré nada. Las almas son tan mortales como los cuerpos. Pero el nudo de las causas, en el cual yo estoy entrelazado, retorna, - ¡él me creará de nuevo! Yo mismo formo parte de las causas del eterno retorno. Vendré otra vez, con este sol, con esta tierra, con esta águila, con esta serpiente - no a una vida nueva o a una vida mejor o a una vida semejante: - vendré eternamente de nuevo a esta misma e idéntica vida, en lo más grande y también en lo más pequeño, para enseñar de nuevo el eterno retorno de todas las cosas, - para decir de nuevo la palabra del gran mediodía de la tierra y de los hombres, para volver a anunciar el superhombre a los hombres”.[15]


Ya lo habíamos dicho en la primera conferencia, Nietzsche se ubica en el instante, atrás de éste hay una eternidad, el origen es imposible de establecer; adelante otra eternidad, nadie la podrá recorrer totalmente. Como fenómeno físico sólo tenemos el instante, una sucesión de presente que se da eternamente. El eterno retorno es precisamente un enigma, porque para nosotros, que tenemos incrustadas una racionalidad occidental de devenir, historias universales y destinos; es casi imposible y atormentador, creer que la vida simplemente es un eterno retorno de lo idéntico.


Existe además en esta tercera parte “La otra canción del baile”, una vez más, la vida y Zaratustra, Zaratustra y la vida, escuchemos algunos apartes:


«En tus ojos he mirado hace un momento, oh vida: oro he visto centellear en tus nocturnos ojos, - mi corazón se quedó paralizado ante esa voluptuosidad. […] ¡Quién no te amaría a ti, pecadora inocente, impaciente, rápida como el viento, de ojos infantiles! ¿Hacia dónde me arrastras ahora, criatura prodigiosa y niña traviesa? ¡Y ahora vuelves a huir de mí, dulce presa y niña ingrata! Te sigo bailando, te sigo incluso sobre una pequeña huella. […] ¡Me gustaría recorrer contigo - senderos más agradables! - ¡senderos del amor, a través de silenciosos bosquecillos multicolores! O allí a lo largo del lago: ¡allí nadan y bailan peces dorados! ¿Ahora estás cansada? Allá arriba hay ovejas y atardeceres: ¿no es hermoso dormir cuando los pastores tocan la flauta? ¿Tan cansada estás? ¡Yo te llevo, deja tan sólo caer los brazos! Y si tienes sed, - yo tendría sin duda algo, ¡más tu boca no quiere beberlo! - ¡Oh esta maldita, ágil, flexible serpiente y bruja escurridiza! ¿Adónde has ido? ¡Mas en la cara siento, de tu mano, dos huellas y manchas rojas! ¡Estoy en verdad cansado de ser siempre tu estúpido pastor! Tú bruja, hasta ahora he cantado yo para ti, ahora tú debes - ¡gritar para mí! ¡Al compás de mi látigo debes bailar y gritar para mí! «¿Acaso he olvidado el látigo? ¡No!» Entonces la vida me respondió así, y al hacerlo se tapaba los graciosos oídos: «¡Oh Zaratustra! ¡No chasquees tan horriblemente el látigo! Tú lo sabes bien: el ruido asesina los pensamientos - y ahora precisamente me vienen pensamientos tan gráciles. Nosotros somos, ambos, dos haraganes que no hacemos ni bien ni mal. Más allá del bien y del mal hemos encontrado nuestro islote y nuestro verde prado - ¡nosotros dos solos! ¡Ya por ello tenemos que ser buenos el uno para el otro! Y aunque no nos amemos a fondo -, ¿es necesario guardarse rencor si no se ama a fondo? Y que yo soy buena contigo, y a menudo demasiado buena, eso lo sabes tú: y la razón es que estoy celosa de tu sabiduría. ¡Ay, esa loca y vieja necia de la sabiduría! Si alguna vez se apartase de ti tu sabiduría, ¡ay!, entonces se apartaría de ti rápidamente también mi amor”.[16]


Cuarta parte


“Zaratustra oye un grito de socorro, y su última tentación se acerca hasta él. Esta última tentación, la que podría inducirle a su último pecado, es la compasión por estos hombres superiores. Uno a uno van apareciendo en los dominios de Zaratustra el adivino, los reyes que han abandonado el trono, el concienzudo del espíritu, el mago, el papa jubilado, el más feo de los hombres, el mendigo voluntario, el viajero y su propia sombra. […] Pero no es a aquellos hombres superiores a quienes Zaratustra aguarda en sus montañas. Él espera su signo, y éste llega: el león sonriente y la banda de palomas. Los hombres superiores huyen asustados. Zaratustra ha superado su última tentación, y ahora parte con destino desconocido. «Así habló Zaratustra, y abandonó su caverna, ardiente y fuego como un sol matinal que viene de oscuras montañas.» De todos los símbolos que llenan la obra, es éste sin duda el más cargado de significación.”


En este caso no voy a detallar, las varias historias que se tejen en los encuentros de los hombres superiores con Zaratustra. Basta decir que estos hombres aún no eran los espíritus libres, aún faltaba una transformación, y Zaratustra no se ha compadecido de ellos. Ya antes les había dicho:


“Vosotros hombres superiores, esto es lo peor de vosotros: ninguno habéis aprendido a bailar como hay que bailar - ¡a bailar por encima de vosotros mismos! ¡Qué importa que os hayáis malogrado! ¡Cuántas cosas son posibles aún! ¡Aprended, pues, a reíros de vosotros sin preocuparos de vosotros! Levantad vuestros corazones, vosotros buenos bailarines, ¡arriba!, ¡más arriba! ¡Y no me olvidéis tampoco el buen reír! Esta corona del que ríe, esta corona de rosas: ¡a vosotros, hermanos míos, os arrojo esta corona! Yo he santificado el reír; vosotros hombres superiores, aprendedme - ¡a reír!”[17]


Antes de pasar a la exposición que les prometí sobre los análisis más relevantes que se han hecho sobre esta gran obra, escuchemos el canto de ronda de Zaratustra, quizá dice mucho más:


“¡Oh hombre! ¡Presta atención!

¿Qué dice la profunda medianoche?

«Yo dormía, dormía, -

De un profundo soñar me he despertado: -

El mundo es profundo,

Y más profundo de lo que el día ha pensado.

Profundo es su dolor. -

El placer - es aún más profundo que el sufrimiento:

El dolor dice: ¡Pasa!

Mas todo placer quiere eternidad -,

-¡Quiere profunda, profunda eternidad!»[18]


Son muchos los autores que se han referido a esta obra, no es del caso aquí pasar balance de todo lo que se ha dicho sobre ella, en los 139 años que lleva de existencia. Como era previsible, esta obra sería desconocida, tergiversada, manipulada, rechazada, popularizada, vulgarizada y muy poco asimilada en profundidad. Pero esto no es problema, recordemos que desde el comienzo fue una obra para todos y para nadie. Quiero, pues mostrar unos juicios sobre ésta, de tres filósofos, que por su investigación y rigor académico se convirtieron en autoridad mundial sobre la comprensión de la obra de Nietzsche.


En primer lugar, Giorgio Colli y Mazzino Montinari, a quien debemos la elaboración filológica de la primera edición crítica completa de la obra de Nietzsche. Y en segundo lugar el filósofo francés Gilles Deleuze quien realizó la magistral obra de interpretación sobre nuestro filósofo, titulada Nietzsche y la filosofía.


Giorgio Colli en su libro Introducción a Nietzsche expresó lo siguiente: “Así habló Zaratustra se impone como modelo inaudito de una vida ascendente, en la que la alegría, aun a través de la angustia y de los íncubos horrendos de la existencia, prevalece sobre el dolor, y la ligereza sobre la pesadez, en la que el sufrimiento, la mezquindad sórdida, las insuficiencias, son rescatadas por una esperanza más alta que nace de la revelación de que aquella alegría, aquella danza, son una realidad una vez vivida por un hombre. La fuerza catártica de la doctrina del eterno retorno reside en la seguridad de que, en base a ella, cada gesto exaltado, cada sentimiento victorioso de Zaratustra está destinado a retornar eternamente, y quizás ya en la existencia de aquellos que reciben la enseñanza”.[19]


Por su parte Mazzino Montinari expresó: “Si al leer Zaratustra se tiene en cuenta que el superhombre sólo tiene sentido para Nietzsche en función del eterno retorno, no se correrá el riesgo de caer en equívocos vulgares y podrán captarse la idea del eterno retorno y la del superhombre tal como las pensaba Nietzsche: el eterno retorno no es una especie de salto mortal en lo irracional a la búsqueda de otro «mundo detrás del mundo», o peor aún, un pálido sucedáneo de religión; el superhombre, precisamente por su vinculación con el eterno retorno, no es un atleta con ambiciones estéticas que rebosa de salud, o lo peor de todo, el prototipo de una «raza de dominadores». Ambas ideas son por el contrario, conceptos límite en el horizonte de una visión antimetafísica y antipesimista del mundo, tras la «muerte de Dios»”.[20]


De otro lado Gilles Deleuze analizó la relación entre Zaratustra y Dioniso, recordemos que después Nietzsche se presentará como discípulo del filósofo Dioniso: “La constelación de Zarathustra es la constelación del león, pero la de Dionysos es la constelación del ser: el sí del niño-juguetón, más profundo que el no sagrado del león. Zarathustra es todo él afirmativo: hasta cuando dice no, él, que sabe decir no. […] El león es el que se hace niño, la destrucción de los valores conocidos es la que hace posible una creación de nuevos valores; pero la creación de valores, el sí del niño-juguetón, no se formarían bajo estas condiciones si al mismo tiempo no estuvieran sometidos a la jurisdicción de una genealogía más profunda. Así pues, no será motivo de asombro el que todo concepto nietzscheano se halle en el cruzamiento de dos descendencias genéticas desiguales. No sólo el eterno retorno y el superhombre, sino también la risa, el juego, la danza. Referidos a Zarathustra, la risa, el juego, la danza, son los poderes afirmativos de la transmutación: la danza transmuta lo pesado en ligero, la risa los sufrimientos en alegría, el juego de lanzar (los dados) lo bajo en alto. Pero referidos a Dionysos, la risa, la danza, el juego, son los poderes afirmativos de reflexión y de desarrollo. La danza afirma el devenir y el ser del devenir; la risa, las carcajadas, afirman lo múltiple y lo uno de lo múltiple; el juego afirma el azar y la necesidad del azar”.[21]


Y finalmente, nada mejor que el propio balance, que Nietzsche realizó sobre su Zaratustra en el Ecce homo: “Esta obra ocupa un lugar absolutamente aparte. Dejemos de lado a los poetas: acaso nunca se haya hecho nada desde una sobreabundancia igual de fuerzas. Mi concepto de lo «dionisiaco» se volvió aquí acción suprema; medido por ella, todo el resto del obrar humano aparece pobre y condicionado. Decir que un Goethe, un Shakespeare no podrían respirar un solo instante en esta pasión y esta altura gigantescas, decir que Dante, comparado con Zaratustra, es meramente un creyente y no alguien que crea por vez primera la verdad, un espíritu que gobierna el mundo, un destino, decir que los poetas del Veda son sacerdotes y ni siquiera dignos de desatar las sandalias de un Zaratustra, todo eso es lo mínimo que puede decirse y no da idea de la distancia, de la soledad azul en que esta obra vive. Zaratustra tiene eterno derecho a decir: «Yo trazo en torno a mí círculos y fronteras sagradas; cada vez es menor el número de quienes conmigo suben hacia montañas cada vez más altas, yo construyo una cordillera con montañas más santas cada vez.» Súmense el espíritu y la bondad de todas las almas grandes: todas juntas no estarían en condiciones de producir un discurso de Zaratustra. Inmensa es la escala por la que él asciende y desciende; ha visto más, ha querido más, ha podido más que cualquier otro hombre. Este espíritu, el más afirmativo de todos, contradice con cada una de sus palabras; en él todos los opuestos se han juntado en una unidad nueva. Las fuerzas más altas y más bajas de la naturaleza humana, lo más dulce, ligero y terrible brota de un manantial único con inmortal seguridad. Hasta ese momento no se sabe lo que es altura, lo que es profundidad, y menos todavía se sabe lo que es verdad. No hay, en esta revelación de la verdad, un solo instante que hubiera sido ya anticipado, adivinado por alguno de los más grandes. Antes del Zaratustra no existe ninguna sabiduría, ninguna investigación de las almas, ningún arte de hablar: lo más próximo, lo más cotidiano, habla aquí de cosas inauditas. La sentencia temblando de pasión; la elocuencia hecha música; rayos arrojados anticipadamente hacia futuros no adivinados antes. La más poderosa fuerza para el símbolo existida con anterioridad resulta pobre y un mero juego frente a este retorno del lenguaje a la naturaleza de la figuración. ¡Y cómo desciende Zaratustra y dice a cada uno lo más benigno! ¡Cómo él mismo toma con manos delicadas a sus contradictores, los sacerdotes, y sufre con ellos a causa de ellos! Aquí el hombre está superado en todo momento, el concepto de «superhombre» se volvió aquí realidad suprema, en una infinita lejanía, por debajo de él, yace todo aquello que hasta ahora se llamó grande en el hombre. Lo alciónico, los pies ligeros, la omnipresencia de maldad y arrogancia, y todo lo demás que es típico del tipo Zaratustra, jamás se soñó que eso fuera esencial a la grandeza. Justo en esa amplitud de espacio, en esa capacidad de acceder a lo contrapuesto, siente Zaratustra que él es la especie más alta de todo lo existente, y cuando se oye cómo la define, hay que renunciar a buscar algo semejante. el alma que posee la escala más larga y que más profundo puede descender, el alma más vasta, la que más lejos puede correr y errar y vagar dentro de sí, la más necesaria, que por placer se precipita en el azar, el alma que es, y se sumerge en el devenir, la que posee, y quiere sumergirse en el querer y desear, la que huye de sí misma, que a sí misma se da alcance en los círculos más amplios, el alma más sabia, a quien más dulcemente habla la necedad, la que más se ama a sí misma, en la que todas las cosas tienen su corriente y su contracorriente, su flujo y su reflujo. Pero esto es el concepto mismo de Dioniso. Otra consideración conduce a idéntico resultado. El problema psicológico del tipo de Zaratustra consiste en cómo aquel que niega con palabras, que niega con hechos, en un grado inaudito, todo lo afirmado hasta ahora, puede ser a pesar de ello la antítesis de un espíritu de negación; en cómo el espíritu que porta el destino más pesado, una tarea fatal, puede ser, a pesar de ello, el más ligero y ultraterreno -Zaratustra es un danzarín; en cómo aquel que posee la visión más dura, más terrible de la realidad, aquel que ha pensado el «pensamiento más abismal», no encuentra en sí, a pesar de todo, ninguna objeción contra el existir y ni siquiera contra el eterno retorno de éste, antes bien, una razón más para ser él mismo el sí eterno dicho a todas las cosas, «el inmenso e ilimitado decir sí y amén.» «A todos los abismos llevo yo entonces, como una bendición, mi decir sí.» Pero esto es, una vez más, el concepto de Dioniso.[22]


Yo he encontrado en la filosofía de Nietzsche, en la enseñanza de Zaratustra la mayor afirmación de la vida, a partir de Nietzsche como dijo Peter Sloterdijk, nos hemos liberado de los tres pecados originales de la conciencia: el idealismo, el moralismo y el resentimiento. Al liberarnos de todo ello, volvemos a nacer, el mundo hay que volverlo a crear, tenemos una nueva oportunidad; el viejo mundo idealista de la felicidad prometida por la riqueza del capital, el viejo mundo moralista e hipócrita del cristianismo, el viejo mundo resentido de cristianismo, judaísmo, e islamismo y todos los ismos religiosos, el mundo vulgar, mediocre y decadente del presente, tendrá que desaparecer. “El mundo es profundo, Y más profundo de lo que el día ha pensado. Profundo es su dolor. - El placer - es aún más profundo que el sufrimiento: El dolor dice: ¡Pasa! Mas Página todo placer quiere eternidad -, -¡Quiere profunda, profunda eternidad!”


Nietzsche lo presintió, su obra iba a ser malinterpretada, su obra iba a ser manipulada y vilmente utilizada para fines opuestos al creador de Zaratustra. Lo que no vislumbró completamente Nietzsche, fue que sería precisamente su hermana la primera causante de este proyecto de manipulación. Él ya sabía de qué calaña eran su madre y su hermana, recordemos lo que dijo de ellas en el Ecce Homo: “Cuando busco la antítesis más profunda de mí mismo, la incalculable vulgaridad de los instintos, encuentro siempre a mi madre y a mi hermana. Creer que yo estoy emparentado con tal gentuza sería una blasfemia contra mi divinidad. El trato que me dan mi madre y mi hermana, hasta este momento, me inspira un horror indecible: aquí trabaja una perfecta máquina infernal, que conoce con seguridad infalible el instante en que es posible herirme cruentamente, en mis instantes supremos, pues entonces falta toda fuerza para defenderse contra gusanos venenosos. La contigüidad fisiológica hace posible tal desarmonía preestablecida. Confieso que la objeción más honda contra el «eterno retorno», que es mi pensamiento auténticamente abismal, son siempre mi madre y mi hermana”.[23] Lo que él no sabía, eran los alcances de su hermana para apoderarse de su obra y hacer con ella lo que se le antojara, en primer lugar, suprimir el pasaje que anteriormente citamos.


Temía además Nietzsche que lo volvieran un santo, y eso fue lo primero que hizo su hermana al escribir una biografía llena de patrañas y que lo único que buscaba era canonizarlo. Y esta biografía fue la única que conoció el mundo hasta el final de la segunda guerra mundial. De allí los primeros malentendidos y la manipulación de la obra de Nietzsche a favor del nazismo. Es por eso que, en la primera mitad del siglo XX, toda la obra de Nietzsche está llena de equívocos y malentendidos. +


Sólo a partir de los años 60, se da el aparecimiento de la obra Nietzscheana sin modificaciones y alteraciones. Este rescate filológico y filosófico lo realizaron Giogio Colli y Mazzino Montinari Mazzino con una magistral e impecable edición crítica. Pero aun así persisten los malentendidos, aun así Nietzsche por todas partes crea controversia. Detengámonos a observar brevemente de la mano de Rüdiger Safranski qué pasó con las ideas de Nietzsche después de su muerte.


“―En el famoso pasaje de la Gaya Ciencia Nietzsche había calificado de «loco» al negador de Dios, y ahora él mismo se había vuelto loco. Eso tenía que ser excitante para la imaginación. El último editor de Nietzsche, C.G. Naumann, olfateaba el gran negocio. […] Cuando la hermana volvió de Paraguay el año 1893, tomó hábil y escrupulosamente en sus manos la ulterior comercialización de las obras de su hermano. […] Ella quiso hacer de Nietzsche un chauvinista, racista y militarista de la nación alemana, y en parte del público tuvo un éxito que ha llegado hasta nuestros días, especialmente entre los marxistas ortodoxos. […] No era necesario haberlo leído para estar influido por él. El nombre Nietzsche se convirtió en un signo de reconocimiento. Quién se sentía joven y vital, sin tomarse con excesivo escrúpulo las obligaciones morales, podía tenerse por Nietzscheano. El nietzscheanismo se hizo tan popular, que ya en los años noventa empezaron a publicarse parodias, sátiras y difamadores sobre él. […] Para estos críticos Nietzsche era un filósofo que hacía sucumbir la conciencia en la ebriedad y sus pulsiones. De hecho, algunos nietzscheanos también lo entendían así, y creían que con entregarse a las juergas casi habían llegado al santuario de Dioniso. […] Tenemos así una filosofía de la magnificencia y el derroche. De esa manera entendían a Nietzsche los bohemios y el arte vitalista. […] De acuerdo con Nietzsche se podría decir: si el arte y la realidad no concuerdan entre sí, peor para la realidad. Se leía Nietzsche como incitación a descubrir el propio fundamento creador. Hay que descender al inconsciente. Freud sabía que aquél había llevado a cabo excelentes trabajos preparatorios. En su Autobiografía que «que evitó durante largo tiempo» los escritos de Nietzsche «porque con frecuencia sus presentimientos y puntos de vista […] coinciden en manera sorprendente con los laboriosos resultados del psicoanálisis» […] Thomas Mann se sentía estimulado por Nietzsche en su voluntad de arte. […] También Georg Simmel […] interpretó a Nietzsche como filósofo de la vida creadora. […] A comienzos de la guerra Nietzsche ya era tan popular, que Así habló Zaratustra apareció en una edición especial de ciento cincuenta mil ejemplares para los soldados del frente, junto con el Fausto, de Goethe y el Nuevo Testamento. Así pudo difundirse en Inglaterra, en Estados Unidos y en Francia la idea de que Nietzsche había sido un poder propulsor de la guerra. […] Pero el hecho de que Así habló Zaratustra pueda entenderse de otro modo, se pone de manifiesto en El retorno de Zaratustra, obra de Herman Hesse que apareció en 1919. Hesse recuerda el indignante abuso que se ha hecho de Nietzsche, especialmente de su Zaratustra. […] Inmediatamente después de la guerra apareció el libro de Ernst Bertram Nietzsche ensayo de una mitología. Esta obra es sin duda la interpretación más influyente de Nietzsche en el período entre guerras. […] En la época del nacionalsocialismo fueron sobre todo Karl Jasper y Martin Heidegger los que utilizaron el reconocimiento oficial de Nietzsche por parte del régimen para traer al escenario «otro» Nietzsche no ideológico y, siguiendo sus huellas, para desarrollar pensamientos capaces de hacer estallar el marco ideológico. […] Pocos años después de las lecciones de Heidegger sobre Nietzsche, Theodor W. Adorno y Max Horkheimer publicaron en 1944 La dialéctica de la ilustración. También en esta obra, que ya se ha convertido en un clásico texto fundamental de la crítica filosófica de la actualidad, desempeña una función decisiva en el diálogo con Nietzsche. […] Foucault aplica a la concreta investigación histórica el principio genealógico de Nietzsche, según el cual los fundamentos de la razón non son racionales, y los fundamentos de la moral no son morales”.[24] En fin el inventario no termina aquí, pero detengámonos mejor en la última conclusión de Safranski: ―Kant había preguntado: ¿hemos de abandonar el suelo firme de la razón y adentrarnos en el mar abierto de lo desconocido?; y optó por quedarse aquí, en el terreno seguro. Nietzsche en cambio, se hizo, a la mar. Con el pensamiento de este filosofo no se llega a ninguna parte, no hay en el ninguna conclusión, ningún resultado. En Nietzsche encontramos solamente el propósito de aventura, de la interminable aventura del pensamiento”.[25]


Nietzsche es la pasión hecha escritura. Ese hombre vivió para escribir. Pero este ejercicio estaba basado en una voluntad apasionada y desgarradora por llevar el pensamiento hasta las últimas consecuencias. Nietzsche era un pensador singular, porque él no razonaba el mundo como un observador externo y pedante, no, él razonaba el mundo desde un análisis de su interior, desde la interpretación de su espíritu, desde su cuerpo, desde su condición humana. Tal vez toda la obra escrita de Nietzsche no enseñe tanto como lo hace su vida misma. Nietzsche siempre se puso en cuestión, si atacaba un valor y lo interpretaba con el rigor extremo, era porque él, de alguna manera encarnaba o padecía una existencia palpitante, una existencia que él siempre criticó y volvió a cuestionar sin descanso.


Peter Sloterdik ha sugerido que quienes hemos vivido después de Nietzsche hemos tenido las cosas más fáciles, porque Nietzsche nos dejó advertidos de los tres grandes imperdonables pecados originales de la conciencia: el idealismo, el moralismo y el resentimiento. Efectivamente, Nietzsche fue un espíritu libre, que aportó a la humanidad, las razones necesarias para liberarnos de todo eso. Después de él, ningún ideal, ninguna moral, ningún resentimiento puede arrogarse el derecho de tener la verdad. Pero Giorgio Colli en su libro Después de Nietzsche, también advirtió: “―Ahora que todos los tabúes han sido superados, ridiculizados, sólo queda eliminar la hipocresía. Pero la hipocresía es el último baluarte donde la fuerza de la moral, rastreada por todas partes, ha encontrado refugio”.[26]



Y no sólo la hipocresía, a pesar de la crítica demoledora de Nietzsche al mundo moderno, este mundo sigue prevaleciendo con su razón instrumental, con el empequeñecimiento del hombre. La decadencia no ha terminado, el mundo cristiano occidental con todo su veneno, y en su expresión actual, la burguesa capitalista, sigue creando miseria y bajeza por doquier, y aun detenta el poder.






[1] Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, 2005, p. 40.

[2] Giorgio Colli, Introducción a Nietzsche, Pre-Textos, 2000, p.9.

[3] Mazzino Montinari, Lo que dijo Nietzsche, Salamandra, 2003, p.16.

[4] Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza editorial, 2005.

[5] Friedrich Nietzsche, Ecce homo, Alianza Editorial, 2002, p. 103.

[6] Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, 2002, p. 8.

[7] Ibíd., p.21

[8] Ibíd., p. 36.

[9] Ibíd., p. 40.

[10] Ibíd., p. 53.

[11] Ibíd., p. 126.

[12] Ibíd., p. 23.

[13] Ibíd., p. 167.

[14] Ibíd., p. 24.

[15] Ibíd., p. 305.

[16] Ibíd., p. 315

[17] Ibíd., p. 400

[18] Ibíd., p. 437.

[19] Giorgio Colli, Introducción a Nietzsche, Pre-Textos, 2000, 131.

[20] Mazzino Montinari, Lo que dijo Nietzsche, Salamandra, 2003, 116.

[21] Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía, Anagrama, 2000, p.265.

[22] Friedrich Nietzsche, Ecce homo, Alianza Editorial, p. 113.

[23] Friedrich Nietzsche, Ecce Homo, Alianza Editorial, 2002, p.29.

[24] Rüdiger Safranski, Nietzsche. Biografía de su pensamiento. Tusquets Editores, 2004, p. 341

[25] Ibíd., p. 374

[26] Giorgio Colli, Después de Nietzsche, Anagrama, 2000, 52.


Explicación de Nietzsche y su Zaratustra - Frank D Bedoya M - 2022 -.pdf