No soy crítico de cine, pero soy historiador y no puedo pasar por alto las impresiones que me causaron la reciente película: “Napoleón” (2023) de Ridley Scott protagonizada por Joaquin Phoenix.


Esta película es impresionante, Joaquin Phoenix hace una interpretación magistral de Napoleón, tanto es así -sobre todo por el carácter que muestra el actor, que uno queda con la duda de si -en su personalidad- Joaquin Phoenix se parece a Napoleón o era Napoleón quien se parecía a Joaquin Phoenix. Por lo demás, cabe resaltar la maestría del director, al recrear con imágenes tan "vivas" y escenas tan bien logradas una perfecta armonía entre el arte y la tecnología del cine. Mas importante destacar que la película, en mención, es bastante rigurosa con la verdad histórica sobre sobre Francia y Napoleón.


Fue tanta la conmoción que la película causó en mí, que me dediqué tres días a volver a leer la biografía “Napoleón” (2014) de Andrew Roberts. En mi opinión esta es la mejor biografía que existe sobre Napoleón. Si alguien me hiciera la pregunta pendeja: “¿Qué es mejor: el libro o la película?” Le contestaría que si es un buen lector disfrutaría inmensamente la biografía de Andrew Roberts dada su excelente prosa y la capacidad de explicar con sencillez el tumulto de hechos históricos sobre Napoleón. Y sí no tiene paciencia para leer -o no consigue el libro- sin sentimientos de culpa que no vienen al caso- que vaya y disfrute esta excelente película que es ya un acontecimiento mundial del cine.  


También recordé la magnífica pintura (retrato inconcluso realizado en 1798) que realizó Jacques-Louis David. Napoleón no le gustaba quedarse quieto para posarle a un artista, pero Jacques-Louis David logró que le posara para este rostro donde, en mi opinión, retrató su “alma”; Napoleón decía que, “el artista no necesitaba capturar su rostro, sino su carácter”; creo que, en esta pintura, el artista logró ambas cosas: el carácter y el rostro.


Los lectores que me conocen saben de mi amor infinito por Bolívar, también mi admiración por Alejandro, Julio César, Napoleón y por Fidel Castro. Esta admiración mis amigos marxistas me la reprochan. Para mí Napoleón no es un dios, ni más faltaba, quien escribe esto es un ateo. Para mí Napoleón es un superhombre. Para un debate al respecto se requiere más tiempo o más extensión de lo que permite un ensayo, por el momento solo citaré unas ideas breves y contundentes de Nietzsche sobre Napoleón que suscribo y enmarco:


"Napoleón, el hombre más singular y más tardíamente que haya existido nunca, y en él, encarnado en él, el problema del ideal noble en sí -reflexiónese bien en qué problema es éste: Napoleón, esa síntesis de inhumanidad y superhombre. [...] La historia de la influencia de Napoleón es casi la historia de la felicidad superior alcanzada por todo este siglo en sus hombres y en sus instantes más valiosos". Friedrich Nietzsche


Para calmar el reclamo de mi gran amigo Edison Barrera que me recordó las atrocidades que hicieron los hombres de Napoleón en Santo Domingo, le traigo esta evaluación, que hizo el propio Napoleón al respecto: «El asunto de Santo Domingo ha sido una gran estupidez por mi parte», admitió Napoleón [citado por Andrew Roberts]. «Fue el mayor error que cometí en toda mi época de gobierno. Tendría que haber negociado con los líderes negros, como habría hecho con las autoridades de una provincia».


Y para terminar, mejor recuerdo las palabras de nuestro Libertador:


"Vi la coronación de Napoleón en París, en el último mes de 1804. Esta gigantesca demostración me conmovió, no tanto por su brillo como por el cariño mostrado por este gran pueblo hacia el héroe. Esta unánime expresión de sentimientos, esta adhesión libre y espontánea de la masa, que merecieron Napoleón y sus grandes hazañas, me pareció -le rindieron honor más de un millón de hombres- el pináculo de los deseos humanos, la realización de la más alta ambición humana. Miré la corona, que Napoleón colocó sobre su propia cabeza, como un pobre ejemplo de una costumbre pasada de moda. Lo que me maravilló fue la aclamación general y el interés que despertaba su persona. Esto, lo admito, me hizo pensar en la esclavitud de mi propio país, y en la fama que ganaría quien lo liberase: pero estaba muy lejos de imaginar que yo sería ese hombre".  Simón Bolívar


Napoleón no fue un santo, tampoco fue un demonio y celebro la última película sobre él, su biografía, su pintura y evoco su grandeza.

 

Frank D Bedoya M

Medellín 27 de noviembre de 2023