Recordar a Jaime Pardo Leal


Dos artículos de Roberto Romero Ospina. Transcripción realizada por Frank D Bedoya M.


Fuente:

Roberto Romero Ospina, Unión Patriótica. Expedientes contra el olvido,

Centro de Memoria Paz y Reconciliación, Bogotá Humana, 2012, páginas 183 a 189.


Jaime Pardo Leal, el alma de la Unión Patriótica



Ubaque se encuentra perdido detrás de los cerros de Guadalupe. Y también en plena cordillera a un paso de Choachí, Cundinamarca.


Algunos estudiosos del comportamiento humano insisten que el carácter también se forma si se nace mirando las montañas o el horizonte del océano. Unos son más amplios, otros más cerrados, dicen.


Con Jaime Pardo Leal poco o nada funcionó esta teoría. Oriundo de Ubaque, donde había nacido el 28 de marzo de 1941 en el seno de un hogar de raíces campesinas, siempre se le conoció como el más sociable, jovial y risueño de los políticos colombianos. Un sello que llevaba desde siempre.


Sus anécdotas se cuentan por centenares haciendo reír a quienes lo rodeaban. Ya fueran sus alumnos de Derecho de la Universidad Nacional o uno que otro estirado juez de la República, y por supuesto, todos sus compañeros de andanzas.

Un tribuno popular

Siempre afloraba el chascarrillo o el chiste para matizar cualquier momento. Inclusive los más difíciles que afrontaba como presidente de la Unión Patriótica. Si no fuera por su acento capitalino, todos habrían jurado que el Caribe corría por sus venas.


Esa forma de ser, desabrochada e irreverente, le dio también otro matiz a la izquierda, de apertura y tolerancia, sin perder nunca la firmeza en los principios, porque si había un líder más serio en las propuestas para allanar el camino de la paz, ése era Jaime Pardo, un verdadero tribuno popular que ya asomaba como un nuevo Gaitán.


Nunca se imaginó de candidato presidencial, pues soñaba con la magistratura en la Corte Suprema de Justicia. Siendo miembro del Tribunal Superior de Cundinamarca, fue arrojado a la calle por el poder de algunos jueces que no soportaban que se unieran la justicia y las reivindicaciones laborales de los empleados de la rama, como luchaba a diario Pardo. Por eso fundó la Asociación Nacional de Servidores de la Justicia (Asonal Judicial), que hoy agrupa a todos los empleados de este sector público.


Su injusto despido coincidió con el nacimiento de la Unión Patriótica. Militante comunista desde que era estudiante de Derecho en la Universidad Nacional en 1957, año en que enfrentó con sus compañeros la dictadura de Rojas Pinilla, no dudó un instante en aceptar ser el presidente del joven movimiento que nacía de los Acuerdos de Cese al Fuego, Tregua y Paz de La Uribe.


Los anhelos de paz del pueblo colombiano y la tenacidad de la UP, lograron convertir a esta agrupación en una verdadera alternativa política. En las elecciones parlamentarias de 1986, la UP conquistó un significativo avance: veinticuatro asientos en Cámara y Senado.


“Hermanito, con la votación que sacamos en Bogotá, llenamos El Campín”

Pero vendrían los comicios presidenciales de mayo de 1986 donde por primera vez la izquierda, en cabeza de Jaime Pardo, obtenía la más alta votación de su historia, obteniendo 328.752, el 4,5% de las papeletas.


“Hermanito, con la votación que sacamos en Bogotá, llenamos de sobra El Campín”, me decía en una entrevista que le hice para Voz un día después de las elecciones. En la capital, su nombre para la Presidencia alcanzó cincuenta y cinco mil votos.


Dos años después de ser fundada la Unión Patriótica, y tras sufrir una cadena de atentados contra sus cuadros y activistas que diezmó sus filas, caía Pardo asesinado en un operativo sicarial. Era el festivo 11 de octubre de 1987 y el jefe de la verdadera oposición, como lo llamaba el expresidente López Michelsen, regresaba a Bogotá de su pequeña finca de La Mesa para asistir a la boda de un dirigente del movimiento.


Colombia jamás se repondrá de esta pérdida. Su crimen sigue en la más completa impunidad.


En el barrio Policarpa un colegio del Distrito lleva su nombre y en su memoria fue levantado un monumento en la Avenida de las Américas con carrera 47. En el edificio de los juzgados de Paloquemao, en el hall principal, se encuentra un busto con una placa conmemorativa. El 11 de octubre ha sido declarado como el Día de los Derechos Humanos en la capital y de las Víctimas de la Unión Patriótica.





Jaime Pardo Leal. La Unión Patriótica lanza el candidato de la opción popular.



Ubaque se encuentra justo detrás del cerro de Monserrate. En línea recta hacia el sur, por la misma cordillera Oriental y a una hora en helicóptero está La Uribe, piedra bautismal de los Acuerdos de Paz firmados entre los guerrilleros más antiguos del mundo y el Gobierno.


Cumpleaños comunes

De allí surgió, cumpliendo lo sagrado de los pactos, la Unión Patriótica. Y Ubaque también fue la pila bautismal de quien, a los cuarenta y cinco años de edad, se acaba de convertir en su candidato presidencial.


Jaime Pardo Leal, una de las conciencias jurídicas más lúcidas del país, como que fuera por veintitrés años juez de la República, se sorprende por la paradoja, que se extiende al anotar el día de su nacimiento: 28 de marzo. La misma fecha en que se suscribieron los documentos de cese al fuego, tregua y paz en 1984 y la fundación de la Unión Patriótica un año más tarde.


En Ubaque, rodeado de su esposa Gloria, la novia de toda su vida, y también de sus tres hijos, Iván, de dieciocho años, estudiante de Ingeniería de Sistemas; Édison, de dieciséis años, quien culmina su bachillerato; Fernando, de diez, en quinto de primaria y Yarima, la hija mayor con veintidós años, alumna de Odontología, casada y quien le ha dado su primer nieto a la familia, vinculados todos a la Universidad Nacional; Jaime Pardo Leal nos recibe con esa simpatía que siempre lo salpica de chistes y gracejos.


Surge el candidato

“Era preciso un candidato de la más amplia convergencia que expresara fielmente los lineamientos tácticos y programáticos de la Unión Patriótica, que estuviera por la paz, contra el militarismo y las profundas reformas sociales”, repasa con modestia en su sencillo apartamento de Colseguros, una zona residencial de clase media a pocas cuadras del centro de Bogotá.


Y añade: “La Coordinadora Nacional de la UP nombró una comisión para hacer todo tipo de contactos destinados a formar coaliciones electorales que han tenido buen resultado en varios departamentos; pero en relación al candidato presidencial, una vez se conoció la renuncia de “Jacobo Arenas” por los peligros que sobre su vida hacía pesar el militarismo, las gestiones no fueron fructíferas por circunstancias que soy el primero en lamentar”.


Un recuerdo de “Jacobo Arenas

A “Jacobo Arenas”, el segundo comandante de las FARC, lo conoció el 9 de abril de 1960 cuando en el sitio en el que fuera asesinado Gaitán, pronunció un discurso en un acto de masas que lo impactó.


“Era un fogoso orador que entusiasmó a los presentes con sus denuncias sobre el futuro de violencia que ya se cernía sobre el país. Nunca más lo volví a ver”, dice. “Tenía todos los merecimientos para ser el candidato de la UP”. “La candidatura es una tremenda responsabilidad con mi pueblo, y la interpreto como una tarea de honor que me impone el movimiento revolucionario colombiano”, afirma mientras extiende sus brazos copando el canapé donde está sentado.


La infancia humilde

Con una piel cobriza que lo identifica con el poblado de acentos indígenas que lo vio nacer, mediano de estatura y un cuello grueso que lucha por salir de la camisa de corbata, Jaime Pardo Leal comienza a contarnos con su voz grave de tantos alegatos forenses de brillo, algunos pasajes de su vida. Una vida de luchas y fidelidades sin tregua a la causa popular.

Hijo único, su infancia conoció las dificultades económicas. “Mi padre fue un modesto empleado público y mi madre una mujer sencilla de nuestro pueblo. Hice la primaria en la escuela pública y más tarde obtuve una beca para continuar estudios en el Colegio Municipal de Choachí, en las mismas sierras de Ubaque”.


Se graduó de bachiller en el Colegio Santiago Pérez de Bogotá, fundado en los años cincuenta por la Dirección Nacional Liberal, porque en las instituciones oficiales no se permitía el acceso de las gentes liberales. “Era la época de la violencia sectaria y en el Santiago Pérez tenían cabida los humildes que venían de la provincia”, anota.


Las jornadas contra Rojas Pinilla

Recuerda cuando estaba en sexto bachillerato: “Intervine muy activamente en la lucha estudiantil contra la dictadura del general Rojas Pinilla y en las jornadas de mayo de 1957 caí preso por unos días”. Apenas tenía diecisiete años.


“Unos años antes había conocido a los primeros revolucionarios, entre ellos a Helmo Gómez Lucich, un joven comunista peruano, fogoso conductor abatido el 9 de junio de 1954 en la matanza estudiantil ordenada por Rojas”, señala.


Líder estudiantil

Después vendría la Universidad Nacional de Colombia, donde siempre ocupó puestos de comando en el movimiento estudiantil siendo alumno de la Facultad de Derecho. Sus coetáneos de estudio lo recuerdan como un líder nato. Hoy lleva doce años vinculado a la misma Facultad regentando la cátedra de Derecho Penal como profesor titular.


“Cuando sólo me faltaban dos meses para culminar mi carrera, fui expulsado por participar en una huelga que exigía mejoras en el Bienestar Estudiantil y contra la intromisión de los gremios en la Universidad. Salí junto con María Arango Fonnegra de Marroquín, Guido Lastra, Julio César Cortés, y Hermías Ruiz, estos dos últimos luego combatientes del Ejercito de Liberación Nacional”.


Una insobornable carrera judicial

Jaime Pardo Leal, que ya tenía a cuestas buena parte de la responsabilidad en la caída del rector Mario Laserna, quien proclamaba que la universidad no era para los pobres, logró graduarse acogiéndose a una amnistía especial.


“Aquí comenzaría mi larga carrera judicial al vincularme hace veinticinco años, primero como simple escribano de un juzgado para financiar mis estudios y ya graduado, convertirme en juez en un olvidado pueblo de Cundinamarca, Bituima, donde permanecí dos años”.


Pero no para quedarse detrás de la baranda del despacho, empezó su interminable oficio de organizador popular y asesoró a los campesinos de la región contra los latifundistas. Por supuesto exigieron su cabeza al Ministerio de Justicia. Y es que en estos veinticinco años de lides, Jaime Pardo Leal ha fundado una veintena de sindicatos y dirigido una cuenta sin fin de paros y huelgas al frente de los trabajadores de la Rama Judicial.


La primera huelga judicial

“Hace veinte años organizamos, con otros amigos, el comienzo de lo que sería más tarde la poderosa Asociación Nacional de Trabajadores de la Justicia en Colombia y la primera huelga de que se tenga noticia en los estrados judiciales de cualquier país del mundo. Eso fue por allá en 1962 y duró dos meses”. Y anota con orgullo: “Yo la encabecé y logramos notorias reivindicaciones como un aumento salarial de un cincuenta por ciento”.


En la pensión de la 18

Eran los tiempos en que Jaime Pardo Leal compartía penas y esperanzas con un puñado de muchachos en la pensión estudiantil de la calle dieciocho con carrera quinta en Bogotá. “Al lado de la residencia vivía el expresidente López Pumarejo y me acuerdo que lo veía muchas mañanas en la cafetería vecina departiendo un tinto con Filiberto Barrero, a la sazón secretario de organización del Partido Comunista. Escuchaba con interés sus charlas sobre el momento político. De Barrero, quien vivía unas cuadras más arriba, me hice buen amigo”.


Asonal Judicial –de la que es fundador–, nace legalmente en 1968, siendo presidida por él mismo durante doce años y hasta su salida de la magistratura por las persecuciones de algunos miembros de la Corte Suprema, que lo retira- ron como Juez del Tribunal Superior de Bogotá en agosto pasado.


Jaime “Paro Ilegal”

Persecuciones de las que siempre ha sido víctima Pardo Leal, a quien algún periodista llamó Jaime “Paro Ilegal” por su consecuente defensa de los intereses de los trabajadores. “Es que yo no pregunto nunca si un paro es legal o ilegal sino si es justo o no”, aclara.


Repasa cómo, cuando regresó del único viaje al exterior, un foro de paz en Moscú en 1962 siendo vicepresidente de la Unión Nacional de Estudiantes Colombianos (UNEC), el periódico lopista La Calle le hizo una entrevista con fotos del encuentro en la capital soviética.


“El cura de mi pueblo compró varios ejemplares de la publicación para repartirlos en Ubaque con el fin de que no se me permitiese volver. Hasta se me hizo procesión. Tenía que llegar a las ocho de la noche y salir en la madrugada. Gloria, mi mujer y novia en ese entonces, una vez me defendió garrote en mano contra un energúmeno campesino que peinilla al aire tomó muy a pecho las advertencias del párroco”.


“Uno de los nuestros”

Hoy ya esos tiempos han pasado, por lo menos en lo que hace a Ubaque, donde a pesar de ser un pueblo conservador, existe tal entusiasmo por la candidatura de uno de sus hijos que es posible un vuelco sorprendente. Algo que nunca soñaron los censores del pasado.


Con semejante insobornable hoja de vida, no era para menos que cada dos años su nombre fuera objeto de acalorados debates en la Corte Suprema cuando se elegían los jueces para los tribunales. “¿Un empleado oficial y dirigente sindical al mismo tiempo podía administrar? Ése era el debate. Triunfaron las tesis, por la misma existencia de la presión democrática, de quienes consideramos que nuestro derecho a impartir justicia y defender los intereses de los trabajadores no son funciones incompatibles. Con esto se respiraba un ambiente de mayor tolerancia política y que tanto requiere el país”, declara.


El candidato de la Unión Patriótica, mientras permaneció en la administración de justicia, fue un denunciante severo del Estado de sitio, de las arbitrariedades del militarismo con su absurdo ordenamiento penal. “Condenamos sin ambages las torturas y suplicios, la arrogancia castrense, rechazamos el Estatuto de Seguridad y pusimos a los gobiernos responsables de estos desmanes antidemocráticos en picota”, afirma.


“Nos ganamos el odio de los sectarios y recalcitrantes y por eso no me han bajado de la docena de amenazas de muerte, para citar una cifra, y de los boleteos sin cuento a lo largo de estos años difíciles”, añade tranquilo.


El holocausto del Palacio de Justicia en 1985 llevó a Pardo Leal, al frente de Asonal Judicial, a impulsar el paro de los empleados judiciales que, en protesta por el crimen oficial, se mantuvo por una quincena en combativas jornadas de movilización. Acababa de ser retirado del tribunal por una minoría de la Corte Suprema inmolada.


Renunció a la presidencia de Asonal para convertirse en un político profesional al servicio de los desprotegidos. “Mi único patrimonio es el de la moral como abogado que nunca se comprometió en defender a las grandes empresas, casos de personas ligadas al narcotráfico o querellas que perjudicaran los intereses de la Nación. Y mi patrimonio económico se reduce a este sencillo apartamento, un jeep y una pequeña finca”, donde le jala al balompié los fines de semana con sus hijos y algunos amigos, pretexto “para echarse unas polas”.


Pero quizá la mejor definición de Jaime Pardo Leal como candidato popular presidencial, y sin duda el más brillante orador de la campaña, enfrentado a los mimados del sistema, lo dio una sencilla aseadora de Paloquemao donde funcionan los Juzgados de Bogotá: “Él es uno de los nuestros”.


ROBERTO ROMERO OSPINA,

Voz, febrero 4 de 1986


En las puertas del teatro Jorge Eliécer Gaitán, Jaime Pardo Leal de brazo con su esposa Gloria, se saluda con el comandante de las FARC, “Braulio Herrera”, de sombrero, en el acto de la Unión Patriótica el 28 de octubre de 1985. A la izquierda, los dirigentes de la UP, José Antequera y Jesús Aníbal Suárez. (Foto: Lara, Voz)