Durante varios siglos los españoles esclavizaron nuestros pueblos, saquearon nuestras riquezas y nos impusieron – a sangre y fuego- su cultura y su religión.

 

Cuando Napoleón Bonaparte, en el año 1808 toma prisionero a Fernando VII, y le entrega la corona española a su hermano José Bonaparte, inicia la decadencia del imperio que nos oprimía en América. Posteriormente, en nuestro continente se promulgan varios “gritos de independencia” dando lugar a las denominadas “patrias bobas”.

 

La verdadera independencia vendría una década después con la guerra de independencia que lideraría Simón Bolívar.

 

José Luis Romero en su obra “Pensamiento político de la emancipación”, realiza un balance contundente y muy breve del período que va desde las patrias bobas hasta la guerra definitiva del Libertador:

 

“La emancipación había consistido hasta entonces en un conjunto de actos políticos, declarativos; pero las fuerzas de la metrópoli no estaban derrotadas militarmente y aprovecharon la inexperiencia y la división de los gobiernos revolucionarios para recuperar sus posiciones. La capitulación de San Mateo, firmada por Miranda, devolvió Venezuela a los españoles en 1812; y aunque Bolívar logró recuperar Caracas, volvió a perderla en 1814, hostigadas sus fuerzas en los llanos. Ese mismo año eran vencidos los patriotas chilenos en Rancagua. Y al año siguiente, mientras se perdía en Alto Perú y caía derrotado Morelos en México, el temido ejército de Morillo desembarcaba en las costas venezolanas, robusteciendo allí la dominación española y extendiéndola a Nueva Granada, donde sitió a Cartagena y entró en Bogotá en 1816. De esa manera terminaba la Patria boba, la experiencia de los primeros patriotas formados políticamente en la ventajosa situación creada por la crisis española. Todo parecía perdido y todo tenía que recomenzar”[1].

 

Después de su exilio en Jamaica (1815)[2] Bolívar tendrá que comenzar la lucha de nuevo. Mientras que reúne su ejército y lidia con los celos y las rivalidades de otros líderes locales, Bolívar -en medio de la guerra y sin esperar su fin- decide que hay que fundar la nación. Era decisivo demostrarle al mundo que nuestros pueblos no solamente eran unos pueblos rebeldes y dispersos frente a un imperio, sino que éramos una república naciente, que al liberase del yugo, ya habíamos fundado nuestros cimientos políticos.

 

Es en este contexto donde, Simón Bolívar, escribirá y presentará su discurso más valioso, el Discurso de Angostura, documento fundacional de los países actuales Colombia, Ecuador y Venezuela. 

 

En medio de la guerra se decide realizar un primer Congreso con delegados de varias provincias, el Congreso se instalará en Angostura (hoy Ciudad Bolívar en Venezuela) el 15 de febrero del año 1819.

 

En una embarcación por el río Orinoco, uno de los ríos más importantes de Suramérica, durante dos semanas, Bolívar tendido en su hamaca y bajo un calor impresionante, dicta a su secretario el discurso que resumirá su pensamiento político.

 

Llegan al pueblo, las calles están adornadas para recibir a los delegados, en la plaza queda una casa colonial donde se realizará el congreso, suenan tres cañones para recibir al Libertador.

 

La historiadora francesa Gillette Saurat en su biografía “Bolívar el Libertador” relata:

 

“Las tropas le rinden honores, y su entrada a la sala del Congreso, Simón Bolívar viste uniforme de gala, azul oscuro con galones y charreteras de oro. En sus labios una sonrisa cuya melancolía no deja de sorprender a más de uno de los presentes que se han puesto de pie para recibirlo. ¿A qué se debe esa melancolía, el recuerdo de los trabajos y las fatigas, de las humillaciones sufridas antes de llegar al punto de reunir lo que no es todavía sino el embrión de una asamblea nacional; a la conciencia de la gravedad de los minutos que vive, o al sentido profundo de la estética de su grandeza? «El era lo único grande en esa sala», dirá más tarde Zea. […] La voz de Bolívar se había elevado desde lo alto de la tribuna”.[3]

 

Aquellos delegados escucharon conmovidos la voz de la grandeza, un discurso con unas palabras que tenían el resplandor de un trueno, que aún hoy, más de dos siglos, después, deja entrever sus destellos.

 

Antes de hacer un balance y una evaluación de este discurso observemos algunas de estas ideas/destellos[4], con unos títulos que propongo para su lectura:

 

¿Qué somos?

 

“Al desprenderse la América de la monarquía española se ha encontrado semejante al imperio romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación independiente, conforme a su situación o a sus intereses, pero con la diferencia de que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros, ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo; no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento, y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión, y de mantenernos en el país que nos vio nacer contra la oposición de los invasores; así, nuestro caso es el más extraordinario y complicado. Todavía hay más: nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula, y nos hallábamos en tanta más dificultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre, porque no solamente se nos había robado la libertad, sino también la tiranía activa y doméstica”.

 

 

Nuestras carencias políticas

 

“La América todo lo recibía de España, que realmente la había privado del goce y ejercicio de la tiranía activa, no permitiéndonos sus funciones en nuestros asuntos domésticos y administración interior. Esta abnegación nos había puesto en la imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos; tampoco gozábamos de la consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojos de la multitud, y que es de tanta importancia en las grandes revoluciones. Lo diré de una vez: estábamos abstraídos, ausentes del universo, en cuanto era relativo a la ciencia del gobierno. Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia. Un pueblo pervertido, si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla”.

 


Una advertencia para legislar

 

“Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y de América que una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma deja de ser europea, por su sangre africana (árabe), por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extranjeros y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia”.

 

 

La condición humana

 

“Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos, pues todos deben practicar la virtud, y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y no todos lo son; todos deben poseer talentos y no todos lo poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad más liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia, porque colocan al individuo en la sociedad, para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social. Es una inspiración eminentemente benéfica la reunión de todas las clases, en un Estado en que la diversidad se multiplica en razón de la propagación de la especie”.

 


Sistema de gobierno

 

“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. […] Las reliquias de la dominación española permanecerán largo tiempo antes de que lleguemos a anonadarlas: el contagio del despotismo ha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la guerra, ni el específico de nuestras saludables leyes han purificado el aire que respiramos. Nuestras manos ya están libres, todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre. Un gobierno republicano, […] sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”.

 

 

La democracia

 

“Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad, pero, ¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad y permanencia? ¿Y no se ha visto por el contrario la aristocracia, la monarquía, cimentar grandes y poderosos imperios por siglos y siglos? ¿Qué gobierno más antiguo que el de la China? ¿Qué República ha excedido en duración a la de Esparta, a la de Venecia? ¿El imperio romano no conquistó la Tierra? ¿No tiene la Francia catorce siglos de monarquía? ¿Quién es más grande que la Inglaterra? Estas naciones, sin embargo, han sido, o son, aristocracia y monarquía”.

 


Advertencia constitucional

 

“¿No dice el Espíritu de las Leyes que estas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que es una casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Y que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su extensión, al género de vida de los pueblos? ¿Referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el código que debíamos consultar, y no el de Washington! […] La excelencia de un gobierno no consiste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye. […] No seamos presuntuosos, legisladores; seamos moderados en nuestras pretensiones. No es probable conseguir lo que no ha logrado el género humano, lo que no han alcanzado las más grandes y sabias naciones. La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos adonde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas. Echad una mirada sobre las repúblicas antiguas, sobre las repúblicas modernas, sobre las repúblicas nacientes. Casi todas han pretendido establecerse absolutamente democráticas, y a casi todas se les han frustrado sus justas aspiraciones. Son laudables ciertamente los hombres que anhelan por instituciones legítimas y por una perfección social; pero, ¿quién ha dicho a los hombres que ya poseen toda la sabiduría, que ya practican toda la virtud que exigen imperiosamente la liga del poder con la justicia? Ángeles, no hombres, pueden únicamente existir libres, tranquilos y dichosos, ejerciendo toda la potestad soberana. […] No aspiremos a lo imposible, no sea que, por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada”.

 

 

El sueño de Bolívar: Colombia

 

"La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado ha sido el voto uniforme de los pueblos y gobiernos de estas repúblicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho estamos incorporados. Estos pueblos hermanos ya os han confiado sus intereses, sus derechos, sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal que ofrece un cuadro tan asombroso. Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos que la naturaleza había separado y que nuestra patria reúne con prolongados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana. Ya la veo enviando a todos los recintos de la Tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y de oro. Ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo. Ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuán superior es la suma de las luces a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el trono de la libertad, empuñando el cetro de la justicia, coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno”.

 



Las ideas de Bolívar fueron escuchadas, pero no se aplicaron. Él logró su máxima proeza, ganarle una guerra a un imperio, alcanzar la independencia, concedió la libertad absoluta a cinco naciones. Creó la “gran” Colombia, conformada por la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador. Después llegarían las divisiones y las traiciones. Sus ideas políticas fueron tergiversadas, Francisco de Paula Santander con inmensa perfidia[5] sembró cizaña y se apoderó de la República, conduciéndola con todos los males, copia constitucional de los EEUU, corrupción en las esferas del poder, compadrazgos y elites de espaldas a los pueblos. En el año 1830 el sueño bolivariano se derrumba y comienza la era de dos siglos de tiranía e la ignorancia. 


En el Discurso de Angostura, Bolívar, en resumidas cuentas, pedía tres cosas después que se ganara la guerra de emancipación:

 

1) Recomponer la sociedad viciada por el imperio español. 2) Fundar repúblicas soberanas, independientes y autónomas. 3) La unidad de los pueblos hermanos.