FERNANDO BOTERO 

TRAYECTORIA DE UN ARTISTA /  NUBIA JANETH GONZÁLEZ RUIZ 

Nota de Frank David Bedoya Muñoz:  Como es tan difícil encontrar una biografía de Fernando Botero transcribo el segundo capítulo de la tesis: "Colombia en la pintura de Fernando Botero. El realismo mágico en el imaginario Boteriano" de Nubia Janeth González Ruiz, tesis que publicó la Universitat Politècnica de Catalunya en Barcelona en el año 2006.  




Pintor y escultor latinoamericano, nace en Colombia, en la capital del Departamento de Antioquia, Medellín, el 19 de Abril de 1932. Sus padres son, David Botero (1895-1936), activo comerciante que viajaba por las provincias vecinas a caballo, único medio de transporte en Los Andes colombianos por aquel entonces, y Flora Ángulo de Botero (1898-1972), mujer creativa de reconocida habilidad manual. Tiene dos hermanos, Juan David (1928) y Rodrigo (1936).

 

 

1936

David Botero, padre del artista, muere a los cuarenta años de edad.

 

 

1938-1949

Cursa sus estudios primarios en el ateneo antioqueño y la secundaria en el colegio bolivariano, de donde es expulsado por escribir un artículo en el que manifiesta sus inquietudes por el arte. El artículo lleva por título “Picasso y el no conformismo en el arte”. Las palabras del rector del Colegio fueron de algún modo proféticas:

 

Ese alumno no se ha dado cuenta de lo que ha hecho. Ha caído en las sombras tenebrosas engañado por la falacia de una arte falso. Un arte empeñado en la distorsión de la figura humana, en el aniquilamiento de la criatura que fue moldeada por Dios1.

 

No obstante, un mes más tarde, Botero escribe un artículo sobre Dalí titulado “La anatomía de un loco”. Esta actitud ya evidencia los primeros rasgos de la rebeldía e independencia de Botero ante cualquier reglamentación artística. Tras los acontecimientos ocurridos en su entorno escolar, Botero debe continuar sus estudios en Marinilla, una población cercana a la capital antioqueña; un año después, regresa a Medellín para culminar su ciclo de formación juvenil en el liceo de la Universidad de Antioquia.

 

A los doce años, su tío Joaquín, gran aficionado taurino, lo envía a una escuela de toreros en la plaza de la Macarena, en Medellín, dirigida por el banderillero Aranguito. Durante los dos años siguientes su asistencia será frecuente. Esta experiencia taurina es fuente de inspiración para sus primeros dibujos. Al respecto Botero recuerda:

 

Cuando pintaba acuarelas sobre toros, me inspiraba en los trabajos del artista español Ruano Llopis, las llevaba al almacén de don Rafael Pérez, quien vendía las boletas de la plaza de toros. Él las ponía en la vitrina. Una vez me llamó y me dijo "vendí una acuarela suya por dos pesos". ¡Nunca había sentido una emoción más grande en mi vida!. Salí tan feliz a contarles a mis hermanos, que en el camino se me perdió el dinero2.

 

Con trece o catorce años se inicia en la tradición acuarelista antioqueña, motivado por dos jóvenes acuarelistas paisas que lo invitan a pintar los techos ocres de Medellín. De esta manera incorpora a sus temas taurinos los paisajes y las plazas de los mercados, con sus gentes y su tipismo. A los dieciséis años comienza a trabajar como ilustrador para el periódico El Colombiano, importante diario de Medellín, financiándose los estudios con estos primeros ingresos. Sus tempranas ilustraciones, más o menos alegóricas, están caracterizadas por la combinación de elementos poéticos y los contrastes anatómicos de las figuras; con ellas se anuncia el ideario y el oficio del artista que, aunque inmerso en el aislamiento del clima cultural local, comienza a desarrollar su propia actitud indagatoria. Al respecto Caballero Bonald comenta:

 

Los atributos formales de estas ilustraciones […] contienen, junto a una manifiesta sabiduría dibujística, un primerizo y ya cuajado proyecto subversivo: la discrepancia con las medidas de la realidad en busca de otra realidad potenciada –revisada- por el arte. Algo que Botero, afortunadamente, no iba a olvidar nunca3.

 

En 1948 realiza su primera exposición, participando en la muestra colectiva “Exposición de pintores antioqueños,” organizada por el Instituto de Bellas Artes de Medellín. En su pintura se evidencia la influencia de los artistas de la escuela muralista mexicana, como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.

 

Desde pequeño manifiesta una gran fascinación por las figuras polícromas de los santos y por los grandes altares de estilo barroco colonial de las iglesias, único lugar en el que era posible un acceso visual al arte. De igual manera se siente atraído por el arte precolombino. Desde siempre, coexiste en él ese interés por lo extranjero, sin olvidar lo propio. En esta época descubre a los pintores Dalí y Picasso, y a los poetas García Lorca, Pablo Neruda, Miguel Asturias y César Vallejo.

 

 

1949-1950

Comienza a trabajar como escenógrafo para el grupo teatral español Lope de Vega, diseñando la escenografía de la obra Ardiente Oscuridad, del escritor Buero Vallejo, al igual que lo hace para el grupo de teatro experimental dirigido por Fausto Cabrera, quien le encarga la realización de los decorados para las obras El pescador de sombras, de Sarmena, y Cuando los generales vuelven, de Carlos Jiménez. Las escenografías no sólo le aportan éxitos económicos y artísticos, sino que le permiten vivir la transición de la que era su primera pasión, la arquitectura, hacia la pintura. Es el pintor Gabriel Posada Zuluaga quien abre ante el joven Botero los horizontes tentadores de la pintura moderna.

 

Conoce al pintor Rafael Sáenz quien, por medio de reproducciones, lo introduce en la obra de Giotto. Botero recibe de Sáenz valiosas orientaciones para el desarrollo de su actividad pictórica. Poco después Botero se traslada a Bogotá, donde se une a la vanguardia artística, frecuentando el “Café Automática”, punto de encuentro de escritores e intelectuales, como Jorge Zalamea, gran amigo de García Lorca. Colabora con el programa radiofónico “Panorama intelectual”, en el que se enfrentan la intelectualidad joven del país y la tradicionalista. En el círculo de jóvenes escritores, dramaturgos y artistas se encuentran sus más íntimos amigos: los escritores Carlos Jiménez, Jaime Piedrahita y Gonzalo Arango. Por esta época, en el grupo existe una marcada tendencia hacia lo trágico, reflejo de la influencia que ejercen dos artistas latinoamericanos: el poeta peruano Cesar Vallejo y el pintor mexicano José Clemente Orozco. Esta atmósfera dramática se evidencia en Botero en la obra Jornaleros (1949), con la que participa en el Salón de artistas antioqueños organizado por las galerías de arte en 1949. El primer cuadro que presenta en la capital del país se vende inmediatamente, hecho que estimula al joven artista.

 

Posteriormente participa en varias exposiciones colectivas, en las que se manifiestan las diversas influencias que están moldeando al artista. En sus acuarelas y óleos de 1949 se reconocen reminiscencias de Pedro Nel Gómez, Picasso, Braque y Alejandro Obregón. La tendencia trágica que caracteriza al círculo intelectual en el que se mueve es plasmada en el proyecto para mural titulado Sino (1950), exhibida unos meses más tarde en la galería Leo Matiz de Bogotá, en su primera exposición individual de 1951. El crítico austriaco Walter Engel, residente en Colombia, comenta sobre esta obra lo siguiente:

 

Tal vez la obra más notable en esa primera exposición fue el proyecto para mural titulado “Sino”, concebido en un gran ritmo formado por una fila de figuras paralelas, movidas en un andar pesado, mecánico, fatalista, que lleva inevitablemente hacia el abismo. El proyecto prescinde de todo detalle individual o anecdótico, y saca su efecto únicamente de la coordinación de una suma de movimientos de angulosa esquematización hacia el dramático ritmo del conjunto. Vale decir que el efecto está logrado con medios puramente plásticos4.

 

De esta época es su emblemática acuarela Mujer llorando (1949), una figura femenina sentada, que triste y desconsolada oculta su rostro tras su  gran mano. Si bien algunos reconocen en ella una profunda influencia de Orozco, otros consideran que la mano que abarca por completo el rostro de la mujer, abarca simultáneamente una tragedia colectiva. La dócil y emblemática expresividad que caracteriza la figura no perdurará en la obra de Botero, pero sí lo hará la ampliación de proporciones que desde entonces ya se manifiesta.

 

 

1951

Realiza en junio su primera exposición individual en la galería de arte foto- estudio Leo Matiz, en la que presenta 25 acuarelas, gouaches, dibujos y óleos. El pintor Ignacio Gómez Jaramillo, el poeta León de Greiff y el escritor Jorge Zalamea se interesan por su trabajo. En esta ocasión decide emplear el dinero que recibe por la venta de sus obras para viajar a la costa caribe del país. Es su primer contacto con el mar. Durante nueve meses permanece en el departamento de Bolívar, en las poblaciones de Tolú, Coveñas y las islas de San Bernardo. Los dibujos de esta época revelan la influencia de Gauguin y de los periodos azul y rosa de Picasso. Así recuerda el artista dicho periodo:

 

Estuve allí nueve meses, vivía en la casa de un pescador y pinté mucho inspirándome en la realidad de aquella vida. Había un pequeño carnaval en Tolú, muy primitivo y colorista, que intenté representar. Cuando volví a Bogotá y expuse estas telas, tuve muchísimo éxito, probablemente porque la gente tenía ganas de ver pinturas verdaderamente colombianas en las que poder encontrar sus raíces5.

 

Once meses después de su primera exposición individual, el material para una segunda exposición ya está preparado.

 

 

1952

En el mes de mayo regresa a Bogotá para inaugurar su segunda exposición individual, nuevamente en la galería Leo Matiz. En esta ocasión todos sus cuadros son vendidos. Tres de sus obras reflejan las tendencias del artista: Tocadores de Carángano (1951), con una acentuada y brusca delimitación de los diferentes planos de color, junto a una fuerte estilización de las figuras; La peinadora (1951), que con influencias cubistas, muestra una rigurosa estructura en zig-zag, acentuada con firmes trazos geométricos; y por último, Coco (1951) donde altas figuras laterales muestran el inicio de la búsqueda de lo monumental. Nuevamente Walter Engel quien, desde la crítica de arte acompaña los inicios del joven pintor, comenta:

 

Una de las notas características en el temperamento de Fernando Botero, y una de las que justifican la confianza que tenemos en él, consiste en su insistencia en el esfuerzo creador, en su autocrítica, en su negativa a darse por satisfecho con las adquisiciones artísticas y los éxitos ya alcanzados6.

 

Posteriormente, el desnudo se convierte en el tema central. Obras como La griega y Entierro de Carnaval (1951), marcan de forma evidente el empuje hacia lo monumental y hacia el hecho plástico como factor dominante. El siguiente es el comentario de la crítica con respecto a esta última obra:

 

Con el Entierro de carnaval debía culminar la búsqueda de lo monumental, llevada en cierto modo hasta su extremo: una sola masa cerrada, colocada íntegramente en el primer plano. Consideramos el Entierro de carnaval como uno de los mejores cuadros realizados hasta ahora por el pintor colombiano, a pesar de que no llega a ser todavía verdaderamente monumental. Para eso, habría debido sacrificar algo de su encanto decorativo, habría debido llenar en forma menos minuciosa, menos simétrica, menos completa el rectángulo de la tela. Para ser monumental, una pintura no necesita más de un plano; pero si necesita algún espacio libre7.

 

En agosto de este año, con el cuadro Frente al mar (1952), gana el segundo premio del IX Salón de Artistas Colombianos que se celebra en la Biblioteca Nacional de Bogotá. Frente al mar es una composición dinámica que rompe de forma asimétrica la masa del bloque, en aperturas que sugieren de inmediato la fuerza, la masa, la importancia de las figuras de primer plano8, características que marcan una nueva perspectiva para el pintor. En esta oportunidad, la crítica le valora la solidez en el concepto y en la ejecución, al igual que su sentido, ahora más notorio, de monumentalidad.

 

La editorial Eddy Torres publica la primera monografía sobre el artista, escrita por el crítico de arte Walter Engel.

 

Con el dinero que recibe por el segundo premio en el IX Salón de Artistas colombianos, Botero puede viajar a Europa. En el puerto de Buenaventura toma, junto con un grupo de artistas amigos, el barco italiano “Usodimare” con destino a Barcelona. Tras pocos días de estancia en la ciudad condal se traslada a Madrid, para inscribirse en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que permanece poco tiempo. La intención del joven artista no es otra que la de aprender la técnica de la pintura. Inspirado en la afirmación de Matisse, “la cuestión no está en pintar sino en saber pintar”, Botero renuncia a sus trabajos iniciales y se convierte en aprendiz de los grandes maestros. Se hacen asiduas sus visitas al Museo del Prado, donde copia los cuadros de los clásicos, para impregnarse así de la sabiduría y la técnica de sus obras.

 

En el Prado se produce el primer encuentro directo y verdadero con el arte. Inicia con Tiziano, copiando principalmente Danae; continúa con Tintoretto, Velázquez, Rubens y Goya. Gracias a los consejos de copistas profesionales europeos, Botero desarrolla esta faceta de la pintura desconocida en Colombia, que además le proporcionará los ingresos económicos necesarios durante esta época. Sin embargo, es en su deambular por las calles de la capital española donde tiene lugar una de sus más trascendentales vivencias. Botero la recuerda así:

 

Un día en Madrid ocurrió algo que cambió mi vida. Me paseaba, ya tarde, por una de esas calles en las que abundan las librerías de viejo y los anticuarios cerca del Prado y vi en un escaparate un libro abierto por una página que contenía una reproducción de Piero della Francesca. Se trataba de La reina de Saba y se encontraba en Arezzo. Nunca en mi vida había oído hablar de este pintor; en Colombia conocíamos a Rafael, Miguel Ángel, Tiziano, Tintoretto, Velásquez. Esta reproducción me produjo una impresión enorme, fue como un relámpago, una luz. Al día siguiente compré ese libro; era la “Historia de la pintura italiana”, escrita por Lionello Venturi. El Quattrocento fue una revelación. Quería comprender a Piero y para comprenderlo tenía que conocer todas sus raíces: Paolo Ucello, Domenico Veneziano. La pintura empezó a parecerme una cosa mucho más importante de lo que hasta entonces había creído; era una ciencia con reglas precisas y complicadas, reglas que no había podido ni siquiera suponer con anterioridad, pero que ahora quería conocer y dominar. Entonces cambié todos mis planes y en cierto sentido aquello cambió mi vida9.

 

Después de un año de estancia en Madrid, el artista decide continuar su búsqueda artística en la capital francesa.

 

 

1953-1954

Viaja a París en el verano de 1953 con su amigo y director de cine Ricardo Irragarri. En esta ciudad visita el Museo de Arte Moderno, pero la vanguardia francesa no le apasiona. Comienza a frecuentar el museo del Louvre, donde tiene la oportunidad de conocer a los grandes maestros de la historia del arte europeo. Es en París donde se despierta su interés por la escultura, principalmente la asiria y la egipcia. Al finalizar el verano, Botero viaja con Irragarri a Italia. En Florencia se inscribe en la Academia de San Marcos y asiste a las conferencias de Roberto Longhi sobre Historia del Arte del siglo XV, tema que desde entonces le apasiona y aún lo nutre. Igualmente, su entusiasmo por este periodo del arte está motivado por los ensayos de Bernard Berenson quien, a través de su libro Los pintores italianos del Renacimiento, le descubre los valores táctiles de la pintura y la representación de los volúmenes. En Italia estudia profundamente la obra de Piero della Francesca, Paolo Ucello, Andrea Mantegna y Masaccio; extrae de ellos los aspectos que para él son más relevantes, como son la plasticidad a través de la plenitud de la forma, la organización del espacio y la armonía cromática en la obra de Piero, y la pasión por la geometría que le imprime serenidad a la pintura, de Paolo Ucello. Muchas técnicas y conceptos se presentan ante los ojos del artista, quien comenta al respecto:

 

Estudiando estos artistas, adquirí gradualmente mayor claridad sobre lo que el espacio y el volumen querían decirme. Se me acentuó el deseo por lo enorme, por lo fuerte y lo monumental. Si hubiera estudiado en España, hubiera sido un artista distinto. O aún en Francia. Pero dio la casualidad de que estudié en Florencia joven, en una época de especial ósmosis, cuando existe una atracción amplia, en que todo se capta y asimila10.

 

Se instala en el antiguo estudio del pintor Fattori, en la vía Panicale, en donde se dedica a la pintura al óleo. Conoce algunos de los principales frescos italianos visitando los museos de Florencia, Arezzo, Asís, Padua y Mantua. Al recordar la experiencia en la Academia de Bellas Artes de Florencia, en la que se inscribe para aprender la pintura al fresco, Botero comenta:

 

El primer día, el maestro nos dio instrucciones: “Hay que mezclar una parte de cal con dos de arena, o posiblemente una de cal, una de arena y una de polvo de mármol. Se moja bastante el muro, se prepara el mortero, se aplica y después pinten”. Nunca volvimos a ver al profesor. Yo iba todos los días a la escuela, hacia ejercicios, y cuando había modelo, la dibujaba. Así que en el fondo soy autodidacta. A mí nadie me dijo: “El arte es tal cosa”. Eso fue una suerte, porque me hubiera tenido que pasar la mitad de la vida olvidándome de cuanto me habían dicho11.

 

En la primavera de 1954 tiene la oportunidad de asistir a una exposición en Florencia, con obras de Piero della Francesca, Paolo Ucello, Andrea del Castagno y Domenico Veneziano. De estos dos últimos, le impacta la tendencia a expresar el sentimiento de poder, en el caso de Castagno, y el dotar de individualidad las fisonomías de los personajes con gestos de gallarda apostura, en el Veneziano12.

 

1955

En Marzo, Botero regresa a Bogotá con veinte lienzos pintados en Florencia, que se exponen dos meses más tarde en la Sala Gregorio Vázquez de la Biblioteca Nacional de Colombia. A través de ellos da a conocer las nuevas tendencias de su pintura. Aunque la simplificación formal de su exposición de 1952 continúa siendo protagonista, deja plasmada una sensibilidad visiblemente alterada por la pintura florentina del Quattrocento, pintura que él define como volumétrica. Los cuadros exhibidos tocan tres temáticas: Los caballos Ucellianos, los paisajes urbanos y los retratos.

 

El tema de los caballos es acometido con un cierto tratamiento acartonado; las figuras humanas están inscritas dentro de una geometría precisa que se desarrolla en el espacio; el paisaje de fondo se logra mediante grandes superficies vacías. Dentro de esta temática están obras como La espera (1955), en la que recuerda el San Jerónimo y el penitente de Piero della Francesca, y La partida (1955). Ambos cuadros son completamente planos, ya que en Botero no existe intención de sugerir profundidad13. En los temas de paisajes urbanos hay un excesivo despliegue de elementos geométricos que, aunque logran expresar monumentalidad, resultan muy académicos. No obstante, en su obra Puentes sobre el Arno (1955), la presencia de una figura humana situada al fondo de la pintura, con la misma altura de las construcciones, deja entrever el juego de escalas sobre el que posteriormente se moverá el artista. Por último, en el tema de retratos se observa el trabajo de un volumen macizo, y la composición piramidal expresamente extendida hasta los límites del papel, característica que se repetirá en los años posteriores.

 

La crítica, totalmente inconforme con su nuevo trabajo, cataloga a Botero como “pintor para museos”. Se le reprocha su distanciamiento de la vanguardia parisina y su extravío ucellesco por caminos un tanto metafísicos que recuerdan a De Chirico. El rechazo por parte del público se refleja en la ausencia total de compradores para sus obras. Sin embargo, estas pinturas permiten ver la nueva intención conceptual y formal de Botero y su profunda admiración por el arte renacentista. Las influencias de Piero della Francesca, Paolo Ucello y Mantegna, le permiten aciertos parciales sobre su carácter artístico. La paleta se refina y empieza a ser importante el empleo de los tonos grises. Para definir su nueva pintura Botero se expresa de la siguiente manera:

 

Mi pintura actual constituye una reacción contra mi obra anterior bajo muchos aspectos. Reacción, primero, contra cierto sentimentalismo destructor de la forma, y cierta tendencia expresionista. Ahora mis inquietudes son distintas: busco superar la exactitud ambiental dentro de formas rigurosas, racionales e inflexibles, llenándolas de suprema calma espectacular14.

 

Trabaja esporádicamente como ilustrador en distintos periódicos del país.

En el mes de diciembre contrae matrimonio con Gloria Zea.

 

 

1956

Aunque el movimiento muralista tocaba su fin, Botero, a comienzos de año, decide viajar con su esposa a Ciudad de México. Desde Europa, el artista había contemplado la posibilidad de hacer un arte latinoamericano, y México tenía arte precolombino, arte colonial, arte popular, cerámica, muralismo y arte contemporáneo; según él, era el país más interesante, pues parecía contener la esencia de lo latinoamericano. Sin embargo Botero, una vez aprendida la técnica al fresco en Italia, siente mayor inclinación por los frescos europeos que por los murales mexicanos. No obstante, encuentra en ellos dos características que aún hoy prevalecen en su obra: la incorporación de la realidad próxima y  el carácter monumental.

 

En su búsqueda de lo latinoamericano se deja influir por el muralismo mexicano, emulando por un tiempo el dramatismo de Orozco, e incluso algunos rasgos del mejor Rivera, lo que se aprecia en obras como Peinadora (1956), acuarela limpia y de concepción alegre. Los demás cuadros de este año están marcados por una ejecución influenciada temáticamente por el mexicano Rufino Tamayo, y a nivel formal por el colombiano Alejandro Obregón, con el empleo de la geometría para fragmentar la composición. Obras como Gallo (1956), y un autorretrato del pintor adolescente titulado Paleta rosa (1956), lo demuestran. A pesar de sus referencias latinoamericanas, Botero considera que este paso de acercamiento a lo propio no tiene la fuerza que él busca, y opta por destruir casi la totalidad de los cuadros pintados por él durante sus primeros meses en México.

 

Su permanencia en México estimula la búsqueda ansiosa de respuesta consciente a su pintura. Es un artista seguro de lo que desea decir, pero no encuentra el lenguaje apropiado para expresarlo.

 

Es a finales de 1956, mientras prepara su participación en la exposición de la Unión Panamericana en Washington, hoy Organización de Estados Americanos, cuando pinta Naturaleza muerta con mandolina y uvas (1956). En esta obra descubre la posibilidad de aumentar el volumen de las formas a través de la alteración de las proporciones, pues el pequeño círculo que el artista hace para marcar la calidad sonora de la mandolina, da al instrumento la solidez que está buscando. Es el principio de lo que más tarde se reconocerá como estilo boteriano. El artista lo recuerda así:

 

En ese entonces mi interés por el volumen estaba dentro del sentimiento italiano. Era lógico, había amplitud en el dibujo y exuberancia en el contorno. Pero un día, mientras dibujaba una mandolina de rasgos generosos, en el momento de hacerle el hueco al instrumento, lo hice muy pequeño y la mandolina adquirió proporciones fantásticas. Mi talento fue reconocer que algo había pasado15.

 

En el país azteca, Botero comienza a vivir de la pintura, consiguiendo su primer marchante, Antonio Souza, dueño de la mejor galería del país.

 

Nace su primer hijo, Fernando.

 

 

1957

Expone en Ciudad de México, en la Galería Antonio Souza. Posteriormente, con los cuadros que pinta en México, en donde se observa aún la influencia de Obregón unida a su búsqueda de lo monumental, y un capital de US $200, viaja a Estados Unidos. Washington es su destino inicial. En el mes de abril tiene su primera exposición individual en la sede de la Unión Panamericana. Dos de las obras expuestas, aunque son producto de una formulación teórica todavía por definir, aportan lo que será el nuevo horizonte de Botero: Naturaleza muerta con mandolina y uvas (1956) y Festín de Baltasar (1957). En ellas aplica la alteración de elementos por parejas hasta lograr un contraste y equilibrio perfectos; es un cambio expreso de las proporciones en las partes de la composición, con el objetivo de enfatizar los volúmenes y hacer de ellos lo más destacado de la obra.

 

En Washington conoce al artista mexicano José Luís Cuevas, quien trabaja con grandes y monstruosas figuras. La inclinación que ya se ha hecho manifiesta en Botero por los grandes volúmenes será motivo de comparación entre los artistas. Aún cuando inicialmente se aceptará una influencia de Cuevas en su pintura, con posterioridad se observarán diferencias fundamentales en las intenciones de ambos artistas. La esencia de las figuras será su primordial divergencia: Cuevas las dota de un tono trágico y feroz, mientras que Botero las impregna de un poderoso sentido del humor, para preservarlas de la ignominia16.

 

Entra en contacto con Tania Gres, dueña de la recién inaugurada Gres Gallery de Washington.

 

Después de su permanencia en la capital estadounidense se dirige a Nueva York, destino obligado para muchos artistas. Se instala en Greenwich Village, y de inmediato da inicio a su labor. El artista, hablando de esta época, recuerda:

 

Me atraía la energía de la ciudad y la demanda de calidad que exigía un lugar que contaba con una avalancha de talento. Pintaba con la mayor dedicación porque debía dar lo mejor para ser aceptado. Así el arte pasó a ser una obsesión y mi pasión aumentaba mientras la problemática se hacía más compleja17.

 

1957 es el año de mayor resonancia a nivel mundial para los pintores del expresionismo abstracto como De Kooning, Pollock y Kline; a través de ellos, principalmente del primero, Botero encuentra soluciones libres del dramatismo de Orozco, artista por quien se había inclinado anteriormente.

 

En Mayo regresa a Colombia, y en octubre participa en el X Salón Anual de Artistas Colombianos con la obra Contrapunto (1957). En esta ocasión comparte el segundo premio con Alejandro Obregón y Jorge Elías Triana18.

 

  Durante este año, Botero profundiza en la búsqueda de la representación volumétrica y monumental de la figura humana; suprime la fragmentación de planos, con lo que se distancia de la influencia obregoniana. Reflejan esta búsqueda inicial obras como La enana (1957) y Don Nuño Bufón (1957); en ellas se esboza por vez primera esa tierna sonrisa que caracterizará buena parte de su obra.

 

A finales del año comienza a pintar una serie dedicada al tema de los bufones, con la que consigue dar mayor coherencia a las proporciones de la figura humana; aunque a pesar del motivo, jocoso, paradójicamente resulta ser una serie formal, lo que impone al artista el uso de una paleta más rica cromáticamente.

 

A esta época pertenece el Póstumo retrato de los Arnolfini (1957), que junto con La enana, evidencian el hieratismo de los gestos, sin por ello estar carentes de cierta gracia y humor.

 

 

1958

Trabaja como profesor de pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, cargo que ejercerá hasta 1960. Realiza varias ilustraciones para La siesta del martes de García Márquez, publicadas en el diario capitalino El Tiempo.

 

Pinta una de las más reconocidas obras dentro de su evolución pictórica: Arzobispo rojo (1958). Con este cuadro consigue sintetizar los hallazgos de Naturaleza muerta con mandolina y uvas (1956). Es una composición piramidal simple que ocupa la totalidad del lienzo; en él mantiene un perfecto equilibrio entre la sensación de movimiento de la mano del arzobispo en actitud de bendecir, y la absoluta estaticidad de la figura. Por otra parte, consigue dominar cada uno de los planos para hacer énfasis en el volumen, recurriendo al aspecto decorativo del color para plasmar, de manera admirable, las vestiduras del religioso. Pertenecen a esta etapa sus rostros inmensos, hieráticos, perfectamente proporcionados, que llenan la totalidad del lienzo, como en el caso de El sombrero bermellón (1958).

 

Participa en el XI Salón Nacional con el cuadro La alcoba Nupcial: homenaje a Mantegna, también conocida como La camera degli sposi (1958). Es una libre interpretación de los famosos frescos de Andrea Mantegna en el Palazzo Ducale de Mantua, que representan a Ludovico III y a su esposa Bárbara de Brandeburgo. En los frescos originales se muestran trece personajes, de los cuales sólo cinco aparecen en la obra de Botero, quien libremente agrega un cortesano para equilibrar su composición. Esta obra produjo conmoción en el medio artístico bogotano, ya que “la idea de belleza que prevalecía en Colombia resultó asaltada y negada de raíz por el joven pintor”19. Inicialmente la obra de Botero es eliminada por el jurado, por considerarla inacabada. La crítica de arte Marta Traba, que entendió el valor del cuadro de Botero, denuncia en la revista Semana la actitud de los jueces. Traba genera una polémica que incide en el jurado calificador. Días después, Botero recibe el primer premio.

 

La camera degli sposi destaca por tener un lenguaje nítido y personal al margen de las corrientes contemporáneas, y coloca a Botero como un fenómeno en la historia del arte contemporáneo.

 

En octubre expone individualmente en la Gres Gallery de Washington. Allí exhibe el recorrido de su búsqueda plástica: Los limones (1958), con su gigantismo, El arzobispo rojo (1958), con la fragmentación cromática, La camera degli sposi (1958), con su lograda monumentalidad, y La siesta del obispo, con la seguridad formal que le aportaban las anteriores. El mismo día de la inauguración vende la mayoría de sus cuadros.

 

Participa en una exposición colectiva en el Museo Guggenheim de Nueva York, con el patrocinio del Guggenheim International Award. Su obra es incluida en la XXIX Bienal de Venecia.

 

Nace su hija Lina.

 

 

1959

Este año destaca su serie de madres superioras: construcciones monumentales, de volúmenes sólidos y cerrados, hieráticas, cromáticamente sobrias, producto del empleo de tonos tierras, blanco, negro y algún toque de azul.

 

Junto a otros artistas colombianos como Enrique Grau, Alejandro Obregón y Eduardo Ramírez Villamizar, representa a Colombia en la V Bienal de Sao Paulo, Brasil; en ella destacará con su Monalisa a los doce años (1959).

 

Participa en el Salón de artistas colombianos con una obra sobre un personaje local, La apoteosis de Ramón Hoyos (1958), campeón nacional de ciclismo. La crítica considera la obra como una radiografía del país, ya que logra reflejar en ella la profunda vitalidad del pueblo colombiano y su imperiosa necesidad por salir a flote, a pesar de la fuerte y constante presión externa. Esta característica de reivindicación social en la obra de Botero aparecerá sólo esporádicamente.

 

Su serie de cuadros sobre el Niño de Vallecas, deja ver la influencia que aún tiene tanto de Velázquez como del expresionismo abstracto.

 

En el mes de noviembre expone sus obras más recientes en la Sala Gregorio Vásquez de la Biblioteca Nacional de Colombia, en Bogotá.


 

1960

Entre los meses de febrero y abril de este año, pinta su gran fresco Paisaje con jinete en el Banco Central Hipotecario de Medellín. Es éste el único fresco que realiza en Colombia. Esta experiencia conciencia a Botero sobre el valor del arte público como instrumento educativo para la sociedad, en donde más que agradar estéticamente se debe dar una lectura fácil y didáctica que deje huella por generaciones. El mural es concebido bajo un tema casi por todos identificable: los cuentos de la infancia. A través de sus encantadores e inocentes personajes se trasluce una historia entre líneas. A pesar del carácter infantil del tema, es obvio que no todas las escenas y anécdotas representan lo lúdico; la presencia de juegos siniestros y personajes misteriosos en la composición del fresco, desvelan un simbolismo similar al del Guernica de Picasso.

 

Marta Traba y un jurado lo nombran representante de Colombia en la II Bienal de México. Este hecho suscitó una fuerte controversia, hasta tal punto que Botero se niega a participar en ese certamen, al igual que algunos de sus colegas con quienes, en contrapartida, organiza en Bogotá una exposición titulada: “25 Pinturas y Relieves (Los pintores auto excluidos de la II Bienal de México)”20.

 

En octubre expone por segunda vez en la Gres Gallery de Washington. La serie Niño de Vallecas causa desconcierto entre los coleccionistas que admiraban la paleta de sus anteriores cuadros.

 

En este mismo mes se establece en Nueva York, donde alquila una habitación de estudiante en la esquina Mac Dougall con Third street, en Greenwich Village.

 

En Washington, La Gres Gallery, que hasta el momento le ha brindado su apoyo, tiene que cerrar. En noviembre obtiene el premio a la participación colombiana en la famosa exposición del “Guggenheim Internacional Award 1960”, en la que participa con su obra La batalla de Archidiablo (1960).

 

En Nueva York, Botero experimenta un muy difícil periodo en el devenir de su carrera artística. El arte está dominado por el expresionismo abstracto, lo que se traduce en que sólo se considera como verdadero pintor a quien es pintor abstracto; situación que hace mayor el reto del joven artista, que nos comenta:

 

La decisión de serle fiel a mis ideas no era fácil. Resultaba difícil aferrarme a mis convicciones ante un ambiente en que reinaba lo opuesto. Era un estilo atractivo que resultaba contagioso […] sin embargo, trabajaba con la mayor convicción y dedicación para ser aceptado21.

 

Asimismo afirma:

 

Durante años creí en mí y en lo que hacía, contra las críticas más espantosas. En la revista News dijeron, por ejemplo, que mis figuras eran “fetos de Mussolini con una campesina idiota”. El Art Magazine me trató mejor, dijo que mi pintura era “un monumento a la estupidez”. Y estos eran los que hablaban de mi pintura en relación con mi obra porque los demás hablaban de las “caricaturas” de Botero…En medio de toda esa tormenta, yo mantuve mi fe en mí, en mi obra22.

 

Nace su hijo Juan Carlos. Se divorcia de su primera esposa, Gloria Zea.

 

 

1961

Presenta algunos cuadros e ilustraciones para El gran Burundú Burundá ha muerto, de Jorge Zalamea, en la galería El Callejón de Bogotá. En dicha exposición se exhiben cuadros que permiten a los críticos de arte afirmar que lo principal para Botero es el color y la monumentalidad, siéndole indiferente el tema plasmado.

 

El artista, que lleva ya un año residiendo en Estados Unidos, recibe en su estudio la visita de Dorothy C. Miller, comisaria de exposiciones del Museo de Arte Moderno de Nueva YorK, institución que bajo la dirección de Alfred H. Barr, decide adquirir la primera versión de la Mona Lisa a los doce años (1959). Esta será la única obra figurativa comprada por la pinacoteca en un momento de pleno auge del expresionismo abstracto. Las palabras con las que  el director del museo introduce el catálogo de la exposición que contenía la obra de Botero fueron:

 

No se puede admirar esta obra inquietante sin tomar posición23.

 

 

1962

En febrero visita la primera exposición de Roy Liechtenstein en la galería de Leo Castelli, entidad que apoya el arte pop en su deseo de revalorizar lo trivial, empleando las imágenes de la sociedad de consumo; Botero se siente identificado con el propósito de tomar la banalidad de la vida para convertirla en arte. Gracias a la amistad de Marina Ospina, conoce personalmente a William De Kooning, Franz Kline y Mark Rothko.

 

Expone individualmente en la Gres Gallery de Chicago. Participa en la muestra “Arte de Colombia” en la Galleria Nazionale d’Arte Moderna de Roma, exposición que posteriormente es llevada a Estocolmo, Colonia, Baden-Baden, Madrid y Barcelona. La Unión Panamericana, en Washington, organiza la exposición “Neo-figurative painting in Latin America”, en la que Botero está presente. En el mes de noviembre tiene lugar su primera exposición individual en la galería The Contemporaries” de Nueva York. La exposición es duramente criticada en los principales diarios y revistas de arte. Jack Kroll, columnista de la prestigiosa revista Art News, publica la siguiente nota:

 

Fernando Botero (Contemporaries) tiene una especialidad […] la especialidad es una glandularmente monstruosa Lolita que llena un lienzo grande, como el secreto aborto de Mussolini, con una campesina idiota. […] Ni siniestras ni tampoco satíricas, sino únicamente semifantasías expuestas a la vista, intrincadas y ligeramente repugnantes, estas pinturas tienen la infamia de una verdadera y espectacular tontería24.

 

Este año es invitado a la exposición inaugural del Museo de Arte Moderno de Bogotá con la serie Niño de Vallecas. Participa también en la muestra “Siete pintores contemporáneos,” en la Galería de Arte Moderno de Bogotá, y en “Pintores colombianos,” en el Festival de Arte de Cali, Colombia.

 

 

1963

El Museo de Arte Moderno de Nueva York expone la Monalisa a la edad de doce años (1959), coincidiendo con la exhibición en el Metropolitan Museum de la Monalisa de Leonardo da Vinci.

 

Participa en la exhibición “30 pintores colombianos,” que recorrerá varias ciudades norteamericanas. Expone en la Galería de Arte Moderno de Bogotá, dirigida por el crítico de arte Casimiro Eiger. Representa a Colombia en la Bienal de Sao Paulo. Participa en la muestra “El siglo XX y la pintura en Colombia,” organizada por el Museo Nacional en Bogotá. Su obra es incluída en la exhibición alemana “Südamerikanische Malerei der Gegenwart”, organizada por la Galería Buchholz, muestra que permanecerá itinerante desde1963 hasta 1965.

 

Se publica Seis artistas contemporáneos colombianos, de la escritora y crítica de arte Marta Traba, con fotografías de Hernán Díaz. El libro está dedicado a los más importantes artistas del arte moderno colombiano: Alejandro Obregón, Eduardo Ramírez Villamizar, Enrique Grau, Guillermo Wiedemann, Edgar Negret y Fernando Botero.

 

El pintor traslada su estudio a Lower East Side.

 

Será en Nueva York donde definirá la proporción exacta que estructurará los volúmenes producidos a lo largo de su etapa experimental.

 

 

 

1964

Durante el mes de marzo, el Museo de Arte Moderno de Bogotá celebra el Primer Salón Intercol de artistas jóvenes, en el que Botero obtiene el segundo premio con su obra Naturaleza muerta con Manzanas.

 

Participa en la II Bienal de Córdoba, Argentina, en donde es premiada una de sus versiones del Cardenal Niño de Guevara (1964). La Inter-American Foundation for the Arts organiza la exposición itinerante “Magnet: New York”, con los más destacados artistas latinoamericanos establecidos en dicha ciudad. Botero es seleccionado junto con otros veintisiete artistas de diez diferentes países. La muestra es presentada en diversas ciudades norteamericanas y canadienses durante 1964 y 1965. La revista Art in America destaca el éxito de la exposición.

 

 

1965

Bajo el título, “Fernando Botero: Bosquejos y realidades”, expone una muestra retrospectiva en la Galería Arte Moderno de Bogotá. La exposición es inaugurada con un sugestivo discurso del poeta dadaísta Gonzalo Arango, quien considera que la pintura de Botero sólo es comprendida por los que están abonados para el milagro, por aquellos capaces de creer en el absurdo sin considerarse locos25.

 

Este año pinta su conocida obra La familia Pinzón, cuadro con toque consistente y moderado, que determinará un importante momento de la evolución plástica del artista; además de expresar con él madurez en su estilo, Botero muestra el cambio de tonos terrosos y compactos por colores más delicados y decorativos. Otras obras realizadas en 1965 que reflejan estas características son: Obispos muertos, Cabeza de Cristo y Paseo en la montaña.

 

Durante este año Botero pone de manifiesto su atracción por la obra de Rubens, realizando cuatro obras inspiradas en el retrato que el gran pintor hizo de Hélène Fourment. Igualmente, su interés por la pintura colonial hispanoamericana lo lleva a plasmar una serie de madonas, entre las que destaca Virgen con el Niño (1965). Es una imagen totalmente humanizada y tratada plásticamente bajo los cánones volumétricos del artista, en donde se evidencia la influencia del color, la atmósfera y el acabado final, propios del arte colonial.

 

A partir de este año, Botero participa en importantes exposiciones colectivas dentro y fuera de Estados Unidos. Expone individualmente en la Galería Zora, de Los Ángeles. Participa en la exhibición “Seleccionados del Carnegie Internacional, en la Galería Hudson de Detroit, y es elegido para participar en el ”Latin American Esso Salon of young Artists”, organizado por la Unión Panamericana, en Washington. Forma parte de la exposición itinerante “Pinturas Latinoamericanas Contemporáneas, en la Galería Buchholz de Munich.

 

Construye una casa de verano y un estudio en Easthampton, Long Island, y alquila un nuevo estudio en el 214 West Fourteenth Street, en Nueva York.

 

Contrae matrimonio con Cecilia Zambrano.

 

 

1966

A la serie de madonas iniciada el año anterior, se unirá la serie de monjas o madres superioras; entre ellas destacan: Nuestra señora de Nueva York (1966) y Madre superiora en las rocas (1966). El crítico norteamericano Tracy Atkinson, director del Milwauke Art Center, cataloga la primera de ellas como obra maestra.

 

La primera exposición de Botero en el continente europeo tiene lugar en el mes de enero, en la “Staatliche Kunsthalle” de Baden-Baden, Alemania, bajo la dirección de Dietrich Malow. La exposición se presentará luego en la Galerie Buchholz, de Munich, y en septiembre en la Galerie Brusberg, de Hannover. Las exposiciones inducirán a comentarios diametralmente opuestos, dado que algunos empiezan a ver más allá de las figuras monstruosas, valorando tanto el dominio de la técnica como la singularidad del estilo, mientras que otros continúan quedándose en la, para ellos, monstruosa superficie.

 

Bajo el título “Obras recientes de Fernando Botero”, realiza su primera exposición en un museo norteamericano, el Milwauke Art Center. La muestra se exhibe desde diciembre 1966 hasta enero de 1967, obteniendo elogios de la revista Time. La crítica destacará las figuras monumentales, el carácter satírico, el arte folklórico y el arte colonial latinoamericano. El tema del paisaje empieza a formar parte de sus temáticas en cuadros narrativos, como San Jorge y el dragón (1966), y El viaje místico (1966).

 

Este año es definitivo para la difusión y reconocimiento internacional de la obra de Botero. Tracy Atkinson es el primer autor norteamericano que realiza un estudio amplio sobre su obra; el crítico afirma que Botero pinta temas tradicionales y comunes de manera personal y extraordinaria, sacando al espectador de su mundo, e introduciéndolo en otro creado y controlado por el artista, para producirle una visión totalizadora de las cosas. Atkinson afirma:

 

El mundo de Botero es la gente en un amplio repertorio que generalmente resulta absurdo y un poco patético. Pero el calor y la simpatía de su tratamiento la salva de su fealdad y la hace al instante inolvidable. La actitud del artista es tan intensa y consistente que llega a todas las cosas. Por eso una sandia en un cuadro posee la misma personalidad de una señora gorda en un almuerzo campestre en las montañas. Es un mundo que sufre de gigantismo pero lleno de inocencia y de la mejor voluntad. Detrás de él, aparece la calidad de la pintura que es excepcional desde el punto de vista del oficio. Los cuadros de Botero son, ante todo, pinturas de gran belleza. El artista ha escogido una manera de pintar tradicional, pero ésta se encuentra tan transformada por su visión personal que resulta única y muy original. Botero es un auténtico representante del arte latinoamericano no sólo por sus temas de monjas, prelados, militares, prostíbulos, pueblos de casas sencillas y bodegones con frutas tropicales, sino por su realismo mágico. Trabaja a partir de un mundo conocido y recordado, pero en él aparecen y suceden muchas cosas maravillosas26.

 

 

1967-1968

Participa, como único representante de Colombia, en la V Bienal de artistas jóvenes de París. El Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere su obra La familia presidencial (1967). De esta época son tres importantes pinturas que reflejan estupendamente la religiosidad popular colombiana: Nuestra Señora de Colombia (1967), Ecce Homo (1967), y Santa Rosa de Lima según Vázquez Ceballos (1968).

 

A partir de estos años Botero reside indistintamente en Colombia, Estados Unidos, Alemania e Italia. En Munich y en Nüremberg estudia la obra de Durero. De esta época son sus Dureroboteros, una serie de dibujos a carboncillo sobre tela, basados en conocidas obras del maestro alemán. De igual forma, los cuadros de Bonnard se convierten en tema de inspiración para varias de sus obras de mujeres en el baño. Es valioso confirmar que, aunque Botero se interesa por los artistas europeos, reivindica siempre sus orígenes latinoamericanos. A propósito de su relación con la obra de artistas europeos, Botero afirma:

 

Después de haber sido colonizados durante siglos, nosotros, artistas latinoamericanos, sentimos de una manera especial la necesidad de encontrar nuestra autenticidad. El arte tiene que ser independiente…Quiero que mi pintura tenga raíces, porque precisamente, estas raíces dan significado y verdad a lo creado. Pero, a la vez, no quiero pintar sólo campesinos sudamericanos. Quiero ser capaz de pintar todo, incluso a Maria Antonieta y Luís XVI, pero siempre con la esperanza de que todo lo que hago esté impregnado del alma latinoamericana27.

 

 

1969

En marzo expone en el Center for Inter-American Relations de Nueva York. A finales de septiembre, realiza su primera exposición individual de óleos, pasteles y carboncillos en la Galerie Claude Bernard de París.

 

Atraído por Edouard Manet, pinta una versión en gran formato del famoso Déjeuner sur l´herbe (1863). Con Desayuno sobre la hierba (1969), deja atrás las imágenes de figuras planas y cuadradas, y nos muestra una monumentalidad y una sensualidad en las formas redondeadas que, con el paso del tiempo, se impondrán cada vez con mayor fuerza y seguridad en su obra.

 

 

1970

Se celebra en Medellín la II Bienal de Coltejer, en la que Botero participa con la pintura La plegaria (1970), también conocida como Exvoto. Famosa pintura en la que, en medio de un pretendido clima religioso, ironiza los favores que, como humanos, esperamos de la Divinidad.

 

A partir de este año, muchas galerías europeas empiezan a interesarse en el trabajo del artista. En Marzo inaugura, en la Staatliche Kunsthalle de Baden Baden, Alemania, una gran exposición retrospectiva que comprende su producción entre 1962 y 1969, compuesta por 80 obras. Posteriormente la exposición es exhibida en la Haus am Waldsee de Berlín; después en la Städtische Kunsthalle de Düsseldorf y en la Hamburg Kunstverein de Hamburgo, y por último, en la Kunsthalle de Bielefeld. También realiza exposiciones en la Galerie Buchholz de Munich y en la Hanover Gallery de Londres.

 

La Edition Galerie Buchholz publica Botero, escrito por Klaus Gallwitz. 

Nace en Nueva York, su hijo Pedro.

 

1971

Alquila un apartamento en el Boulevard du Palais, en l’lle de la Cité, en París, y traslada su estudio a la 5ª avenida de Nueva York. En este mismo año abre también un nuevo estudio en Bogotá, para continuar dividiendo su tiempo en estas tres ciudades.

 

 

1972

En febrero realiza su primera exposición a gran escala en la Galería Marlborough de Nueva York. En septiembre expone en la Galerie Buchholz de Munich, y en noviembre presenta una exposición de pasteles, carboncillos y sanguinas en la Galerie Claude Bernard de París. Decide Instalar un estudio en la capital francesa, en la Rue Monsieur-le Prince. Adquiere una casa de verano en Cajicá, en las cercanías de Bogotá, donde pasa algunas temporadas.

 

 

1973

En enero realiza su primera gran retrospectiva en el Colegio San Carlos de Bogotá, con obras del periodo comprendido entre 1949 y 1972. Destaca una virtuosa paráfrasis dedicada a Rigaud: Autorretrato con Luis XIV (1973). Expone en la Galleria d’Arte Marlborough de Roma.

 

El Vaticano adquiere para su colección de arte moderno la obra Nuestra Señora de Cajicá (1972).

 

Se instala definitivamente en París. Comienza a trabajar en sus primeras esculturas.

 

Mario Rivero escribe su libro Botero.

 

 

1974

Expone en Hannover, Medellín y Zurich. Pinta al óleo otra conocida paráfrasis: Alof de Vignancourt, en honor a Caravaggio. Es uno de los años más difíciles para el artista pues su hijo Pedro, de cuatro años, muere en España en un accidente de tráfico, en el que Botero también resulta herido. A raíz de esta tragedia, el pintor realiza numerosos dibujos, pinturas y esculturas en memoria de su pequeño hijo.

 

 

1975

Expone en Caracas y Rótterdam. En el mes de noviembre, exhibe una muestra en la Marlborough Gallery de Nueva York. Esta muestra es expuesta posteriormente en la Marlborough Godard de Toronto y Montreal.

 

Fausto Panesso escribe su libro Los intocables: Botero, Grau, Negret, Obregón, Ramírez Villamizar, en el que realza la labor de los artistas colombianos más destacados.

 

Se separa de Cecilia Zambrano, su segunda esposa.

 

 

1976

Es condecorado con la orden Andrés Bello por el presidente de Venezuela. Realiza una gran exposición retrospectiva en el Museo de arte de Caracas. Asimismo, expone una colección de acuarelas de gran tamaño en la galería Claude Bernard de París. También exhibe obras en Washington y Bogotá.

 

Entre 1976 y 1977, se dedica casi exclusivamente a la escultura como consecuencia natural de su pintura volumétrica. En estos años esculpe 25 obras sobre diversos temas como torsos, gatos, culebras y cafeteras.

 

Las monografías sobre el artista colombiano empiezan a ser traducidas al inglés y al alemán, como en el caso de Klaus Gallwitz (1970) y Germán Arciniegas (1973).


 

 

1977

El gobierno de Colombia le concede la Cruz de Boyacá, en reconocimiento a los servicios prestados al país.

 

En homenaje a su hijo fallecido, el artista dona dieciséis de sus mejores obras al Museo de Antioquia, en Medellín, con las que se inaugura la “Sala Pedrito Botero”. De esta época data la serie de retratos de la Infanta Margarita, inspirados en Velázquez, el gran maestro español. A finales de este mismo año realiza su primera exposición individual de esculturas en la IV Feria Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC) de París.

 

 

1978

Traslada su estudio parisino a la Rue du Dragon, sede de la antigua Académie Julian. Conoce a la artista griega Sophia Vari, pintora, escultora y diseñadora de joyas, con quien desde entonces comparte su vida. El artista vuelve a pintar.

 

 

1979

Inaugura su primera gran exposición retrospectiva en Estados Unidos en el Hirshhorn Museum de Washington, organizada por Cynthia Jaffee McCabe. Realiza exposiciones retrospectivas itinerantes en varios países europeos: Bélgica, Noruega, Suecia.

 

 

1980

En la Toscana Italiana conoce la pequeña y bella ciudad de Pietrasanta, en la que decide instalar un estudio para trabajar sus esculturas, aprovechando el reconocimiento que tienen las canteras de mármol (Carrara) y las fundiciones de bronce de la zona. Por encargo de la revista Vogue, realiza una serie de mujeres vestidas con modelos creados por los más reconocidos diseñadores de ropa del mundo. Expone dibujos, acuarelas y esculturas en la galería Beyeler de Basilea. Realiza algunas ilustraciones para el diario de Bogotá, El Tiempo.

 

Carter Ratcliff publica su libro Botero.

 

 

1981

Exhibe grandes retrospectivas en Tokio y Osaka, así como exposiciones de acuarelas y dibujos, en la galería Il Gabbiano de Roma. Expone en Nueva York, San Francisco y Chicago.


 

1982

Presenta sus obras en la Galería Quintana de Bogotá. La Marlborough Gallery de Nueva York exhibe sus esculturas. Esta exposición es llevada a Houston, Chicago, Filadelfia y Boston.

 

 

1983

El Metropolitan Museum adquiere su obra Danza en Colombia (1980). Ilustra la novela de Gabriel García Márquez Crónica de una muerte anunciada, para el primer número de Vanity Fair. Expone en Basilea una muestra de óleos, dibujos y acuarelas. En la Marlborough Fine Art de Londres presenta una exposición con su más reciente obra pictórica.

 

Son publicados tres libros sobre la vida y obra del artista: Fernando Botero ou la plénitude de la forme, de Marcel Paquet; Botero, de Pierre Restany y Fernando Botero, de Erwin Leiser.

 

 

1984

Dona dieciocho pinturas al Museo Nacional de Bogotá y una sala de esculturas al Museo de Antioquia de Medellín. Inaugura en Chicago una exposición de esculturas, que continuará itinerante hacia la Marlborough Gallery de Nueva York. Posteriormente, presenta una muestra de dibujos y esculturas en el Herbert F. Johnson Museum, en Ithaca, Nueva York, y una muestra de esculturas en The Munson-Williams-Proctor Institute Museum of Art, en Utica, Nueva York. Esta exposición se exhibirá posteriormente en los estados de Indiana y Pensylvania.

 

Durante este año, Botero decide dedicarse casi por completo a pintar escenas taurinas, tema con el que había entrado en contacto ya en su juventud. En Colombia, las corridas de toros son espectáculos tan importantes como en algunas ciudades españolas. Su gran afición lo convierte en un apasionado de la tauromaquia. Por eso, a través de su serie La Corrida, busca hacer realidad un anhelo, descrito con las siguientes palabras:

 

Yo he osado pintar la corrida porque conozco muy bien el tema. Uno no puede pintar si no hay una relación entre el tema y el alma. Esto le da a uno cierta autoridad moral. Este tema me viene por la sangre, por la vida28.

 

A lo cual añade:

 

Quiero que la gente piense en mi pintura cuando se habla de toros.29

 

 


1985

A finales de abril presenta en la galería Marlborough de Nueva York, junto con algunas esculturas de gran formato, su tan conocida serie de tauromaquia: La Corrida, compuesta por ochenta y seis obras entre dibujos, acuarelas y óleos, que plasman fases y personajes del arte taurino. Realiza también exposiciones en Coral Gables, Florida, y en el museo de Ponce, en San Juan de Puerto Rico.

 

El escritor peruano Mario Vargas Llosa escribe el libro Botero. La suntuosa abundancia; también publicado en francés por editions de La Différence, bajo el título Botero: dessins et aquarelles; en él aclara lo que para muchos espectadores aún funciona como premisa al ver una pintura del artista colombiano. ¿Es el de Botero un mundo naïf?. Vargas Llosa aclara que nada hay más alejado del pintor antioqueño que la espontaneidad y la facilidad artesanal del arte primitivo, ya que lo “ingenuo” de su visión es producto del conocimiento y el rigor por conseguir ciertos efectos plásticos. Ante la pregunta formulada, el escritor responde:

 

Lo es en la medida en que se puede llamar naïf a la obra de un Fra Angelico o de un Miró, pero no en el sentido en que lo son las de Douanier Rousseau, del polaco Wribwl o de los naïf haitianos. El mundo de Botero tiene de “ingenuo” la actitud de sus personajes, la visión decorativa y afirmativa de la existencia, su defensa de la anécdota, de lo pintoresco, del folklore como medios de expresión artística, sus colores vivos y contrastados, sus tonos fuertes, saludables, optimistas y todo un arsenal de motivos asimilables exteriormente al arte popular […] El mundo de la pintura naïf es siempre desproporcionado, sujeto a violentas alteraciones de perspectiva. También en el mundo de Botero nos encontramos a menudo con […] asimetrías parecidas […] Sin embargo las desproporciones del arte naïf y las de Botero no son las mismas. Su diferencia es lo que separa al arte popular, cuyos límites se pierden en el mundo de la artesanía, de esa corriente naïf altamente refinada e intelectualizada de la pintura de Occidente de la que son monumentos estelares pintores como Fra Angelico, William Blake, Chagall o Miró, a la que pertenece Botero, que concilia una visión de semblante ingenuo, crédula y unívoca del mundo, con la factura más elaborada y rigurosa30.

 

Vargas Llosa aclara que las desproporciones del arte primitivo no provienen de una concepción intelectual sino de una limitación práctica, propia del oficio rudimentario del artista popular, pues guiados más por la intuición que por el conocimiento, plasman espontánea y genuinamente con trazos torpes, perspectivas erróneas y formas defectuosas libres de todo artificio.

 

El filósofo belga Marcel Paquet, escribe una importante monografía sobre el artista: Botero, Philosophie de la création, publicada también en español por Lannoo, y en inglés por Cromwell Editions. La escritora francesa Françoise Sagan escribe su novela La Maison de Raquel Vega: fiction d’après le tableau de Fernando Botero, inspirada en el cuadro La casa de Raquel Vega (1975).

 

 

1986

Bajo el título “76 Dibujos de los últimos cuatro años, 1980-1985”, inaugura en el mes de enero una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Presenta una gran muestra retrospectiva en Munich, Bremen y Frankfurt.

 

 

1987

Realiza una exposición retrospectiva en el museo de arte Reina Sofía de Madrid. Expone en Bogotá, Hamburgo y Tokio. En el mes de diciembre exhibe su serie La Corrida en la Sala Viscontea del Castello Sforzesco, de Milán.

 

El historiador y crítico norteamericano Edward J. Sullivan escribe el primer libro sobre la faceta escultórica de Botero, titulado Sculptures.

 

 

1988

La Corrida es exhibida en el Castello dell´Ovo, en Nápoles, y en el Albergo delle Povere, en Palermo. Se expone una muestra antológica en el Casino de Knokke le Zoure, en Bélgica.

 

La editorial Fabbri publica el libro de Giorgio Soavi bajo el título: Botero.

 

 

1989

Durante los meses de enero y febrero la serie La Corrida se exhibe en el Museo de Arte de Coro; posteriormente se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Realiza exposiciones en el Museo de Arte Rufino Tamayo de México, al mismo tiempo que una exposición de esculturas en la Feria de Arte, en los Ángeles. Esta misma exposición es posteriormente exhibida en Nueva York y México.

 

El escritor español José Manuel Caballero Bonald escribe el libro, Botero. La Corrida, publicado por Lerner & Lerner, obra que al año siguiente es traducida al inglés por la editorial Rizzoli de Nueva York.

 

 

1990

Se realiza una retrospectiva de su obra en la Fondation Pierre Gianadda en Martigny, Suiza. En la Marlborough Gallery de Nueva York se presentan esculturas recientes, al igual que en la Fondation Veranneman, en Kruishoutem, Bélgica.


 

 

Este año son publicados tres libros sobre el artista. Algunos recogen su trayectoria artística y otros consagran su serie La Corrida. El gruppo editoriale Fabbri de Milán publica Botero, de la italiana Paola Gribaudo, obra que será publicada en español por Susaeta Ediciones; CELIV de París, publica Fernando Botero OEuvres 1959-1989, escrita por Giorgio Soavi, y por último, la Bibliothèque des Arts de París publica el libro Fernando Botero – La Corrida, del periodista y escritor francés Jean Cau.

 

 

1991

En el Forte di Belvedere, en Florencia, realiza una muestra escultórica que queda reflejada en el libro de Máximo Pacifico: Botero al Forte Belvedere di Firenze. Inaugura exposiciones en Berlín y en la Marlborough Gallery de Tokio. Se exhibe su serie La Corrida en el Palazzo delle Esposizione de Roma.

 

 

1992

Expone en la Fundación Focus de Sevilla y en el Gran Palais de París su serie La Corrida, junto con obras recientes sobre papel y esculturas de pequeño formato. Presenta una retrospectiva en el Kunst Haus de Viena, al igual que una exposición de dibujos en la Galería Didier Imbert de París. En septiembre exhibe sus esculturas monumentales en Montecarlo, y en octubre de este año, coincidiendo con los sesenta años de vida del artista, se produce un evento novedoso que se convertirá en un precedente para con otras grandes ciudades del mundo: París instala a lo largo de los Campos Elíseos 32 esculturas de Botero. Ante esta excepcional exposición, Jacques Chirac, presidente de Francia, señaló:

 

Botero es, en efecto, el lazo entre dos continentes a la vez diferentes y complementarios, entre dos mundos: el de los maestros occidentales y el de la tradición latinoamericana…los personajes y las formas generosas de Botero; sus mujeres llenas de sensualidad, de dulzura y paradójicamente, de pujanza; sus creaciones majestuosas e impresionantes a la vez, van a animar de una manera insólita la avenida de los Campos Elíseos31.

 

Durante este año y conmemorando el triunfo de la serie La Corrida, fueron publicados cuatro libros: Fernando Botero. Tauromaquia, que incluye la entrevista de la directora del Museo de Arte de las Américas en Washington, Ana María Escallón; Botero. La pintura, del escritor, crítico de arte y profesor de la Sorbona Gilbert Lascault; Botero: Aquarelles et dessins, del historiador y crítico norteamericano Edward J. Sullivan, obra posteriormente editada en inglés por Rizzoli, y Fernando Botero- Paintings and drawings, del historiador de arte alemán Werner Spies.

 

 

1993

Sin precedentes en la ciudad norteamericana, dieciséis monumentales figuras broncíneas se exhiben a lo largo de la conocida Park Avenue, en Nueva York. Asimismo, inaugura una exposición en el Palacio de los Papas de Avignon, que es llevada posteriormente al Museo Pushkin de Moscú, y al Museo estatal de El Hermitage, en San Petersburgo.

 

 

1994

Sus monumentales esculturas se exhiben a lo largo del famoso Paseo de la Castellana, en Madrid. Realiza una retrospectiva en el Museo de Arte de Helsinki. Expone en Nueva York, Chicago y Fort Lauderdale, al igual que en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, donde simultáneamente presenta algunas de sus esculturas en los jardines del Museo.

 

Enrique Quintana Michelsen publica su libro, Botero. Posters.

 

 

1995

Expone en Bélgica, París, Beverly Hills y realiza una muestra itinerante en Japón. La escultura Pájaro, donada por el artista a Medellín, es dinamitada por insurgentes, dejando un saldo de veintisiete muertos y varios heridos. Botero, sin embargo, continúa donando obras a su ciudad natal y pide que permanezca la escultura semidestruida en su emplazamiento original, como manifestación de la realidad del país. Este violento acontecimiento podría considerarse como una premonición de lo que sucedería tan sólo unos años más tarde y que se revelaría en su serie Violencia en Colombia.

 

 

1996

Las exposiciones en vías públicas continúan en auge, acercándose de manera estrecha al público citadino. Ciudades como Jerusalén, Nueva York, Washington, Berlín, Caracas, Kyongju serán sus nuevos escenarios. En este año, el artista diseña la escenografía y el vestuario para la ópera La hija del regimiento, de Gaetano Donizetti, coproducida por Montecarlo, Ginebra y Dusseldorf.

 

 

1997

Inaugura exposiciones en Santiago de Chile, Roma, Madrid y en Lugano, Suiza.


 

La crítica Ana María Escallón, directora del Museo de Arte de las Américas, en Washington, entrevista a Botero; la entrevista es publicada por Villegas Editores en la edición del libro, Botero. Nuevas obras sobre lienzo.

 

 

1998

Expone sus monumentales esculturas en la Plaza del Comercio de Lisboa, en Sao Paulo y Basilea.

 

Villegas Editores publica en español e inglés, Botero. Esculturas, con textos del crítico y teórico francés Jean-Clarence Lambert.

 

 

1999

En un reconocimiento sin precedentes para un artista vivo, Botero es invitado a compartir el más importante escenario para el arte, la emblemática Piazza della Signoria, en Florencia. Expone treinta de sus monumentales esculturas junto a Cellini, Giambologna y Miguel Ángel. Simultáneamente ofrece una exposición de pinturas y esculturas de pequeño formato en la Sala de Armas del Palazzo Vecchio. A lo largo de este año realiza exposiciones en Caracas, Tel Aviv y Monterrey.

 

Villegas Editores publica el libro, Botero. Dibujos, con textos del francés Marc Fumaroli, reconocido experto y estudioso en retórica, arte y literatura.

 

 

2000

Decide donar a su ciudad natal, Medellín, una colección de ochenta y cinco obras de su autoría, y veintiuna de artistas internacionales que forman parte de su colección particular. La donación tiene repercusión a nivel no sólo cultural, sino social y urbanístico. Las nuevas instalaciones del Museo de Antioquia, antiguo Palacio Municipal, conllevaron la rehabilitación de la zona céntrica de la capital paisa. Tan emprendedor proyecto sigue hoy día presentando cambios que poco a poco, tanto la ciudad como sus habitantes, van asumiendo y disfrutando.

 

Simultáneamente, Bogotá recibe una donación de 136 de sus obras, y otras 52 procedentes de su colección particular, entre las que se encuentran cuadros de Picasso, Gauguin, Renoir, Dalí, Monet, Corot, Pisarro, Degas, Matisse, Chagall, Toulouse-Lautrec, Miró, Klimt, Tapies, Beckmann, Rauschenberg, Stella, entre otros. El Banco de la República asume la responsabilidad de tan preciado regalo, y a semejanza de Medellín, adquiere una magnífica construcción contigua a la Casa de la Moneda, prolongando las salas de exhibición de la Biblioteca Luís Ángel Arango y conformando con ello una zona cultural y artística en el centro de la capital colombiana.


 

Antes del traslado definitivo de estas obras a Colombia, el artista expone el conjunto de sus donaciones en Madrid, en la Sala de Exposiciones de la Fundación Santander Central Hispano.

 

Durante este año expone sus monumentales esculturas en Pietrasanta, Italia, y presenta una retrospectiva de cien de sus obras en el Palazzo Bricherasio de Turín.

 

La editorial Acatos publica en inglés el primer tomo de los cinco que constituyen el catálogo razonado del artista colombiano: Monograph & Catalogue Raisonné. Paintings 1975-1990, bajo la dirección de Carole Hobi en colaboración con Iris Pavón-Kuenzi y Claudia Tapias, con textos de Edward J. Sullivan y Jean-Marie Tasset.

 

 

2001

Celebra sus cincuenta años de vida artística con una gran exposición retrospectiva en el antiguo Colegio San Idelfonso, en Ciudad de México. En esta muestra son incluidas once obras dedicadas al tema de la violencia en Colombia. El catálogo de la exposición está escrito por el colombiano Álvaro Mutis.

 

Simultáneamente se realizaron exposiciones en Estocolmo y en Copenhague.

 

 

2003

Se publica el libro Botero. Mujeres, con textos del escritor mexicano Carlos Fuentes; la edición en español está a cargo de Villegas editores y la versión en inglés, es de Rizzoli; Asimismo, Santiago Londoño Vélez escribe Botero. La invención de una estética, publicado por Villegas; a su vez, la editorial Taschen publica Botero, escrito por Mariana Hanstein.

 

 

2004

Bajo la declaración: “No voy a hacer negocio con el dolor de Colombia”, Botero dona al Museo Nacional de Colombia, en Bogotá, su serie titulada Violencia en Colombia, constituida por veintitrés óleos y veintisiete dibujos, en su mayoría inéditos. Esta institución, desde muy temprano en la carrera del pintor, ha sido objeto frecuente de su generosidad. A partir de este momento, el artista manifiesta abiertamente su sentimiento por dejar, a través de su pintura, un testimonio sobre el momento dramático de la historia del país.


 

2005

Motivado por hacer de su pintura un testimonio histórico del horror y la injusticia en el acontecer humano, plasma en una colección de cincuenta óleos, las torturas inferidas por soldados norteamericanos a prisioneros iraquíes en la prisión de Abu Ghraib, en Irak. Dicha colección es exhibida por primera vez el 16 de junio, en el Palacio Venecia de Roma, antigua residencia del líder fascista Benito Mussolini. Botero ha sido el primer pintor vivo en exponer en estas salas. En octubre es exhibida en Alemania y luego en Atenas. Posteriormente la colección es mostrada en Estados Unidos. El objetivo final de las obras expuestas es el convertirse en memoria de la historia universal, evidenciando la crueldad e infamia humanas.

 

 

2006

Botero vive y trabaja en París, Nueva York, Montecarlo y Pietrasanta. Si bien las condiciones de seguridad personal en Colombia han ido mejorando en estos últimos años, es mínimo el tiempo que Botero permanece en su país natal.

 

La vitalidad que aún hoy en día acompaña al artista, y el conocer y dominar todos los oficios tradicionales en pintura, dibujo y escultura, le han permitido seguir realizando su sueño diario: poderse dedicar al arte, confirmando con ello una de sus premisas: “el problema no es cambiar sino profundizar”.




1 Fernando Botero, Editora Cinco, s. p.

2 Ana María Escallón, Nuevas obras sobre lienzo, Bogotá, Villegas editores, 1997, p. 12.

3 José Manuel Caballero Bonald, Botero. La corrida, Madrid, Lerner & Lerner editores, 1989, p.21.

4 Walter Engel, Botero, Bogotá, Ediciones Eddy Torres, 1952, p. 6.

5 Paola Gribaudo, Botero, Milán, Susaeta Ediciones, 1990, p. 3.

6 Walter Engel, op. cit., p. 7.

7 Ibid., p. 8.

8 Cf. Paola Gribaudo, op. cit., p. 3. La obra Frente al mar aparece en este libro con el nombre En la costa.

9 Ibid., pp. 3-4.

10 Ana María Escallón, op. cit., p. 21.

11 Ibid., p. 20.

12 Cf. Bernard Berenson, Los pintores italianos del Renacimiento (1932), México, Editorial Leyenda, 1944, pp. 120-122.

13 Álvaro Medina, “Botero encuentra a Botero”, en Procesos del arte en Colombia, Bogotá, Colcultura, 1978, pp. 453-454.

14 Eugenio Barney Cabrera, “Arte y artistas”, en suplemento literario de La República, Bogotá, 26 de marzo de 1955.

15 Ana María Escallón, op. cit., p. 23.

16 Cf. Marta Traba, op. cit., s. p.; Álvaro Medina, op. cit., p. 463. Cuevas, con sus enormes figuras de volumen y peso muy densos, coincide con el Botero expresionista de 1959-1962, en el carácter transitorio de sus trabajos y en la búsqueda plástica en que ambos están inmersos, pero Botero lo hace a partir de Piero della Francesca, mientras que Cuevas toma como referencia a Andrea Mantegna. Si bien se aproximan formalmente, a nivel conceptual divergen diametralmente, ya que las figuras de Botero son de una objetividad inconmovible, mientras que las de Cuevas están cargadas de fuertes pasiones.

17 Ana María Escallón, op. cit, p.23.

18 Este Salón de artistas fue el que promocionó a la generación de Los Nuevos en Colombia: jóvenes artistas que se impusieron al grupo de los muralistas y de los Bachués, conformado por Enrique Grau, Lucy Tejada, Alejandro Obregón, Jorge Elías Triana, Fernando Botero entre otros.

19 Álvaro Medina, op. cit., p. 470.

20 Museo de Antioquia, catálogo de la Donación Botero. Museo de Antioquia, Medellín, Villegas editores, 2000, p. 178.

21 Ana María Escallón, op. cit., p. 24.

22 Museo de Antioquia, op. cit., p. 178.

23 Gilbert Lascault, Botero. La pintura. Elogio de las esferas, de la carne, de la pintura y de muchas cosas más, Madrid, Lerner & Lerner, 1992, p. 321.

24 Jack Kroll, “Reviews and previews: New names this month”, en Art News, vol. 61, New York december 1962, p. 20.

25 Cf. Gonzalo Arango, “Discurso para Botero”, en lecturas dominicales de El Tiempo, Bogotá, 22 de agosto de 1965, p. 7.

26 Tracy Atkinson, Fernando Botero: recent works, Milwaukee Art Center, December 1 - January 15, 1967.

27 Gilbert Lascault, op. cit., p. 322.

28 Museo de Antioquia, op. cit., p. 180.

29 José Manuel Caballero Bonald, op. cit., p. 40.

30 Vargas Llosa, Botero. La suntuosa abundancia, New York, William Gelender, 1985, pp. 22 y ss.

31 Museo de Antioquia, op. cit., p.181.