Vivir a la enemiga en el siglo XXI

El concepto Vivir a la enemiga no es mío, lo he tomado de Fernando González. Por eso, antes de presentar mi escrito, cito un breve párrafo de Fernando González. Tenga paciencia amable lector. No citamos por vanidad, citamos lo estrictamente necesario y solo cuando es importante.


"¿Por qué afirmo que vivo a la enemiga? Porque he luchado contra todo lo existente. [...] Porque me odio mucho en cuanto soy persona, o sea, odio y lucho contra mis instintos. No he logrado aprobarme un solo día. Nada de lo que hice me parece bien. Es otra la vida que quisiera para mí. Quiero ser otro. Padezco, pero medito. Tengo abundancia de instintos. Vivo pues, como hombre moral, en lucha conmigo mismo, derrotado casi siempre; hace cuarenta años que vivo derrotado, en angustia, amando a un santo que yo podría ser y siendo un trapo sucio. [...] Y así como me odio a mí mismo, odio a la Colombia actual; y así como amo al santo que podría ser, amo a la Colombia que sueño. En consecuencia, mi lema será: Padezco, pero medito". (Fernando González, El Remordimiento, 1935)


Antes de hacer una nueva diatriba contra el mundo debo ajustar cuentas conmigo, no es por vanidad, ni es por una ánimo de confesión, es porque el autor de cualquier cosa escrita no se debe esconder. En mi caso personal, debo admitir, que a mis 44 años no estoy conforme conmigo porque:


1) Nunca he logrado un equilibrio económico, soy un mamarracho para dilapidar dinero, he sido un desastre para todas las reglas del mercado y, desde que me conozco, siempre estoy en deuda, ya sea con unos amigos o con bancos. (Siempre intento pagar a todos, a veces no lo logro rápido), al respecto, soy un caso patológico, peor que Marx o Dostoievski. Si Freud viviera me encerraría para observarme y escribir un caso de neurosis moderna.


2) No he podido dejar mi adicción por el alcohol (aguardiente antioqueño o ron antioqueño) no he sucumbido en el alcohol por el control férreo y dictatorial de mi esposa y por mis obligaciones laborales, tampoco es que sea tan irracional. El último exabrupto lo cometí, cuando el año pasado, a las seis de la tarde fui a dar una conferencia sobre Fernando González, en Santa Elena, prácticamente ya borracho, aún tengo vergüenza con los amigos nadaístas.


3) Soy un fracaso como ser humano en el mundo cotidiano. Salvo leer y escribir (que, creo es lo único que hago, más o menos, bien) no se hacer nada más en la vida. Me da mucha lidia vivir. Esto no lo digo con infulas de intelectual, lo digo, auténticamente, porque en la vida cotidiana he sufrido bastante y mis seres cercanos, son testigos y me han padecido.


Ahora sí:

Vivir a la enemiga en el siglo XXI


I. Odio al sistema financiero.

Siempre los banqueros logran hacernos sentir mal, si uno sabe las reglas del mercado y es astuto y sabe jugar con el crédito, uno es un ser humano ejemplar y deseable. Pero, si uno, irracionalmente pierde el control y logra créditos bancarios, sea en tarjetas, sea en préstamos, y luego, uno no logra pagar sagradamente sus cuotas, uno se vuelve la escoria de la humanidad. Estar en la lista de datacrédito es la calamidad del mundo moderno, es como sí uno, siglos atrás, hubiera estado anotado en lista negra de los pecadores reportados a la santa inquisición. Es mejor irse para el infierno de una vez.


II. Odio al burocratismo del Estado moderno.

Sea como funcionario público (o sea proletario intelectual) o sea como ciudadano, el poder múltiple, infinto e infame del Estado aplasta siempre al individuo. A uno para cualquier diligencia le piden más papeles que todo lo publicado desde la imprenta. El otro día en la registraduría me conmovió una señora anciana que llegó muy angustiada porque no sabía cómo "se sacaba un papel que acreditara que ella aún seguía viva". Y como funcionarios públicos, por ejemplo en Colombia, la vaina se ha ido degradando más. Sobre todo con la explotación velada de la triste y conocida modalidad de contratos por prestación de servicios. Y con la infinidad de requisitos para que uno, profesional, pueda trabajar con el Estado en contratos de a un mes; eso sí, si uno tiene un padrino político, ésta sí, última modalidad que no ha cambiado desde el siglo XVIII. Cuando fui Contralor Axuliar en la Contraloría de Antioquia aprendí la siguiente máxima: "Acá (en un trabajo con el Estado) nadie sale por malo, ni nadie entra por bueno".


III. Odio a las religiones.

El mundo actualmente vive una nueva ola de puritanismo. Los ateos nos toca esconder nuestra incredulidad. No aceptar al dios judeocristiano católico apostólico y romano o al dios prostestante evangélico norteamericano es una falta grave en la sociedad. De alguna manera los impíos, ateos, paganos y sinvergüenzas debemos esconder nuestro atrevimiento de cuestionar "el poder de Dios en la tierra" y, peor aun, de "no temer a la segunda anunciada y prometida llegada de Jesucristo a la tierra".

Odio cualquier forma de representación religiosa; causan escozor, y lamentablente, cada vez, los religiosos son más.


IV. Odio a la idea de triunfo, felicidad y éxito moderno.

La nueva tiranía contra el sujeto moderno es la imposición burguesa de la felicidad. El imperativo de hoy es: "Todos debemos estar felices, todos debemos ser ricos, todos debemos ser bellos" so pena del escarnio público. Los feos, los fracasados y los mal humorados no tenemos cabida en la sociedad de la felicidad. Miles de influencers, miles de especialistas en coaching , miles de guías espirituales de la autosuperación.... Embaucadores por doquier, son los nuevos sacerdotes de la sociedad. "No eres rico y feliz porque no te lo has propuesto.... yo decreto ser feliz, universo", suelen decir, todos estos embaucadores inmamables.


Conclusión

Vivir a la enemiga en el siglo XXI

Somos discípulos de Nietzsche, de Marx y de Freud, los maestros de la sospecha. Somos discípulos de los pensadores antioqueños: Fernando González y Fernando Vallejo. Vivimos a la enemiga porque no nos gusta el mundo actual. Amamos la soledad, los libros y el silencio. Somos putos y nos gusta el trago. Escribimos por necesidad existencial, no para ser millonarios. No nos gusta la mendicidad, porque la mendicidad es otra patraña cristiana; somos aristócratas del pensamiento. Nos gusta trabajar, porque no nos tocó una herencia, ni somos delfines, hijos de algun presidente; trabajamos para poder comer y para beber con dignidad y, para comprar cuando se pueda: un libro o una botella de aguardiente. No queremos triunfar, queremos estar tranquilos y poder leer, o no leer, hacer algo o no hacer nada, según nos de la gana, en una mañana soleada.


.... "¿Para qué escribís y publicás tanta pendejada, Frank David, por eso es que te echan de los trabajos".


- ¡Déjame mujer!, algún día, alguien, cuando yo me muera, me va a leer.


- "Siga... siga con esos cuentos que, el lunes con esos cuentos, va a mercar".




Frank D Bedoya M

6 de enero de 2023, en una montaña de Antioquia.