Simón Bolívar.

Compendio de las conferencias y escritos más destacados del historiador Frank D Bedoya M

©Frank David Bedoya Muñoz

©Ediciones Zaratustra

Pintura: Castillo Cervantes, 1983.

Edición digital: 2022

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siempre y cuando se citen el autor y la fuente.

Índice

Ensayo sobre la autenticidad y el valor de Mi delirio sobre el Chimborazo

¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar?

El eterno retorno del Libertador

Bolívar y el momento actual









Ensayo sobre la autenticidad y el valor de

Mi delirio sobre el Chimborazo

Ensayo publicado en la Revista Gotas de Tinta N°1, 2010. Y citado en la biografía: Bolívar Libertador de América (2019) de Marie Arana.

Simón Bolívar fue un guerrero, un estratega, un creador de naciones, un espíritu libre, un Libertador, y además de todo esto, fue un muy buen escritor. Creó más de 3.500 documentos entre cartas, discursos, proclamas y decretos. Toda su obra escrita se caracteriza por una gran lucidez y una asombrosa contundencia, su Manifiesto de Cartagena, su Carta de Jamaica y su Discurso de Angostura, son la mejor muestra de ello. Pero además existe un escrito singular, tanto por su estilo como por su contenido, que ha causado gran controversia, en tanto que algunos, se han negado a creer que haya sido escrito por Bolívar, ese es Mi Delirio sobre el Chimborazo.

La primera copia conocida del documento está fechada el 13 de octubre de 1822, Vicente Lecuna, quien fuera el principal investigador y editor de los documentos de Simón Bolívar, expresó que dicha copia la conservaron los descendientes del Coronel Vicente Aguirre en Quito. El escrito además fue publicado por primera vez en 1833, tres años después de la muerte de Simón Bolívar, en la Colección de documentos relativos a la Vida Pública del Libertador de Francisco Javier Yañes y Cristóbal Mendoza. A pesar de que existe una copia y una publicación de la época, el original no se ha encontrado.

¿Qué dicen los principales biógrafos de Simón Bolívar sobre la autenticidad de este documento?

El historiador alemán Gerhard Masur, en su biografía Simón Bolívar, asume la posición más escéptica: “El contraste entre los picos de los Andes, con sus crestas de nieves eternas, y la lozanía de la naturaleza tropical inspiró a Bolívar. Empero la leyenda de que ascendió al Chimborazo en un día no se funda en la realidad. Para realizar semejante hazaña habría tenido que ser un semidiós. Bolívar no estuvo jamás en el Chimborazo, y el himno cuya composición se le atribuye es una falsificación, además mala.” (1)

El historiador venezolano Augusto Mijares, en su biografía El Libertador, asume una posición cautelosa: “Durante uno de estos viajes parece que subió al Chimborazo y que poco después de esa excursión escribió la fantasía poética titulada Mi Delirio sobre el Chimborazo. […] No se ha encontrado el original; y las copias más antiguas, fechadas en Loja el 13 de octubre de 1822, no permiten asegurar la autenticidad del texto. Críticos muy autorizados consideran que el Delirio fue escrito sin duda alguna, por Bolívar; aunque Lecuna supone que el Libertador no subió en realidad al Chimborazo, mientras que Grisanti no sólo da como verdadera aquella excursión, sino que aduce numerosos pormenores relativos a ella. Otros autores, por el contrario, consideran el Delirio como una falsificación, que se hizo imitando con escasa felicidad el estilo bolivariano.” (2)

Los historiadores norteamericanos, Waldo Frank en su biografía Simón Bolívar Nacimiento de un mundo, David Bushnell en su biografía Simón Bolívar Hombre de caracas proyecto de América, y el historiador español Mario Hernández Sánchez-Barba en su biografía Simón Bolívar Una pasión política, no hacen ninguna mención del Delirio sobre el Chimborazo.

Por otra parte, la historiadora francesa Gilette Saurat en su biografía Bolívar El Libertador, afirma la autenticidad del escrito y además cita apartes de él: “De esa época data verosímilmente esa página asombrosa escrita al regreso de una excursión al más majestuoso de los volcanes ecuatorianos, conocido bajo el título de «Mi Delirio sobre el Chimborazo»: «Yo venía…” (3)

Y finalmente el historiador británico John Lynch, en su reciente biografía Simón Bolívar expresó: “Siguiendo los pasos de La Condamine y Humboldt, Bolívar subió a la montaña de 6.267 metros, donde experimentó una extraña transformación de carácter espiritual: de pie en lo alto del mundo, vio una aparición que le enseñó la historia del pasado y los pensamientos del destino. Poseído por el dios de Colombia, el Libertador estuvo sumido en este delirio, hasta que la poderosa voz de Colombia lo despertó. Luego, en un estado de hiperconciencia, describió la experiencia en Mi Delirio sobre el Chimborazo, un documento en apariencia tardío y publicado póstumamente. ¿Es cierta esta historia? ¿Es el texto un relato auténtico de un hecho real? ¿O se trata en cambio de un ejercicio de ficción literaria realizada por el mismo Bolívar? ¿O de una metáfora sobre la transfiguración del nuevo salvador sobre una montaña americana, inventada por un devoto temprano del culto de Bolívar? La mayoría de los estudiosos bolivarianos consideran la composición auténtica. Para algunos es una revelación del verdadero Bolívar. Con todo, el escrito continúa siendo un misterio, y la ausencia de testimonios que corroboren su autenticidad y de referencias contemporáneas invita a adoptar una posición agnóstica al respecto.” (4)

Como se puede apreciar, los principales biógrafos de Bolívar, en términos generales, mantienen una posición escéptica sobre el asunto, y esto es comprensible, dado que el rigor del método histórico, obliga, frente a la ausencia del documento original, mantener una postura cautelosa. Por otra parte, saber si Bolívar ascendió o no a la cima del Chimborazo, no es lo importante. Se sabe con toda certeza que Bolívar estuvo en el año de 1822 muy cerca al volcán, no es raro pensar, que un hombre acostumbrado a los más inclementes viajes, en caballos y en mulas, en distancias sorprendentes que, a cualquier hombre, de la época o de hoy, asombraría; viajes por todo un continente de selvas, llanos, altas montañas, pantanos, climas diversos y extremos, en fin… Todo ello, nos da a entender, que no es raro, que Bolívar, haya hecho una excursión al Chimborazo; ¿qué tanto haya ascendido? eso sí, nos quedamos sin saberlo. Pero como decía antes, esta cuestión se vuelve trivial, lo importante es valorar y discernir sobre la autenticidad del escrito Mi Delirio sobre el Chimborazo.

Hoy en este ensayo, a partir de un nuevo elemento que me parece un indicio clave para decidir sobre la autenticidad de este escrito, sustentaré la siguiente tesis: Mi Delirio sobre el Chimborazo es un escrito auténtico del Libertador Simón Bolívar. Antes de argüir esto, observemos pues, el texto completo en cuestión.

Mi delirio sobre el Chimborazo (5)

Simón Bolívar

“Yo venía envuelto con el manto de Iris (6), desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco (7) al Dios de las aguas.

Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo.

Busqué las huellas de La Condamine (8) y de Humboldt (9), seguilas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento.

Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes.

Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad.

Belona (10) ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? ¡Sí podré!

Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo.

Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo.

Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.

De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano…

«Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente.

¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe?

¿Crees que es algo tu Universo?

¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros?

¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos?

¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad?

¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos?

Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano».

Sobrecogido de un terror sagrado, «¿Cómo, ¡oh Tiempo! —respondí— no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto?

He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos.

Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino».

«Observa —me dijo—, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres».

La fantasma desapareció.

Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho.

En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.” (11)

* * *

El nuevo elemento que me parece un indicio clave para afirmar que Mi Delirio sobre el Chimborazo es un escrito auténtico del Libertador Simón Bolívar, es el siguiente:

No voy a presumir que haya descubierto nada nuevo, de hecho, el nuevo elemento para confirmar la autenticidad de este escrito, es una muy reconocida carta de Bolívar. Lo que me sorprende es, que ninguno de los biógrafos de Bolívar e investigadores de sus documentos, hasta ahora, no hayan caído en la cuenta de lo que voy a señalar.

Se trata de aquella carta que envió Simón Bolívar a su maestro Simón Rodríguez, desde Pativilca el 19 de enero de 1824, donde le decía: “¿Se acuerda Vd. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? […] Vd. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Vd. me señaló.” (12)

Pues bien, el indicio que me confirma la autenticidad de Mi Delirio sobre el Chimborazo, viene a continuación. En esta misma carta, un párrafo más adelante, Bolívar le dice a Simón Rodríguez:

“Venga Vd. al Chimborazo; profane Vd. con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Vd. la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podrá decir: dos eternidades me contemplan: la pasada y la que viene; y este trono de naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como el padre del Universo.” (13)

Además de la alusión directa al Chimborazo, vemos, que en tan sólo un párrafo, Bolívar vuelve a utilizar algunos de los conceptos que utilizó en Mi Delirio sobre el Chimborazo, comparemos:

Mi Delirio sobre el Chimborazo es un escrito auténtico del Libertador Simón Bolívar.

Además, valoremos el texto.

Cuando Bolívar escribió este sublime texto poético, había logrado crear un ejército glorioso, había creado una nueva inmensa nación llamada Colombia, estaba ganando la guerra a los españoles, y estaba a punto de expulsarlos definitivamente de Suramérica. Había libertado y unido países. Había recorrido en caballo más kilómetros, de lo que cualquier humano se pudiera imaginar. De tal manera que Mi Delirio sobre el Chimborazo no es sólo un poema, es la experiencia de la grandeza, la sensibilidad de la gloria alcanzada, el testimonio de la grandeza humana, pero a su vez, la modestia de un mortal frente al Universo y un tributo a la majestuosa naturaleza. Era nada más y nada menos que un dialogo con el Tiempo.

¿Acaso el siguiente párrafo no es el relato más fiel del periplo heroico de Bolívar?: “Este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad.”

¿Acaso el siguiente párrafo, -donde está hablando el Tiempo- no es la más bella y perfecta definición del tiempo que algún poeta haya podido crear?: “«Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente».”

¿Acaso las siguientes cuestiones, que Bolívar pone en la voz del Tiempo, no son las más lúcidas preguntas, dirigidas al hombre?: “¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos?”

Además, sólo el Libertador Simón Bolívar, en un momento de profunda inspiración, podía afirmar estas palabras: “Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino».

Este escrito singular de Bolívar, tiene un parecido increíble con los discursos de la obra Así habló Zaratustra de Friedrich Nietzsche.

Mi Delirio sobre el Chimborazo es una pieza fundacional de la poesía en nuestro continente, y bien puede ser, uno de los himnos fundadores de nuestros orígenes. En todo caso será siempre el más bello canto, al hombre más grande de Suramérica, -con la particularidad que fue hecho por él mismo-.

* * *

[1] Gerhard Masur, Simón Bolívar, Editorial Grijalbo, Bogotá, 1984, p. 402.

[2] Augusto Mijares, El Libertador, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1987, p. 430.

[3] Gilette Saurat, Bolívar El Libertador, Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1987, p. 482.

[4] John Lynch, Simón Bolívar, Editorial Crítica, Madrid, 2006, p. 231.

[5] El Chimborazo es un volcán inactivo del Ecuador. Con 6.267 m, es el volcán más alto del Ecuador, pero también es el más alejado del centro del planeta.

[6] En la mitología griega Iris es la personificación del arco iris.

[7] El río Orinoco es uno de los ríos más largos de Suramérica, que atraviesa gran parte de Venezuela y Colombia.

[8] La Condamine en el año 1736, para una misión francesa en el Ecuador, midió el arco de un meridiano e hizo la ascensión al Chimborazo.

[9] En 1802 el barón Alexander von Humboldt, acompañado de Aimé Bonpland y del ecuatoriano Carlos Montúfar trataron de subir hasta la cumbre, pero desistieron a los 5.875 m.

[10] Belona en la mitología romana es la diosa de la guerra.

[11] Simón Bolívar, Obras Completas, Fundación para la Investigación y la Cultura FICA, Bucaramanga, 2008, Tomo IV, p. 53.

[12] Ibíd. Tomo IV, p. 309.

[13] Ibíd. Tomo IV, p. 310.










¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar?

Conferencia presentada el 12 de marzo en el Pequeño Teatro de Medellín, con motivo de la marcha definitiva a Venezuela. Luego presentada en una gira exitosa por Caracas en el primer semestre del 2012 y finalmente en el X encuentro Internacional de Cátedras Martianas y III encuentro Internacional de Vigencia del Pensamiento Bolivariano en Maracaibo los días, 26, 27 y 28 de julio de 2.012.

Hay un pasaje muy conmovedor en la novela El general en su laberinto de Gabriel García Márquez, que creo resume bastante bien lo que hoy vengo a decir aquí.

Transcurrían los últimos días del Libertador: “Era el fin. El general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se iba para siempre. Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme hasta la semana anterior, pero a la hora de irse no se llevaba ni si quiera el consuelo de que se lo creyeran”.[1]

Existe una gran paradoja en nuestros orígenes políticos, el hombre que después de haber dirigido exitosamente las guerras de emancipación y que fundó la gran nación colombiana en el año 1819, terminó siendo vilipendiado, calumniado y desdeñado. El amor que suscitó, muy pronto se convirtió en temor y odio. ¿Recuerdan estas amargas y célebres palabras de despedida?: “Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiábais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono”.[2] Nada en estas palabras era retórica.

¿Por qué esta tragedia? ¿Cómo se llegó a este estado de insensatez? Adelantemos un intento de respuesta. Los enemigos de Bolívar temían que él se convirtiera en un rey y los amigos de Bolívar querían que él se convirtiera en un rey. Él sabía que esto era absurdo, que su fin no era alcanzar un trono, que su fin era la realización de la libertad. Que, si hubiera querido ser un rey, tranquilamente tenía el poder para serlo, y sin embargo, prefirió proponer —atención: proponer, no imponer—, un modelo de constitución para América, pero la vida no le alcanzó para defender su proyecto constitucional, la vida no le alcanzó para detener la desintegración y el fin de Colombia, la vida no le alcanzó para aguantar la avaricia, la impertinencia y el débil coraje de los demás.

No fue una exageración lo que algún día escribió Germán Carrera Damas: “Colombia fue una república de un solo ciudadano”.[3]

¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar? ¿Tiene algún sentido plantear esta pregunta ahora? ¿No será más bien la testarudez de un historiador que no sabe en qué tiempo y en qué lugar está? ¿Para qué carajos esa pregunta ahora? Pues bien, hoy vengo a decir, que en las posibles respuestas a esta pregunta encontramos una clave para entender parte del fracaso político que hemos acumulado en estos 200 años. Hoy vengo a decir que el camino que tomó la nación colombiana, el camino de imitar ciegamente el liberalismo occidental, el camino que Bolívar advirtió que sería tan peligroso para nuestro porvenir, ese camino de no ser autóctonos e imitar ciegamente las formas políticas del Atlántico Norte, ese camino, digo, aún hoy, nos conduce hacia más grandes precipicios que aquellos en los que ya hemos caído.

Ustedes saben que muy pronto los seguidores de Santander y él mismo, se llamaron a sí mismos ampulosamente liberales. ¡Ay Santander! La verdad hoy no quiero hablar mucho de él… Ya basta con las conferencias que le dediqué hace poco para develar su perfidia [4]. Sí, se llamaron liberales, y pensaron que con eso bastaba. ¿En qué consistía ese liberalismo? Escuchemos la magnífica respuesta que recientemente dio el historiador John Lynch: “Los liberales no eran borregos. Ellos también querían poder absoluto. Para la gente como Santander, ser libre significaba gobernar a otra gente. La posesión del gobierno, ésa era la piedra de toque de su liberalismo. Para parafrasear a Alberdi, que advirtió una tendencia similar en Argentina, a los liberales colombianos nunca se les ocurrió respetar las opiniones de los que estaban en desacuerdo con sus ideas” [5]. Hay veces que no logró entender por qué la ingenuidad política en Colombia. ¿Liberales? ¿Liberalismo? ¿Acaso no sabemos ya, que ha hecho el liberalismo colombiano en 200 años? ¿Si lo que salvaría a Colombia después de despreciar las ideas políticas de Bolívar era el liberalismo de Santander, por qué nunca juzgamos entonces su gobierno liberal que duró casi una década después de la muerte del libertador? ¿Liberalismo colombiano? ¿Todavía alguien decente cree en eso?

Y lo peor, han dicho: 'Si Santander era liberal entonces Bolívar por ende era conservador'. Pobre Bolívar, aún debe de estar revolcándose en su tumba por esto, hasta el conservadurismo colombiano se lo achacaron. ¿No se acuerdan acaso que Mariano Ospina Rodríguez mucho antes de fundar el partido conservador participó en el atentando que buscaba asesinar a Bolívar en la noche del 25 de septiembre de 1828? Muchos retruécanos tuvieron que hacer los godos para forzar la idea de que Bolívar era el padre de su partido. Y esto no es todo, ¡que el principal defensor de Bolívar a mediados del siglo XX en Colombia sea el tirano y fascista Laureano Gómez! Reconózcanme, si no es verdad que a Bolívar en Colombia le fue muy mal hasta después de muerto al relacionarlo con esa gentuza. Partidos liberal y partido conservador en Colombia, eso no tiene nada que ver con la vida y obra de Simón Bolívar. Liberalismo y conservadurismo en Colombia, y que en su nueva versión de bipartidismo uribista-santista, han sido nuestra fatalidad.

Una querida amiga y un buen compañero de luchas políticas al ver el título que le puse a esta conferencia, me hicieron amablemente la observación de que a Bolívar sí lo quisieron acá, ya fueran algunos militares de la época de la independencia, ya fueran los gobiernos posteriores que inundaron de estatuas de Bolívar cuantas plazas y parques hay en Colombia. Yo digo hoy, que eso no es haber querido a Bolívar. Bolívar murió solo, no sólo padeció la perfidia de sus enemigos sino la impertinencia de sus amigos. Respecto de las estatuas, sí hay muchas, en cada pueblo hay una, pero las gentes de esos pueblos no saben quién fue Bolívar, sobre todo no saben cuáles son las tragedias de nuestros orígenes, esa historia no se la saben, bueno ni esa ni ninguna. Ya lo han reiterado algunos, y es verdad, estatuas de Bolívar tan solo para que se las caguen las palomas.

¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar? Hagamos un poco de historia.

John Lynch señala que para Bolívar “fue un cruel sino el que en el mundo que había creado nadie fuera su igual y cualquiera pudiera convertirse en su crítico” [6]. Efectivamente, era una triste paradoja que, en aquel inmenso territorio liberado por Bolívar, inmediatamente todos en cada rincón, comenzaran a desestabilizar, a inventar artimañas y a arrogarse su papel de estadistas que no eran y que tan sólo, en verdad, los movía la ambición de tomar cada un trozo de poder.

No se había ido el último español, y ya comenzaban por todas partes movimientos de desintegración y revueltas. En cada parte una nueva querella. No se olviden que este territorio es lo que es hoy Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia, y Bolívar tendría que ir y venir en caballo para tratar de mantener la unión en esa inmensa parte del mundo que libertó. Es en ese contexto y a propósito de la nueva creación de Bolivia, que el Libertador decidió formular un proyecto constitucional pertinente para solucionar el caos de su gran patria América. Como ya se ha dicho, Bolívar no quería imitar las constituciones liberales, ni mucho menos las retrogradas monárquicas, él tenía claro que la América requería unas leyes propias a las difíciles y únicas circunstancias que teníamos.

El pensamiento político de Bolívar se concretará en su Constitución de Bolivia, aquella misma que será la más criticada por sus contemporáneos, ni en la misma Bolivia se aplicó en su totalidad, él la proponía para toda su América libertada, nadie se la aceptó. En términos generales, nos explica el historiador Mario Hernández Sánchez-Barba, que el proyecto constitucional de Bolívar configuraba tres campos políticos: “En el campo de las libertades, la abolición de las castas, la esclavitud y los privilegios; respondiendo al deseo igualitarista, el Poder Electoral era una vía para conseguir el equilibrio social. Y el campo más importante y decisivo, era la creación de un poder presidencial […] La solución constitucional de Bolívar ofrece una solución política; rechaza el Estado absolutista, pero sin el debilitamiento del Estado que, estima, es el defensor natural de los débiles y el mejor instrumento capaz de extender el bien público a través de las leyes que corrigen las diferencias que pudieran producirse en la relación política, es decir, en la convivencia social” [7]. En realidad, el proyecto constitucional de Bolívar era bastante lúcido, original y defensor de lo público, pero sus contemporáneos sólo se fijaron en el aspecto más polémico, la constitución contemplaba para el poder ejecutivo una presidencia vitalicia con derecho a elegir su sucesor. Hasta ahí llegó el amor al Libertador, en adelante, todos le reclamarían que eso era, simplemente, una monarquía. Nadie entendió nada. Bolívar explicó en su discurso de presentación del proyecto constitucional este punto polémico, así: “El Presidente de la república viene a ser en nuestra Constitución como el sol que firme en su centro da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquía, se necesita, más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados y los ciudadanos, los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo, y moveré el mundo” [8]. Hablaba de una presidencia vitalicia, no de una monarquía. En su correspondencia se refería a su constitución así: “Yo no encuentro otro remedio que el de la Constitución Boliviana: en ella se encuentra reunido por encanto la libertad más completa del pueblo con la energía más fuerte en el poder ejecutivo” [9]. “El código boliviano es el resumen de mis ideas, y yo lo ofrezco a Colombia como a toda la América” [10].

Nadie quiso discutir siquiera este proyecto. Bolívar terminó admitiendo con pesar que su proyecto de constitución no era querido. Nunca la impuso, este hecho casi nunca se menciona, la Constitución de Bolivia quedo sin ser utilizada, su autor se la guardó para sí. Más allá de discusiones constitucionales, es importante resaltar un hecho que acrecentaba el temor a una presidencia vitalicia, pues que muchos estaban esperando la muerte de Bolívar para obtener el poder presidencial; el primero, Santander, todos sabían que el sucesor que Bolívar elegiría era Sucre, quien, dicho sea de paso, no tenía ninguna ambición política. De esos temores es que se nutrirá el liberalismo, se les estaba insinuando que no tendrían la oportunidad de gobernar. Como bien lo expresa John Lynch, para Bolívar, “la constitución boliviana fue su última solución, la expresión final de sus esperanzas, pero, como sospechaba, sólo Sucre estaba en condiciones de aplicarla y gobernar en su ausencia. Si Sucre era rechazado, ¿qué podía esperarse entonces? No había otros procónsules conformes con ella. A medida que arrastraba su constitución boliviana de un país a otro, ésta se convirtió en un lastre en su equipaje del que no tenía forma de deshacerse. La presidencia vitalicia en particular era un escollo: cerraba el camino al éxito a todos los demás candidatos; negaba a los políticos las gratificaciones de poder y a sus protegidos los frutos de sus cargos” [11].

Pero el asunto es más complejo. En un reciente estudio crítico de la independencia: La majestad de los pueblos en la Nueva Granada y Venezuela, María Teresa Calderón y Clément Thibaud arrojan nuevas luces sobre un problema poco estudiado, y es que pasar de la Majestad del Rey a la Soberanía de los pueblos, es un proceso que no se hace tan fácil, o en todo caso no tan rápido. El hombre moderno ha sido supremamente ingenuo al pretender que de un día para otro se pase de adorar a un rey, a la práctica democrática pura; como si al otro día de mocharle la cabeza al rey ya las masas esclavizadas y fanáticas, por arte de magia, se convirtieran en ciudadanos ilustrados haciendo lúcido uso de su cédula electoral; qué tan rápido olvidamos, que la misma Revolución Francesa, no logró terminar el propio caos que creó, hasta no experimentar nuevamente una nueva majestad, la de Napoleón Bonaparte, no la soberanía del pueblo propiamente.

Pues bien, según Calderón y Thibaud, en nuestro caso “la figura del caudillo suplanta a la del monarca, pero no subvierte sus atributos: se calca sobre ellos. Al igual que el soberano desaparecido, Bolívar es uno y único. A pesar de que no participa de una condición sobrenatural, su preeminencia no conoce equivalente en este bajo mundo. Su superioridad es radical. La gloria y las hazañas libertarias lo impulsan a una altura desde la que sólo se manifiestan las verdades inmutables que remiten al más allá. Su autoridad parece así garantizada por Dios. Al igual que el soberano de derecho divino, su presencia le confiere un punto de anclaje al orden mundano, sustrayéndolo del cuestionamiento que embarga a los mortales, de sus juicios, siempre precarios y cambiantes. Elevar al Libertador al lugar de monarca, consagrarlo emperador, en un movimiento que recuerda a Bonaparte, no constituye pues un deslizamiento que subvierte el proyecto republicano, atribuirle a la veleidad y la ambición personal, sino que evidencia esta dimensión de su autoridad que irá aflorando a lo largo de la crisis”. [12]

¡Claro! No es que Bolívar quisiera una monarquía como lo acusan los liberales, no es que tan sólo tergiversaran su constitución boliviana, no es que Páez se hubiera enloquecido al sugerirle que se coronara, no es que Santander el más ilustre liberal, quisiera salvar al pueblo de las ansias monárquicas de Bolívar, es que acá no se pasó ni un ápice de la Majestad del Rey a la Soberanía del pueblo. Ya nos lo decía también John Lynch en su prefacio a su reciente trabajo biográfico: “Simón Bolívar tuvo una vida corta pero extraordinariamente plena. Fue un revolucionario que liberó seis países, un intelectual que debatió los principios de la liberación nacional, un general que libró una cruel guerra colonial. Inspiró a la vez devociones y odios extremos. Muchos hispanoamericanos querían que se convirtiera en su dictador, en su rey; mientras que otros lo acusaron de ser un traidor, y hubo quienes intentaron asesinarlo. Su memoria se convirtió en inspiración para generaciones posteriores, pero, al mismo tiempo, también en un campo de batalla” [13].

Y Bolívar en medio de esta marejada, tanto los que lo querían como los que lo odiaban lo estaban midiendo con la Majestad de un rey, con razón nadie se detuvo a discutir siquiera sus ideas políticas; para discutir sobre constituciones se requería pasar de la Majestad del Rey a la Soberanía del Pueblo y eso acá no ocurrió. Es más, creo que aún después de 200 años no ha pasado. Cualquier presidentico mafioso acá todavía es adorado con la majestad de un rey.

Mientras tanto Bolívar sobresaltado escribía y escribía, pero nadie le prestaba atención, escuchen algunas de estas frases que he seleccionado de sus cartas. Son desgarradoras en su honestidad y desventura:

“Parece que el demonio dirige las cosas de mi vida” [14]. “Más miedo le tengo a Colombia que a la misma España” [15]. “Libertador o muerto es mi divisa antigua. Libertador es más que todo; y, por lo mismo, yo no me degradaré hasta un trono” [16]. “No sé cómo salir de este laberinto” [17]. “Yo podría arrollarlo todo, mas no quiero pasar a la posteridad como tirano” [18]. “Lo que hago con las manos lo desbaratan los pies de los demás. Un hombre combatiendo contra todos no puede nada” [19]. “Mi mayor flaqueza es mi amor a la libertad; este amor me arrastra a olvidar hasta la gloria misma. Quiero pasar por todo, prefiero sucumbir en mis esperanzas a pasar por tirano, y aún aparecer sospechoso. Mi impetuosa pasión, mi aspiración mayor es la de llevar el nombre de amante de la libertad” [20]. “Cuál será mi posición y mis embarazos, teniendo que luchar contra las pasiones de mis enemigos y aún contra los clamores de mis amigos” [21]. “Serán los colombianos los que pasarán a la posteridad cubiertos de ignominia, pero no yo… Mi único amor siempre ha sido el de la patria; mi única ambición, su libertad. Los que me atribuyen otra cosa, no me conocen ni me han conocido nunca” [22]. “¡Miserables, hasta el aire que respiran se lo he dado yo, y yo soy el sospechoso” [23]. “Mi corazón está quebrantado de pena por esta negra ingratitud; mi dolor será eterno” [24]. “Yo no puedo vivir entre asesinos y facciosos; yo no puedo ser honrado entre semejante canalla… Yo estoy viejo, enfermo, cansado, desengañado, hostigado, calumniado, y mal pagado. Yo no pido por recompensa más que el reposo y la conservación de mi honor: por desgracia es lo que no consigo” [25]. “Jesucristo sufrió treinta y tres años esta vida mortal: la mía pasa de cuarenta y seis; y lo peor es que yo no soy un Dios impasible, que si lo fuera aguantaría toda la eternidad”.[26]

Y no era para menos, recordemos brevemente lo que pasó en tan poco tiempo.

En 1824 ha quedado libertada toda la América. No han pasado dos años y Santander quiere someter a Páez, Páez no se deja y amenaza con separar a Venezuela de Colombia, Bolívar no sabe qué hacer, si le sigue el juego a Santander pierde a Venezuela, si interviene a favor de Páez logra sostener unido a Venezuela, pero se enoja Santander. Bolívar opta por lo último y ratifica a Páez como jefe superior de Venezuela. El congreso que debería celebrase en 1831 se adelanta y se realiza la convención de Ocaña, allí se enfrentan los santanderistas con los bolivaristas, Bolívar no sabe cuál de las dos facciones es peor, ya no tiene esperanzas. De la convención no sale nada y le toca asumir el mando entre las más agitadas revueltas, esta nueva posición lo enferma más. El 25 de septiembre de 1828 en Bogotá intentan asesinar a Bolívar. Manuelita lo salva, la libertadora del Libertador. Pero Bolívar ya está muerto en vida. Los culpables son fusilados, menos uno, Santander, quien se le comprobó su culpabilidad, pero a Bolívar le sugieren que a este se le dé el indulto y sólo lo mandan al exilio. Entre tanto Perú se rebela y se apodera de Guayaquil. Bolívar corre al Ecuador, con la ayuda de Sucre controlan al Perú. A finales de 1829 Bolívar regresa a Bogotá, le llegan las cartas de sus amigos sugiriéndole que se haga coronar, Bolívar desaprueba categóricamente tales ideas. Acá en Antioquia el valeroso José María Córdova creyendo las estupideces de que Bolívar se iba a coronar se levanta en armas con 300 hombres en contra del Libertador, después del combate un irlandés del ejército patriota asesina al bravo león. Otra muerte innecesaria y absurda. Unos quieren que sea rey, otros le atribuyen que él quiere ser rey. Todo era un caos, una locura, Bolívar no aguanta más. El 20 de enero de 1830 presenta su renuncia a la presidencia ante el Congreso. Es hora de partir, en la más profunda desilusión Bolívar se va, pero no sabe para dónde. ¡Qué ironías, ahora que tan sólo es un ciudadano pide permiso al Congreso para irse para Venezuela y se lo niegan! El 8 de mayo salé de Bogotá hacia su destino final. Como no tiene dinero con que irse deja a Manuela en la fría Bogotá rodeada de canallas, y sale para la costa, a ver cómo consigue recursos para salir del país. Otra ironía, el creador de Colombia se acuerda que no tiene pasaporte para salir del país. Mientras que Bolívar hace su último viaje se entera que su discípulo y amado Sucre es asesinado el 4 de junio en Barruecos, un guerrero noble cuya única ambición era irse a descansar con su esposa e hija, asesinado únicamente por querer y serle fiel a Bolívar. Se acaba la época de los héroes y comienza la de los asesinos. Bolívar ya sólo espera la muerte en una finca prestada, sin nada, todo lo que había hecho y “a la hora de irse no se llevaba ni si quiera el consuelo de que se lo creyeran” [27].

Cuando Bolívar salió por última vez de Bogotá, nos relata Lynch, “La turba salió a las calles para celebrar la partida de Bolívar quemando retratos suyos y gritando a favor de Santander” [28].

Toda esta historia es también edípica. Bolívar es el padre, al que se adora y se venera, pero también el que se teme y se odia, al que también se quiere matar y santificar, ¿cómo purgar la culpa de todos sus asesinos? Colgando miles de cuadros con sus imágenes y erigiendo miles de estatuas, ¿no?

La historia de los pueblos creados por Simón Bolívar, muestra que éstos no siguieron su enseñanza, no siguieron el rumbo que les trazó su padre. Gilette Saurat en un breve párrafo relata lo que ocurrió después de la muerte de Bolívar: “Con la muerte de Bolívar acabó el tiempo de los héroes, y comenzó el tiempo de los asesinos. Santander regresó del destierro para presidir al fin solo los destinos de una república que repudiaría hasta el nombre de Colombia para tomar el de Nueva Granada. José Hilario López se instalará, también, con la frente en alto en el solio del primer magistrado del país, y lo mismo José María Obando. Desde entonces la vida política tendrá el semblante de esos hombres, estrechez, demagogia, crueldad. Bajo etiquetas diferentes, sus herederos ocuparán por turnos el proscenio. Se darán golpes de pecho en nombre de la patria –de ellos ésta no recibirá grandeza alguna- y del pueblo que sólo conocerá la ignorancia, la miseria y la servidumbre. Así se preparará el soporte de una estirpe de tiranos que abandonarán el continente a la explotación económica del extranjero”.[29]

¿No ha sido ésta nuestra historia desde 1830 hasta hoy? Efectivamente, vivimos todavía el tiempo de los asesinos, recuerden el asesinato de Rafael Uribe Uribe, el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, ¿saben ustedes cuántos asesinatos políticos se han dado en Colombia desde la muerte de Bolívar hasta hoy? La respuesta exacta no la sabemos, pero los que sí sabemos, es que la cifra es considerablemente monstruosa y extravagante. “Os ruego que permanezcáis unidos, para que no seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos” [30]. Esa era su súplica, ya ven, hasta el momento hemos hecho todo lo contrario. Sin embargo, la presencia de Bolívar sigue allí, en los campos de la eternidad. No es un juego, no es sentimentalismo, no es sólo material para poetas; Bolívar, su memoria, sigue haciendo una advertencia, si Suramérica no es libre, no será nada.

El historiador Mario Hernández Sánchez-Barba juzgó la función de Simón Bolívar en la historia de esta manera: “El problema para Bolívar radicó en cómo llevar a cabo un proyecto, cuando le falla el «Poder Constituyente» y la «Sociedad Civil». […] En el pensamiento de Bolívar existe, por una parte, una evidente coherencia, y, por otra, una considerable persistencia en torno al inconmovible principio de la unidad. […] Su objetivo básico era la creación de una República fuerte, sobre su propia autoridad personal y el prestigio alcanzado en la guerra triunfante. Para establecer este sistema de poder trató de conseguir una institucionalización capaz de ahormar la nueva situación política, una vez que había quedado destruida la sólida red vertical de instituciones españolas. […] Bolívar, ilustrado en su formación y romántico en la acción, entregó su vida activa a un ideal político: conseguir la unidad en la organización de la convivencia, lo que llevó a la sima profunda de la frustración. Intentó, hasta la muerte, un nuevo ordenamiento de la sociedad, pero el ambiente no resultó en absoluto propicio, pues el pueblo, de modo especial en tiempo de revolución y de cambios rápidos, visceralmente inasimilables, era mucho más proclive a la dispersión, el cantonalismo y la soberbia de la individualidad, que al orden, la unidad y la afirmación de las instituciones entendidos no sólo como valores básicos, sino esenciales para el buen funcionamiento de una comunidad como la que quiso —y no pudo— conseguir Bolívar”. [31]

Por su parte John Lynch al juzgar el legado de Bolívar escribió: “Bolívar no era idealista hasta el punto de creer que América estaba preparada para una democracia pura o que la ley podía anular de forma instantánea las desigualdades producto de la naturaleza y la sociedad. En su opinión hasta que los pueblos de Hispanoamérica no adquirieran las virtudes políticas, […] los sistemas de gobierno popular, lejos de ser una ayuda, podían ser su ruina. Bolívar no confiaba en el pueblo como masa, la herencia del sistema colonial, y, para conseguir que estuviera preparado para la libertad, era necesario reeducarlo bajo la tutela de un poder ejecutivo fuerte. […] Criticar a Bolívar, como se le criticó en su época y como no se ha dejado de hacerlo, por no ser un demócrata liberal, sino un absolutista conservador, es descontextualizar la discusión. Del mismo modo en que había respondido a quienes querían convertirlo en un monarca que «ni Colombia es Francia, ni yo Napoleón», Bolívar habría podido decir a sus críticos liberales «ni Colombia es Estados Unidos, ni yo Washington». […] Esta no era la sociedad homogénea del norte del continente, sino una población multiétnica, en la que cada raza tenía sus propios intereses y, así mismo, su propia intolerancia.” [32]

Bolívar es el creador de Suramérica. Fundó nuestra identidad colectiva. Él está más allá de las facciones y de los partidos. Bolívar es una idea de libertad que nunca termina. Así muchos le quieran restar su protagonismo en la lucha de independencia, es imposible desligarlo de los acontecimientos que nos constituyeron. Su legado político, su postura republicana es impecable y paradigma de creación política para todo el mundo; si sus ideas fueron mal entendidas y viciadas no fue culpa de él. Si Colombia se hizo goda y santanderista no fue culpa de él.

República, unidad y libertad. Esta fue la lección de Bolívar para Suramérica. Hoy día cuando nuestros males no dejan de suceder, se hace más vigente la vida y obra del Libertador. Su gloria cada vez se hace más grande y quizá falte mucho tiempo para que lo reconozcamos y lo tomemos en serio, pero, aun así, a pesar del actual desconocimiento que sobre él hay en Colombia, su gloria crece más.

A mediados del siglo XIX y XX en Colombia se creó un Bolívar conservador oficialista, acomodado para los intereses patrioteros de la oligarquía conservadora y liberal, se erigieron miles de estatuas y se imprimieron miles de cartillas con una historia patria y boba para esterilizar las mentes de los niños y enseñar dogmáticamente un Bolívar irreal. Lograron su cometido, muchas generaciones de colombianos crecieron odiando esa mal contada historia patria. Después de la mitad del siglo XX, entre violencia y hambre, Bolívar fue olvidado, las cátedras bolivarianas desaparecieron, sólo quedaron por allí algunas sociedades bolivarianas con unos eminentes ancianos historiadores de oficio que mientras vivían sus últimos años parecían ser de otra época y mundo. Al final del siglo XX, Bolívar volvió a aparecer, las guerrillas tomaron su nombre como bandera, ¿qué tanto serán consecuentes con el pensamiento del Libertador? eso aún está por verse. Por ahora sólo se ha generado un inconveniente, a quienes amamos a Bolívar que, aunque somos pocos aún existimos, nos estigmatizarán y señalarán, porque en Colombia Bolívar pasó de ser una estatua a ser olvido, y de allí, a ser subversivo.

Tal vez nos falta mucho para ver el fin del tiempo de los asesinos, nuestro origen fue una pasión de libertad encarnada en el hombre Simón Bolívar; a pesar de los miserables que aún detentan el poder, la pasión de unidad y libertad de Bolívar volverá. En algún momento volverá.

La mayoría de los que están presentes en este auditorio, escuchando esta mi última conferencia en Medellín, que muy amorosamente me están brindado su ayuda, para emprender mi anunciado viaje a la tierra de Bolívar, saben que fui un chico temeroso, que me encerré en mis libros temiendo la violencia de las calles de Medellín, aferrado al amor de mi madre, mi padre y mis hermanos, —Mi familia que hoy está aquí presente, a quienes aprovecho la ocasión para agradecerles por la vida y para ofrecerles excusas por mis locuras— Digo, la mayoría de ustedes, saben que por miedo o por neurosis, yo construí mi identidad alrededor de la búsqueda insaciable de Bolívar, por él me hice historiador y a partir de él he construido mi existencia, los que me conocen saben que nos estoy exagerando. Ahora, cuando me encontré en un punto quieto, donde no pasa nada más con mi vida, cuando tan sólo he acumulado más y más torpezas en el amor y en el cotidiano vivir, vuelvo a seguir el rumbo que un día elegí, seguir las huellas de Bolívar, ¿que si estoy loco? Tal vez. Pero yo prefiero ser loco, danzar, volar, jugar…… a estar muerto en vida, tal cual como nos pretenden someter el capitalismo y el cristianismo.

Y ahora, parafraseando al Manuelito Fernández en Don Mirócletes de Fernando González... irme yendo, repito, para Venezuela, la patria del Frank David Bedoya Muñoz que deseo llegar a ser. Venezuela es la tierra de Bolívar y todo suramericano es venezolano. Irme yendo para allá, en busca de Bolívar, la única energía del continente.

¿Se me ha comprendido? Para afirmar la vida yo elijo a Bolívar.

[1] Gabriel García Márquez, El general en su laberinto, Editorial Oveja Negra, 1989, p. 43.

[2] Simón Bolívar, Obras Completas, FICA. Fundación para la Investigación y la Cultura, 2008, Tomo IX, p. 535.

[3] Citado en: John Lynch, Simón Bolívar, Crítica, 2006, p. 335.

[4]

https://sites.google.com/site/bolivarynietzsche/p%C3%A1gina-principal/develando-la-perfidia-de-santander

[5] John Lynch, Simón Bolívar, Crítica, 2006, p. 338.

[6] Ibíd., p. 266.

[7] Mario Hernández Sánchez-Barba, Simón Bolívar. Una pasión política, Ariel, 2004, p. 217.

[8] Simón Bolívar, Discursos y proclamas, edición digital de la Fundación Biblioteca Ayacucho.

[9] Simón Bolívar, Obras Completas, FICA. Fundación para la Investigación y la Cultura, 2008, Tomo V, p. 315.

[10] Ibíd., p. 332.

[11] John Lynch, Simón Bolívar, Crítica, 2006, p. 334.

[12] María Teresa Calderón y Clément Thibaud, La Majestad de los Pueblos en la Nueva Granada y Venezuela 1780-1832, Editorial Taurus, 2010, p. 204.

[13] John Lynch, Simón Bolívar, Crítica, 2006, p. VII.

[14] Simón Bolívar, Obras Completas, FICA. Fundación para la Investigación y la Cultura, 2008, Tomo IV, p. 179.

[15] Ibíd., Tomo V, p. 243.

[16] Ibíd., Tomo V, p. 393.

[17] Ibíd., Tomo VI, p. 192.

[18] Ibíd., Tomo VI, p. 266.

[19] Ibíd., Tomo VI, p. 275.

[20] Ibíd., Tomo VI, p. 335.

[21] Ibíd., Tomo VI, p. 505.

[22] Ibíd., Tomo VII, p. 304.

[23] Ibíd., Tomo VII, p. 320.

[24] Ibíd., Tomo VIII, p. 77.

[25] Ibíd., Tomo IX, p. 452.

[26] Ibíd., Tomo IX, p. 169.

[27] Gabriel García Márquez, El general en su laberinto, Editorial Oveja Negra, 1989, p. 43.

[28] John Lynch, Simón Bolívar, Crítica, 2006, p. 363.

[29] Gillet Saurat, Bolívar. El Libertador, Editorial Oveja Negra, 1987, p. 602.

[30] Simón Bolívar, Obras Completas, FICA. Fundación para la Investigación y la Cultura, 2008, Tomo IX, p. 322.

[31] Mario Hernández Sánchez-Barba, Simón Bolívar. Una pasión política, Ariel, 2004, p.257.

[32] John Lynch, Simón Bolívar, Crítica, 2006, p. 373.






El eterno retorno del Libertador

Texto completo de la conferencia de Frank David Bedoya Muñoz. Pronunciada el 24 de julio de 2015 en el Pantano de Vargas – Paipa, Boyacá.

“Toda va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser.

Todo se rompe, todo se recompone; eternamente se construye a sí misma la casa del ser. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel a sí el anillo del ser.

En cada instante comienza el ser; en torno a todo «Aquí» gira la esfera «Allá». El centro está en todas partes. Curvo es el sendero de la eternidad.

[…] “Ahora muero y desaparezco, dirías, y dentro de un instante seré nada. Las almas son tan mortales como los cuerpos.

Pero el nudo de las causas, en el cual yo estoy entrelazado, retorna, -¡él me creará de nuevo! Yo mismo formo parte de las causas de eterno retorno”.

Friedrich Nietzsche, Así Habló Zaratustra.

“«¿Cómo, ¡oh Tiempo! —respondí— no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto?

He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos.

Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino»”.

Simón Bolívar, Mi Delirio sobre el Chimborazo.

* * *

Permítanme no decir solamente las verdades –que gracias a un método histórico, filosófico y pasional– se pueden establecer sobre el Libertador Simón Bolívar, sino, antes, enunciar los caminos que me condujeron hacia dichas interpretaciones que quieren devenir veracidad.

Al finalizar, creo poder estar en condiciones de insinuar por qué es posible el eterno retorno del Libertador.

Pertenezco a una generación que fue atemorizada y asesinada por la violencia causada por la exclusión social y por la espiral de asesinatos de la mafia en Medellín en tiempos de Pablo Escobar. El sistema nacional de educación pública en Colombia también se había degradado en la mayor esterilidad posible y sus métodos y formas fueron entregados a los negocios privados de editoriales donde pareciera que el último objetivo era el de enseñar. Los profesores, mal pagados y mal valorados en la sociedad, poco tenían que ofrecerle a una generación que estaba dispersa entre ambiciones desmedidas y balaceras por doquier. Salimos de esas escuelas y de esos colegios en una orfandad de conocimientos. No es una exageración decir que salíamos de la educación primaria y secundaria sin siquiera saber leer y escribir bien. Los que no fuimos asesinados en Medellín salimos a engrosar las filas de los desempleados. El nombre de la película no pudo ser más acertado: “Rodrigo D no futuro”. Los jóvenes de la Medellín de la última década del siglo XX no teníamos futuro. Cómo conseguir dinero, cómo sobrevivir y cómo sostener una vida de algarabía y alcohol, esas eran las únicas cuestiones. Sin futuro, porque se nos había arrebatado también el pasado, sólo contábamos con un presente infernal. Medellín era la prueba contundente de una de las más importantes tesis del historiador Eric Hobsbawm:

La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven.

En esta sociedad sin historia Simón Bolívar ya había desaparecido, salvo para algunos honorables ancianos que, de manera anacrónica, sostenían unas sociedades bolivarianas con más de un siglo de existencia y cuyo número de integrantes se estaba reduciendo aceleradamente por la muerte de sus asociados. Cabe anotar que un joven de esta época nunca pasaba por allí. También apareció Bolívar en las montañas de Colombia, en una reivindicación suya que hicieron las guerrillas; pero de ello hablaré más adelante. El punto es que para un joven de la ciudad de Medellín Bolívar no existía o era una imagen difusa de alguna estatua por allí o un dibujo olvidado en una vieja cartilla escolar. No es raro que esta generación confundiera a Cristóbal Colon con Simón Bolívar sin saber quién era ninguno de los dos.

En mi caso, solo el azar de la existencia me condujo al encuentro decisivo con Simón Bolívar: tenía 16 años y era mensajero en una institución educativa. Me correspondía hacer las diligencias de un cura rector y por curiosidad un día encontré en el estante de la biblioteca de su oficina un ejemplar de El general en su laberinto de Gabriel García Márquez. Yo no sabía quién era ese general, ni me imaginaba que esa hamaca y esas botas que ilustraban la portada del libro, símbolos de un héroe muerto, se convertirían en todo mi futuro. El arte literario llenaría todas las carencias de mi precaria formación. En varias ocasiones lo he expresado: con El general en su laberinto de García Márquez yo volví a nacer.

La tragedia de Bolívar está expresada allí en un aforismo contundente de muy pocas palabras. Transcurrían los últimos días del Libertador:

Era el fin. El general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se iba para siempre. Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme hasta la semana anterior, pero a la hora de irse no se llevaba ni si quiera el consuelo de que se lo creyeran.

Primera verdad sobre el Libertador.

Su gesta heroica, su obra política, su proyecto continental, todo fue olvidado. Ya sea por la tergiversación de sus contemporáneos, ya sea por la ingratitud de las generaciones posteriores, ya sea por la dispersión de la sociedad del capital que eliminó la historia como elemento constitutivo de las identidades individuales y nacionales; Bolívar desapareció para la mayoría de los colombianos, salvo para una minoría letrada con un poco de cultura que lo conoce o para otra minoría política más reducida aún; para la inmensa mayoría de los colombianos Bolívar no era nada o era una estatua en un parque que ya nadie determinaba.

* * *

Hemos llegado a un punto culminante donde al parecer se han agotado todas las fuentes, interpretaciones e ideas sobre la vida de Simón Bolívar. Existen inmensidad de biografías de Simón Bolívar, monografías y toda clase de libros, pero a la larga todos repiten lo mismo. Afortunadamente ya todo el archivo de los documentos públicos y privados del libertador se encuentran organizados, digitalizados y publicados en la página www.archivodellibertador.gob.ve, ya las fuentes documentales de Bolívar no son de uso exclusivo de una camarilla de eruditos, cualquier persona puede acceder a sus cartas completas en internet. Ya no es necesario como antes pagar una fortuna por las ediciones completas de sus obras.

A dos investigadores les debemos esencialmente todo lo que sabemos de Simón Bolívar: el alemán Gerhard Masur y el inglés John Lynch. Obviamente le debemos mucho a los esfuerzos grandiosos de nombres que ya son familiares para los estudiosos de Bolívar: Gabriel García Márquez, Indalecio Liévano Aguirre, Vicente Lecuna, Perú de Lacroix, Fernando González, Mario Hernández Sánchez-Barba, Gilette Saurat, David Bushnel, Augusto Mijares. En realidad, sólo se cambian los enfoques, los matices, pero en general desde el Bolívar de Masur (1948) hasta el Bolívar de Lynch (2006) todos hacen un recuento de las mismas cuestiones que son tratadas ampliamente en estas dos obras canónicas.

Incluso el escritor William Ospina en su bello texto En busca de Bolívar admite que sus fuentes fueron Masur y Lynch; William Ospina hace una nueva síntesis de la vida de Bolívar con la claridad y la belleza que lo caracteriza, aunque tampoco en él hayamos algo nuevo.

Creo que la historiografía respecto de Bolívar está llegando a sus límites. Esto no es bueno o malo, simplemente es así.

En Venezuela en los últimos años ha cobrado interés una hipótesis que indica que Bolívar no murió sólo de tristeza, traición y enfermedad, sino que fue asesinado. El gobierno de Chávez ordenó la exhumación de los restos de Bolívar para hacer investigaciones más profundas con las nuevas tecnologías disponibles y se elaboraron dos informes: 1) Informe sobre la Reconstrucción Facial 3D del Libertador Simón Bolívar; 2) Informe Preliminar sobre las Causas de la Muerte del Libertador Simón Bolívar. El del rostro no ha tenido una aceptación total, sobre todo por parte de algunos artistas, y sobre la muerte, las conclusiones fueron las previsibles. Dice el informe en su conclusión que “aunque no se puede excluir la tuberculosis como causa de muerte, parece ahora una causa menos probable que lo que se había concluido previamente en los informes del examen post mórtem realizado en 1830”. Sin embargo, si se asesinó o no, el informe no agregó elementos.

Hace pocos días, desafortunadamente, fue asesinado en la ciudad de Pampatar, Isla de Margarita, el historiador Jorge Mier Hoffman quien había publicado el libro La carta que cambiará la historia. Cómo, Cuándo, Quién lo mató, Dónde está Bolívar. Basado en cartas apócrifas. Con un estudio detallado de toda la obra escrita de Bolívar se puede demostrar fácilmente que no son verdaderas. Así que tampoco estos estudios, que parecen más del mundo de la ficción, muestran nada novedoso, sino unas ideas muy descabelladas. La hipótesis que plantea que Bolívar fue asesinando no se sostiene históricamente.

Yo sigo insistiendo: simplemente Bolívar murió de tristeza, de una inmensa tristeza que acabó con su ser después de tantas traiciones.

Existe además una película reciente: Libertador, estrenada en Venezuela en el año 2014, una gran producción de alta tecnología y del arte cinematográfico más calificado, dirigida por Alberto Arvelo y protagonizada por Édgar Ramírez, que también sugiere que Bolívar fue asesinado; pero como lo mencioné, esta idea no se sostiene con argumento historiográfico alguno.

¿Qué queda pues por decir de Bolívar? Casi nada. Quizá el tema de si Bolívar tuvo hijos o no puede ser un tema novedoso, donde nada está comprobado. Fascina a muchos, por ejemplo, la idea de que Flora Tristán pudiera ser hija biológica de Bolívar: el parecido en sus rostros en las pinturas de ambos es asombroso.

Yo estaría más satisfecho si se adelantara una nueva investigación para comprobar los planes de magnicidio que ejecutó Santander contra Bolívar e incluso contra Sucre. Sin embargo, si no sabemos a estas alturas acerca de los autores intelectuales de la muerte de Gaitán, mucho menos de los planes criminales de Santander, quien se cuidó bastante de no dejar evidencias.

Debemos mucho al filósofo envigadeño Fernando González Ochoa: sus retratos psicológicos de las personalidades políticas de la época de la independencia. Nadie como él ha retratado y puesto al descubierto las pasiones, las grandezas y las bajezas de ese período. La obra de Fernando González aún es poco conocida en Colombia, si se leyera en profundidad y seriedad al filósofo de Otraparte, Bolívar tendría un nuevo resurgimiento en Colombia.

Las historias patrias tradicionales cumplieron su objetivo: enterraron la historia. Nunca hicieron que alguien se enamorara de la historia, todo lo contrario.

Después de haber leído con mucha pasión El general en su laberinto, decidí leerme cuanto libro encontré de Bolívar; afortunadamente la primera biografía que me llegó, regalo del bibliotecólogo Emiro Álvarez, fue la de Gerhard Masur, de ahí en adelante decidí hacerme historiador.

Entré a estudiar historia en la Universidad Nacional, sede Medellín. Mi primer desconsuelo fue constatar que Bolívar ya no estaba en la academia: de seis semestres de América Latina era excluida deliberadamente la época de la independencia, con todo desparpajo: en el programa académico se pasaba de la Colonia al siglo XIX, pero a partir de 1830, como si la época de Bolívar ya no hiciera falta investigarse. Estaba decidido a graduarme con una tesis sobre Bolívar, más asombrosamente, en la primera década del siglo XXI no había quién dirigiera una tesis sobre él. Bolívar ya no estaba de moda entre los historiadores. Las tesis más perseguidas eran las coloniales, no sé por qué, a veces pienso que por ser tan godos en la academia actualmente.

Yo, empecinado, seguí escribiendo sobre Bolívar, pero solo, sin ninguna orientación. Tuve la fortuna de que el prestigioso maestro Juan Guillermo Gómez García, especialista en el mundo de las ideas del siglo XIX y quien sin lugar a dudas sí sabía de la importancia de las ideas políticas de Bolívar, llegó a Medellín y accedió a calificar mi tesis. Ya habían pasado diez años de mis lecturas apasionadas sobre Bolívar y, ahora, le entregué a él un mamotreto para graduarme con una serie de escritos que no eran más que elogios, casi himnos, panfletos, nada nuevo, ni analítico, digno de una tesis original de un historiador. La pasión que me había puesto en el camino de Bolívar ahora me daba una mala jugada pues había escrito todo el tiempo como un mal evangelista y no como un hombre de ciencia. Había caído en el mismo error de los miles de repetidores de libros que agrandaban la gigantesca cantidad de libros sobre Bolívar para no decir nada nuevo y redundar en los mismos datos hasta el cansancio.

Todavía recuerdo la noche en el barrio Carlos E. Restrepo cuando Juan Guillermo me dijo que con ese montón de papeles no me graduaba. Yo que había denigrado, con justa razón porque la academia no le prestaba atención a Bolívar; ahora frente a un estudioso verdadero, que por primera vez me leía, me enteraba yo de que no había pasado de la pasión y del panfleto. Salí con una gran aflicción y estuve por muchos meses en un estado de crisis que no superé hasta que un día, en la más profunda soledad, eché al bote de basura todo lo que había escrito sobre el Libertador. Mucho tiempo después, con más calma, recordé que en toda la historiografía bolivariana poca atención se les había prestado a las cartas que redactó Bolívar en su exilio en Jamaica en 1815: como es bien sabido, siempre se exalta la llamada carta de Jamaica, pero no las demás, que también escribió en el exilio, una veintena de cartas que en su conjunto daban una mayor idea del mundo suramericano que allí descubría y describía Bolívar, de unos sueños que se harían proféticos. Tomé las cartas y sorprendentemente en un fin de semana escribí mi tesis 1815: Bolívar le escribe a Suramérica [1], trabajo que mi director de tesis valoró aceptable para ingresar a los trabajos dignos de un historiador, no laureado, pero sí digno de la academia. Confieso esta anécdota para subrayar la dificultad que tenemos para escribir ideas originales sobre Bolívar, en este campo prevalece más la repetición que el ingenio. Quizá llegará un momento en que nuevas generaciones tendrán la ocasión de revisar todas las interpretaciones, y habrá que comenzar todo de nuevo.

Segunda verdad sobre el Libertador.

Gracias a Daniel Florencio O'Leary y al historiador Vicente Lecuna, los documentos públicos y privados del Libertador Simón Bolívar hoy en día se conservan y constituyen un patrimonio histórico y cultural de la humanidad. El gobierno bolivariano de Chávez dispuso todas las acciones necesarias para custodiar y modernizar este archivo para ponerlo al servicio de los pueblos. Más allá de las biografías de Gerhard Masur y de John Lynch sobre Bolívar, lo demás es una repetición incesante con diversos matices. Sobre Bolívar se ha escrito tanto, se ha gastado tanto papel, se ha derramado tanta tinta y se han impreso tantas cosas, que parecemos perdernos en un océano de letras para, al final, saber siempre las mismas cosas. Yo me atrevo a decir hoy que lo mejor que se ha escrito sobre Bolívar, con gran maestría artística y con una pulcritud histórica asombrosa, es la novela El general en su Laberinto de Gabriel García Márquez. Creo que es el Bolívar más cercano y “real” que difícilmente podríamos volver a tener. El alma de Bolívar se quedó en esta novela.

* * *

Aprendí que para ser un buen historiador habría que dejar por unos momentos los archivos, era necesario salir a recorrer los lugares, conocer los territorios de la historia que uno quiere contar. Estuve en Santa Marta, en Bogotá, en Bucaramanga, sólo me faltaba Boyacá para completar el itinerario del Libertador. En el año 2003, me sumé al recorrido que hicieran más de 600 personas de la gesta de la Campaña Admirable. El itinerario: Cartagena, Calamar, Tenerife, Mompox, Ocaña, Cúcuta, San Cristóbal, Mérida, Trujillo, Barinas, Acarigua, Barquisimeto, Valencia, Guacara, Maracay, La Victoria y finalmente Caracas. A pie, en bus, en chalupas por el río Magdalena, con contratiempos, con emoción pudimos reconocer algunos de los tantos territorios que fueron escenario de la gesta de nuestra independencia. Además de conocer de cerca la Revolución Bolivariana, de la cual hablaré más adelante, descubrí un hecho que me llamó la atención. Algunos sectores de la izquierda, que proclamaban a Bolívar como suyo, desconocían mucho de él. Todos enarbolaban las consignas: “Bolívar somos todos” o “la espada de Bolívar por América Latina”, pero pocos sabían en realidad sobre la vida y obra del Libertador. Me puse en cada pueblo, en cada plaza a reunir a un puñado de gente para narrar la historia de Bolívar, lo confieso: parecía un evangelizador. Alguien que hablaba del Libertador como si fuera Jesucristo. Yo me había propuesto, en todo momento de mi vida, enseñar la vida y obra de Bolívar. Pero aún no había hecho un aporte teórico importante. En ese océano de letras sobre Bolívar ni siquiera había aportado una tonalidad más. Por otro lado, después de la hazaña del viaje por el río Magdalena y el primer encuentro con Venezuela, al hacerme conocer un poco más en Medellín como historiador bolivariano, fui contactado por guerrilleros de las FARC quienes en la ciudad me hicieron muy amablemente la invitación de irme un tiempo con ellos a dar clases de Bolívar en el monte, invitación que no dudé en rechazar, primero por miedo, y segundo porque ya a esas alturas yo había esclarecido en mí, que hacer de Bolívar un asunto de clandestinidad no aportaba mucho. Aceptaron mi negativa, creo que me comprendieron, y nunca más buscaron mis servicios como profesor bolivariano.

Más adelante tuve que manifestar en muchas ocasiones mi posición con respecto a que la guerrilla colombiana hiciera una reivindicación de Bolívar. Un bolivariano como yo, garcíamarquiano, por decir algo, era para muchos inconcebible, muchas veces en los escenarios de la izquierda colombiana, siempre tenía que explicar que amar a Bolívar no significaba ser necesariamente de la FARC.

Nadie sabe qué consecuencias tendrá para el futuro político en Colombia que la guerrilla quiera adoptar al Libertador. O si esto servirá para realizar sus ideales. En el hecho de que hayan empuñado las armas contra los propios conciudadanos ya están pelados. Porque en eso consistió precisamente la grandeza de Bolívar: se rehusó en todo momento a obligar por la fuerza a que la gente del pueblo tomara sus ideas. De otra parte, en el plano del conocimiento, que la guerrilla reivindique a Bolívar tampoco ha significado mayor conocimiento del pueblo de acerca de él, por lo menos no en las ciudades; habría que ver en el campo, eso no lo sé. Supongo que los militantes juiciosos del movimiento bolivariano, estudiarán la vida y obra del Libertador en los mismos libros existentes para todo el mundo, si es verdad que se profundiza el estudio de Bolívar en las montañas y no sólo se trata de una reivindicación de consignas nada más. Hasta el momento no lo sabemos.

Creo que en este punto debo reiterar lo que ya he dicho en repetidas ocasiones, valga aclararlo una vez más: mi postura frente a las FARC es la misma que tiene Fidel Castro en las ideas que presentó en su libro La Paz en Colombia; suscribo y afirmo cada una de sus palabras:

Yo discrepaba con el jefe de las FARC por el ritmo que asignaba al proceso revolucionario de Colombia, su idea de guerra excesivamente prolongada. Su concepción de crear primero un ejército de más de 30 000 hombres, desde mi punto de vista, no era correcta ni financiable para el propósito de derrotar a las fuerzas adversarias de tierra en una guerra irregular. […] Es conocida mi oposición a cargar con los prisioneros de guerra, a aplicar políticas que los humillen o someterlos a las durísimas condiciones de la selva. De ese modo nunca rendirían las armas, aunque el combate estuviera perdido. Tampoco estaba de acuerdo con la captura y retención de civiles ajenos a la guerra. Debo añadir que los prisioneros y rehenes les restan capacidad de maniobra a los combatientes. Admiro, sin embargo, la firmeza revolucionaria que mostró Marulanda y su disposición a luchar hasta la última gota de sangre. La idea de rendirse nunca pasó por la mente de ninguno de los que desarrollamos la lucha guerrillera en nuestra patria. Por eso declaré en una Reflexión que jamás un luchador verdaderamente revolucionario debía deponer las armas. Así pensaba hace más de 55 años. Así pienso hoy.

Después de citar a Fidel siempre agrego lo siguiente: si yo hubiese elegido las armas, hace rato que estuviera en la selva con un estandarte de Bolívar y un fusil, pero no. Yo elegí los libros, con el estandarte de Bolívar, pero en congresos de historia, en auditorios dando conferencias, en aulas de clases, en la soledad de la escritura, caminando por las calles de la patria bolivariana admirando a Hugo Chávez, con una libreta tomando notas, escribiendo un diario y anhelando o ser escritor o un político hecho en las tribunas de los pueblos, con la única arma que sé manejar: la palabra.

Hasta ahí el tema bolivariano de las FARC.

Aun así, después de tantas correrías, faltaba mi aporte teórico para ensanchar las interpretaciones de la vida y obra de Simón Bolívar. Después de tantas aventuras, era justo y necesario escribir mi aporte teórico, como expresé anteriormente, mi tesis de grado no era suficiente.

Algunos artículos fueron decisivos para superarme, me propuse argumentar La autenticidad y el valor de Mi delirio sobre el Chimborazo [2], creé la Escuela Zaratustra [3] durante cuatro años, donde enseñamos a un público más amplio las vidas y obras de Simón Bolívar y Friedrich Nietzsche.

Mi primer aporte original, pequeña interpretación, un matiz más en el océano de la producción teórica sobre Simón Bolívar fue mi artículo Simón Bolívar: Antelación del superhombre de Nietzsche [4].

Hoy quiero recordar algunas ideas esenciales de este texto:

En El Anticristo Nietzsche planteó la siguiente cuestión: “Qué tipo de hombre se debe criar, se debe querer, como tipo más valioso, más digno de vivir, más seguro de futuro. Ese tipo más valioso ha existido ya con bastante frecuencia: pero como caso afortunado, como excepción, nunca como algo querido voluntariamente”, y luego agregó: “Se da, en los más diversos lugares de la tierra y brotando de las más diversas culturas, un logro continuo de casos singulares y con los cuales un tipo superior hace de hecho la presentación de sí mismo: algo que en relación con la humanidad en su conjunto es una especie de superhombre. Tales casos afortunados de gran logro han sido posibles siempre y serán acaso posibles siempre. E incluso generaciones, estirpes, pueblos enteros pueden representar en determinadas circunstancias tal golpe de suerte”. Ese tipo más valioso, ese tipo superior, ese superhombre… ese golpe de suerte, ya lo tuvimos una vez en Suramérica, ese hombre fue el Libertador Simón Bolívar.

Simón Bolívar libró victoriosamente una guerra larga y compleja. Después de su ser guerrero se convirtió en un fundador de naciones, luego sus pensamientos políticos, sus propuestas constitucionales fueron tergiversadas, desatendidas. Hombres ambiciosos y egoístas lo traicionaron, Bolívar tuvo el poder para imponer sus ideas, pero prefirió la soledad, y murió como un Libertador. Quien estudie con juicio la historia comprenderá cómo el hombre con mayor poder en Suramérica, por su coherencia libertaria, emprendió el camino hacia la soledad.

Nietzsche enseña el superhombre en su magistral obra Así habló Zaratustra. A continuación, algunas ideas esenciales que explican al superhombre, por favor léanse pensando en el hombre Simón Bolívar: “Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? […] El superhombre es el sentido de la tierra. […] Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja al ocaso. […] Un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. […] ¡Sea vuestro amor a la vida amor a vuestra esperanza más alta: y sea vuestra esperanza más alta el pensamiento más alto de la vida! […] El hombre es algo que debe ser superado. […] Creadores fueron quienes crearon los pueblos y suspendieron encima de ellos una fe y un amor: así sirvieron a la vida. […] El querer hace libres: ésta es la verdadera doctrina acerca de la voluntad y la libertad. […] El espíritu libre, el enemigo de las cadenas. […] Amo la libertad, y el aire sobre la tierra fresca; prefiero dormir sobre pieles de buey que sobre sus dignidades y respetabilidades”.

Las palabras anteriores se aplican exactamente a la vida y obra de Simón Bolívar, compáreselas con las siguientes del Libertador:

Yo desprecié los grados y distinciones. Aspiraba a un destino más honroso: derramar mi sangre por la Libertad de mi patria. La intención de mi vida ha sido una: la formación de la República libre, e independiente de Colombia entre dos pueblos hermanos. Lo he alcanzado: ¡¡¡Viva el Dios de Colombia!!! […] Libertador o muerto es mi divisa antigua. Libertador es más que todo; y, por lo mismo, yo no me degradaré hasta un trono. […] Mi mayor flaqueza es mi amor a la libertad; este amor me arrastra a olvidar hasta la gloria misma. Quiero pasar por todo, prefiero sucumbir en mis esperanzas a pasar por tirano, y aun aparecer sospechoso. Mi impetuosa pasión, mi aspiración mayor es la de llevar el nombre de amante de la libertad. […] Habéis presenciado mis esfuerzos para plantar la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiábais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro.

Todo el devenir de la vida de Simón Bolívar fue una superación. La brega constante por hacerse un hombre libre y por crear nuevos hombres libres. Uno de los legados más mal interpretados de la obra de Nietzsche es su idea del superhombre. En ningún momento se refería a una especie de Superman, como vulgarmente se ha interpretado. El superhombre de Nietzsche se aleja profundamente de cualquier idea de fuerza bruta o de superpoderes. El superhombre es otra cosa muy distinta al hombre ambicioso de la vulgaridad moderna. El superhombre es una meta, el hombre que se supera a sí mismo, el hombre creador, el hombre sin Dios, que tiene que convertirse en un Dios mismo, dueño de su voluntad y artífice de su destino. Repitamos: antes de que Nietzsche hablara de un superhombre, en Suramérica ya existía uno.

En Así habló Zaratustra, Nietzsche da una explicación esencial sobre qué es y qué no un aristócrata: un alma noble. Nietzsche está hablando de una nueva nobleza. En primer lugar, aclara que esta nobleza no se puede comprar, no es una oligarquía burguesa del mundo moderno: “En verdad, no una nobleza que vosotros pudierais comprar como la compran los tenderos, y con oro de tenderos: pues poco valor tiene todo lo que tiene un precio”. En segundo lugar, advierte que tampoco es una nobleza hereditaria, pues no importa el lugar de origen, sino hacia dónde se va, cómo se supera el hombre a sí mismo: “¡Constituya de ahora en adelante vuestro honor no el lugar de dónde venís, sino el lugar adonde vais! Vuestra voluntad y vuestro pie, que quieren ir más allá de vosotros mismos, - ¡eso constituya vuestro nuevo honor!” Y en tercer lugar, no una nobleza que se consiga por estar al lado de los privilegiados, por servirles a los poderosos. “En verdad, no el que hayáis servido a un príncipe - ¡qué importan ya los príncipes!” En fin, no se trata de privilegios heredados, se trata de una elevación, de una superación humana.

Un aristócrata, en tanto que crea valores. Una aristocracia del saber, del arte, de anticipación al futuro. “!No hacia atrás debe dirigir la mirada vuestra nobleza, sino hacia adelante!” En definitiva, un aristócrata, que no es un monarca que vive de privilegios heredados sin hacer ningún esfuerzo, ni un burgués moderno egoísta y ambicioso. No se puede confundir este concepto de aristocracia con las modernas oligarquías burguesas. Se trata de una cuestión de altura, de arte, de conocimiento. Se trata de una elevación humana. Para Nietzsche el aristócrata es aquel que debe permanecer dueño de sus cuatro virtudes: “el valor, la lucidez, la simpatía y la soledad”.

Tercera verdad sobre el Libertador.

Simón Bolívar fue el primer aristócrata de Suramérica. Simón Bolívar tuvo el valor de renunciar a sus privilegios de clase para convertirse en un guerrero sin precedentes en la historia de nuestras tierras: tuvo el valor de convertirse en un fundador de naciones. Tuvo la lucidez para discernir la realidad que quería transformar, léase su Manifiesto de Cartagena y su Carta de Jamaica. Tuvo la lucidez para proponer nuevos valores, léase su Discurso de Angostura y su discurso y proyecto de Constitución para Bolivia. Tuvo la lucidez para descifrar el ocaso de un viejo mundo y el nacimiento de uno nuevo, léase su vasta correspondencia. Tuvo la simpatía en vida, y aún después de muerto, para convencer a varias generaciones de que la grandeza y la libertad en Suramérica han sido posibles y que pueden volver a hacerlo. Simón Bolívar estaba solo en un continente. El estudio de su heroica y trágica vida así lo demuestra. Como dijo Nietzsche: “Un amigo nato, jurado y celoso de la soledad, de su propia soledad, la más honda, la más de media noche, la más de medio día”: - ¡esa especie de hombre fue el Libertador Simón Bolívar!

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En una mañana de febrero de 2012, súbitamente decidí salir de Medellín e irme por segunda vez y definitivamente para Venezuela. Hacía mucho tiempo venía contemplando esa idea, pero no me decidía. Ese día fue distinto, antes de salir a dar mis clases de historia en el Pequeño Teatro le anuncié aquella intención a mi madre. Ella en ese instante no me creyó; era lógico, ni yo en ese momento acababa de creérmelo; pero una fuerza interior se estaba apoderando de mí, la decisión ya estaba tomada.

Salí en mi bicicleta, mientras pedaleaba pensaba y pensaba sin encontrar un rumbo seguro. Después, al mediodía, sostuve una conversación con Rodrigo Saldarriaga, actor y dirigente político de la izquierda antioqueña recientemente fallecido, le planteé mi intención, mi tensión, mi inconformidad con mi existencia actual en Medellín y mis anhelos de participar en la Revolución Bolivariana de Venezuela; él, maestro de aventuras y artífice de proezas heroicas y revolucionarias, aristócrata y afirmador de la vida, me ayudó a acabar de convencerme, me ofreció todo su respaldo. La sonrisa lúcida y la mirada profunda de Rodrigo Saldarriaga me acabaron de convencer. Di mi clase, y volví a casa de mi madre en mi bicicleta.

Todavía está en mi me memoria, con la más increíble nitidez, aquella tarde soleada en que iba yo por las calles de El Poblado hacia el sur del Valle de Aburrá, pedaleando y pensando cómo carajos me iba a ir para Venezuela sin un sólo peso en el bolsillo. De repente se fue esclareciendo en mi mente una cuestión que estaba íntimamente ligada a mi desazón por el contexto político de mi país y en una rápida y magnífica intuición resolví que iba a escribir una conferencia, la cual presentaría en el Pequeño Teatro cobrando la entrada por ella, con el dinero que recaudara realizaría mi viaje. Paré por un momento mi bicicleta, hice una pausa en el camino para regocijarme por mi plan, era quijotesco, pero tenía un plan.

Mi conferencia ¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar?[5] la presenté el 12 de marzo de 2012 en el Pequeño Teatro de Medellín, tal cual como la soñé. Fue un evento magnífico, asistieron mis seres más queridos y muchos amigos pagaron con una increíble solidaridad aquella boleta, recogí un buen dinero, recibí otras colaboraciones considerables de mis amigos y con estos recursos tracé el camino.

Esta conferencia tomó un valor enorme en mi vida, dado que se convirtió en mi mejor carta de presentación en Venezuela; había logrado escribir algo muy bueno sobre Bolívar, además la puse en consideración de un público muy exigente. Qué iba a decirles un historiador colombiano a los venezolanos, que tan buenos académicos tienen allá. La conferencia se convirtió en mi mayor soporte para sustentar esta aventura. Cada vez que la presenté significó un rotundo triunfo.

Ya en Venezuela, en el comandante Hugo Chávez descubrí un auténtico hijo de Bolívar. Lo bolivariano en Chávez no sólo fue un sentimiento genuino y admirable, sino que esta característica de su personalidad debe ser motivo de mayores estudios y de investigaciones posteriores.

¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar? fue una conferencia presentada con gran éxito en siete ocasiones en Caracas, una vez en Maracaibo y finalmente en el Estado Guárico. (Ver capítulo anterior) Solo reitero un párrafo de allí, una cita esencial:

Cuarta verdad sobre el Libertador.

Gilette Saurat, en un breve párrafo, relata lo ocurrido después de la muerte de Bolívar: “Con la muerte de Bolívar acabó el tiempo de los héroes, y comenzó el tiempo de los asesinos. Santander regresó del destierro para presidir al fin solo los destinos de una república que repudiaría hasta el nombre de Colombia para tomar el de Nueva Granada. José Hilario López se instalará, también, con la frente en alto en el solio del primer magistrado del país, y lo mismo José María Obando. Desde entonces la vida política tendrá el semblante de esos hombres, estrechez, demagogia, crueldad. Bajo etiquetas diferentes, sus herederos ocuparán por turnos el proscenio. Se darán golpes de pecho en nombre de la patria –de ellos ésta no recibirá grandeza alguna– y del pueblo que sólo conocerá la ignorancia, la miseria y la servidumbre. Así se preparará el soporte de una estirpe de tiranos que abandonarán el continente a la explotación económica del extranjero”.

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¿Mato a Bolívar o digo que retorna eternamente?

Hace pocos meses, ya de regreso en Colombia, escribí un pequeño artículo que conmocionó a algunos de mis lectores. Estaba matando a Bolívar, después de tanto tiempo y tanto amor.

He aquí lo que dije:

Tardé veinte años para comprender la tremenda disyuntiva de Bolívar. Después de librar victoriosamente una guerra con el imperio español, en una proeza que tan solo se puede equiparar con las gestas de Alejandro, Julio Cesar y Napoleón, Bolívar encontró que después de haber expulsado al último español ahora su lucha era con los colombianos, sus propios compatriotas, estos que se encargaron muy pronto de acabar su obra con perfidias, traiciones y egoísmos.

Como Bolívar se rehusó a declararle una nueva guerra a sus propios paisanos, murió en la más profunda tristeza y soledad. Ya mucho antes Bolívar había afirmado que “no es justo destruir los hombres que no quieren ser libres”. Una cosa era luchar contra el opresor, otra muy distinta era obligar al propio vecino que no quería la libertad; esto último era, según él, una perversión en cualquier revolución.

¿Qué hacer con los propios compatriotas que no sólo se niegan a la revolución sino que ellos mismos encarnan con ahínco los valores reaccionarios de los imperios exteriores? ¿Qué hacer con los hombres y con las mujeres en Colombia que son portavoces y defensores de los valores más reaccionarios, egoístas, capitalistas, en algunos casos hasta fascistas, todos reivindicadores de las más rancias oligarquías hoy expresadas en el santismo-uribismo? ¿Los fusilamos? No se puede. ¿Los transformamos? Creo que no se puede tampoco. ¿Entonces?

Realizar el ideal bolivariano de libertad y unidad es una quimera en las actuales condiciones: una cosa es luchar con un enemigo externo, otra muy distinta con el enemigo interno. Uno no puede matar a sus hermanos porque piensan distinto. Por ello el ideal bolivariano no se puede alcanzar de ninguna manera de forma armada, esto es un absurdo, una contradicción. ¿¡Ah… que el vecino se volvió paramilitar y mafioso y además está dispuesto a derramar la sangre de sus hermanos!? Eso ya es otro asunto, lo de ellos es asesinar, no pensar ni hacer una revolución. He ahí nuestra tragedia, ¿cómo no matarnos entre nosotros?, pero, además, ¿cómo no dejarnos matar?

Tampoco es dable hacer del pensamiento de Bolívar un evangelio. Pretender que un joven del siglo XXI lea las miles de cartas de Bolívar, sus innumerables biografías, para que luego obtenga una conciencia revolucionaria, es un idealismo de profesor de secundaria enredado y de político delirante que ya raya con el absurdo. Creo que el problema –en general– de la izquierda, es creer que su “dogma” debe llegar a las ovejas descarriadas del rebaño. Nadie cambia por consejos o por ilustración. Si no se transforman las estructuras cristianas y capitalistas, poco podemos esperar que surjan revolucionarios; lo inevitable es que los godos se multiplicarán y los Francisco de Paula Santander, los Laureano Gómez y los Álvaro Uribe Vélez se prolongarán hasta el infinito.

Como no se puede declarar la guerra a los godos de la propia patria más bien vale hacer ya el duelo por la muerte de Bolívar. Bolívar ha muerto. Se murió y con él se fueron las esperanzas de una sociedad distinta. Está bien muerto. Idealizarlo no ayuda en nada: los idealismos nos están alejando de la vida real, vida que está bien complicada y enmarañada en nuestro país.

Bolívar ha muerto. Ahora nos toca a nosotros sin él. Tardé veinte años en comprenderlo.

Un camino tan largo ¿para descubrir que Bolívar estaba muerto?

Hoy vengo a decir, acá en el Pantano de Vargas, territorio emblemático de la gesta bolivariana, que sí, que Bolívar ha muerto. Tan muerto está su cuerpo como su alma hace ya casi doscientos años. Pero ha sido un fantasma, un culto, una ideología, un poema, una estatua, una novela, una película, ha sido literatura y canción. Puede ser todo esto y nada a la vez.

Ahora, pienso que no debe quedar camino para la desilusión. No es posible pedirle a Bolívar todas las respuestas a los interrogantes que vinieron después de él. Ya lo he dicho: hacer de Bolívar una religión, ya sea para una nueva fe o para el resentimiento, no tiene sentido.

Afortunadamente, tanto para el caso de Colombia como para el caso de Venezuela, ya las ideas de Bolívar no están raptadas por las oligarquías de los siglos XIX y XX que hicieron un uso de ellas para toda suerte de “oficialismos”, oligarquías que construyeron un Bolívar reaccionario y útil para todo tipo de discursos patrioteros y que durante mucho tiempo escondieron y tergiversaron el legado revolucionario que él forjó.

Quinta verdad sobre el Libertador.

Es casi ya un consenso admitido que los conceptos propios que heredamos de Bolívar son los siguientes:

1. Unidad e integración latinoamericana y caribeña.

2. Independencia y soberanía política absoluta.

3. Lucha contra cualquier forma de imperialismo.

4. Oposición frontal al modelo liberal burgués de occidente.

Mientras que el nudo de las causas en las cuales está entrelazado Bolívar siga irresuelto, este mismo nudo hará que él retorne de nuevo.

* * *

Un día Bolívar fue mi ilusión, la entrada a un mundo nuevo.

Después lo quise encontrar en la academia y no lo encontré. Quise enseñarlo y creo que no lo logré, tal como lo esperaba

Lo hice escritura y las consecuencias no se volvieron colectividad.

Lo quise encontrar en algunos proyectos políticos posteriores a su memoria y los hallazgos no fueron muy halagadores: burocracia, en un lado, y violencia entre hermanos, en este lado, que no se ha acabado.

Advertí que lo había convertido en evangelio, y me asusté y lo maté. Más bien maté al evangelizador.

Pero, pensándolo mejor y hoy que escribo una vez más en la conmemoración de su nacimiento, creo que, en mí, Simón Bolívar retornó.

Y seguramente en muchos otros, Bolívar, siempre retornará. Porque, después de tanto tiempo, aun cuando admitimos que está bien muerto y que no queremos volverlo un santo, incluso con todo esto, hoy podemos estar seguros de que, de una u otra manera, siempre se dará en estas tierras un eterno retorno del Libertador.

[1] https://sites.google.com/site/bolivarynietzsche/

[2] https://gotasdetinta.co/1/historia_frank.html

[3] https://www.otraparte.org/agenda-cultural/literatura/zaratustra-2007/

[4] https://alponiente.com/simon-bolivar-antelacion-del-superhombre-de-nietzsche/

[5] https://sites.google.com/site/bolivarynietzsche/


Bolívar y el momento actual

Conferencia presentada en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín el 16 de noviembre de 2017.

El 17 de enero del año 1974 en la fría Bogotá, al pie del cerro de Monserrate, en la Quinta de Bolívar, nueve guerrilleros del M19 sin disparar un sólo tiro dominaron sin dificultad a pocos vigilantes, quebraron un cristal y se robaron la espada del Libertador.

Para ese momento, casi nadie en Colombia se acordaba de Bolívar, y mucho menos, alguien se acordaba de una de sus viejas espadas. Desde ese robo en Colombia, la espada volvió a cobrar valor. Los guerrilleros dejaron un comunicado que decía: «Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo». Se ha hablado mucho ya de los lugares donde guardaron la espada. Que la espada estuvo en la casa de León de Greiff, que estuvo en Panamá durante la invasión gringa, que después terminó en Cuba hasta que el M19 la devolvió. Hoy, cuarenta y tres años después, el M-19 no existe, los combates los cambiaron por la constitución neoliberal de 1991, y los explotadores del pueblo siguen gordos, aliviados y tranquilos.

Un equipo de investigación de la revista Semana publicó un estudio que llamó: “La ruta de la espada”, el final de esta crónica es más risible que heroico, digno de los relatos de Macondo:

“Al parecer la devolución de la espada fue una de las exigencias que hizo el gobierno a los dirigentes del M-19 para realizar la Asamblea Constituyente. A mediados de enero de 1991 Arjaid Artunduaga viajó a Cuba a traer la espada. Según cuenta, en la isla recogió el arma y con ella ingresó por Venezuela «en una operación sigilosa y clandestina porque no queríamos correr el riesgo de que nos robaran ese zuncho». El 29 de enero Otty Patiño y Laura de Pizarro visitaron la Quinta de Bolívar para coordinar los detalles de la ceremonia de entrega con la directora del museo, Diana Torres de Ospina. Antes de irse Patiño le preguntó a ella: «Oiga, ¿y este lugar sí es lo suficientemente seguro como para guardar la espada?». Dos días después, en una ceremonia que indignó a muchos de los militantes del M-19, Laura de Pizarro le entregó la espada, sobre una bandera de Colombia, a Antonio Navarro. Este se la pasó después a un grupo de niños, hijos de los comandantes del movimiento. Ese mismo día la espada fue llevada por orden del presidente César Gaviria al Banco de la República. Una persona que prefiere mantener su identidad en reserva se enteró que al día siguiente Francisco Ortega, gerente del Banco, llamó a Gaviria. Sin ocultar su preocupación Ortega le preguntó: «¿Qué hago yo con la espada de Bolívar?». La fuente dice que el presidente le respondió: «Yo de usted lo único que haría sería guardarla muy bien para que no se la vuelvan a llevar». Hasta el día de hoy, según el Banco, la espada permanece guardada en una cajilla de seguridad” [1]. (Esta historia, finalmente, tuvo otro final, ver nota del 2022 al finalizar el texto)

En el año 2012, yo, historiador bolivariano, desilusionado de este país, decidí marcharme para la República Bolivariana de Venezuela. Y como despedida presenté una conferencia qué titulé: “¿Por qué en Colombia nunca quisieron a Bolívar?” [2]. En esta conferencia expliqué cómo a Bolívar lo traicionaron en vida, luego, después de su muerte, cómo los godos se apropiaron de su nombre, cómo lo tergiversaron y cómo crearon una imagen reaccionara de él. También expliqué cómo lo olvidaron definitivamente. Hoy no voy a repetir esa conferencia que, dicho sea de paso, me ayudó a triunfar en la Revolución Bolivariana de Chávez. Hoy voy a ampliar dicha disertación sobre el difícil tema: “Bolívar y el momento actual”.

En varias ocasiones he manifestado que Colombia es la perfecta demostración de una de las principales tesis de la Historia del siglo XX de Eric Hobsbawm. Dice el historiador: “La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven” [3].

En nuestro país, a finales del pasado siglo XX, no sólo se olvidó a Bolívar, sino que la historia como elemento constitutivo de la identidad nacional se eliminó.

En el año 2015 cuando se celebraron 200 años de la Carta de Jamaica el profesor Juan Guillermo Gómez García publicó un libro sobre la memorable carta y añadió un amplio balance historiográfico de la Vigencia y memoria de Bolívar desde su época hasta hoy. Y allí, el profesor Juan Guillermo, refrendó para mí, las ideas sobre el olvido de Bolívar, que yo estuve presentando en mi aventura venezolana desde el año 2012.

Cito al profesor en algunos apartados finales de su libro que tituló: “La tábula rasa del Frente Nacional”:

“Si Venezuela ha conocido una saturación simbólica de la figura del Libertador, por parte del chavismo, en Colombia, sin haber una declaración oficial ni un complot programático estatal ni partidista, se olvidó a Bolívar. Con el pacto del Frente Nacional los partidos tradicionales, Liberal y Conservador, hicieron un pacto de silencio sobre el pasado […] Esta acción de represión del pasado, esta operación semiconsciente –al menos en un grado demostrable- ha dejado a Colombia sin rumbo. Se sustituyó el anclaje doctrinario o las ideas de los partidos en los fundamentos de una historia (y de una filosofía de la historia) por una planeación nacional técnica, desprovista aparentemente de caprichos populistas. […] El olvido de Bolívar, el olvido de la espada de Bolívar, el olvido de la significación de las luchas por la independencia, constituían una operación venganza contra un pasado ominoso. Nunca se dijo expresamente, nunca se aclaró por qué se dejó de recordarlos, de citarlos, de introducirlos en los currículos del kínder a la Universidad. […] Hoy nadie precisa en Colombia hablar de Bolívar ni contra Bolívar. Está ahí; como mudo, tieso, ausente. Se tiene una remota y vaga idea de su legado de liberación, de su legado republicano, de su legado de unidad continental y de su legado social; no desvela, no entusiasma, no hace rabiar. Lo va consumiendo, lenta, lenta, lentamente la indiferencia pública” [4].

Los únicos que no olvidaron a Bolívar en los inicios del siglo XXI en Colombia fueron las FARC. Y como es bastante conocido, en Venezuela en el siglo XXI, el resurgimiento de Bolívar llegó con el proyecto político de Hugo Chávez.

¿Cómo podemos definir entonces lo bolivariano en el siglo XXI?

En el ámbito de las ideas políticas lo bolivariano en América Latina y en el Caribe es un pensamiento circunscrito a los valores y a los estandartes que legó el Libertador Simón Bolívar a través de su gesta política.

Dado que las ideas de Simón Bolívar siempre estuvieron creadas para las necesidades políticas de un territorio continental definido y de un tiempo histórico que se ha transformado profundamente a lo largo ya de dos siglos, es necesario desglosar un conjunto de conceptos del pensamiento de Bolívar que transciendan las épocas y los espacios para que sirvan como una nueva tabla de valores para transformar la realidad política de Latinoamérica en el siglo XXI.

Las ideas de Bolívar ya no están raptadas por las oligarquías de los siglos XIX y XX, que hicieron un uso de ellas para toda suerte de “oficialismos”, que construyeron un Bolívar reaccionario y útil para todo tipo de discursos patrioteros que durante mucho tiempo escondieron y tergiversaron el legado revolucionario que él forjó.

El anhelo de lo bolivariano no está condicionado o está mucho menos dirigido por los productos de los circuitos académicos universitarios, ni por empresas editoriales o por todo tipo de aventuras librescas. Bolívar bien puede ser el tema de una biografía profesional, de alguna tesis universitaria (que de hecho ya no son muchas) o el tema de miles de libros de todo tipo que se han consagrado a perpetuar la memoria del Libertador; en fin, de todo lo escrito concerniente a él, que bien puede reconocerse como una tradición que ha hecho en miles de páginas un recuento de sus epopeyas, un sinfín de análisis interminables de sus obras, pero que no constituyen en suma lo bolivariano, -a pesar de que lo bolivariano también se nutre de la tradición escrita como es obvio-. Una cosa es escribir o leer un libro sobre Bolívar y otra muy distinta es crear un movimiento político bolivariano con una incidencia real en algún escenario social de América Latina.

En este aspecto literario quiero hacer un paréntesis con una breve mención a la obra El general en su laberinto de Gabriel García Márquez. He dicho innumerables veces: yo me hice bolivariano exclusivamente por la lectura de la novela El general en su Laberinto que realicé cuando tenía diez y seis años. Yo estoy casi convencido de que para las personas que hemos leído esta novela, Bolívar renació, allí vemos retratada magistralmente su gloria y su tragedia. Una de las formas más efectivas para comprender y conocer el alma de Bolívar es leyendo esta novela, leyéndola una y varias veces. Pero, lamentablemente, este tipo de experiencias, que primero son estéticas, y quizá luego sean políticas, ocurre sólo en una minoría de personas. ¿Sería bueno saber, por ejemplo, algún día, cuántos colombianos han leído El general en su laberinto?

Continúo con la pregunta: ¿Cómo podemos definir lo bolivariano en el siglo XXI?

Lo bolivariano en síntesis es una ideología política de algún colectivo, partido o movimiento social; ideología basada en las ideas de Simón Bolívar que han demostrado su universalidad y su posible aplicación en un proyecto social con alcances y estrategias definidas.

El proyecto bolivariano es en definitiva aquel que busca obtener el poder político para fundar genuinas repúblicas que aspiren alcanzar el mayor grado de equidad social y dirijan al continente por un nuevo sendero de solidaridad e integración de los pueblos sin antecedentes en el mundo.

Quizá la alianza de lo bolivariano con el desafío humano de la realización del socialismo sea el mayor aporte de la América al mundo. Lo demás –lo que ofrece todo tipo de derechas, ya lo conocemos: caos, consumismo, individualismo, egoísmo y destrucción-.

Lo bolivariano es un amor imperecedero a la libertad en todas sus acepciones. Lo bolivariano en el siglo XXI no oculta sino que por el contrario se enorgullece por enmarcarse en la esfera política de la izquierda y toma como antecedentes de su patrimonio histórico las gestas de José Martí, Ezequiel Zamora, Rafael Uribe Uribe, Emiliano Zapata, Augusto Sandino, Jorge Eliecer Gaitán, Salvador Allende, Manuel Marulanda Vélez, Camilo Torres Restrepo, Fidel Castro, Che Guevara, Hugo Chávez entre otros, todos ellos que de alguna forma continuaron en su momento con una lucha radical por la libertad latinoamericana.

Dada la complejidad del conflicto armado en Colombia, el Movimiento Bolivariano de las FARC fue clandestino y su agenda organizativa inicial fue en medio de la guerra, y por estas circunstancias no apareció como proyecto político con incidencia en sectores amplios de la población. Ahora después del acuerdo de Paz y de la fundación del nuevo partido político: FARC, es comprensible que todo el ideario bolivariano que han proclamado siga implícito en sus agendas, aunque explícito hasta ahora no, dado que, en los estatutos del nuevo partido, no encontramos si quiera las palabras Bolívar o bolivariano.

Para esta conferencia, le pregunté a la FARC: ¿En su nuevo partido, en sus estatutos no se menciona a Bolívar ni, lo bolivariano; dado que han sido ustedes los únicos que han reivindicado a Bolívar en las últimas décadas en Colombia, seguirán invocando el ideal bolivariano? ¿Con el nuevo partido FARC se remplazará lo que se llamó Movimiento Bolivariano? Y ellos me respondieron: “Frank. El pensamiento de Bolívar es un pensamiento vigente. Hace parte del ideal de una Colombia nueva, de políticas de hermandad con los países vecinos y colaboración regional. El Movimiento Bolivariano, así como el Partido Comunista Clandestino Colombiano se han diluido en el nuevo partido. No es lo mismo”.

Bien son conocidas las prácticas políticas en Colombia, tan complejas y enmarañadas que difícilmente algunos sectores de la sociedad quieran abrazar como suyas y públicamente en el corto plazo una ideología bolivariana. Mucho menos en la actual coyuntura electoral, donde los sectores más reaccionarios han querido crear y fundar temor sobre el fantasma del “castro-chavismo”. Si existiese alguien que se arriesgara a hablar en estos momentos de lo bolivariano en Colombia con alguna aspiración electoral se aseguraría para sí una perdida colosal de votos, esto es una cuestión que no requiere mucha elucidación.

Una experiencia mayor, que ha logrado sortear no pocas dificultades, es la Revolución Bolivariana de Venezuela, que atraviesa una etapa candente en su aspiración de consolidar el socialismo después de la desaparición física del comandante Hugo Chávez, y superar las crisis que ha tenido que enfrentar Nicolás Maduro en sus años de gobierno. No hay que hacer muchos análisis para aceptar que grandes sectores políticos de la población venezolana hoy se conciben a sí mismos como bolivarianos, puesto que han logrado ya casi 20 años de su revolución y se identifican ante el mundo como bolivarianos sin titubear. Lo bolivariano en Venezuela es equiparado con el chavismo, y ya es un hecho comprobado que el chavismo no es una desviación de lo bolivariano sino una realización del mismo. Lo cual no demerita alguna posible crítica a las formas del gobierno bolivariano que está en el poder, personalmente vi y critiqué el burocratismo. O no se puede dejar de examinar que en lo económico son muchos los desafíos que hay que resolver. Y esencialmente reconocer que hay un imperio que ha atacado el chavismo y lo bolivariano en todas las formas posibles. Lo bolivariano en Venezuela no está acabado sino en movimiento. La guerra mediática en contra de la revolución bolivariana ha hecho que en Colombia no se vean las virtudes del proyecto bolivariano, sino que se ha prolongado una imagen infernal de este proceso. Estos logros sociales existen allá, yo los vi, los disfruté en tres años. Es por estos logros que la revolución bolivariana sigue en pie, a pesar de los problemas, y estos logros se han hecho reivindicando el nombre de Bolívar.

Hay un libro fundamental: Hugo Chávez. Mi primera vida. Conversaciones con Ignacio Ramonet. Para mí esta obra es el documento biográfico más completo sobre Chávez hasta el momento. Acá encontré una clave para entender qué pasa con Bolívar en el momento actual en Colombia y en Venezuela.

Chávez dice en este libro:

“Ésa era mi misión: darle contenido, en la psiquis del pueblo venezolano, a la prodigiosa invención de un país posible. Tenía que crear una utopía concreta. En otras palabras: crear el «mito Chávez», personal, para que el «mito Venezuela nueva», colectivo, emergiese. Y para que todo se transformara” [5].

En un mundo globalizado, en un mundo de la imposición del neoliberalismo, el sistema logró no sólo borrar la historia como identidad constitutiva de los sujetos y de las naciones, sino que acabó con los mitos de cada cultura. Y quizá, el mayor logro de Chávez en el siglo XXI, fue que efectivamente fundó un mito de una nueva Venezuela. Mito realizado o no realizado hoy completamente, eso está por verse; pero varios millones de venezolanos, creen profundamente en ese mito, y en ese mito, gracias a Chávez, aún está vivo Bolívar.

¿Qué ocurre en Colombia? No tenemos ya ningún mito para construir Nación. Somos un Estado corrupto e instrumentalizado en el neoliberalismo salvaje, infectado de corrupción, donde la inequidad social sigue prevaleciendo. En un país sin historia. Y en una agenda política que aspira a la paz, pero que, en la reglamentación de las leyes, y el cumplimiento de los acuerdos de Paz, pareciera que la mayoría de los políticos quisieran es permanecer en guerra.

Y arriesgándome más, una autocrítica. En la izquierda, después de Jorge Eliecer Gaitán, no hemos encontrado un mito nuevo que nos una. Un mito político que nos permita cambiar el desastre de Estado que tenemos, y poder construir juntos una nueva Nación. En Colombia hasta los de izquierda ya nos da miedo hablar de socialismo.

Vuelvo a la espada de Bolívar, pero antes, quiero ir terminando esta conferencia, una vez más con unas cortas palabras del profesor Juan Guillermo Gómez García, cuando finaliza su texto sobre la Vigencia y memoria de Bolívar, cuando se refiere al olvido de Bolívar. Yo hoy quiero resaltar estas palabras y subrayarlas con todos los colores: “Pero [en Colombia] al despertar de esa pesadilla anacrónica, [a Bolívar] lo tendremos allí”.[6]

Ahora sí, la espada. Yo creo que la oligarquía colombiana está feliz de que en la Quinta de Bolívar no esté actualmente la espada original, sino una réplica. Están tranquilos, no porque la espada de Bolívar está a salvo en una bóveda del Banco de la República, lo que ocurre es que se están asegurando de que está bien enterrada, no sea que, si se desentierra algún día, se vuelva a despertar su dueño convertido en un pueblo.

Nota final agregada en 2022:

En el nefasto gobierno de Iván Duque la espada fue llevada a la casa de Nariño.

Lo que más me preocupó, en el discurso de Duque, cuando presentó la espada, es que “se debe rescatar al Bolívar Republicano e institucionalista” léase el Bolívar godo, conservador y útil a la derecha que fabricó el oficialismo en Colombia. Y agregó «para que Bolívar no sea utilizado por demagogos autoritarios», léase la izquierda, los gobiernos progresistas, un gobierno del pueblo. Y claro que a la godarria colombiana, los herederos de Santander, los herederos de Laureano Gómez, incitador de la violencia como lo es hoy Álvaro Uribe, para ellos, mejor un Bolívar godo, conservador.

Afortunadamente en el año 2022 el pueblo colombiano obtuvo por primera vez, en dos siglos, una victoria del pueblo, ahora Gustavo Petro es el presidente Colombia.

Por otra parte, recientemente, Patricia Lara Salive, en la Revista Cambio, publicó una crónica donde se completó la investigación sobre los periplos de la espada desde 1974 hasta hoy: "Los trasteos de la espada de Bolívar" [7]

Cuando preparo esta nueva edición, aun no se ha dado la posesión presidencial el 7 de agosto. Gustavo Petro anticipó que ahora de verdad la espada de Bolívar volverá al pueblo.

[1] http://www.semana.com/especiales/articulo/la-ruta-de-la-espada/34708-3

[2] https://sites.google.com/site/bolivarynietzsche/

[3] Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, 1994.

[4] Juan Guillermo Gómez García, La carta de Jamaica 200 años después. Vigencia y memoria de Bolívar, 2015.

[5] Hugo Chávez: Mi primera vida. Conversaciones con Ignacio Ramonet, 2013.

[6] Juan Guillermo Gómez García, La carta de Jamaica 200 años después. Vigencia y memoria de Bolívar, 2015.

[7] https://cambiocolombia.com/articulo/pais/los-trasteos-de-la-espada-de-bolivar


SIMÓN BOLÍVAR - Compendio de las conferencias y escritos más destacados de Frank D Bedoya M -2022-.pdf