Dioniso Gastón

Dioniso Gastón

Estoy harto de Dioniso, no lo soporto más. He cargado mucho tiempo con él. Nunca conocí a alguien tan testarudo. Y con ese cuento de que es un “bohemio intelectual”, pretende que todo el mundo acepte sus extravagancias. No lo quiero ver más, ojalá se muriera de cirrosis ya.

Yo me puse a estudiar psicoanálisis, para hacerle un diagnóstico más exacto, pero, él me dijo que yo era un pendejo, “porque él sabía más de Freud”. Aun así yo concluí que es un neurótico obsesivo, libidinoso y narcisista. Y ante todo concluí que es un alcohólico sin remedio. Y que si el ELLO es el placer, él solo es ELLO nada más. No tiene nada de conciencia, ni sentimiento de culpa, o sea que no tiene ni YO, ni mucho menos SUPERYO.

Perdón, amable lector, no quería hacer un texto académico, tan solo quería hacer un breve informe para el desahogo. Es que los seres como Dioniso, no solo se consumen ellos mismos, sino que terminan acabando con todos los demás que los rodean, así como se quieren consumir todo el aguardiente en una sola noche, así mismo se quieren consumir ellos, en la vida, y consumirse a los demás. A mí me tiene quebrado en dinero, en energía, en paciencia. Pero, es que él se cree James Joyce, que piensa que todo el mundo debe girar a su alrededor, “porque va a escribir una obra”; por lo menos Joyce la escribió y como ya está muerto, pues se le perdona todo, pero cuánto sufrió su esposa por tener que vivir con ese “genio”. Pero, Dioniso no ha escrito la tal obra esa; sí un par de libros y muchos panfletos, y fragmentos dispares, pero nada glorioso, ni constante. Pero a él no le preocupa, siempre se escuda en sus personajes, en “la dificultad de escribir de Kafka”, en “el maestro de escuela incomprendido de Fernando González”. El otro día empezó a escribir una novela y solo escribió dos capítulos, después dijo que se le acabó la inspiración y se fue a beber al Málaga “mientras que le llega de nuevo la inspiración” y se quedó bebiendo porque esa novela nunca la terminó.

Dioniso tiene otro nombre, pero cuando se leyó la obra Nietzsche, decidió llamarse Dioniso, porque “él también era discípulo del dios de la embriaguez”; encontró su justificación “estética” para ocultar su verdadero problema: un alcoholismo que lo va a matar y que lo ha metido en innumerables problemas, su esposa lo dejó, sus jefes lo han amonestado porque llegaba borracho a trabajar, en verdad, no lo echaban porque era bueno, pero a veces llegaba con unos guayabos, que eran otra prendida escondida; y hace unos años casi que se muere. Por unos días dejó de beber, luego empezó con cuartos de botella, luego con medias y luego volvió a subir a botellas completas. Pero ésta no es su única adicción. Hay un “licor” que lo embriaga más: la mujer.

Cuando tenía plata se gastó cantidades increíbles en putas. Después se aburrió de ellas, porque eran muy “frías” y entre más bellas más frías y entre más bellas más caras y Dioniso se quebró. Hubo una época que estaba flaco sin esa barriga que carga hoy y con esa labia conquistó a algunas mujeres, en su década de 20 a 30 años, no le faltaron amantes, ya después con la vejez, la coquetería se acabó. Pero, con las pocas mujeres que le quedaron siempre, Dioniso quedaba doblegado. Se enamoraba perdidamente. Cuando lo dejaban, lloraba como un niño; una vez lo vi llorando una noche completa, borracho, repitiendo la misma canción de Julio Jaramillo, días después se le había olvidado su despecho y se había enamorado de una nueva muchacha. No sé, amable lector si usted se ha visto la película “La pared” de Pink Floyd o la película “Hable con ella” de Almodóvar; en ambas producciones, un hombre pequeño termina tragado por una vagina gigante, ese es Dioniso; él quiere siempre, o estar bebiendo como un caballo asoleado, o estar metido por completo en la vagina de la mujer.

Dioniso, pues, solo quiere leer, escribir, beber, amar y ser amado. Y eso no se puede, uno no puede estar pegado de la teta toda la vida. Eso pienso yo, que estoy estudiando un poco para entender a este pedazo de ser humano, que me ha tocado cargar. De tanto estudiar a Dioniso, deberían darme ya un doctorado. A veces le tengo compasión, pero luego me arrepiento, a veces creo que es verdad, que quizá Dioniso está para escribir una obra que está por venir y que justificará su existencia, y justificará los dolores de cabeza de los que lo hemos tenido que sostener.

Pero, de pronto ese carajo no va escribir nada, se va a morir porque el hígado no le dará para más y cuando Dioniso se muera estaremos tranquilos, porque se murió el borracho incomprendido y después lo olvidaremos por toda la eternidad.

Escribir esto me calmó, porque al fin y al cabo estaremos todos algún día muertos, eso me dijo Dioniso, que Juan Rulfo le enseñó que hay que buscar la forma de estar bien, porque un día estaremos muertos por mucho tiempo y entonces hay que aprovechar. Pobre, Dioniso, a veces me hace reír, yo creo que ya solamente lo queremos su mamá y yo.

No te mueras, Dioniso, aprende a vivir, deja de ser tan testarudo, cálmate un poco, escribí esa verraca obra, antes de que acabes conmigo y te acabes vos.

Frank David Bedoya Muñoz

Medellín, 12 de noviembre de 2020.